por DANIEL COSTA*
La corrupción en Brasil necesita ser analizada estructuralmente, renunciando al fácil discurso moralista y oportunista
A medida que se acerca el inicio de la campaña electoral, una vieja agenda comienza a reaparecer en las páginas de los diarios, en las conversaciones entre amigos y en los discursos de algunos candidatos, que utilizan el tema, sumado a otros como la seguridad pública, la educación y la salud en la construcción de globos prueba para medir el grado de participación de la sociedad civil en estos temas.
Podemos decir que no es nuevo que la práctica de la corrupción aparezca como tema central en el debate público brasileño; desde el discurso udenista de Carlos Lacerda transmitido por las ondas radiales, pasando por el falso discurso moralizador de los militares y civiles golpistas de 1964, hasta la infame operación lava jet que, a través de la enfática defensa de esta bandera, promovió la más escabrosas persecuciones y abusos; sin olvidar la propia izquierda que tuvo al Partido de los Trabajadores como vocero del tema durante los gobiernos de la FHC, pasando por sectores del PSOL que aún insisten en mantener tal discurso.
En la historia reciente del país, no sería exagerado calificar el operativo liderado por el entonces juez Sérgio Moro como uno de los episodios que más daño causó a la sociedad en su conjunto. Además de la detención ilegal que retiró al líder en las encuestas de las elecciones de 2018, allanando el camino para la elección de un presidente neofascista, que claramente llevó al centro del poder las más variadas formas de necropolítica, ha buscado constantemente desmantelar los servicios públicos, además de desencadenar un virulento proceso de corrosión de instituciones ya frágiles. La lucha contra la corrupción incluye el desmantelamiento de la industria pesada brasileña, la consolidación de la entrega de reservas de petróleo y el ataque al sistema político, especialmente a los partidos políticos, llegando a casos extremos como el suicidio del rector de la UFSC, Luiz Carlos Cancellier. , luego de ser víctima de una operación denominada “oídos sordos”, fraguada en la misma línea que la fuerza de tarea con sede en Curitiba, además de varios otros abusos ampliamente denunciados.
Partiendo de los términos presentados por el historiador inglés EP Thompson, para quien se puede hacer una buena historia a partir de conceptos variados, muchos acontecimientos separados en el tiempo y el espacio resultan reveladores cuando se establece una relación entre ellos, observando regularidades de proceso, Thompson aún afirma que , aunque comprender el concepto de historia como un proceso plantea interrogantes sobre la inteligibilidad y la intención, cada acontecimiento histórico es único (THOMPSON, 1981, p. 97).
A partir de estos supuestos, he buscado discutir la práctica y significado de la corrupción en el período colonial, pues a pesar de ser muy diferente a la noción que se presenta en el presente, este hecho era algo constante en la sociedad de la época.1. Además, traer el tema a discusión puede contribuir a la reflexión sobre el discurso mediático (todavía observado en algunos columnistas) que sigue tratando de imponer a los gobiernos del PT el sello de “fundadores de la corrupción”, de “los más corruptos de la historia”. ”, cargando una eterna autocrítica sobre sus acciones, sin embargo, cerrando los ojos ante los diversos escándalos ocurridos en el gobierno de turno, además del entendimiento de la sociedad en su conjunto sobre el tema.
El oficio de historiador nos obliga a elegir y nos impide ser neutrales (CARR, 2001, p. 61), así, en un período en el que “los discursos moralizantes intentan imponer a los ciudadanos la creencia de que sólo determinados grupos y tiempos estarían marcados por apropiación del aparato estatal con fines dudosos” (ROMEIRO, 2017, p.11-17), he buscado indagar cómo otros grupos también se han apropiado de estos engranajes, con la intención de mostrar que tal proceso es algo recurrente en nuestra sociedad . Es importante resaltar que el significado de la palabra corrupción y, en consecuencia, del propio acto de corromper, no fue ajeno a las transformaciones ocurridas en la sociedad a lo largo del tiempo, generando incluso acalorados debates sobre la pertinencia de utilizar el concepto para casos que ocurrida en el siglo XVIII. .
Aun así, como atestigua Maria Fernanda Bicalho, “poco abordados por una nueva generación de historiadores, la ilegalidad, la venalidad y la corrupción no estuvieron del todo ausentes de nuestra producción académica” (BICALHO, 2017, p. 131). Por ello, es importante caracterizar lo que se entendía por corrupción en el período en cuestión. Eduardo Torres Arancivia, por su parte, afirma que para pensar la corrupción en esa época, además de acudir al significado de la palabra en el contexto de la sociedad analizada, también es necesario distinguir su comprensión dentro del sistema de la liberalidad moderna. Estado y Antiguo Régimen, porque no hacer tal distinción pone al historiador en riesgo de caer en la “trampa del anacronismo” (TORRES ARANCIVIA, 2007, p. 4).
La definición de corrupción en el siglo XVIII
Al consultar el Vocabulario portugués y latino, del lexicógrafo Raphael Bluteau, encontramos el término corrupción como algo ligado a la cuestión moral, la destrucción y corrosión del alma. Bluteau también asocia la corrupción con la introducción de cualidades alteradoras y destructivas en los malvados: hasta la consolidación del acto de corrupción, la entidad corrompida sería alguien libre de manchas que comienza a sufrir influencias destructivas. Una distinción interesante es que entre el corrupto y el corruptor se percibe claramente un mayor juicio moral en el caso del corrupto, que se presenta como adicto, depravado, corrompido en el sentido moral. A su vez, el corruptor se identifica únicamente como aquellos que corrompen.
Los corruptos y los corruptibles se siguen presentando como sujetos de corrupción, individuos sujetos a corrupción, mientras que el corruptor se presenta como alguien que corrompe el honor. Así que aquí hay una distinción entre el corruptor y el corrompido. Aunque es notoria la fuerte asociación entre corrupción y desviación moral o corrosión del carácter del individuo, la palabra pronto adquirió nuevos contornos. Si hoy la palabra corrupción define el conjunto de “prácticas ilegales en la intersección entre lo público y lo privado, hasta el siglo XVIII era sinónimo de putrefacción del cuerpo social y político, en clara asociación con el cuerpo humano” (ROMEIRO, 2017).
Adriana Romeiro, hoy una de las referencias en el tema en el país, afirma que, siendo objeto de un intenso debate, la aplicación del concepto de corrupción a las sociedades de la Edad Moderna exige abordar complejos problemas teóricos y metodológicos, obligando al estudioso a un proceso de conceptualización, para evitar el riesgo de anacronismo. Riesgos como, por ejemplo, “el de aplicar nociones propias de la burocracia estatal liberal en contextos caracterizados por la indistinción entre el ámbito público y el privado, en los que prácticas condenadas hoy gozaban de legitimidad, siendo socialmente aceptadas” (ROMEIRO, 2015, p. 2), o incluso la “tendencia a confundir los patrones de contratación y actuación de los agentes de una administración basada en la lógica del servicio real, con los patrones de racionalización del funcionalismo moderno” (ROMEIRO, 2015, p. 2).
Para Romeiro, uno de los principales medios utilizados en la época para tratar de apaciguar las desviaciones de los agentes reales en la colonia fue difundir ampliamente el derecho de petición entre los colonos. Según el autor, este derecho funcionó como un medio para expresar el descontento con los abusos y arbitrariedades cometidos por las autoridades locales. En un escenario donde la distancia emergió como un gran obstáculo para acceder al poder central y dotó de mayor autonomía a estos agentes, incluyendo órdenes y órdenes, “el derecho de petición se mostró como un poderoso dispositivo de gobernabilidad desde diferentes perspectivas” (ROMEIRO, 2015, p. .109).
Algunas notas sobre el tema en nuestra historiografía
Raymundo Faoro, al tratar de la formación de lo que llamó empresarios brasileños, afirma que es el funcionalismo, el titular del cargo, el que congrega, reúne y domina la economía. Así, cuando están alejados del poder central, estos funcionarios “se entregan a la búsqueda de bienes personales, transgrediendo normas que deben obedecer e implementar” (FAORO, 2008, p. 202). Sérgio Buarque de Holanda argumentará que, al traer a la colonia un complejo y acabado sistema de preceptos, la metrópoli desconocía las particularidades existentes al otro lado del Atlántico. Así, en la dinámica interna de la colonia, “se multiplicaron principios abstractos con los que podían revestir sus propios intereses” (HOLANDA, 2002, p. 160).
A su vez, abordando el tema de la burocracia colonial y la aplicabilidad de la legislación metropolitana en la colonia, Caio Prado Júnior defiende la idea de que, al extender a Brasil un sistema de organización y administración similar al encontrado en Portugal, no se fraguó nada original. Según el historiador paulista, “las novedades son insignificantes y no modifican el sistema y carácter de la administración, que en la colonia será un perfecto símil del Reino” (PRADO JÚNIOR, 1961, p. 300). Siempre según Caio Prado, estas insignificantes innovaciones, cuando ocurrieron, se debieron a las condiciones adversas de la colonia en comparación con el Reino. Es decir, no se puede dejar de lado la realidad local cuando se consideran los temas administrativos.
Al calificar de insignificantes el proceso administrativo de la colonia y, en consecuencia, las transformaciones sufridas, el autor inserta este conjunto de medidas dentro de lo que calificó como un cipoal de incidentes secundarios que dificultarían, según Prado Júnior, comprender la “ significado de la colonización”. Desconocer los factores que intervienen en esta enredadera hace aún más compleja la comprensión de la constitución de estas redes de relaciones y la adaptación de las reglas metropolitanas en la colonia. Dentro de este proceso de ajustes a la realidad colonial, también debe destacarse el papel que jugaron las autoridades locales, las cuales, al adaptar dicha legislación, utilizan facultades arbitrarias mucho más que las normas legales, como atestigua Prado Junior.
Recorriendo los caminos abiertos por el historiador, Fernando Novais demostrará que, en el sistema colonial, la práctica del contrabando ofrecía riesgos a quienes la practicaban, pero, al final, se tornaba rentable precisamente por las posibilidades de ascensión de las personas involucradas en él: “parece cierto que el contrabando implicó una ralentización del sistema, pero no su supresión” (NOVAIS, 1989, p. 91). Adriana Romeiro, por su parte, afirma que la explotación colonial no se dio sólo por vías y relaciones oficiales.
En ese momento, el contrabando “aparecía como algo estructural, con la participación activa de autoridades, productores y comerciantes de todas partes del Atlántico, interna o externamente” (ROMEIRO, 2017, p. 82). Así, a pesar de los diversos intentos de regular las actividades de los funcionarios vinculados a la Corona, tales medidas no fueron del todo exitosas, ya que en ese momento se produjo la “cristalización de un estrato burocrático” (SOUZA, 2009, p. 153) formado por estos agentes públicos , comerciantes y agentes de la capital, cuyo principal objetivo era formar parte de los cuadros de esta élite local.
Aquí, es importante distinguir entre los intereses que persiguen los agentes públicos enviados por la metrópoli y los agentes públicos locales. Los funcionarios enviados por la Corona, además de mayor prestigio y poder, tenían la posibilidad de movilidad intermitente, es decir, ocupaban cargos en ese lugar por un tiempo determinado, partiendo luego a ejercer funciones administrativas en otros dominios coloniales. La movilidad de estos agentes, según la Corona, dificultaba que estos agentes estrecharan sus relaciones con la población local, inhibiendo así la práctica del contrabando y la corrupción por parte de estos agentes. Sin embargo, en muchos casos ocurrió la situación contraria: utilizando el poder que ostentaban, estos funcionarios reclutaron a miembros de la élite local para ejercer la autoridad y servir como apoderados en la realización de actividades ilegales en las esquinas.
Los funcionarios enviados por la Corona portuguesa, incluso con la movilidad fijada, tenían posibilidades de acrecentar su fortuna negociando cargos y nombramientos para luego volver al reino con fortuna. Mientras tanto, los funcionarios locales designados comenzaron a ejercer influencia y adquirir mayor poder en sus regiones, como lo demostró Laura de Mello e Souza en su aclamada obra, el sol y la sombra. Según Júnia Ferreira Furtado, “el poder metropolitano se manifestó en la sociedad colonial de diferentes formas, en los ámbitos público y privado, y la reproducción de ese poder no se dio sin antagonismos” (FURTADO, 1999, p. 20). La Corona buscaba subyugar y organizar la colonia: se “representaba a sí misma”, buscando forjar la sociedad en ultramar. Aunque esto no resultó en su expresión directa, la búsqueda fue por una identidad entre el colonizador y el colonizado.
También es importante aclarar al lector la distinción entre malversación y corrupción. El desfalco aparece en la sociedad colonial como un conjunto de relaciones clandestinas que corren paralelas a la rutina oficial, el desfalco seguirá siendo visto en el período como una práctica ligada a la evasión de derechos fiscales. Si bien la corrupción resultará de la mala conducta de los agentes públicos en sus prácticas oficiales, explicando la dinámica del involucramiento de estos agentes con la práctica de la corrupción y el contrabando, intentaré verificar el impacto de su participación para el “incumplimiento” de las medidas legales. y hasta ese momento estos personajes utilizaron sus posiciones para obtener ventajas personales y reforzar sus poderes a nivel local.
Hay que considerar que algunos de estos agentes permanecieron por poco tiempo en cada región, lo que dificultó el fortalecimiento de las relaciones sociales. Sin embargo, cuando se les confió la tarea de hacer cumplir la ley, pronto comenzaron a ejercer influencia en la región. Según José Murilo de Carvalho, al absorber las funciones de un Estado de ultramar, las mismas funciones se convirtieron en simples “instrumentos de poder personal” (CARVALHO, 2003, p.21). Dentro de este juego de fuerzas, la Corona comenzó a actuar de manera más incisiva en la regulación de la economía. Sin embargo, como demuestra Kenneth Maxwell, era más fácil visualizar tales posibilidades que producir acciones efectivas (MAXWELL, 1999, p.103).
Finalmente, destaco que a través de esta pequeña contribución al debate, busqué abordar las relaciones entre los agentes de la Corona enviados a la colonia y la sociedad local, así como el tema de la corrupción en un período específico, dejando claro que, a pesar de la ocurrencia de relaciones entre agentes públicos y privados en ese período, buscando similitud con los procesos existentes hoy resultaría en anacronismo. La intención era mostrar al lector que, para una reflexión oportuna sobre el tema, se debe realizar un análisis de forma estructural, abandonando el fácil discurso moralista y/u oportunista que encubre los entresijos de nuestra historia social y política.
*Daniel Costa Es licenciado en historia por la UNIFESP.
Referencias
BICALHO, María Fernanda. “Poseedores despóticos”: historiografía, denuncia y fuentes sobre la corrupción en la América portuguesa. Revista Complutense de Historia de América, n.43, 2017.
PISTA eh ¿Qué es la historia? São Paulo: Paz & Terra, 2001.
CARVALHO, José Murilo de. Ciudadanía en Brasil. el camino largo Río de Janeiro: Civilización Brasileña: 2003.
COSTA, Daniel. Entre atajos y caminos: un análisis de la política de la Corona portuguesa frente al contrabando y la corrupción en el período pombalino (Pernambuco, 1758-1778). Guarulhos: UNIFESP, 2020. (monografía de finalización de curso).
FARO, Raymundo. Los detentadores del poder. Formación del patronazgo político brasileño. São Paulo: Editora Globo: 2008.
FURTADO, Júnia Ferreira. Empresarios: la interiorización de la metrópoli y el comercio en Minas Gerais en el siglo XVIII. San Pablo: Hucitec, 2006.
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NOVAIS, Fernando A. Portugal y Brasil en la crisis del antiguo sistema colonial (1777 – 1808). San Pablo: Hucitec: 1989.
PRADO JUNIOR, Caio. Formación del Brasil Contemporáneo. 6ª edición. São Paulo: Brasiliense, 1961.
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SOUZA, Jesse. ¿Además de Raymundo Faroo? En: GUIMARÃES, Juarez (org.). Raymundo Faroo y Brasil. São Paulo: Fondo Editora. Perseo Abramo: 2009.
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THOMPSON, EP La miseria de la teoría o un planetario de errores. Una crítica al pensamiento de Althusser. Río de Janeiro: Zahar, 1981.
TORRES ARANCIVIA, Eduardo. El problema historiográfico de la corrupción en el Antiguo Régimen: un intento de solución. En: Suma Humanitatis, Lima, v. 1, no. 0, 2007.
Nota
1 – Este texto trae apuntes que fueron desarrollados en la monografía titulada: Entre atajos y caminos: un análisis de la política de la Corona portuguesa frente al contrabando y la corrupción en el período pombalino (Pernambuco, 1758-1778), presentada como monografía de finalización de curso presentada para obtener una licenciatura en Historia en la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas (EFLCH) de la Universidad Federal de São Paulo (Unifesp).