por DENISE BERNUZZI DE SANT'ANNA*
No hay duplicidad corporal en la figura de este gobierno, solo hay un organismo, para quien todo se reduce ciertamente a “comer personas” o ser comido.
Recientemente, una fotografía del presidente Bolsonaro, acostado boca arriba, con una sonda nasogástrica, recordó una pintura de Andrea Mantegna titulada “Lamentación sobre el Cristo muerto”. Esta similitud entre las imágenes no sólo revela el deseo, real o imaginario, de elevar al “mesías” brasileño a la categoría de Cristo salvador y mártir. Impone, en primer plano, el vientre del presidente, desnudo y, arriba, una sonrisa.
Desde hace un tiempo, el presidente habla crudamente de sus entrañas, propias y ajenas. Tu cuerpo sufre de un unicidad crónica: en lugar de la clásica imaginería de los dos cuerpos del soberano, uno natural y humano, el otro divino e inmortal, Bolsonaro tiene un solo cuerpo, reducido, por sí mismo, a sus “fauces”. Por lo tanto, el apuñalamiento fue un ataque a su identidad más profunda. No le dieron en el corazón, en la cabeza, sino en el vientre. El aparato digestivo es presidente y viceversa, sin lugar a la representación. Mientras la primera dama recibía en el hospital a una maquilladora, el presidente trataba una obstrucción intestinal, y hay diarios que imprimieron la foto de “tripas”, con didácticas explicaciones sobre sus contorsiones y el destino de su contenido.
En la época del gobierno de Nicolás Sarkozy, en Francia, se publicaron textos sobre sus dos cuerpos, ya no el mortal y el inmortal, a la manera de los reyes absolutistas, sino el público y el privado. Pero lo que está pasando con el presidente de Brasil no parece tener muchos precedentes históricos. Porque no hay duplicidad corporal en la figura de este gobierno, hay un solo organismo, para quien todo se reduce ciertamente a “comer personas” o ser comido. No sorprende, por tanto, la falta de distancia entre su comportamiento en privado y sus modales en público, entre lo que piensa y lo que dice. Bueno, ¿no habrá sido esta ausencia de distancia o duplicidad lo que creó la expectativa (para algunos grupos que lo apoyaban) de que sería honesto, sin hacer trampa? Después de todo, ¿cómo puedes dudar de alguien que habla con la boca del estómago?
Pero también se podría preguntar lo contrario: ¿cómo no dudar de los que ponen la barriga por delante? El que habla sólo en nombre de su vientre es el que come todos los días la parte que no le corresponde. No hay precisamente misterios, ni interioridad por develar en la figura del presidente. Es como si ya supiéramos lo peor de él. Por eso, lo que realmente podría sorprender ya no tiene que ver con lo que sabemos del presidente o lo que se revela sobre su gobierno; lo que realmente queda por verse es quiénes somos ahora... nosotros que vivimos bajo un gobierno que habla solo por sus propias entrañas.
*Denise Bernuzzi de Sant'anna es profesor de historia en la PUC-SP. Es autora, entre otros libros, de Cuerpos de paso: ensayo sobre la subjetividad contemporánea (Estación de la libertad).