El estado capitalista y la cuestión del poder

Imagen: Ciro Saurio
Whatsapp
Facebook
Twitter
Instagram
Telegram

por MATHEUS SILVEIRA DE SOUZA*

Si la movilización de fuerzas y la construcción de estrategias requiere una comprensión de la realidad material, es importante abandonar algunas concepciones estrechas de Estado y derecho.

Nuestra convivencia en sociedad está atravesada por el poder, por lo que las relaciones sociales -públicas o privadas- son colmadas por él en el día a día. La relación patriarcal entre hombre y mujer, la subordinación entre trabajador y patrón, padre e hijo, líder religioso y espiritual, en fin, miremos donde miremos no es difícil, si prestamos atención, encontrar relaciones de dominación.

De esta manera, algunas preguntas pueden servir como hilo conductor de nuestra reflexión: ¿el poder está mayormente diluido en las relaciones sociales, o existe un núcleo central de articulación y reproducción de las relaciones de poder? ¿Cuál es la relación entre el Estado y el poder en la estructuración de las relaciones de dominación?

El Estado es el lugar de condensación de las relaciones de poder y el espacio de producción y reproducción de una sociedad dividida en clases. Si bien no se presenta así –debido a la separación entre economía y política en el sistema capitalista– es fundamentalmente un campo atravesado por contradicciones de clase. Por tanto, de nada sirve tener una teoría del poder sin tener una teoría del Estado.

Si bien parte del poder está repartido por toda la sociedad, incluso fuera del aparato estatal, el Estado es el locus fundamental que realiza la condensación de estas relaciones. En otras palabras, el Estado articula y reproduce relaciones de poder, muchas veces cristalizándolas como poder político. Para ilustrar la idea, destacamos que si bien existen relaciones de dominación fuera del Estado, es común que estas relaciones se reconfiguren y reproduzcan a partir de las mediaciones realizadas por el Estado y por la forma jurídica. Algo cercano a esto escribe Marx cuando afirma que: “toda lucha de clases es una lucha política”.[i]

El Estado tiene un aparato visible y un aparato, digamos, invisible. La parte visible puede ser visualizada por el conjunto de instituciones estatales, funcionarios y burócratas especializados, leyes y reglamentos normativos. Su parte invisible concierne al Estado como relación social, es decir, “la condensación material de una correlación de fuerzas entre las clases sociales y sus fracciones”[ii]. Estas partes designadas como visibles e invisibles no son dicotómicas sino que, por el contrario, forman una unidad.

Así, “las relaciones de poder político redefinen el conjunto de otras formas de poder, como el de género, étnico, familiar, escolar”,[iii] ya sea a través de la burocracia estatal oa través de aparatos represivos e ideológicos. Esto no significa ignorar las especificidades de las relaciones sociales, sino por otro lado, mirar la forma en que las relaciones paraestatales son reconfiguradas por el propio Estado.

Desde el punto de vista jurídico, el Estado dificulta el reconocimiento de los intereses de clase que vinculan a los individuos al catalogarlos como ciudadanos. Hacer que los problemas colectivos sean exclusivamente individuales –como el acceso al empleo, al ingreso, a la vivienda– es uno de los puntos clave de la ideología neoliberal. La frase de Margareth Thatcher de que “no hay sociedad, sino individuos” es sólo un reflejo de esta retórica dominante, que dificulta el reconocimiento de las raíces económicas y sociales que unen a individuos y grupos.

Un diálogo sostenido una semana antes de las elecciones municipales puede ilustrar esta retórica. Un trabajador, cuando se le preguntó por quién votaría en las elecciones de São Paulo, respondió que “no votaría no, iría a trabajar y correría detrás de sus cosas”. Bueno, el tipo no estaba diciendo que iba a trabajar un domingo, era otro discurso. La frase da a entender que todos los éxitos y fracasos son el resultado de una conducta meramente individual y que la política no importa mucho en tales asuntos. La oportunidad laboral, el acceso a la salud, la vivienda, los ingresos, son temas que se resuelven en el ámbito personal y no colectivo. Resuena, una vez más, la célebre frase: “no hay sociedad, sino sólo individuos”.

La materialidad institucional del Estado capitalista permite que los intereses de una determinada clase social sean presentados al resto de la población como si fueran los intereses de toda la sociedad, revestidos del mantra del “interés general”. Son muchas las veces que un estudiante de derecho escucha de sus profesores explicaciones sobre el concepto de interés general, plasmado en el principio de supremacía del interés público sobre el interés privado. Quizá sea más didáctico ignorar el hecho de que el interés público conlleva una buena parte del interés privado. El marco de esta materialidad institucional es precisamente la separación entre lo político y lo económico en el capitalismo. Si bien el Estado garantiza la explotación económica entre clases, se presenta como un tercero neutral en esta relación.

Sin embargo, debemos recordar, como señala Poulantzas, que el Estado no puede reducirse a su papel de dominación política, ya que está directamente relacionado con las relaciones de producción y la división social del trabajo.

Para ver con mayor precisión la relación entre el poder político, el Estado y las clases sociales -preocupación central en la obra de Nicos Poulantzas- es necesario distanciar dos concepciones del Estado, ampliamente difundidas, la primera conocida como Estado como un instrumento-cosa y el segundo como el Estado.como sujeto.

La primera ve al Estado como un campo neutral, sin materialidad específica, que puede ser conducido como un instrumento por el grupo que lo ocupará. Así, el aparato estatal ocupado por los conservadores crearía políticas conservadoras y el estado ocupado por los progresistas se convertiría en un estado progresista. Sin embargo, sabemos que el Estado sigue siendo burgués aunque sea ocupado por individuos contra la burguesía, como ya lo había demostrado Marx en El 18 Brumario de Luis Bonaparte. La segunda posición ve a la entidad estatal como el mero emanador de los intereses de la burguesía, un bloque monolítico sin grietas, que producirá los mismos resultados a pesar de la lucha de clases.[iv] Esta concepción debe ser descartada para que podamos visualizar al Estado como un campo atravesado por disputas sociales, pues si bien tiene un carácter de clase, también presenta contradicciones que abren espacios de lucha política.

Si la movilización de fuerzas y la construcción de estrategias requiere una comprensión de la realidad material, es importante abandonar algunas concepciones estrechas de Estado y derecho, para llegar a su complejidad y tener un trasfondo conceptual útil para la elaboración de planes de intervención.

* Matheus Silveira de Souza Máster en Derecho del Estado por la USP.

 

Referencias


MARX, K.; ENGELS, F. Manifiesto del Partido Comunista. Lisboa, Avante, 1975.

OSORIO, Jaime. El Estado en el centro de la globalización: la sociedad civil y el tema del poder. São Paulo: Expresión Popular, 2019.

POULANTZAS, Nicos. El estado, el poder, el socialismo. São Paulo: Paz y Tierra, 2015

 

Notas


[i]MARX, K.; ENGELS, F. Manifiesto del Partido Comunista. Lisboa, Avante, 1975.

[ii]POULANTZAS, Nicos. El estado, el poder, el socialismo. São Paulo: Paz y Tierra, 2015

[iii]OSORIO, Jaime. El Estado en el centro de la globalización: la sociedad civil y la cuestión del poder. São Paulo: Expresión Popular, 2019.

[iv]POULANTZAS, Nicos. El estado, el poder, el socialismo. São Paulo: Paz y Tierra, 2015

Ver todos los artículos de

10 LO MÁS LEÍDO EN LOS ÚLTIMOS 7 DÍAS

Ver todos los artículos de

BUSQUEDA

Buscar

Temas

NUEVAS PUBLICACIONES

Suscríbete a nuestro boletín de noticias!
Recibe un resumen de artículos

directo a tu correo electrónico!