por JOSÉ RAIMUNDO TRINDADE & FELIPE DE LIMA BANDEIRA*
El rescate crítico de la teoría de la dependencia es fundamental para comprender la inserción subordinada que presentan las economías dependientes en la fase actual del capitalismo contemporáneo
Introducción
El objetivo de este trabajo es retomar el debate central que tuvo lugar en las páginas de la historia económica y sociológica brasileña: la polémica entre Fernando Henrique Cardoso y Ruy Mauro Marini, con el fin de identificar cómo estos autores, al polemizar, produjeron la crítica deconstrucción de las tesis de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y en qué medida sus aportes y controversias han redefinido el tema del subdesarrollo y la dependencia. Este debate es fundamental en un momento en que las condiciones de dependencia y soberanía nacional brasileña están siendo colocadas en un nuevo nivel de fragilidad y restricciones.
La Teoría de la Dependencia (DT) surgió en las décadas de 1960 y 1970 como una crítica a la teoría del desarrollo de la CEPAL y al enfoque marxista ortodoxo. Fue parte del efervescente ambiente intelectual que permitió la renovación del marxismo en la región y continuó el esfuerzo autóctono de pensar las particularidades del capitalismo y la lucha de clases en América Latina (FERREIRA y LUCCI, 2012; TRINDADE, 2020).
A partir de la década de 1930, cuando se cambió la base económica primario-exportadora por una base urbano-industrial (especialmente en Brasil), la modernización pasó a ser entendida como resultado de la acción de una clase industrial. Sin embargo, fue en las décadas de 1940 y 1950, bajo la dirección de la CEPAL, que el tema del desarrollo se emancipó de tales dicotomías y se basó en fundamentos más sistemáticos de análisis económico. La industrialización pasó a ser vista como la palanca del desarrollo, a partir de elementos que permitirían la formación autodeterminada de la nación.
Se consolidó la idea de que el subdesarrollo resultaba del entramado global del capitalismo que, más que dualismos económicos, constituía una estructura históricamente producida. Prebisch (2011), en su estudio pionero de 1949, elaboró un cuadro sistemático del atraso económico de América Latina, y mostró que el intercambio desigual entre países producía profundas desigualdades marcadas por la transferencia de los frutos del progreso técnico -y de la renta- de la periferia al centro. Prebisch pensó en la conformación de un sistema mundial diferenciado entre centro y periferia.
El fenómeno de sustitución de importaciones de productos de consumo para las clases medias urbanas, surgido de las crisis y contracciones del mercado mundial en la década de 1930, se convirtió en el principio rector de las políticas desarrollistas. En la década de 1940, la sustitución de importaciones se orientó hacia los bienes de consumo duraderos y, sólo en una última etapa, ya en la década de 1960, se inició la sustitución del sector de maquinaria. La incapacidad de las burguesías regionales para producir las reformas necesarias y continuar la industrialización sobre bases nacionales autónomas, así como sus tendencias hacia la integración al capital internacional, anunciaban ya el agotamiento y los límites de las previsiones de la CEPAL.
La burguesía industrial latinoamericana que nació del proceso de industrialización de las décadas de 1930 y 1940 se topó con límites estructurales: aspiraba a continuar el proceso de industrialización pesada, pero no tenía los conocimientos tecnológicos ni el peso financiero para afrontar las grandes inversiones que eran necesarios para asegurar la competitividad en una etapa más avanzada de desarrollo tecnológico (DOS SANTOS, 2000) y buscaban el apoyo del Estado para cumplir con gran parte de esta tarea, especialmente en aquellos sectores que el capital internacional se negaba a invertir.
Las formulaciones de la CEPAL representaron un salto cualitativo en el abordaje del tema del subdesarrollo. Las bases metodológicas y empíricas más consistentes sobre el desarrollo y el subdesarrollo rebasaron enfoques que se limitaban a dicotomías entre lo moderno y lo arcaico, centrados en etapas que iban de menos a más desarrolladas. Como se ve, las bases teóricas de la CEPAL entendían el subdesarrollo como una relación histórica de un sistema global que diferencia entre centro y periferia. Este parámetro, con fuerte poder explicativo, guió la mayor parte de los debates que siguieron y se desarrollan hasta hoy. Esta breve retrospectiva era necesaria, pues fue a partir de las discusiones con la CEPAL que se desarrollaron las Teorías de la Dependencia. Fue dirigido a su crítica que cobró alcance el alcance teórico y el debate que se produjo entre Fernando Henrique Cardoso y Ruy Mauro Marini.
Formulaciones críticas de la dependencia en el desarrollismo
El patrón de reproducción del capital surgido en la posguerra reconfiguró las bases sobre las que se sustentaba el nacionaldesarrollismo: sin más espacio para conciliar las demandas de las masas trabajadoras, las presiones de las oligarquías agrarias y los intereses de la sociedad nacional e internacional. burgueses, los nuevos hitos de la industrializacion periferica estuvieron asociados al proceso de internacionalizacion e integracion monopolista de los mercados nacionales. Para la CEPAL, el paso del “desarrollo hacia afuera” al “desarrollo hacia adentro” tendría como consecuencia sacar a los países subdesarrollados de la dependencia del comercio exterior y fortalecer los centros internos de toma de decisiones. Tal sería el proceso de traslado de los centros de decisión hacia adentro, lo que induciría un desarrollo nacional autónomo guiado y planificado por el Estado y por la burguesía interna.
El fortalecimiento de los centros internos de decisión conformaría, según la CEPAL, el desarrollo de una nación autónoma, cuyas bases serían el Estado desarrollista y la industrialización. Cobró mayor relevancia políticas económicas coordinadas para el desarrollo industrial que rompieron con los desequilibrios estructurales (balanza de pagos, inflación y distribución del ingreso) y que permitieron que el progreso técnico se expandiera lo más ampliamente posible en las ramas más dinámicas de la economía nacional. En definitiva, se creía que la industrialización podía actuar en el mediano y largo plazo para reducir las disparidades de ingresos y precios relativos entre el centro y la periferia, permitiendo que los frutos del progreso técnico se propaguen más equitativamente por el sistema global.
Sin embargo, la década optimista (década de 1950) dio paso a una década de pesimismo (década de 1960): las contradicciones del capitalismo no sólo desorganizaron las condiciones materiales sobre las que se sustentaban los supuestos de la CEPAL, sino que frustraron las posibilidades de constituir un desarrollo autodeterminado en el periferia Al modificar los parámetros de circulación, producción y realización del capital, la gran empresa monopolista utilizó el fortalecimiento de los mercados internos de la periferia para establecer nuevas fronteras para la realización y expansión de la producción global. Este movimiento sacudió los cimientos del nacionaldesarrollismo, que comenzó a subordinarse al ímpetu del capital monopolista internacional.
La dinámica geopolítica de la posguerra convirtió en prioridad la cuestión del dominio de la periferia e impuso nuevos impedimentos a la continuidad de los movimientos desarrollistas de base nacionalista. Así, la integración de la burguesía nacional al imperialismo culminó con el abandono de las aspiraciones “nacional-desarrollistas”. La inflexión estructural inaugurada por el golpe cívico-militar de 1964 en Brasil, impactó a toda América Latina y materializó la respuesta autoritaria al impasse entre la necesidad de expandir la producción y la necesidad de incrementar la tasa de explotación laboral en un contexto de creciente presión política. participación de las mujeres masas populares.
El énfasis en el “desarrollo hacia adentro” y la subordinación de la acumulación a los intereses de la nación fue perdiendo vitalidad y fue objeto de críticas por parte de conservadores y progresistas. Entre los críticos de la CEPAL, Fernando Henrique Cardoso fue sin duda uno de los más destacados. Cardoso y Faletto (1984), dieron mayor importancia al tratamiento teórico de los elementos políticos y buscaron comprender las limitaciones de las alianzas que constituyeron el bloque de poder que se formó en la región.
Para esos autores, los países latinoamericanos pudieron aprovechar las condiciones de incorporación de capital monopolista para desarrollar su industria de base y producir ciclos concéntricos de expansión del mercado interno. Al analizar las nuevas tendencias de desarrollo que surgieron a partir de la década de 1960, Cardoso identificó contradictoriamente una oportunidad para el crecimiento de los países latinoamericanos en dominación monopólica. La concepción general era que a partir de la acción coordinada del Estado, la burguesía nacional y la burguesía internacional, se podía producir un desarrollo progresivo de las fuerzas productivas capaz de abrir espacios de ruptura con los condicionantes del subdesarrollo.
Los países que alcanzaran un mayor nivel de desarrollo industrial y mayor competitividad tendrían más condiciones para equilibrar las finanzas públicas y podrían expandir industrias de base nacional y así, poco a poco, se irían liberando de los vínculos de dependencia. El “desarrollo dependiente asociado” sólo podía darse a través de una industria competitiva que ocupase mejores posiciones en la economía mundial.
Marini (2011, 2013), por su parte, consideraba que el reformismo de la CEPAL se limitaba a profundizar en los propios planteamientos de la organización. Ese autor señaló que la integración capitalista monopolista se constituyó a partir de un proceso que eliminó la perspectiva de avanzar hacia una sociedad menos desigual en el marco del capitalismo dependiente.Marini consideró notable la percepción de la CEPAL sobre los problemas latinoamericanos y las dificultades para superarla, pero sus propias limitaciones institucionales impidió encontrar soluciones que fueran más allá del sistema vigente, por lo que la verificación del problema quedó paralizada ante las limitadas capacidades de actuación de las fuerzas nacionales, ya que el capitalismo dependiente produce un proceso creciente de despojo basado en la sobreexplotación del trabajo.
La superación de este proceso sólo puede darse si es guiada por las masas explotadas, cuya mediación se establece de manera más profunda en la defensa y lucha por el socialismo latinoamericano. Marini buscó entender la dependencia y el subdesarrollo a partir de la lucha de clases y definió la sobreexplotación de la fuerza de trabajo como la esencia del subdesarrollo que condena a las masas latinoamericanas a un proceso violento de dominación.
Los multiples dependismos: las formulaciones de Marini y Cardoso
La Teoría de la Dependencia buscó demostrar que la industrialización no trajo las consecuencias esperadas por la visión desarrollista. La autodeterminación de la nación, como elemento central de la teoría del desarrollo, comenzó a ser cuestionada desde el momento en que la industrialización pasó a estar comandada por la inversión extranjera del capital monopolista irradiado desde la economía estadounidense.
La industrialización produjo un patrón de reproducción que concentró el ingreso, redujo el “techo distributivo” y empeoró las condiciones de vida de las masas trabajadoras. La incorporación de tecnología extranjera, al reducir la necesidad cuantitativa de mano de obra, aumentó el desempleo -en parte disimulado por la crecida del sector servicios- y provocó una fuerte diferenciación de salarios dentro de las clases trabajadoras, por lo que el éxodo rural se produjo fue mayor. que la capacidad de la economía para incorporar a estos trabajadores a nuevos empleos urbanos, lo que agudizó las condiciones de marginalidad y segregación social.
Uno de los puntos en común entre los aportes teóricos de Cardoso y Marini fue la identificación de las particularidades del capitalismo latinoamericano desde el punto de vista de la colonización y las especificidades de las dinámicas sociales internas que se articulaban con las relaciones externas. Otro punto de coincidencia fue la comprensión de la imposibilidad de analizar el imperialismo como un fenómeno externo que se opone a las realidades locales. La categoría de dependencia permitió articular factores internos y externos como totalidad social y económica del capitalismo contemporáneo. Sería imposible concebir el carácter del subdesarrollo sin iluminarlo con las relaciones que se establecieron entre los centros hegemónicos y los países periféricos, así como sería imposible comprender correctamente las economías centrales sin vincularlas a la expansión colonial e imperialista (DOS SANTOS, 2000).
Las controversias entre Cardoso y Marini se refieren a los límites y condiciones para el desarrollo del capitalismo en América Latina. En resumen, podemos indicar que para Cardoso (1970; 1984), era posible conciliar desarrollo y dependencia, siempre y cuando se basara en la modernización y expansión de la economía nacional a partir de la asociación con el capital internacional. Marini (2011), a su vez, buscó demostrar que el desarrollo del capitalismo latinoamericano produjo un patrón de reproducción sustentado en una mayor explotación de la fuerza de trabajo, que se materializó en la degradación de las condiciones de existencia de los trabajadores, al tiempo que concentraba la renta en estratos monopólicos. .
Estas divergencias se expresaron en forma de polémicas en los años setenta, a partir de un artículo de Fernando Henrique Cardoso (1972), titulado “Nota sobre el estado actual de los estudios sobre la dependencia”, donde aparecen las primeras críticas al libro “Dialéctica de la Dependencia”. aparecen de Marini. El punto central de sus interrogantes descansa en el concepto de superexplotación del trabajo como fundamento del capitalismo latinoamericano.
En un texto de 1973, que forma parte de la versión definitiva de su “Dialéctica de la dependencia” en forma de post-scriptum, Marini respondió a las primeras críticas de Cardoso y afirmó que confundía su concepto de sobreexplotación con el concepto de excedente absoluto. valor, además de haber incurrido en el error de desconocer la importancia teórica e histórica de formas de explotación que se alejan de formas de valor más relativo. Como señala Hadler (2013), esta polémica se desplegó con el texto “Nuevas tesis equivocadas” escrito por Cardoso en 1975, que criticaba la tesis de la sobreexplotación y el subimperialismo, que, a su vez, cuenta con la respuesta de Marini en el prefacio de la 5ª edición de su libro “Subdesarrollo e revolución” (1974).
La polémica alcanzó su punto álgido con la publicación de “Como desventuras de la dialéctica de la dependencia”, escrito por Cardoso y José Serra, en enero de 1978. Su objetivo, como indican los propios autores en las primeras líneas del texto, consistía en “poner candados que cierran las falsas salidas” y caracterizan las tesis de Marini como economicistas y subconsumistas. La respuesta de Marini llega con el artículo “Como razones del neodesarrollismo”, de 1978, que critica a Cardoso y Serra por vaciar las especificidades del capitalismo dependiente.
La crítica de Cardoso a Marini
Con la crisis de los proyectos de Desarrollo Nacional Populista”, tanto Cardoso (1970; 1984) como Marini (2000; 2005; 2013), se lanzaron a la crítica de las teorías de la CEPAL, buscando construir aportes teóricos con el objetivo de comprender mejor el nuevo período histórico. que abrió en la región. Si bien ambos se basaron en el marxismo, sus elaboraciones tomaron caminos diferentes. La idea central de Cardoso era que el capitalismo latinoamericano se volvería más dinámico con la internalización de los centros de toma de decisiones y las fuerzas del capitalismo mundial podrían reequilibrarse en los mercados nacionales.
Una parte importante de los intelectuales, al observar lo que sería la “caída” de las economías latinoamericanas a principios de los años 1960, entendieron que este proceso tomaría la forma de un estancamiento estructural. Celso Furtado, fue el más emblemático defensor de estas tesis y afirmó que sin las reformas enraizadas en los supuestos del desarrollo nacional -condición necesaria para viabilizar el desarrollo latinoamericano-, la tendencia del capitalismo dependiente ineludiblemente sería el estancamiento.
En polémica con las tesis del “estancamiento”, Maria da Conceição Tavares y José Serra (1983), afirmaron que era un error confundir la inviabilidad del proyecto nacional-desarrollista con la frustración del desarrollo capitalista. Lo que muchos consideran el “carácter inevitable del estancamiento”, consistía, para Tavares y Serra (1983), en una situación de transición hacia un nuevo esquema de desarrollo capitalista y expresaba características nuevas y muy dinámicas que reforzaban algunos rasgos del modelo de crecimiento nacional. el desarrollismo en sus fases más avanzadas (exclusión social, concentración del ingreso, heterogeneidad productiva e incluso atraso de ciertos subsectores económicos).
Cardoso acusó a Marini de entender también las contradicciones del desarrollo capitalista latinoamericano desde el punto de vista de las teorías del estancamiento. Así, una vez agotada la etapa “nacional-democrático-burguesa”, cuya plena representación fue el agotamiento del nacionaldesarrollismo, sumado a otros factores como los impactos del modelo de la Revolución Cubana y la debilidad de las organizaciones del trabajador y movimiento campesino, Marini habría deducido erróneamente que el capitalismo estaría condenado a crisis aún más profundas y que la alternativa inmediata para las clases explotadas sería romper con la estructura agraria, la dominación externa y allanar el camino al socialismo.
Cardoso y Serra (1978) indicaron que fue la creencia estancada en el capitalismo latinoamericano lo que llevó a Marini a concluir que el socialismo sería la única alternativa para los pueblos latinoamericanos, creencia de la que se derivó la teoría de la superexplotación del trabajo (1978). , lo que Marini (1973 [2000]) denominó sobreexplotación laboral, consistiría en una burda y, por tanto, equivocada aproximación al fenómeno ya desarrollado por Prebisch y la CEPAL a fines de la década de 1940, denominado deterioro de los términos de intercambio. Para Prebisch (2011), existe una tendencia a los diferenciales salariales en detrimento de los trabajadores de la periferia, ya que en el centro existe una mayor capacidad de defensa de los salarios y una tendencia de los capitalistas a retener los frutos del progreso técnico en la industria en sus manos. en su totalidad, mientras que en la periferia parte de este se traslada a los países centrales.
En la apreciación de Cardoso (1978), Marini tropieza con la historia y un análisis que pretende ser dialéctico, pero conduce a una lógica deductivista. caída de la tasa de ganancia. Cardoso consideró simplista la forma en que Marini resuelve el tema de la transferencia de valor, ya que “el hecho de que no exista movilidad de la mano de obra dificulta establecer, a escala internacional, el concepto de tiempo de trabajo socialmente necesario, que a su vez, es crucial como requisito para el funcionamiento de la ley del valor” (CARDOSO y SERRA, 1978, p. 49).
El error central de Marini para Cardoso y Serra (1978, p. 49) “consistió en suponer que el aumento de la productividad en la producción de bienes manufacturados en los países centrales implicaba una reducción de la tasa de ganancia en la periferia”. La importación de manufacturas seguiría haciéndose al mismo precio que antes y sólo daría como resultado un mayor margen entre el precio de costo y el precio de venta en el centro, lo que de hecho provocaría un aumento de la riqueza en el centro y un aumento de la pobreza en la periferia, pero solo en términos relativos y no absolutos, dado que este proceso no interfiere con la tasa de ganancia en la periferia y no induce a ninguna inevitabilidad a la sobreexplotación de la fuerza de trabajo.
Dado que la masa de valor en la periferia no ha cambiado y, por otro lado, dado que los productos importados no se han encarecido, no se puede decir que la masa de capital haya aumentado debido a cualquier aumento en los precios de sus componentes importados. Para Cardoso, “el simple hecho de que los precios se mantengan constantes”, denuncia la falta de rigor teórico de Marini. A su vez, “[…] la baja tasa de ganancia o la transferencia de ingresos se da por el deterioro de los términos de intercambio cuando y sólo cuando, éste no es causado directamente por el intercambio desigual per se, sino por razones relativas, por ejemplo , a la oferta y la demanda” (CARDOSO y SERRA, 1978, p. 50), por lo que no es razonable considerar que la tasa de ganancia en la periferia se reduce porque la productividad aumenta en el centro, o incluso que sólo la sobreexplotación del trabajador y el aumento físico de la producción podría contrarrestar la tendencia a la baja de la tasa de ganancia de los capitalistas latinoamericanos.
Para Cardoso (1978), la tesis de la sobreexplotación, al suponer la reducción de los salarios por hora trabajada a niveles constantes de productividad, infirió, en la práctica, una producción estancada. En lugar de aumentar la intensidad de la mano de obra, se debería considerar aumentar la producción de forma extensiva incorporando tierra y mano de obra, dada su relativa abundancia. Con la incorporación de nuevos factores, la explotación de la fuerza de trabajo, medida en niveles de salarios reales, podría incluso permanecer constante, mientras que la producción nacional aumentaría significativamente. Así, no existía tal inevitabilidad para la sobreexplotación de la mano de obra, base sobre la que se construye todo el conjunto teórico de Marini.
Las críticas de Marini a Cardoso
Para Ruy Mauro Marini, los rasgos generales del neodesarrollismo de Cardoso tienden a suavizar los efectos disruptivos creados por la dependencia económica y política del capitalismo latinoamericano, lo que habría sobreestimado el mayor grado de absorción de mano de obra y crecimiento del ingreso en las fases de expansión cíclica. Por eso Cardoso sostiene que la acumulación dependiente no implica necesariamente que la producción se base en la sobreexplotación de la mano de obra. Por ello, considera posible conciliar la dependencia económica con la democracia y el desarrollo. Marini, buscó mostrar las inconsistencias de las formulaciones de Cardoso y criticó sus formulaciones y concesiones a las fuerzas conservadoras que luego legitimaron las bases del neoliberalismo en la periferia.
Para Marini (2013), Cardoso se equivocó tanto al equiparar el concepto de sobreexplotación con el de plusvalía absoluta (ya que también supone la plusvalía relativa y el aumento de la intensidad del trabajo), como al pensar que las formas superiores de acumulación excluyen las formas inferiores. Las tendencias de la ley general de acumulación de capital que acentúan la polarización entre riqueza creciente y miseria, adquieren nuevas determinaciones en el seno de las sociedades dependientes, a partir de la constitución de la superexplotación de la fuerza de trabajo.
Cardoso también habría confundido estancamiento con crisis al no entender que las crisis corresponden a momentos históricos estructurales del capitalismo, pero esto no debe confundirse con estancamiento (MARINI, 2000). Lo que se le falsea y se le imputa como “estancamiento”, para Marini (2000) corresponde a las formas avanzadas en que se instaura la integración de los mercados latinoamericanos al imperialismo que, al conformarse a estructuras industriales de composición orgánica superior, derivó en la jerarquización de los países subdesarrollados, cuya expresión más concreta es la forma de desarrollo subimperialista.
El error más grosero de Cardoso consiste en el análisis equivocado de la ley del valor, marcado por un verdadero eclecticismo en cuanto al rigor teórico. Al considerar la ley del valor como una mera abstracción y carente de importancia práctica, ya que, como señaló, “al no existir movilidad de la mano de obra, es difícil establecer a escala internacional el concepto de tiempo de trabajo socialmente necesario” (CARDOSO & SERRA apud MARINI, 2000, p. 178), mostró el desconocimiento, según Marini (200, p. 178), de que la movilidad o no de la mano de obra no influye en el concepto de tiempo de trabajo socialmente necesario, ya que la ley de valor es una función del desarrollo de las fuerzas productivas, de la productividad social del trabajo que establece la cantidad de valor incorporada en las mercancías y que, por ello, puede ser confrontada en el ámbito de la circulación al comparar el trabajo social medio veces. Esta es la base sobre la que se determina el precio comercial, cuya composición gira en torno a la formación de valores.
“La circulación o no circulación de la fuerza de trabajo, entonces, nada tiene que ver con la vigencia de la ley del valor” (MARINI, 2000, p. 178). Por eso, afirma, “de nada serviría que un país importara un operador de tractor si lo condena a trabajar con guadaña” (MARINI, 2000, p. 179). Por lo tanto, al considerar solo el carácter del nivel de desarrollo tecnológico de la producción y apuntar solo a los costos de producción, Cardoso invirtió el papel de la formación de precios como un criterio objetivo para la formación de valor.
El error central del análisis consiste en suponer que el aumento de la productividad en la producción de bienes manufacturados en los países centrales implica una reducción de la tasa de ganancia en la periferia. Bueno, eso sería inapropiado, ya que la importación de productos manufacturados se seguiría haciendo al mismo precio por unidad del producto industrializado. Lo que realmente ocurre no es el aumento absoluto del precio de los productos industriales, sino el mantenimiento de su precio de venta, a pesar de la caída del valor unitario. La diferencia obtenida por ganancias de productividad se distribuye de acuerdo al avance de la lucha de clases entre trabajadores y capitalistas en los países industrializados (CARDOSO y SERRA, 1978, p. 49).
El fetichismo de formas económicas como el precio, la oferta, la demanda y tantas categorías que se colocan como marcadores de materialidad o empirismo histórico, se presenta aquí de manera muy problemática. Como valor no es lo mismo que precio, mientras que las comparaciones de valores se expresan en el mercado en una relación de precios, es legítimo que esta relación se presente como un intercambio desigual, ya que, en su forma más concreta, persisten elementos los cuales, debido a la competencia ya la diferencia en la productividad del capital, se presentan de manera diferente a la ley del valor.
Al no tener en cuenta este conocimiento elemental, “Cardoso y Serra llegan a resultados sorprendentes, como el postulado de que el efecto de las variaciones del valor en relación con el precio, aunque éste se mantenga constante, no altera la tasa de ganancia del países dependientes” (MARINI, 2000, p. 179). Este sería el fetichismo de tales autores, asumiendo que la dinámica de precios no implica variación en el valor de los bienes.
La confusión que estableció Cardoso entre valor y precio se expresó en el “fundamento dinámico” de su teoría, ya que tanto la ganancia como las tasas de explotación de la fuerza de trabajo derivan de su percepción de la lucha de clases. Sin negar la fundamentalidad de la lucha de clases, ésta no se convierte en un “deus ex-máquina” que explicaría todo que el hombre y la mujer producen su existencia y se rige, por eso mismo, por las condiciones objetivas en las que se desarrolla.
Asimismo, al sostener que la historia es la historia de la lucha de clases, Marx (2000) no se limitó a describir la lucha de clases: se esforzó en distinguir los modos de producción que constituyen su fundamento y las condiciones objetivas, mientras que tendencias contradictorias leyes que condicionan el capitalismo y sus formaciones sociales e históricas, identificando principalmente el conflicto básico entre los trabajadores, como proletariado, y las distintas fracciones de la burguesía (MARINI, 2000, p.184).de clases, es necesario constituir un marco conceptual aparato para explicar los fundamentos de la lucha de clases. Esto es necesario porque en cada período histórico la lucha de clases se rige por leyes específicas, basadas en las condiciones objetivas en las que se sedimentan las relaciones sociales en la historia.
El error de Cardoso fue no entender que el aumento de la productividad, al reducir el valor unitario de las mercancías en los países imperialistas, permitía aumentar su masa de plusvalía en la misma medida en que ampliaba la distancia entre sus precios de venta y su valor original. , provocando una reasignación de la plusvalía en detrimento de los países dependientes. A medida que este proceso se intensificó, la periferia capitalista no tuvo otra alternativa que aumentar la tasa de explotación de la fuerza de trabajo para reparar las pérdidas derivadas del enfrentamiento con los precios internacionales (MARINI, 2000; 2005).
Así como en los centros capitalistas se observa la expansión de la composición orgánica del capital (incorporación creciente de trabajo muerto en bienes), mientras que en los países dependientes esta porción es siempre menor, queda trabajo vivo con el esfuerzo de compensar esta diferencia. Así, se observa que la composición del valor de los bienes, al mantener diferentes proporciones en el promedio social entre trabajo vivo y trabajo muerto, revela una tendencia a transferir plusvalía a aquellas economías que tienen una mayor composición orgánica de capital y, por tanto, incluso incorporan mayores proporciones de valor en sus mercancías.
¿Qué pasó con la tasa de ganancia? Contrariamente a lo que defiende Cardoso, la tasa de ganancia no se mantuvo constante en términos absolutos. Como la tasa de ganancia se mide sobre el capital total (c+v), existe una tendencia a la caída de la tasa de ganancia en los países de mayor composición orgánica, lo que se contradice tanto con la apropiación de plusvalía de los países dependientes como con la por numerosos expedientes que se pueden poner en marcha en un intento de aumentar la tasa de explotación laboral.
El objetivo de Cardoso era demostrar que el intercambio desigual no lleva a los países dependientes a establecer la sobreexplotación del trabajo como su dinámica estructural. La racionalidad de la expansión capitalista estaría basada en la tendencia a aumentar la composición orgánica del capital, dada la creciente introducción de nuevas tecnologías en el proceso productivo que aumentan la masa de valor e impulsan la acumulación. En definitiva, la competencia entre capitalistas y la introducción de nuevas tecnologías, para Cardoso (1970; 1984) son los motores que garantizan el dinamismo económico.
No existe contradicción entre acumulación de capital, disociación de la producción de las necesidades reales de las masas, con problemas de realización en el mercado interno, pues siempre en términos relativos, los componentes de la demanda agregada pueden expandirse para absorber la producción, excomulgando el fantasma de la la inevitabilidad de la acumulación capitalista en la periferia.
Marini (2000) considera idílica esta visión, al negar que producción y realización puedan ir de la mano. Considerar el ciclo del capital industrial en su totalidad, para Marini, no consiste en adherirse a tesis estancacionistas, mucho menos que se pueda decir que existe una relación entre estancamiento y socialismo. Así, habría una cierta reconfiguración de la división internacional del trabajo que se particulariza en las leyes de las economías dependientes (sobreexplotación del trabajo, el divorcio entre las fases del ciclo del capital y la monopolización de las industrias de bienes de lujo), y produce contradicciones que se expresan incluyendo la posibilidad de hegemonía de una nación sobre otra dentro del propio circuito periférico (subimperialismo).
Al desconocer estos hechos, Cardoso, produce la separación y autonomización entre las esferas política y económica, pues si bien los bienes de producción crecen a mayor velocidad que los bienes de consumo, dadas las tendencias al crecimiento y acumulación capitalista, estos deben ser referenciados en última instancia en el ámbito de realización de los bienes finales. Y más: como este proceso se da a través de la sobreexplotación del trabajo, parte de los fondos asalariados se transforma en fondos de capitalización y las contradicciones entre producción y consumo, ya señaladas por la dificultad de realizar internamente la producción industrial, se agudizan.
Contradictoriamente, Cardoso le dio al ámbito de la asociación con el capital internacional el dinamismo necesario para la expansión de la producción -mediante el acceso al crédito y a las tecnologías- y al mercado interno como campo necesario para la realización de esa producción, aun cuando la disociación entre producción y realización. Este argumento parece aún más contradictorio cuando se tienen en cuenta las formas objetivas de llevar a cabo esta producción, ya que se concentran en las esferas superiores de circulación, consumo de bienes suntuarios y, por tanto, sustentadas en la expansión de los fondos de plusvalía. Cardoso no podría responder a esta pregunta de otra manera, excepto señalando que “¡todo es relativo!”. Todo ello, por desconocer la tendencia a la sobreexplotación de la fuerza de trabajo como condición básica de las relaciones económicas de dependencia de las formaciones sociales latinoamericanas subdesarrolladas.
El subdesarrollo no podría ser considerado sólo una categoría lógica e histórica, sino una formación capitalista histórica que tiene estructuras de dominación particulares. La burguesía nacional es parte de este proceso, marcada por su incapacidad para realizar rupturas, aunque sean parciales, con los sectores atrasados y oligárquicos.
El mérito de la Teoría de la Dependencia y el aporte de ambos autores fue haber identificado los cambios estructurales propios de las sociedades dependientes y formulado las leyes particulares del capitalismo dependiente. La crisis política y económica actual trae de vuelta muchas de estas preguntas y preocupaciones, ya sea en términos nacionales o en términos de dilemas latinoamericanos.
El rescate crítico de la teoría de la dependencia es fundamental para comprender la inserción subordinada que presentan las economías dependientes, y específicamente las latinoamericanas, en la fase actual del capitalismo contemporáneo. El pensamiento de los principales teóricos de la dependencia se mantiene vivo y articulado frente a los vigorosos cambios que ha experimentado el capitalismo en las últimas décadas y, más particularmente, las contradicciones y originalidad del capitalismo latinoamericano y su dependencia estructural del capitalismo de las principales naciones hegemónicas. .
*José Raimundo Trinidad Es profesor del Programa de Posgrado en Economía de la UFPA.
*Bandera Felipe de Lima es estudiante de doctorado en la Unicamp.
Referencias
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CARDOSO, Fernando Enrique; FALETTO, Enzo. Dependencia y desarrollo en América Latina: ensayo sobre la interpretación sociológica. 6 edición Río de Janeiro: Zahar, 1970 (1971) (1981).
DOS SANTOS, Teotonio [1978]. Imperialismo y dependencia. Caracas: Fundación Biblioteca Ayacucho, 2011.
FERREIRA, Carla; OSORIO, Jaime and LUCE, Mathias (eds.). Patrón de reproducción del capital: aportes desde la teoría marxista de la dependencia. São Paulo: Boitempo, 2012.
HADLER, Juan Pablo. Dependencia y sobreexplotación: los límites de las interpretaciones de Fernando Henrique Cardoso y Ruy Mauro Marini sobre el problema del desarrollo dependiente. 2013. 201f. Tesis (doctorado) – Departamento de Economía – UNICAMP. Campinas, 2013.
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