La diversión y el espíritu artificial

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por EUGENIO BUCCI*

En un mundo mediado por imágenes electrónicas y redes digitales, la existencia de un sustituto espiritual, más que plausible, se vuelve innegable.

Ya no hablo aquí de una mezquina “inteligencia artificial”, sino de otra categoría, de otro estado de la materia –y del espíritu. Pienso que, expulsado de la vida espiritual tendente a la libertad, el sujeto no tiene más alternativa que hacer uso de un dispositivo imaginario, me parece, que le ha sido implantado por una forma de heteronomía fabricada industrialmente. El espíritu sólo puede haberse vuelto superfluo si ya se ha construido una especie de sustituto (sin el uno ni el otro, el sujeto no habla ni accede al habla de los demás). En un mundo mediado por imágenes electrónicas y redes digitales, la existencia de un sustituto, más que plausible, se vuelve innegable.

La posibilidad de un sustituto manufacturado se hizo históricamente posible con el surgimiento de la división social del trabajo en su forma más compleja, comenzando con la industria cultural, como la describieron Adorno y Horkheimer. A la industria cultural le siguió su extensión directa, el Espectáculo, según Guy Debord, y su desenlace actual, la superindustria del imaginario.[i]

La tecnología digital ha desarrollado este espíritu sustituto. Su funcionalidad, sin embargo, ya se había desarrollado desde antes de las tan publicitadas revoluciones digitales. Sus primeras apariciones se remontan al entretenimiento que se extendió a lo largo del siglo XX. Allí podemos encontrar las vitrinas de paquetes de variados “estados de ánimo”, que se insinúan en el vacío que dejan las facultades humanas desvanecidas. El espíritu artificial puede pulverizarse en infinitas individualidades, más o menos Taylor hizó, pero el estándar técnico es solo uno.

Si quiere imaginarlo, verlo en el espacio, piense en cajas de herramientas lingüísticas empoderadas por microgrupos de significantes unidos, más o menos como un circuito integrado. Dotado de tal equipamiento, el sujeto se incorpora al universo de la comunicación social, capacitándose para asimilar las sensaciones comercializadas que lo acechan. Asimilar, en este caso, significa beber sin tener que pensar, beber para no pensar. La técnica piensa por él.

Estos mismos paquetes sirven también –en mi hipótesis teórica– como arsenal expresivo, equipando al sujeto para enunciar opiniones valorativas (casi siempre reediciones de discursos cuyo origen desconoce), de acuerdo con los estándares adoptados por el entretenimiento. En resumen, tales paquetes no son más que microsistemas concentrados de pura ideología.[ii] Se constituyen como un nexo de carácter puramente lingüístico, incorpóreo, un Placa del Motor signo que enchufa el psiquismo individual a los lenguajes de los entornos comunicacionales mediados por la imagen y la técnica.[iii]

Son conexiones imaginarias que, a su vez, desencadenan operaciones psíquicas, y son para la mente lo que los receptores o decodificadores son para los televisores. Son los que hacen posible la recepción de señales que llegan del mundo exterior y que luego, recombinadas, vuelven al mismo mundo exterior, en forma de lo que este mercado suele llamar “interacciones” o “interacciones”.retroalimentación”. Son aplicaciones mentales, no físicas, que modulan la armonía entre el deseo y la mercancía –y entre la mirada y la imagen de la mercancía. Sin esto artilugio abstracto, el deseo no sería capaz de reconocer en el aura sintética de la mercancía el objeto perdido que busca incesantemente. Los componentes imaginarios de estos paquetes funcionan como si fueran algoritmos.

He aquí el espíritu artificial: el ser manufacturado que ocupa el vacío dejado por el espíritu hecho superfluo, en el vocabulario de Paul Valéry, o desactivado, según el escenario previsto por Martin Heidegger.

El “espíritu artificial” no es una representación, sino una aglomeración de circuitos significantes prefabricados que procesan diversas representaciones. En él se encuentran las claves para decodificar los discursos de entretenimiento y, por extensión, los que le son contiguos, como la propaganda política, el consumo, el proselitismo religioso y tantos otros discursos que encauzan el deseo y justifican al sujeto ante sí mismo.

El espíritu artificial es una estepa genérica, mente rápida, en espíritufarmacia, un espíritu prêt-à-porter: es tanto mayor cuanto mayor es la desactivación y cauterización del pensamiento y la imaginación. El espíritu artificial imagina el mundo en lugar del sujeto desprovisto de imaginación.

Mientras el espíritu que nos contaron Paul Valéry y Hannah Arendt brilla en la libertad, el espíritu artificial se inscribe en el mundo en el que la tecnología emprende la colonización de la cultura y la sustitución de la libertad por la hueca euforia. Mientras que el espíritu humano prospera en la diferencia, el espíritu artificial vibra en la homología y las burbujas narcisistas.[iv] El espíritu artificial unifica a la masa de los solitarios y, al mismo tiempo, inutiliza la política y desalienta el pensamiento. Él es el espíritu de una era sin espíritu, mucho más de lo que alguna vez lo fue la religión, porque es el sustituto de todas las religiones.[V] Es la forma social del ecumenismo desencantado, que se aprovecha de las religiones de antaño, que hoy han caído en el goce descartable, ya no trascendente. El espíritu artificial es la cosmogonía bastarda.

En el primer cuarto del siglo XXI, el entretenimiento se ha vuelto individualista sin dejar de ser totalizador. Ordena las cadenas de sentido en todos los dominios de la comunicación social. Se encarga de establecer las nociones básicas en las que se basarán las demás. Estas nociones básicas, que involucran afectos, toman la forma de certezas dogmáticas. Son pilares semánticos sensoriales y pasionales, a partir de los cuales se constituyen ideas prefabricadas para sustentar el discurso del sujeto. El entretenimiento reemplaza a la razón autónoma y empobrece el pensamiento, estipulando el significado de nociones esenciales para que el sujeto encuentre su justificación en el mundo.

¿Qué significa libertad? ¿Qué es el amor, la virtud, la honestidad, el trabajo, la compasión, la fe? ¿Qué es el espíritu? Todo esto se responde en los dominios del entretenimiento, y los dominios que lo alimentan: el cine, todas las plataformas audiovisuales, el mercado fonográfico, la publicidad en sus infinitas variantes, los videojuegos, los parques temáticos, el turismo, la gastronomía, los conciertos, las raves, el narcotráfico, las iglesias, que cada vez tienen más presencia, y las manifestaciones públicas (al estilo de la Marcha Gay, o del Orgullo LGBT, y la Marcha por Jesús, ambas en la ciudad de São Paulo). No hay una sola forma de comunicación social, ni siquiera la que se realiza por cuenta de las instituciones judiciales, que se tramite sin algún vaso comunicante con el vasto tejido del entretenimiento.

La masa ha aprendido a aprovechar las características de esta enorme máquina, pero no la comprende, como tampoco tiene idea del pensamiento que se le exime de tener. Tiempo sin espíritu. Tiempo de espíritu artificial. Espíritu artificial juguetón, sensual, vibrante, competitivo, alucinante e ingenioso. El espíritu de alegría sin motivo, sin origen y sin guía. Espíritu químico.

De manera extraña, extraña en el sentido que Paul Valéry le dio a esa palabra, el espíritu artificial es la encarnación más descarada de lo que podríamos llamar espíritu animal, ya no en el sentido que John Keynes pretendía dar al término (espíritu animal), pero en el sentido más sangriento y animal. Espíritu animal en el sentido abiertamente crudo, cruel y vil.[VI]

*Eugenio Bucci Es profesor de la Facultad de Comunicación y Artes de la USP. Autor, entre otros libros, de Incertidumbre, un ensayo: cómo pensamos la idea que nos desorienta (y orienta el mundo digital) (auténtico).

Notas


[i] ADORNO, Theodor W. and HORKHEIMER, Max.“La industria cultural: la ilustración como mistificación de las masas”. En: Dialéctica de la Ilustración, Río de Janeiro: Jorge Zahar Editor, 1985. Véase también DEBORD, Guy. La Sociedad del Espectáculo. Río de Janeiro: Contrapunto, 1997. BUCCI, Eugênio. La superindustria de lo imaginario: cómo el capital transformó la mirada en trabajo y se apropió de todo lo visible. Belo Horizonte: Auténtico, 2021.

[ii] Como he demostrado en textos anteriores, la ideología -o su falsificación en el ámbito de las imágenes, la videología – es el pegamento que hace que el significante se adhiera al significado. No se produce ningún tipo de significado en el orden de lo Imaginario sino a través de la acción adhesiva de la ideología. Una síntesis de esta proposición se puede encontrar en BUCCI, Eugênio. La superindustria de lo imaginario: cómo el capital transformó la mirada en trabajo y se apropió de todo lo visible. Belo Horizonte: Auténtica, 2021, en el subcapítulo “Colores, lenguaje y lenguaje”, parte del capítulo 8, “Videología o la imagen como lenguaje”. Al final de esta sección registro: “Esta fuerza adhesiva (este atractor) es la morada más lejana y extrema de la ideología y la videología. Todo lo que hay en esa fuerza es ideología o videología. Los dos aparecen y aparecen en los contenidos manifiestos y en los discursos expresados, se pueden percibir en los fundición de la nueva ganadora del Oscar, pueden traicionarse en los tiples de la soprano más exitosa de la temporada, pero realmente viven en el “pegamento” que hace que el significante se adhiera a su significado, al núcleo del lenguaje”. Sobre la videología, un neologismo, recomiendo la lectura de KEHL, Maria Rita y BUCCI, Eugênio. Videologías. São Paulo: Boitempo, 2003.

[iii] Los entornos comunicacionales mediados por la imagen y por la técnica de los que aquí hablo son precisamente la “Instancia de la Imagen Viva”. BUCCI, Eugenio. La superindustria de lo imaginario: cómo el capital transformó la mirada en trabajo y se apropió de todo lo visible. Belo Horizonte: Auténtica, 2021, pág. 39 y posteriores.

[iv] Notemos que tales burbujas se unen en un ímpetu furioso y apasionado. Y ojo, el adjetivo apasionado toma aquí el significado que le dio Baruch Espinosa (1632-1677), para quien la pasión es una forma de heterodeterminación, es decir, es la determinación externa que domina al apasionado.

[V] La referencia obvia nos lleva a la famosa frase de Karl Marx: “La religión es el suspiro del niño abatido, el corazón de un mundo sin corazón, así como el espíritu de una época sin espíritu. Ella es el opio del pueblo”. MARX, K., Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel. Introducción. Introducción. MEW 1, 1844.

[VI] Este artículo es un breve extracto de la conferencia presentada por el autor en el Ciclo de Conferencias “Corpo-Espírito-Mundo”, organizado por Adauto Novaes, en 2023. Agradezco las observaciones de Octavio de Barros y Ana Paula Cardoso, quienes ayudaron para mejorar este texto.


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