El desastre de la universidad pública

Imagen: Anselmo Pessoa Neto
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por ANSELMO PESSOA NETO*

Respeto es lo que nuestras conciencias exigirán a los candidatos en las próximas elecciones a la Rectoría de nuestra institución

Se abrió la temporada de búsqueda de votos en la Universidad Federal de Goiás (UFG). Lo que deberíamos esperar para nosotros mismos es que los candidatos respeten al público en el entorno universitario, que, en teoría, debería ser mucho, mucho más crítico que el público en general en las elecciones para cargos municipales, estatales y federales. Nos jactamos de tener una conciencia crítica más refinada, después de todo tenemos nuestros doctorados, hemos hecho esto y aquello en la vida, enseñamos algunas materias, llevamos a cabo nuestra investigación enfocada.

En otras palabras, con las particularidades de lo que hacemos alimentamos enormemente nuestro ego, incluso cuando no seguimos la política municipal, cuando no sabemos nada de lo que pasa en el mundo. Incluso cuando no sabemos leer un periódico identificando todo el conjunto de intereses detrás de lo que se publica. Incluso si, cuando seguimos la política, nuestro comportamiento es el de fans, de fans apasionados.

Bueno, como todo lo que dije anteriormente no es cierto, reaccionaremos: no aceptaremos la demagogia, las mentiras descaradas, la propaganda electoral desconcertante ordenada a los especialistas en marketing junior sin supervisión superior. Si nos tenemos respeto a nosotros mismos, respeto es lo que nuestra conciencia exigirá a los candidatos en las próximas elecciones a la Rectoría de nuestra institución.

Del futuro, porque hasta las últimas elecciones todo ha sido cursi: desde la tristemente famosa “construcción colectiva” del proyecto de gestión, hasta las piezas propagandísticas que abusan del melodrama en una institución que presume de tono profesoral al dar lecciones sobre tráfico, pasando por pasando por el trabajo de limpieza, hasta la arquitectura y el urbanismo, sin mirarse el propio ombligo y su debacle interna. Estamos a punto de consolidarnos como una institución que eligió como lema el patrioterismo sin límites ni aristas. Que predica a los impíos desde un altar de piernas sueltas. Y donde nadie se opone abiertamente a tal situación por miedo.

Y hay muchos que llaman a este corporativismo, lleno de muchísimo voluntarismo, democracia. Nunca se ha abusado tanto de la neolengua de George Orwell. Pero ni siquiera lo saben, nunca han oído hablar de George Orwell. Es sólo el viejo instinto de supervivencia. Sobrevivir con la palabra, ese es el lema. La realidad es mala, dice el poder artificial.

Los cercanos al poder dicen amén y la mayoría guarda silencio. El show debe continuar. El caballo de Troya entró en nuestras universidades, abrió sus puertas, los soldados descendieron, se les confunde deliberadamente con salvadores de la patria y avanzan. Todavía resulta relativamente cómodo creer el cuento de viejas sobre la institución privilegiada, una pretensión que no nos recuerda al Poeta.

Si la mayoría silenciada despertara, sería para darse cuenta de que ya era demasiado tarde. La universidad no tiene ni la financiación ni el cerebro valiente para decir basta, para decir que es necesario discutir un proyecto que, de hecho, verifica el papel de una institución de educación superior financiada con dinero público. El primer paso sería abrir las cuentas y decirle a toda la sociedad circundante: ¡la institución está en quiebra!

De los tres rubros que componen el presupuesto de la universidad, a saber, personal (salarios), inversión y financiamiento, el único rubro que queda es el de salarios, con el hueco que abrió el paro de técnicos y docentes de 2024. De los tres epígrafes, el de financiación es el más afectado, seguido de al mismo ritmo bajo el epígrafe de inversión. Y es el cálculo de costes lo que permite al gestor gestionar. Sin financiación se practica la demagogia, se engaña y se exagera la mentira. Entonces, una verdadera discusión electoral debería comenzar por aclarar con qué dinero se logrará lo prometido. ¿Por qué medios se cumplirá la promesa de entregar el otro pie de la bota? Porque el primer pie, lo sabemos, será simbólico, garantizado por el gogó y el marketing desenfrenado.

En el gobierno anterior, con un proyecto público de asesinar a la universidad pública, fue fácil. Bastó con echarle la culpa al gobierno, que en realidad era responsable del desastre financiero, pero sólo del financiero, y el asunto quedó resuelto. Ahora no, no se puede culpar al gobierno del Presidente Lula, lo que prometió en campaña en relación a las universidades fue sólo campaña y las promesas de campaña son sólo promesas de campaña...

Quienes promueven la recaudación de fondos a través de avisos públicos y otros programas –acciones que van más allá de la obligación constitucional de garantizar estándares de calidad en la educación– no dicen que el dinero de avisos públicos es profundamente insostenible. El mantenimiento de espacios o máquinas resultantes de estos proyectos, cuando se agota el dinero de la convocatoria, o cuando el proyecto no prevé su mantenimiento, recae en la misma fuente: el dinero de financiación, que no existe. Y el desastre aumenta. Pero cuando eso sucede, la palabra mágica que sirve para hacer bonitos discursos se cae del mapa: nadie, o casi nadie, habla de sostenibilidad en estas ocasiones.

Cada nueva campaña es una nueva oportunidad para revivir los ritos y la fe, nos dicen los aprendices de brujo. ¡Lo que no nos dicen es que es muy difícil volver a meter al diablo en la botella!

La lista de problemas merece una discusión mucho más profunda; aquí solo destaco cuestiones urgentes. ¿Volverá a ganar el miedo o crearemos espacios para una discusión realista y abierta sobre nuestros profundos compromisos con el desarrollo del país y de la mayoría del pueblo durante y después del proceso electoral universitario?

*Anselmo Pessoa Neto Es profesor de literatura en la UFG. Autor, entre otros libros, de Paisajes del neorrealismo: Graciliano Ramos y Carlos de Oliveira (Editor CEB-UFG). Elhttps://amzn.to/425QW3n]


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