El desastre de San Sebastián

Imagen: Josh Sorenson
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por LEONARDO BOFF*

Una amenazante nueva normalidad

No vamos a encontrarnos con el calentamiento global y el cambio de régimen climático. Ya estamos adentro. Rompimos el soporte de la Tierra ("límites planetarios”) que podría conducir al colapso del sistema de vida. Hemos pasado el punto de inflexión y estamos en un camino sin retorno. El planeta Tierra superexplotado por la voracidad industrial que beneficia a una pequeña porción de la humanidad, excluyendo a la gran mayoría de la mesa, nos ha llevado a esta amenazante situación.

Grandes climatólogos y otros científicos, recogidos en el severo libro de Elizabeth Kolbert, Bajo un cielo blanco: la naturaleza del futuro (intrínseco) y La sexta extinción no natural (Intrínsecos) se han vuelto escépticos climáticos y resignados: incluso con la ciencia y la tecnología llegamos tarde. No hay forma de evitar la escalada del nuevo régimen climático. Solo podemos mitigar los efectos nocivos, prevenirlo y adaptarnos a él. Las consecuencias generales para la humanidad, especialmente para los desfavorecidos, serán infernales.

Lo que se había acordado en 2015 en la COP de París para hacer esfuerzos para evitar que el calentamiento para 2030 llegue a 1,5 oC estaba totalmente frustrado. La gran mayoría, dominada por los lobbies de las grandes empresas mineras, petroleras y energéticas, no han hecho los deberes. En la COP de Egipto de 2023, los tres países que más contaminan ni siquiera aparecen en la convención: EEUU, India y China. Ante la crisis energética mundial, volvieron a las tecnologías del pasado altamente contaminantes como el carbón.

El informe del IPCC de febrero de 2022 advirtió: como se ha hecho muy poco, el calentamiento global aumentará a 1,5-2 grados C para 2027; Otros científicos, teniendo en cuenta la entrada de metano procedente del derretimiento de los casquetes polares y el parmafrost, que es 28 veces más nocivo que el CO2, plantean que el citado aumento del clima nos alcanzará en 2025. De ser así, tenemos poco tiempo para pensar, preparar e inventar estrategias de adaptación. ¿Cuál es el costo en términos de vidas humanas e inversiones financieras?

Los eventos extremos ocurridos recientemente señalan este cambio en el régimen climático. En esta semana de carnaval de 2023, en apenas 24 horas llovieron 686 mm en Bertioga y 627 mm en São Sebastião, ciudades junto al mar en el norte del estado de São Paulo con consecuencias altamente nefastas. Simultáneamente, un furioso tifón barrió Indonesia y mató a más de 800 personas.

Recordemos los grandes incendios del 2022 que se apoderaron de California, toda Europa, incluyendo Siberia, Australia y el Amazonas. Hablar de la nueva era de piroceno (de fuego), como efecto del calentamiento global que calentó el suelo y las piedras. Los palos y las hojas secas se encienden y provocan grandes incendios. Si esto se confirma, podremos encontrarnos con un Armagedon ecológico.

Por lo tanto, nuestro futuro no es prometedor. El climatólogo Carlos Nobre ya avisó en la COP 26 de Glasgow: “El futuro de la humanidad se decidirá en esta década”. Recordemos a los muchachos del tiempo de Noé que anunciaron el diluvio y continuaron con sus fiestas y bodas, hasta que fueron tragados por las aguas. Hoy existe una falta general de conciencia sobre las amenazas que pesan sobre nuestro futuro.

La mayoría de los jefes de estado no se toman estos cambios en serio. A los directores ejecutivos de las grandes corporaciones no les importa. Y si saben, se dan cuenta de que deben cambiar sus formas de producción. Pero si lo hacen, temen perder negocios y ser tragados por otros más fuertes. En broma, prefieren dirigirse hacia la eventual fosa común que cambiar el sistema. Puede que el “Titanic” se esté hundiendo, pero eso no les impide hacer su rentable negocio. Y perecerán como los demás al son de la música clásica.

No faltan científicos y estudiosos que nos adviertan, mostrando la conexión entre los desastres de São Paulo y las inundaciones del año pasado en Minas Gerais, Bahía y Pernambuco y el cambio de régimen climático. Quien claramente lo hizo en televisión es uno de nuestros mejores científicos: Antonio Nobre.

Con razón decimos que la Tierra es nuestra madre, ya que nos da todo lo que necesitamos. Pero como todas las madres, puede darnos lecciones severas para aprender a tratarla como una madre, algo que no hemos hecho durante siglos. El coronavirus fue una de esas señales, hasta ahora poco comprendidas, de las que siempre nos advierte nuestro mejor científico, Miguel Nicolelis: el virus anda por ahí y podría conocer peligrosas variantes. Tenemos que estar atentos. Pero seguimos como si nada, como se puede ver en el carnaval actual, suponiendo que ya hemos vuelto a la vieja normalidad. Esta es nuestra mayor ilusión, ya que el nuevo régimen climático será inexorable. Vendrá con nuevos virus, bacterias y enfermedades. Costará muchas vidas y nos obligará a cambiar nuestras formas de vivir y consumir.

Los nuevos gobernantes de las naciones (incluida la nuestra) deben considerar este nuevo factor en sus proyectos: la Tierra ya no es la misma. No podemos hacer las mismas cosas que antes. De lo contrario, conoceremos desastre tras desastre y frustraciones de nuestros emprendimientos.

La Madre Tierra se nos presenta como algo enigmático. En los últimos 570 millones de años ha habido 15 grandes extinciones masivas. Dos de ellos acabaron con el 50% de las especies de la Tierra y reorganizaron completamente los ecosistemas. Muchos científicos (Cf. Peter Ward, El fin de la evolución: extinciones masivas y preservación de la biodiversidad, Campus) afirman que esto se debió al cambio climático lento a inexorable. ¿No estaríamos actualmente en una situación similar, esta vez por la negligencia de poderosos grupos humanos? En su hambre de enriquecerse, agotaron los bienes y servicios naturales y se convirtieron así en el Satán de la Tierra.

Por lo general, eran los asteroides enormes los que producían tales desastres. “Este asteroide”, comenta Ward, “se llama Homo sapiens. Todas las especies evolucionan hasta morir. La extinción es el fin de la evolución” (p. XIX). ¿No es nuestro turno? Nos comportamos de una forma tan depredadora con nuestra Madre Tierra que, posiblemente, ya no nos quiera aquí. Así, las otras especies ya no estarían amenazadas y seguirían su curso evolutivo. No es imposible que, después de miles de años, surja un ser más evolucionado que pueda sustentar el espíritu y construir una forma de vida más amigable con todos los seres y con la Tierra.

Si sigue así, nuestra situación podría llevarnos a lo peor. La Tierra seguirá girando alrededor del sol, en todo su esplendor, pero sin nosotros.

*leonardo boff es filósofo y eco-teólogo. Autor, entre otros libros, de habitar la tierra (Vozes).

 

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