por JOSÉ MICAELSON LACERDA MORAIS*
La solución al problema del desarrollo económico se planteó en una declaración muy simple: “¡Trabajadores del mundo, uníos!”.
Introducción
¿En qué consiste una teoría del desarrollo económico? ¿Cuáles deben ser tus atributos? ¿Qué pretendes explicar? ¿Por qué existe una diversidad de teorías del desarrollo económico? ¿Cuál es el lugar de una teoría del desarrollo en un mundo político? ¿Por qué ninguna teoría del desarrollo puede estar exenta de intereses? ¿Cuáles son los intereses detrás de una teoría del desarrollo económico? ¿Por qué hay teorías del desarrollo y teorías del crecimiento? ¿Qué relaciones podemos observar entre la existencia, reproducción y expansión de economías reales y una teoría del desarrollo? ¿Es posible una teoría del desarrollo que no sea política? Y, siendo político, ¿a qué intereses puede servir: privados o colectivos? Fue este “breve” conjunto de inquietudes el que dio origen a esta gran aventura: investigar teorías del desarrollo económico desde las teorías del “valor”. El objetivo fue verificar si la Economía, como ciencia, puede servir como instrumento auxiliar en la superación de la lucha por la existencia entre los hombres, para que un día, por fin, los ideales humanos de libertad puedan instaurarse de manera real, y no sólo formalmente. , igualdad y reciprocidad. Es decir, el artículo discute la relación entre desarrollo económico y desarrollo capitalista.
Esta introducción puede parecer un poco ardua porque busca introducir un tema que ha sido abandonado por mucho tiempo por la economía ortodoxa. Se trata de los “aspectos políticos de la teoría económica”, término que también remite al título del libro de Myrdal. Al igual que él, creemos que no es posible formular ninguna teoría económica plausible sin considerar seriamente los “supuestos de valor”, incluso dentro del marco de la teoría del desarrollo económico. Creemos que la contribución de Myrdal a la teoría económica aún no se ha entendido completamente, especialmente en lo que respecta a su estudio de los aspectos políticos de la teoría económica. Sin embargo, como advierte el propio autor en el prefacio, de 1953: “[…] Los supuestos de valor no pueden establecerse arbitrariamente: deben ser pertinentes y significativos para la sociedad en la que vivimos. Para empezar, deben formularse en términos concretos de intereses económicos realmente perseguidos por grupos de personas y de actitudes humanas reales hacia los procesos sociales. Bajo ninguna circunstancia los supuestos de valor deben ser representados, en la investigación realista, por el tipo de principios generales y abstractos que los economistas en nuestra gran tradición de ley natural y utilitarismo usan para salvar el abismo entre la ciencia objetiva y la política...]” (MYRDAL, 1984). , pág.5)
En este artículo, nuestro punto de partida fue también una premisa de valor. Tiene dos aspectos. El primero está relacionado con la categoría “valor” en sí, valor como elemento sustantivo, valor económico, no como valor de cambio, ni como precio, sino como realización de la utilidad social de los productos del trabajo humano. Rechazamos perentoriamente la premisa del valor utilitarista, basados en el hallazgo empírico de que las funciones sociales son mucho más adecuadas para explicar el comportamiento humano que las sensaciones inmediatas de placer y dolor. El segundo aspecto, derivado del primero, sitúa la categoría de valor como elemento intermediario entre los intereses económicos y los ideales civilizatorios (“Valor Social”), o sea, el grado civilizatorio que se puede alcanzar (la realización efectiva de la igualdad, la libertad y la fraternidad –la la segunda en el sentido de reciprocidad, es decir, igualdad en las relaciones sociales, por la ausencia de formas de explotación o expropiación entre los hombres).
Presentamos nuestra premisa a partir del contraste entre dos formas de pensar los preceptos económicos. La premisa utilitarista que puede expresarse así: si la teoría del desarrollo económico, que se basa en una teoría del valor sustantivo (valor como atributo de la fuerza de trabajo humana), revela formas de explotación y expropiación del hombre por el hombre; por lo tanto, hay que reemplazar tal teoría por otra donde no existan tales problemas; una teoría del valor en la que se elimina todo el excedente producido en el proceso de distribución del ingreso, para eliminar también cualquier posibilidad de conflicto distributivo.
En cambio, nuestra premisa puede expresarse así: la teoría del valor trabajo, al revelar el valor económico (resultado de las relaciones sociales que se establecen entre los hombres y entre los hombres y la naturaleza), también revela que su producción se realiza a través de formas de explotación y expropiación del hombre. por el hombre. Por lo tanto, una teoría del desarrollo económico debe necesariamente formular soluciones para que el proceso de creación de productos sociales ocurra libre de formas de explotación y expropiación del hombre por el hombre. En este camino, quizás la única forma de asegurar la eliminación de las formas de explotación y expropiación del hombre por el hombre sea a través de la equiparación de ingresos y la consecuente satisfacción igualitaria de las necesidades sociales (determinaciones económicas y políticas, pero siempre de carácter colectivo); en lugar de la satisfacción de voluntades individuales y privadas.
Las necesidades sociales están relacionadas con el nivel técnico alcanzado por una sociedad. En el capitalismo contemporáneo, tales necesidades están asociadas con un cierto nivel de educación, un cierto estándar de vivienda, atención médica y hospitalaria, producción cultural, posibilidades de ocio, en fin, el conjunto y amplitud de funciones sociales realizadas por categorías específicas de trabajadores. Las necesidades individuales son de diferente naturaleza. Están asociados con voluntades individuales, gustos y preferencias individuales. Hacen referencia a una satisfacción particular que puede expresarse de diversas formas (alegría, tristeza, aceptación, negación, etc.), pero una satisfacción que no puede ser sentida directamente por nadie más que por quien la experimenta.
En este sentido, quizás la única forma posible de satisfacer las necesidades sociales por igual, sin despreocuparse de las voluntades individuales, es encontrar la manera de enfrentar las contradicciones reales del dinero, la mercancía y el capital (como representantes del valor), además de las establecidas por utilitarismo. Es decir, necesitamos negar simultáneamente el dinero, las mercancías y el capital y, al mismo tiempo, aceptarlos, en cuanto constituyen los medios y las formas de una sociabilidad posible en el estadio técnico alcanzado. Necesitamos negar el dinero en su característica de acumulación personal desenfrenada, pero aceptarlo como un elemento en el establecimiento de intercambios y elecciones personales de satisfacción. Asimismo, necesitamos negar la mercancía como instrumento de dominación social (el fetiche de la mercancía), pero aceptarla como la única forma de utilidad social para satisfacer necesidades sociales o individuales. Finalmente, necesitamos negar el capital y su incesante búsqueda de acumulación, pero al mismo tiempo aceptarlo como productor de plusvalía, como fin para reproducir, ampliar y modernizar las fuerzas productivas sociales. Este es el verdadero problema al que se enfrenta una teoría del desarrollo.
Definición alternativa de desarrollo económico
¿Cuál es la posibilidad de formular una teoría general del desarrollo económico? Para pensar en esta posibilidad, primero necesitamos establecer un conjunto de premisas. La primera premisa está relacionada con lo que llamamos necesidades sociales y formas de satisfacerlas. Partimos del supuesto de que dada una determinada configuración técnica existe un conjunto de formas de satisfacer las necesidades sociales. En la base de la premisa está la idea de que como seres humanos no se nos puede negar la satisfacción de una necesidad social, dadas las condiciones para su realización. Es decir, dado un conjunto de técnicas, existe un estándar para satisfacer las necesidades sociales que es posible para todos los individuos de una sociedad. Para que todos y cada uno de los individuos puedan satisfacer sus necesidades sociales sin depender de su posición social, de sus ingresos, de su ubicación espacial. Finalmente, de cualquier diferencia que sea el resultado de la “distinción” proporcionada por la acumulación desenfrenada individual de riqueza.
La segunda premisa se relaciona con el establecimiento de una condición económica igual para todos los individuos de una sociedad, independientemente de sus funciones sociales. Nuestra proposición general para pensar en una teoría del desarrollo económico se puede expresar de la siguiente manera: igual remuneración para iguales necesidades sociales independientemente de las funciones sociales. Pues, la satisfacción de las necesidades sociales sólo puede realizarse en igualdad de condiciones si todos los individuos tienen condiciones económicas relativamente similares. Ahora podemos derivar una definición alternativa de desarrollo económico.
El desarrollo económico es, en última instancia, la satisfacción equitativa de las necesidades sociales de todos los individuos de una sociedad. Esta igualdad en la satisfacción de las necesidades sociales debe acompañar necesariamente el proceso de modernización derivado del crecimiento económico y la evolución del progreso técnico asociado a él.
Es necesario aclarar que la estandarización de los ingresos no significa la estandarización de los individuos. Significa, sobre todo, la normalización de la satisfacción de las necesidades sociales. Las necesidades, gustos y preferencias individuales del individuo, o la idiosincrasia de cada ser, se conservan así en su totalidad. Porque la definición de desarrollo enunciada más arriba no representa la abolición del dinero, la mercancía y las formas de capital, sino que las reconfigura en el sentido de sus funciones sociales.
Si la definición de desarrollo económico puede expresarse de esta manera, existe tanto la posibilidad de formular una teoría general como la proposición de soluciones globales para nuestros problemas globales como humanidad. Pues, partiendo de la constatación de que como seres humanos nuestras necesidades sociales son las mismas, en cualquier tiempo y lugar, y también de la constatación de que la Revolución técnico-científica-informativa, al propiciar una significativa “anulación del espacio por el tiempo”, también sentó las bases de una comunidad verdaderamente mundial. Esto implica que ha hecho comunes todos nuestros problemas y soluciones, en términos humanos y sociales. Con esto concluye nuestra cuarta calificación sobre una teoría del desarrollo económico.
Las teorías del desarrollo económico.
No pretendemos escribir una historia de las ideas o teorías del desarrollo económico a lo largo de la historia del pensamiento económico. Nuestro interés es sólo tratar las implicaciones de las dos teorías del valor, la teoría del valor trabajo y la teoría utilitaria del valor, sobre la configuración y una teoría del desarrollo y sobre las implicaciones políticas derivadas de ellas. En este sentido, podremos comparar si puede o no haber convergencia entre dinámica económica y desarrollo económico, en los parámetros de la definición presentada anteriormente.
Myrdal (1984), realizó una importante contribución tanto sobre la teoría del valor como punto de partida de todo análisis económico, como sobre las implicaciones normativas que de ella se derivan: “[…] Toda la historia del pensamiento económico está marcada por la noción de que por recurriendo a operaciones puramente lógicas es posible formular, con base en observaciones empíricas, el concepto de un tipo de 'valor' que es de alguna manera más profundo que el simple valor o precio de cambio. Se cree que este concepto debería ser el punto de partida de todo análisis económico que realmente intente penetrar bajo la superficie. También se acepta generalmente que la teoría del valor tiene un significado central en la construcción de doctrinas económico-políticas. De hecho, la teoría del valor siempre está implícita en los resultados políticos, incluso cuando no figuraba explícitamente entre las premisas” (MYRDAL, 1984, p. 26).
La teoría del valor-trabajo como núcleo explicativo de los fenómenos económicos presenta dos especificaciones: la de los clásicos y la de Marx. Ambos reflejan la idea de revolución, la instauración de una nueva sociedad y una nueva forma de sociabilidad.
Para los clásicos, la teoría del valor trabajo representaba la superación del pasado, del mundo feudal, a partir del establecimiento de una nueva forma de valor, ya no el valor asociado a la propiedad de la tierra oa los títulos sociales, sino el valor económico. Una situación ya presente en la realidad social derivada de las condiciones históricas que propiciaron la generalización de los intercambios. Desde su teoría del valor, también superaron otras formas “imperfectas” de representación del valor, como las derivadas de la fisiocracia y el mercantilismo. Según Smith (1983, p. 357): “El progreso diferenciado de la riqueza, en distintas épocas y naciones, dio origen a dos sistemas distintos de Economía Política, en cuanto al enriquecimiento de la población. El primero puede denominarse sistema comercial, el segundo sistema agrícola. Trataré de explicar ambos de la manera más completa y clara posible […]”.
En general, en la economía clásica, el desarrollo está directamente asociado a la posibilidad de producir un excedente económico. La existencia de este abre un conjunto de alternativas para la sociedad, haciendo real la posibilidad de expansión económica. Sin embargo, para que se produzca el crecimiento económico y, a partir de él, la ampliación de la capacidad productiva, se hace necesario que el excedente esté en manos de una clase determinada, con unos objetivos determinados, propios de su clase.
La totalidad social vista por los clásicos se compone de tres clases de agentes, cada uno con un rol específico en la dinámica económica, así como con un ingreso específico derivado de su respectiva participación en el proceso productivo. Los terratenientes ofrecen tierras cultivables a cambio de rentas y gastan sus ingresos en bienes manufacturados. Los trabajadores asalariados ofrecen fuerza de trabajo a cambio de salarios y consumen todos sus salarios en el proceso de reproducción de su vida cotidiana. Los capitalistas, que a partir de una dotación inicial de dinero, contratan trabajadores asalariados y adquieren diferentes medios de producción, los combinan mediante un determinado proceso productivo, obtienen una mercancía y la ofrecen en el mercado para su venta, obteniendo una ganancia.
Por tanto, para los clásicos, en general, el punto de partida del proceso de transformación económica (desarrollo) está asociado a una “dotación inicial de dinero”, un excedente. La existencia de este, a su vez, está asociada a la idea de sacrificio. Fue solo después de este sacrificio del consumo presente (ahorro) por un mayor consumo en el futuro que apareció el excedente. La acumulación primitiva para los clásicos, como lo señala Marx (2017, p. 785), a grandes rasgos, se dio de la siguiente manera: “[…] en un tiempo muy remoto, hubo, por un lado, un pueblo trabajador, inteligente y sobre todo élite ahorrativa. , y, por otro, un enjambre de holgazanes despilfarrando todo lo que tenían y más [...]”.
En este esquema, la responsabilidad del desarrollo económico, es decir, de la generación de riqueza (excedente) nacional es responsabilidad de una sola clase: la clase capitalista. El papel de la clase terrateniente se representa de dos maneras; el consumo (incluida la ostentación), y el aumento de la renta resultante del crecimiento económico y del proceso de urbanización, que, al aumentar las rentas de la tierra, aumenta también el costo de vida de los trabajadores asalariados y, en consecuencia, afecta negativamente los ingresos de la clase capitalista. Tesis, presentada por Ricardo, basada en su teoría de la renta de la tierra. Si el cultivo se extiende a tierras más alejadas del lugar de consumo y se da a partir de menores niveles de productividad (debido a la menor calidad de la tierra), necesariamente conducirá a un aumento en los precios de las rentas y consecuente aumento en el costo de vida de la población. Por lo tanto, aumentará la participación de los terratenientes en el producto, aumentando los salarios urbanos, proceso que redundará en una reducción de la participación de las ganancias en el producto total de la economía. El resultado será una disminución de las ganancias y un desincentivo a la producción. En el límite, las ganancias serán cero. En este caso se instala el famoso “estado estacionario” de los clásicos.
Por tanto, el desarrollo para los clásicos está asociado al proceso productivo, específicamente a la producción manufacturera, ya una determinada configuración de clase de los agentes económicos, configuración donde prevalecen los intereses de los capitalistas. En este sentido, la existencia o no de desarrollo económico depende de la posibilidad de que la clase capitalista pueda imponer su voluntad sobre las demás clases.
El papel de la clase obrera asalariada es el de la creación de valor. Porque, para los clásicos, a grandes rasgos, a diferencia de los fisiócratas (tierra) y los mercantilistas (acumulación de metales preciosos), el valor se crea a partir del trabajo. La teoría del valor trabajo fue una contribución fundamental al desarrollo teórico de la economía como ciencia.
A partir de ella se estableció un enfoque científico para el tratamiento de los temas económicos. Porque de él se derivaba tanto la causa del valor (el trabajo humano) como una medida de su grandeza (las horas necesarias para la producción de un determinado producto). De esta forma, fue posible tanto justificar como explicar el proceso de intercambio y su generalización, la transformación del producto del trabajo en mercancía, así como la formulación de una teoría de los precios de mercado.
Los clásicos también definieron que los problemas del desarrollo económico involucran necesariamente aspectos internos y externos de una economía nacional. Por lo tanto, el análisis debe realizarse siempre considerando estas dos perspectivas como complementarias. Primero, la organización interna de una sociedad, es decir, la base de sus recursos naturales, las clases sociales existentes o emergentes, las relaciones que se establecen entre ellas, la administración pública (formas de gobierno y relaciones políticas). Finalmente, el pasado nacional y su evolución. Segundo, las relaciones externas que una economía nacional establece con otras naciones cercanas o lejanas.
También lo hacen los clásicos. Tras analizar la estructura interna, destacando el papel de los agentes económicos, comienzan a teorizar sobre las relaciones externas. Smith, a partir de la crítica al sistema mercantilista, elaboró un conjunto de formulaciones sobre las ventajas del comercio exterior y formuló su teoría del libre comercio: “[…] Cualesquiera que sean los países o regiones con los que uno comercia, todos obtienen dos beneficios del comercio exterior comercio. Esto saca del país ese excedente de la producción de tierra y trabajo para el cual no hay demanda en el país, trayendo de regreso, a cambio, alguna otra mercancía de la cual hay necesidad [...] no impide la división del trabajo se lleve a cabo con la máxima perfección en cualquier rama de la artesanía y la manufactura [...], 1983, p. 372)
Sin embargo, fue Ricardo quien sistematizó una teoría del comercio internacional a partir de su teoría de las ventajas comparativas, que se convirtió en la base para la formulación de toda una serie de teorías del comercio internacional a partir de entonces. Fue cuestionada recién en la década de 1950, a través de la observación de que el comercio exterior no condujo a una convergencia en la remuneración de los factores productivos entre los diferentes países participantes en la economía mundial: “Contrariamente a lo que se infiere de esta última [la teoría tradicional de comercio intercambio internacional], el intercambio externo no condujo a la igualación en la remuneración de los factores. Al contrario: ha operado en el sentido de posibilitar la concentración del ingreso a favor de los países industrializados a través del deterioro de largo plazo de los términos de intercambio de los países especializados en la exportación de materias primas” (FURTADO, 2000, p. 236). )
Esta breve presentación de los clásicos tiene tres propósitos. El primero es mostrar la importancia de la teoría del valor trabajo como elemento central en el pensamiento de los clásicos, a partir del cual se formuló un vasto y rico arsenal de instrumentos para el análisis económico. En segundo lugar, mostrar que las metodologías formuladas y utilizadas por los clásicos siguen siendo importantes para el análisis económico. Tercero, que la “formulación de reglas normativas” debe ser una “función central del análisis teórico”. Esto porque, el objetivo de sus análisis era la “sociedad realmente existente”, pero al mismo tiempo también era “una definición de la sociedad que ellos sostenían que debía existir” (MYRDAL, 1984, p. 18).
Por tanto, si bien la idea de desarrollo de los clásicos es incongruente con el “valor social” (entendido como el beneficio general de todos derivado del crecimiento económico), ellos creían lo contrario. Para ellos, la teoría del valor trabajo, al situar el trabajo productivo como fundamento de la riqueza, haciendo del papel activo del capitalista en la dinámica económica en relación con las demás clases sociales, estableciendo el mercado como organizador infalible de intercambios eficientes en lugar de relaciones de servidumbre, destacar las ventajas del comercio exterior y la producción manufacturera; creían verdaderamente que su teoría del valor actuaba como elemento determinante en la fundación de una nueva sociedad: “[…] sociedad ilustrada e ilustrada de individuos independientes que razonan y discuten, truecan e intercambian, hombres justos y deliberados que ven a través de sus propios prejuicios [...]” (ROTHSCHILD, 2003, p. 18).
Una de las lecciones más importantes de los clásicos es sin duda la relación entre economía y política. Incluso dentro del ámbito de la doctrina del liberalismo económico, los clásicos formularon un conjunto de proposiciones normativas que podrían contribuir a llevar a la sociedad al “bien común”. Esto se debe a que el “bien común” es una determinación política. La libertad, la igualdad, la fraternidad, son valores sociales definidos como un “bien común”, producto de la razón humana frente a nuestra constitución original como animales. En la naturaleza salvaje, la supervivencia de uno depende de la aniquilación del otro, es la lucha por la existencia. En la sociedad, esta segunda naturaleza requiere también una segunda estrategia de supervivencia, que nos es dada por el uso de la razón. La economía sería la ciencia que nos daría los medios e instrumentos que nos alejarían de la lucha por la supervivencia, como en la naturaleza, y nos conduciría a una situación en la que no habría ni violencia, ni explotación ni expropiación, en las relaciones que los hombres establecen entre sí, en su proceso de producción y reproducción: “La creencia implícita en la existencia de un cuerpo de conocimiento científico adquirido independientemente de todo juicio de valor es, a mi modo de ver, empirismo ingenuo. Los hechos no se organizan en conceptos y teorías con sólo ser contemplados; de hecho, excepto dentro del marco de conceptos y teorías, no hay hechos científicos, sólo caos. Hay un elemento ineludible para priori en todo trabajo científico. Las preguntas deben hacerse antes de poder dar las respuestas. Las preguntas son una expresión de nuestro interés por el mundo; son básicamente juicios de valor. Los juicios de valor, por lo tanto, están cubiertos necesariamente en la etapa en que observamos los hechos y hacemos análisis teóricos, no solo en la etapa en que sacamos deducciones políticas de los hechos y juicios de valor” (MYRDAL, 1984, p. 4-5) .
Sin embargo, la Economía como ciencia tomó otro camino. Como señala Myrdal (1984, p. 23), el “[…] resultado de los esfuerzos de varias generaciones de economistas para encontrar normas de política económica […]” desarrolló y perfeccionó “un núcleo de economía positiva”. A partir de entonces, “[…] pasó a aceptarse la tesis general de que la ciencia económica, para ser científica, debe abstenerse de pretender establecer normas políticas […]” (MYRDAL, 1984, p. 24).
La sustitución de la filosofía del derecho natural por el utilitarismo, a través de la revolución marginalista, alteró por completo la comprensión de los procesos económicos y sus relaciones con la sociedad. Una evolución de la filosofía del derecho natural mucho más peligrosa y perversa para el “bien común”. El máximo de las necesidades humanas ya no dependería de la acción humana, sino sólo de la acción autónoma y automática de las fuerzas del mercado en su búsqueda de un “estado de equilibrio”. Este estado reflejaría una distribución óptima del ingreso según la productividad marginal de cada factor, independientemente de la situación social de cada agente (rico o pobre, capitalista o asalariado).
Según el análisis de Furtado (2000, p. 49), “[…] desaparecería totalmente la incómoda idea de los clásicos de que la remuneración del trabajo y del capital eran de distinta naturaleza […], y el desarrollo económico” estaría de buen humor algunos ciudadanos”, determinada moralmente por los conceptos de espera (expectativa de ganancia futura) y sacrificio (ahorro): “La teoría del desarrollo económico que se puede extraer del modelo neoclásico es simple y se formula como sigue: el aumento de la productividad del trabajo (que se refleja en el aumento de los salarios reales) es consecuencia de la acumulación de capital, que, a su vez, depende de la tasa de rendimiento anticipada del nuevo capital y del precio de oferta de los ahorros. La acumulación de capital, al provocar un aumento de los salarios reales, tendería a aumentar la participación de los salarios en el producto y, por tanto, a reducir la tasa media de rendimiento del capital. Ahora bien, al reducir el 'precio de demanda' del capital, se desincentivaría el ahorro y, en consecuencia, se reduciría el ritmo de acumulación de capital. Volvemos así a la teoría del estancamiento. En rigor, las ideas de ganancia, acumulación, desarrollo, no encajan en el modelo neoclásico sino como consecuencias del alejamiento de la posición de equilibrio. En ésta, la remuneración del capital ha de ser igual en todas sus aplicaciones, correspondiente al tipo de interés. Mientras existan utilidades, es decir, remuneración al capital, en un determinado sector, por encima del promedio, debe deducirse que no se ha alcanzado la asignación óptima de los recursos productivos, ya que sería posible incrementar la productividad de un factor desplazándolo de un sector a otro. Como la acumulación, es decir, la inversión neta, sólo se produce ante una ganancia anticipada, es evidente que el aprovechamiento óptimo de los recursos sólo puede definirse en términos de una economía estacionaria” (FURTADO, 2000, p. 50-51). ).
Quizás el análisis más cercano a la proposición de una teoría verdaderamente social del desarrollo económico fue propuesto por Marx, en su obra El Capital. Partiendo de la teoría del valor trabajo, llega realmente a la esencia de la contradicción entre la relación social del capital y el establecimiento del “Valor Social”, como un “bien común”. Su teoría de la explotación revela la diferencia entre lo que es esencia y lo que es apariencia en el modo de producción capitalista. Su teoría de la acumulación capitalista revela la forma siempre desigual y combinada de producción y reproducción del capitalismo a través de la socialización del trabajo y la apropiación privada de su resultado. Su teoría del ejército industrial de reserva muestra cómo los individuos sólo representan un valor de cambio en el proceso social, empleados cuando sirven al capital, desocupados cuando pierden su utilidad. En general, su teoría revela cómo todo y todos se vuelven rehenes de la producción por la producción y la acumulación por la acumulación, en lugar de que la producción sirva para satisfacer las necesidades humanas. Estos aparecen más como un efecto secundario de la producción que como su principal objetivo.
Después de Marx, ni la corriente heterodoxa ni la ortodoxa lograron formular teoría alguna que no se basara en: “[…] la idea de que el proceso económico representa la economía de una sociedad personificada que trata de obtener el máximo de los recursos disponibles, trabajando de esta manera, para un propósito común, siguió siendo la forma de razonamiento generalmente aceptada en economía y rigió la formulación y prueba de sus doctrinas políticas. Se encontrará que, en esencia, todas estas doctrinas sirven para indicar qué es lo más 'económico' desde el punto de vista de la sociedad” (MYRDAL, 1984, p. 27).
Keynes consolidó esta forma de pensar la economía a través de la condición de equilibrio macroeconómico dada por la identidad entre ahorro e inversión. A corto plazo, el multiplicador keynesiano se convierte en sinónimo de crecimiento y desarrollo. En el largo plazo, a partir de la dinamización del modelo realizada por los economistas keynesianos, el problema del crecimiento (o del desarrollo) consistía únicamente en encontrar una tasa que equilibrara proporcionalmente las variaciones de la renta y de la capacidad productiva.
También hay un conjunto de enfoques que no exploraremos en este artículo, como el institucionalismo y la economía evolutiva, por ejemplo. No porque no sean importantes o interesantes. Por el contrario, presentan aportes relevantes relacionando principalmente la Economía con la política. Sin embargo, en términos de la teoría del desarrollo tal como se define en este artículo, apuntan a los mismos resultados que los modelos dinámicos keynesianos. En otras palabras, no resuelven la incompatibilidad entre Economía y “Valor Social”.
Como dijo Mandel (1982, p. 26), la historia del capitalismo es “[…] a la vez la historia de sus regularidades internas y sus contradicciones en desarrollo […]”.
el desarrollo capitalista
Para que el debate sea más claro y útil, primero debemos considerar que el tema del desarrollo, tal como ha sido tratado hasta ahora en el pensamiento económico, con la excepción de Marx, y en cierto sentido de los clásicos, significa desarrollo en el capitalismo y del capitalismo Por lo tanto, si el capitalismo es un sistema en expansión plagado de contradicciones, su desarrollo, o una teoría del desarrollo diseñada para él, también resultará en una teoría con tales contradicciones.
En este sentido, el desarrollo del capitalismo puede entenderse como el desarrollo y combinación, en determinadas proporciones y según su etapa histórica, del capital mercantil, el capital industrial y el capital bancario, con ciertas implicaciones en su dinámica. A contradição entre capital e trabalho é uma constate ao longo da sua existência e reflete-se: tanto nas configurações do processo de acumulação de capital (formas de realização do mais-valor absoluto e relativo e as implicações do progresso técnico sobre a amplitude da extração de los mismos); y en la desigual distribución del producto, manteniendo siempre la separación de clases entre capitalistas y asalariados.
Así, cada etapa del capitalismo corresponde a una forma particular de acumulación que le otorga una dinámica específica. De una manera muy completa podemos separar tales etapas de la siguiente manera. La era del capital mercantil o mercantilismo data del siglo XVI a mediados del XIX. La era del capital industrial, desde mediados del siglo XIX en adelante desde la Revolución Industrial Inglesa hasta el tercer cuarto del siglo XX. La era del capital financiero, sustentada en la Revolución Técnico-Científica-Informativa de mediados de la década de 1970, que aún se encuentra en pleno apogeo. Cada una de estas etapas corresponde a un determinado desarrollo de la forma valor (cada vez más desmaterializado), a un determinado proceso de acumulación dominante (acumulación mercantil, acumulación industrial, acumulación ficticia), y a una determinada configuración de la distribución del ingreso, siempre desigual, ya que corresponde a la participación respectiva de los factores en el producto total.
Aparentemente, de estas tres grandes etapas, solo la industrial permitió una distribución del ingreso menos desfavorable para la clase obrera. Especialmente, en períodos en los que pudo organizarse y, a través de la lucha (a veces violentamente, otras por medios “legales”), implementar o alterar un determinado ordenamiento de la legislación laboral (como, por ejemplo, en la Inglaterra del siglo XIX). O, también, en periodos de intenso crecimiento económico del capitalismo, como fue el caso de la Edad de Oro del siglo XX, que desembocó en la construcción del “sueño americano”.
Sin embargo, en común, todas estas épocas mantienen, reproducen y amplían la contradicción básica del capitalismo que se basa en sus relaciones sociales de producción: el trabajo asalariado basado en el mérito.
Quizás, todavía, una de las mejores referencias para analizar el tema del desarrollo en el capitalismo y el capitalismo es el libro “Crecimiento económico moderno”, de Kuznets, publicado en 1966. En él, el autor presenta sus ideas sobre la naturaleza del crecimiento económico desde la Revolución Industrial inglesa hasta principios de la década de 1960, trabajo que se llevó a cabo a partir de una amplia base estadística. Como destacó Rischbieter, presentador del libro en la traducción brasileña de 1983, el reconocido economista estadounidense Paul Samuelson afirmó que fue gracias a la investigación de Kuznets que fue posible “formular ciertas uniformidades generales sobre el desarrollo” (tanto en EE. en otras naciones avanzadas del mundo). Así que también es un libro sobre desarrollo económico. Hasta ahora, es quizás el análisis estadísticamente más amplio y teóricamente más profundo jamás realizado por la ortodoxia económica sobre el tema.
El capítulo cuatro del libro de Kuznets, que trata de la “distribución del producto y de la renta”, es tanto una confirmación del análisis realizado en los capítulos anteriores como del capítulo XXIII del libro I de El Capital, titulado “La ley general de la acumulación capitalista”. ”. Nótese que Kuznets hace su análisis en la época dorada del capitalismo. Confirma que en el curso del crecimiento económico “disminuye la participación de la renta nacional, la renta personal y la renta disponible en el producto nacional bruto”, a pesar de “aumentos sostenidos en el total y per cápita(KUZNETS, 1983, p. 114). El citado autor atribuye esta reducción a dos factores: 1) “amplitud de la progresiva imposición sobre la renta”; y 2) “prestación de prestaciones gratuitas” (ampliación de los servicios sociales que ofrece el Estado, médicos y educativos, por ejemplo). Esto refleja en parte la realidad del estado del bienestar.
Kuznets (1983, p. 132), en este capítulo, se interesó por “estudiar los efectos del crecimiento económico –interpretado como cambios en el proceso productivo– sobre la distribución del ingreso por tamaño”, es decir, por individuos y por familias ( principales receptores de la economía): “[…] Nuestro principal interés es observar si, en asociación con el crecimiento del ingreso per cápita, cambios en la estructura industrial, tendencias en la participación de los factores y otras tendencias dentro del crecimiento económico moderno, también ha habido cambios en la distribución del ingreso por tamaño, lo que a su vez habría afectado los usos de los ingresos en ahorro e inversión o en diferentes categorías de consumo […]” (KUZNETS, 1983, p. 132).
Así, si bien el autor se interesa por estudiar las tendencias en la participación de factores asociados a los cambios en el proceso productivo, parte de una premisa valorativa ya establecida: “[...] la comparación de la participación en el ingreso debe ajustarse a las diferencias en el costo de vida […]” (KUZNETS, 1983, p. 133). Su conclusión es que la desigualdad en la participación en el ingreso, derivada de la esfera de la producción, aumenta porque aumenta el costo de vida, y también que, en el curso del crecimiento económico, la participación del consumo se mantiene incluso ante el aumento de cordón per cápita: “[…] El proceso de producción refleja las diferentes condiciones de vida, asociadas a diferentes funciones y niveles de condición; cualquier cambio en la distribución del ingreso por tamaño, que refleje tales diferenciales en costos asociados e indispensables, debe ser ajustado por sus efectos. Así, si en el proceso de crecimiento económico la desigualdad en las participaciones que se derivan del proceso productivo se amplía (o se reduce) porque se amplían (o se reducen) los costos diferenciales, tales cambios no pueden interpretarse como tendencias expresivas en la distribución del ingreso. (KUZNETS, 1983, p. 134).
Comparemos ahora la afirmación de Kuznets con la siguiente cita del Capítulo XXIII del Capital de Marx: “[…] Pero las circunstancias más o menos favorables en que se mantienen y multiplican los asalariados no alteran en modo alguno el carácter fundamental de la producción capitalista. Así como la reproducción simple reproduce continuamente la relación capitalista misma -capitalistas por un lado, asalariados por el otro-, la reproducción a escala ampliada, es decir, la acumulación, reproduce la relación capitalista a escala ampliada -por un lado, más capitalistas, o grandes capitalistas; en cambio, más asalariados. La reproducción de la fuerza de trabajo, que debe incorporarse incesantemente al capital como medio de valorización, que no puede desligarse de él y cuya sumisión al capital sólo está velada por el cambio de los capitalistas individuales a quienes se vende, constituye, en realidad, , un momento de la reproducción del capital mismo. La acumulación de capital y, por tanto, la multiplicación del proletariado” (MARX, 2017, p. 690).
Para Kuznets, la desigualdad se amplía o se reduce, nunca se resuelve. Y no se resuelve porque “el proceso de producción refleja las distintas condiciones de vida, asociadas a distintas funciones y niveles de condición”, según el propio autor. Para Marx, quien señaló en su análisis cien años antes el mismo proceso que Kuznets, la desigualdad no se puede resolver porque “el carácter fundamental de la producción capitalista”, ya sea en reproducción simple o ampliada, es la reproducción continua de la propia relación capitalista, que es decir, los capitalistas y sus ganancias, por un lado, y, por otro, los asalariados (que representan e importan al capital sólo el costo de su reproducción; valor que regula los salarios).
La premisa de valor de Kuznets, “las diferentes condiciones de vida, asociadas a diferentes funciones y niveles de condición”, no es relevante ni significativa para la sociedad. Pues se distancia del “bien común”, del “bienestar”, del “Valor Social”, en definitiva, de la relación de reciprocidad que debe existir entre el ingreso económico y la satisfacción de las necesidades sociales. El análisis de Myrdal constituye una síntesis clara como el cristal de la comparación establecida anteriormente: "Mientras, por ejemplo, muchos economistas, especialmente en los primeros días, se sintieron llamados a la equidad o conveniencia de la distribución predominante de ingresos y riqueza, otros trataron de demostrar la opuesto e indican reformas que, de ser adoptadas, reemplazarían el sistema dominante por uno más equitativo. En las últimas décadas, los economistas a menudo han tratado de eludir el problema por completo, asumiendo, por ejemplo, la existencia de una distribución equitativa de la propiedad y el ingreso. Esta premisa se hace a veces para cubrir también todos los juicios de valor "no económicos" sobre la distribución, un método utilizado por quienes desconfían de las soluciones "puramente económicas" al problema de la distribución correcta. La hipótesis formulada de manera que el teórico es libre de establecer reglas de intercambio, producción, tributación y todo aquello que él crea puede aislarse del problema de la distribución y así tratarse independientemente de las premisas políticas” (MYRDAL, 1984, p. 25) .
La conclusión de Kuznets, personificada en su famosa curva de U invertida, es otra idea engañosa sobre la realización del “bien común”. Pues, en el contexto de la contradicción real de la relación capital/trabajo, no se puede alcanzar la plenitud de los valores sociales de libertad, igualdad y reciprocidad. El autor revela que la desigualdad de ingresos es una condición del capitalismo que a veces puede disminuir ya veces aumentar, dependiendo de la etapa de desarrollo del capitalismo, pero sin que nunca se resuelva. Es decir, en las etapas iniciales del proceso de crecimiento económico, la desigualdad de ingresos aumenta, pero a medida que los sectores no agrícolas (no A) empiezan a determinar la dinámica económica y, a medida que el progreso técnico se interioriza como factor productivo, la desigualdad de ingresos tiende a a disminuir: “[…] Parece plausible admitir que en el proceso de crecimiento los períodos más remotos se caracterizan por un equilibrio de fuerzas contrapuestas, y que pueden haber aumentado durante cierto tiempo la desigualdad en la distribución por tamaño del ingreso total , como consecuencia del rápido crecimiento de los ingresos del sector no A y de la mayor desigualdad existente en el mismo. Es incluso más plausible argumentar que la reducción creciente de la desigualdad de ingresos observada en los países desarrollados proviene de una combinación de desigualdades intersectoriales decrecientes en la producción por trabajador, una proporción decreciente de los ingresos de la propiedad en los ingresos totales de los hogares, cambios institucionales que reflejan decisiones relacionadas con seguridad social y pleno empleo [...]” (KUZNETS, 1984, p. 145)
Las conclusiones presentadas en este ítem se refieren a la incompatibilidad de realizar desarrollo económico, en el sentido de real establecimiento del “Valor Social”, en el contexto de la contradicción de la relación social capital/trabajo, para una economía nacional. Las mismas conclusiones pueden aplicarse al nivel de las relaciones entre países, es decir, en términos de economía-mundo. No nos detenemos en esta discusión. Para resumir, aunque sea muy crudamente, las conclusiones generales de la teoría económica convencional, basta mostrar que dado que las premisas para explicar las relaciones internacionales entre países son las mismas que para la economía nacional, es decir, las basadas en la remuneración de factores a partir de sus respectivas participaciones en el proceso productivo, agregando la premisa del progreso técnico como bien público internacional (“stock mundial de conocimiento útil – fuente potencialmente accesible a todos los países”, como expresa Kuznets), el resultado de la teoría convencional es un progreso económico armonioso entre las naciones. El resultado final sería una convergencia de los ingresos internacionales hacia una situación de equilibrio de bienestar general entre todas las naciones.
Al igual que Chesnais (1996), entendemos que la globalización debe ser pensada como parte del proceso de internacionalización del capital y su valorización: “El grado de interpenetración entre capitales de diferentes nacionalidades ha aumentado. Las inversiones transnacionales y las fusiones y adquisiciones transfronterizas generan estructuras de oferta altamente concentradas en todo el mundo [enfatizando] los aspectos financieros de los grupos industriales e [imprimiendo] una lógica financiera al capital invertido en el sector manufacturero y de servicios” (CHESNAIS, 1996, p. . 33).
Esta movilidad y autonomización del proceso de acumulación frente a las distintas formas de existencia del capital tienen un precio político y social muy alto. Primero, la pérdida del poder del Estado para disciplinar y regular el crecimiento y desarrollo de las economías nacionales. El Estado se convierte en rehén de la lógica del capital. Por lo tanto, al quedar preso de la lógica de la financiarización, si no pierdes por completo tu capacidad de hacer políticas públicas, tu autonomía política se vuelve bastante limitada.
Este “modo de ser” de la riqueza contemporánea no presenta condiciones para un desarrollo socialmente orientado, en primer lugar, “[…] representa la adecuada y perversa modalidad de acumulación en el nuevo capitalismo (MARAZZI, 2011, p. 54) . Para Carcanholo y Nakatani (1999, p. 302): “[…] el capital especulativo no presenta condiciones para sustentar una nueva era en el capitalismo, que dura décadas y que históricamente reorganiza el mundo de acuerdo a sus intereses, que puede establecer una nueva una división internacional del trabajo sostenible, que garantice niveles aceptables de crecimiento económico y que permita condiciones de vida mínimamente soportables para una parte razonable de la población mundial. La época de predominio del capital especulativo parasitario sólo puede prevalecer durante un período, mayor o menor, marcado por profundas y recurrentes crisis financieras y, por otro lado, por una polarización nunca antes vista en la historia del capitalismo: magníficas riquezas materiales sobre por un lado, y una miseria profunda y creciente en gran parte del mundo”.
Dicho esto, la única solución real al problema real del desarrollo económico y su tema central, la distribución del ingreso, se planteó en una declaración muy simple, todavía en 1848, es decir, hace 173 años: “Trabajadores del mundo, uni-ustedes”. !".
*José Micaelson Lacerda Morais Es profesor del Departamento de Economía de la Universidad Regional del Cariri (URCA).
Referencias
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