Conservadurismo en la pandemia

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por ÉRICO ANDRADE*

El escepticismo, lejos de ser un acto de prudencia, puede ser simplemente la forma más absurda de afirmar la creencia en lo inverosímil al considerar todas las creencias como igualmente dudosas.

Wittgenstein en sus escritos sobre la certeza subrayó lo contraproducente que es poner en duda algunas de nuestras convicciones. Ciertamente, no hay ganancia práctica en dudar, por ejemplo, de la forma esférica de la Tierra. En este sentido, el escepticismo generalizado como el que propone Descartes en la figura de un genio maligno (una criatura capaz de inducirnos siempre a error incluso sobre las cosas que damos por más ciertas) ha sido siempre, en el mejor de los casos, un recurso retórico. No tiene sentido cuestionar todas nuestras creencias, no sólo porque dudar de todo implica la certeza de que dudamos (pienso luego existo, dice la famosa frase), sino sobre todo porque no necesitamos dudar de todo.

De hecho, una de las estrategias de los conservadores brasileños es el uso indiscriminado de la duda. En un artículo reciente “Hacia la ruina” JR. Guzzo recurre a la siguiente hipótesis respecto al aislamiento social: ¿y si todo el mundo está mal? Importa esta pregunta de un comentarista político estadounidense, Dennis Prager. El conservador estadounidense es citado en el texto haciendo referencia a una táctica argumentativa clásica y para la que incluso tenemos una expresión en latín: ad hominem. Ahí es cuando prefieres atacar a tu oponente en lugar de discutir tus ideas. Dennis Prager afirma que la política de aislamiento es “el engaño, la cobardía y la inmadurez que hoy dominan el planeta Tierra, porque las élites son tramposas, cobardes e inmaduras”. Al recurrir a esta cita al comienzo de su texto, JR Guzzo ya marca el tono que a sus lectores les encanta: hay un final oculto, oculto, con el que un buen conservador no puede condonar. Lo que justifica poner en entredicho lo que parece ser aparentemente indiscutible. Pero, la pregunta es ¿por qué poner en duda?

La razón ofrecida es falaz. Utiliza una desconfianza general hacia la política, que parece no aplicarse, por supuesto, a los militantes conservadores como el propio Dennis Prager, sino a los “globalistas” en general. Con eso se autoriza a preguntarse por qué la gente confía en políticos y gobiernos que siempre deben ser motivo de duda. En ningún momento se menciona que la mayoría de los países están siendo asesorados por comités científicos y que el consorcio Nordeste, aquí mismo en Brasil, ha sido liderado por científicos de renombre de todo el mundo. Entonces no es pura y simplemente una cuestión política; como sugiere su texto. Después de todo, diferentes espectros políticos alrededor del mundo han adoptado en algún momento políticas de aislamiento, basadas en la evidencia científica disponible.

Luego viene, como era de esperar, la idea de que la medicina para la pandemia puede estar matando al paciente. Para ello, cita el discurso del director ejecutivo de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, según él un globalista) David Beasley quien afirmó, a mediados de abril, que existe el riesgo de que mueran más personas a causa de la impacto económico que del propio COVID-19. La cantidad de personas afectadas por el hambre podría ser mayor que la cantidad de personas muertas por COVID-19. Aquí hay una omisión grave. La FAO no cuestiona el aislamiento social, pero advierte sobre la necesidad de políticas públicas para la distribución de alimentos durante la pandemia. Por cierto, es gracias al confinamiento que el número de muertos no ha crecido a una escala exponencial brusca, como demuestran tantos estudios. Es decir, la cifra de muertos sería varias veces superior a la cifra actual (que utiliza para comparar con una estimación de daños económicos) si no se hubieran adoptado políticas de confinamiento en gran parte del mundo.

En cualquier caso, varios estudios muestran que el impacto económico de la pandemia es equivalente o incluso mayor cuando no se adopta el aislamiento. Con el añadido dramático de que muere más gente sin confinamiento como en el caso de Suecia, que adoptó un aislamiento más ligero que se tradujo en más muertes respecto a los países nórdicos y crisis económica según su propio banco central.

El aislamiento no es indefinido. Europa ya empieza a salir, de forma planificada, del confinamiento tras el pico de la pandemia. Es decir, el confinamiento es solo una medida de emergencia.

Para seguir cautivando a sus lectores, JR Guzzo, por supuesto, recurre a un falso dilema presente en una pregunta. Cuestiona si las personas menos favorecidas tendrían menos derechos que las víctimas del COVID-19. Cuando se refiere a Brasil, la pregunta no puede ser más falaz. Bueno, son las personas menos favorecidas las víctimas del COVID-19. Así, a diferencia de lo que sugiere en su texto, este no es el dilema de la vida de élite versus la pobreza, ya que es la pobreza la que más se verá afectada por el COVID-19 y es la primera en sentir la falta de camas en los hospitales. No podía dejar de señalar que pone en el mismo nivel a la mayoría de los funcionarios públicos, las personas que viven de sus ingresos y los ricos. Si es cierto que se privilegia una parte del servicio público (no necesariamente la mayoría y por razones ajenas a los que viven de rentas o son ricos), es completamente falso que no hay necesidad de trabajar porque los servidores públicos están trabajando a distancia cuando no están ofreciendo su propia vida para cuidar a las personas con COVID-19.

Para coronar su texto pregunta: ¿y si todos se equivocan? La respuesta que ofrece JR Guzzo es que no será la primera vez. La historia no se cansa de demostrarlo, según él. Aquí, necesito volver al principio de mi texto. ¿Por qué razones científicas suspenderíamos a la mayor parte de la comunidad científica, las instituciones y el hecho evidente de que el aplanamiento de la curva en el pico de contagio reduce la necesidad de hospitalizaciones?

Las razones que da JR Guzzo no son científicas, sino conspirativas y señalan que la única solución es desacreditar toda la evidencia aportada por la mayor parte de la comunidad científica para ponerse del lado de los conservadores. Sin embargo, sabemos con Wittgenstein que el escepticismo, lejos de ser un acto de prudencia, puede ser simplemente la forma más absurda de afirmar la creencia en lo inverosímil considerando todas las creencias como igualmente dudosas. Lo que muestra la historia de la filosofía es que la estrategia de la duda generalizada siempre esconde la certeza. La certeza que esconde el texto de JR Guzzo es que a Narciso le parece feo lo que no es su espejo.

*Érico Andrade Profesor de Filosofía de la Universidad Federal de Pernambuco (UFPE)

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