por JOSÉ DIRCEU*
PEC desmantela Bolsa Família para crear ayuda electoral y adopta compra abierta de votos para asegurar su aprobación
El país siempre se mueve en dirección contraria al rumbo que debe seguir. Con cada decisión y operación política del gobierno de Bolsonaro, las perspectivas para 2022 y para el futuro empeoran. Nada quedará en pie y el próximo gobierno deberá tener la reconstrucción nacional como prioridad cero.
Los Precatorios PEC son un ejemplo perfecto de este proceso de ir contra la corriente, de destruir las buenas políticas públicas para reemplazarlas siempre por algo mucho peor o simplemente por el vacío. Los Precatorios PEC entierran un programa social, Bolsa Família, que no solo fue exitoso sino aclamado en todo el mundo como un ejemplo de política social con resultados comprobados, que incluyen estimular el crecimiento económico, la distribución del ingreso y fomentar el estudio. La educación es el mayor desafío de Brasil en los próximos 10 años. El país necesita pasar por una revolución educativa, científica y tecnológica.
Lo más grave es que se destruye un programa social serio y consecuente con un objetivo puramente electoral expuesto a la intemperie. Y ninguna autoridad actúa, como si fuera natural que un presidente al final de su mandato comience a desmantelar todos y cada uno de los marcos legales, como es el caso de la garantía líquida y cierta de cumplimiento de una decisión judicial (que no exime nos exija transparencia y fiscalización en este tema de recursos derivados de decisiones judiciales).
El todo vale explícito y la compra abierta de votos para aprobar la PEC -en la 1ª vuelta fue aprobada en la Cámara por 312 a 144, o 4 votos más que el quórum constitucional-, dejan al Senado la difícil tarea de impedir un arreglo electoral nocivo a los intereses del país. Y también revelan el tamaño de la hipocresía e inviabilidad del llamado “tope de gastos”, ahora desmoralizado –incluso el TCU y su creador Michel Temer reconocen la necesidad de su revisión.
Lo que se está haciendo es un desmantelamiento social, fiscal y tributario que, repito, deja una herencia maldita para el próximo gobierno. En lugar de un programa continuo con recursos garantizados, que debe transformarse en algo más amplio y con más recursos, lo cual es obvio en tiempos de recesión, alta inflación, desempleo y aumento de la pobreza, la miseria y el hambre, tenemos una ayuda electoral que termina en 2022. Sin presupuesto previsto, por ejemplo, para vacunación el próximo año y lleno de adendas irrealizables.
Del lado de las precatorias, se crea una bola de nieve de deudas que los próximos gobiernos tendrán que soportar dentro de un marco institucional imposible de cumplir, con techo de gasto, regla de oro e independencia BC. A esto se suma el costo de las altas tasas de interés y el aumento del servicio de la deuda pública, que podría crecer en R$ 360 mil millones con inflación y altas tasas de interés. Veremos como una falsa discusión es que no tenemos recursos presupuestarios para Bolsa Família. Por no hablar del aumento de los ingresos por la subida de precios en general y de los servicios gestionados, combustibles, energía y telecomunicaciones.
Ninguna reforma tributaria, aparte del fracaso de los cambios propuestos al Impuesto a la Renta – lo que necesitamos es un Impuesto a la Renta progresivo y no la burla que tenemos hoy que se apropia de las rentas del trabajo y exonera las rentas del 1% de los brasileños que se quedan con el 28% de la renta nacional-, la negativa absoluta a gravar grandes herencias y fortunas, y los cientos de miles de millones de reales escondidos en paraísos fiscales bajo el amparo legal de una legislación permisiva. Ni se les ocurra cobrar impuestos sobre la distribución de utilidades y dividendos o incluso finalmente la parte importante de las exoneraciones tributarias que más parecen donaciones de recursos públicos.
Lo que estamos presenciando es un cúmulo de medidas casuísticas y electorales –en el caso de los precatorios, igualmente, con el riesgo de ser declarados inconstitucionales por el STF, sobre todo porque ya existen decisiones en ese sentido–, un presupuesto irreal para 2022 y una sola certeza: si se aprueba la PEC como está, el gobierno y la mayoría del Congreso empujan al país al precipicio, ante el alto riesgo de entrar en un ciclo de estanflación. Si eso sucede, se requerirán amplias reformas estructurales para enfrentar este desafío y los cambios geopolíticos, climáticos -como señaló la COP 26- y tecnológicos que, decididamente, ni este gobierno ni, lamentablemente, ni la mayoría de nuestros partidos y congresistas parecen tener. estar a la altura.
Una vez más, el pueblo brasileño tendrá la última palabra, como lo hizo en momentos en que todo parecía perdido. Por voto soberano, libre y secreto, el pueblo dijo no a nuestras élites que nos habían llevado por el camino del autoritarismo y la renuncia a la soberanía y al interés nacional.
* José Dirceu fue Ministro de la Casa Civil en el primer gobierno de Lula. Autor, entre otros libros, de Memorias (Generación editorial).
Publicado originalmente en el sitio web Power360.