por Eduardo Brito, KAIO AROLDO, LUCAS VALLADARES, OSCAR LUIS ROSA MORAES SANTOS e LUCAS TRENTIN RECH*
El ataque israelí a Irán no es un acontecimiento aislado, sino más bien otro capítulo en la lucha por el control del capital fósil en Oriente Medio.
En las últimas semanas, el conflicto, ampliamente conocido y con repercusiones en el debate público, entre el régimen sionista de Israel –auspiciado por el imperialismo estadounidense con su hegemonía del capital fósil (MALM, 2016)– y el Estado de Palestina ha adquirido nuevos contornos con el recrudecimiento de la tensión, incluso en relación con una de las mayores potencias petroleras de la región, la República Islámica de Irán.
El objetivo de esta exposición es abordar el fenómeno político concreto, articulando la dinámica de la producción de petróleo y gas en la región de Medio Oriente, especialmente en Irán, blanco de potenciales ataques del régimen sionista, con el conflicto hegemónico entre Estados Unidos y China por el control del capital fósil y sus implicaciones para el mercado energético internacional.
Historia de las relaciones entre Irán, Israel y Estados Unidos
El 11 de junio, el El Correo de Washington Informó que Estados Unidos vaciaría sus embajadas en Medio Oriente, especialmente en Irak, al emitir una autorización para la retirada de “personal no esencial”.[i] desde estos espacios ante el creciente riesgo de una ofensiva del régimen sionista de Israel contra Irán, después de haber sido supuestamente advertidos de que el régimen está “plenamente preparado para lanzar una operación contra Irán”.
Posteriormente, en la madrugada del 13 de junio en Teherán, fuerzas sionistas atacaron varias bases militares del país, además de atacar varias bases nucleares. En total, murieron más de 80 personas, entre ellas varios científicos involucrados en el programa nuclear, el jefe del Estado Mayor y el jefe de la Guardia Revolucionaria Iraní.
Los principales objetivos de los ataques israelíes fueron Teherán, ciudad donde se concentran miembros de los altos rangos militares y políticos, y la ciudad de Natanz, donde se concentran plantas de enriquecimiento de uranio, un insumo fundamental para el desarrollo de dispositivos nucleares, que se encuentra a poco más de tres horas de la capital. Según el Associated Press, al menos seis ciudades más también fueron atacadas.
Tras el incidente, el régimen israelí, representado por el ministro de Defensa, Israel Katz, declaró el estado de emergencia y cerró rápidamente su espacio aéreo. Hasta la fecha, Irán ha respondido a los ataques enviando drones y misiles balísticos al territorio ocupado por Israel.[ii]
FIGURA 1.[iii]

Aunque a primera vista parece obvia una posible acción independiente por parte de Israel, esta idea se ve reforzada por declaraciones contradictorias del presidente Donald Trump, como la de que se habría opuesto a la idea de atacar a Irán.[iv]de conformidad The New York Times Cabe recordar que, sin duda, esto no se llevará a cabo sin el debido escrutinio del gobierno de Estados Unidos, como se ha especulado durante semanas: «Si es necesaria la fuerza militar, la usaremos», declaró Donald Trump. «Israel, obviamente, estará muy involucrado en esto. Ellos serán los líderes. Pero nadie nos dirige; hacemos lo que queremos».[V]
El discurso del presidente expresa muy bien (basta con observarlo) el papel del régimen israelí en el imperialismo estadounidense. Estados Unidos, sin duda, actuará para garantizar sus propios intereses; sin embargo, Israel, como protectorado estadounidense, con contradicciones diferentes —pero que resultan en el mismo fenómeno— de las de este último en relación con Irán, debería ser directamente responsable de la ofensiva.
Estos han sido evidentes al menos desde que Francia desarrolló el programa nuclear israelí, convirtiéndose en una preocupación real desde la década de 1970. Irán vio amenazada no solo su estatus como potencia regional, sino también su propia estabilidad política y soberanía. Así, el inicio de su propio proyecto nuclear (en la década de 1960), destinado a producir energía para uso civil, causó inquietud en el mundo occidental a principios de la década de 2000, cuando ya se sabía que el programa nuclear iraní podría tener un gran impacto en la correlación de fuerzas en Oriente Medio.
Además, el apoyo histórico de Irán a la causa palestina es otro factor relevante en la intensificación de esta disputa. Desde 1990, el país ha mantenido fuertes relaciones con Hamás, que se formalizaron un año después, cuando una delegación del grupo político solicitó la creación de una oficina oficial en territorio iraní. Tras este suceso, Irán brindó apoyo material al grupo en varias ocasiones, como en el episodio de la deportación masiva de líderes del grupo y de la Yihad Islámica Palestina al Líbano o en la invasión de la Franja de Gaza entre 2007 y 2008.
En el primero, Irán sirvió de puente para el acercamiento entre Hamás y Hezbolá, además de promover frecuentes visitas de las autoridades a los dirigentes exiliados; en el segundo, Irán suministró en secreto diversos equipos militares esenciales para la defensa de Palestina en la región.[VI]
Irán, por lo tanto, se presenta como un antagonista directo del régimen sionista de Israel, a la vez que es el principal responsable de la existencia y la fortaleza del frente de combate más incisivo del pueblo palestino y, cabe recordarlo, de la existencia misma del pueblo palestino. En este contexto, Irán es, al mismo tiempo, un antagonista de la hegemonía fósil de Estados Unidos, que, además de contar con su destacamento militar más avanzado en el territorio israelí, ejerce una fuerte influencia en el Golfo Pérsico a través de sus diversas bases militares en la costa oeste y en todo Oriente Medio.
FIGURA 2.[Vii]

Marco histórico y la revolución iraní
El escenario actual de inminente conflagración, acentuado por la escalada de violencia israelí en Gaza y el alineamiento de Irán con la causa palestina, no puede analizarse como un hecho aislado. Por el contrario, lo que observamos es la culminación de una trayectoria histórica cuyo punto álgido se produjo tras la Revolución iraní (1978-1979) (Espírito Santo, 2017).
Por lo tanto, para comprender la profundidad estratégica de este enfrentamiento y el papel de Irán como potencia energética en Medio Oriente (Bhagat, 2005), analizaremos la génesis y las razones que transformaron a la nación persa en el principal antagonista de la hegemonía fósil norteamericana en la región petrolera más rica del mundo.
La inserción de Irán en una dinámica momentánea de subordinación a Occidente se selló en 1953. Ese año, el gobierno nacionalista del primer ministro Mohammad Mossadegh fue depuesto en un golpe de Estado orquestado por la CIA (Estados Unidos) y el MI6 (Reino Unido). El "delito" de Mossadegh había sido nacionalizar la industria petrolera, hasta entonces controlada por capital británico, en un intento de revertir la fuga de riqueza del país.
El golpe devolvió al poder al Sha Mohammad Reza Pahlavi, consolidando un régimen cuyo papel en el tablero geopolítico estaba claro: actuar como un peón en la estrategia de Washington, asegurando el flujo de petróleo barato hacia Occidente y funcionando como baluarte contra la influencia de la Unión Soviética, con la que Irán compartía una extensa frontera estratégica (Alves, 2020).
Se estructuró así un modelo clásico de desarrollo dependiente, en el que la economía periférico El iraní fue diseñado para servir a los intereses del centro imperialista (Foran, 1989). Bajo esta lógica, el régimen golpista del Sha promovió un proyecto autoritario de «modernización» conocido como la «Revolución Blanca» (1963), financiado con la vasta riqueza petrolera. Sin embargo, la iniciativa tuvo un efecto socialmente desastroso, profundizando las crisis internas (Nakhaei, 2020).
El primer punto fue la concentración del ingreso y la profundización de la desigualdad. Operando bajo una lógica análoga a la del «milagro económico» (1969-1973) de la dictadura militar brasileña, la promesa de «hacer el pastel más grande y luego repartirlo», la riqueza petrolera nunca se redistribuyó. Al contrario, alimentó a una pequeña élite occidentalizada, mientras que la gran mayoría de la población, especialmente en los centros no urbanos, permaneció marginada (Brandis, 2009).
En segundo lugar, la imposición del secularismo estatal y la occidentalización acelerada que separaron a sectores cruciales de la sociedad. El clero musulmán chií, mayoritario en el país y conocido como ulemas, vio su influencia y tradiciones sistemáticamente degradadas (Varol, 2016). Finalmente, como en todo régimen autocrático, la estabilidad se mantuvo por la fuerza. Toda oposición política fue brutalmente reprimida por la SAVAK (Organización de Seguridad e Inteligencia Nacional), la temida policía secreta del régimen, entrenada y asesorada por agencias estadounidenses e israelíes.
En este contexto, la población percibía el petróleo no como un vector del desarrollo nacional, sino como el vínculo entre la subordinación del país y la fuente de poder de un régimen tiránico, subordinado a intereses extranjeros (Bina, 2017). En consecuencia, la oposición se unió en una especie de "frente amplio", compuesto por liberales, nacionalistas, socialistas y, de forma más organizada y generalizada, el clero chií, bajo el liderazgo del ayatolá Ruhollah Jomeini, quien orquestó la resistencia desde el exilio, primero en Irak y, en su fase final y más decisiva, en Francia.
Al cuestionar las teorías que históricamente atribuían poder de negociación política a sectores tradicionales de la clase trabajadora, como los mineros del carbón en Irán, los trabajadores petroleros iraníes demostraron una capacidad histórica decisiva. Como señala Jafari (2019), estos trabajadores, conscientes de su posición estratégica en una economía completamente articulada en torno a la extracción y el comercio del petróleo, emergieron como la vanguardia del levantamiento popular. Entre 1978 y 1979, una ola de huelgas masivas, coordinadas en las refinerías y yacimientos petrolíferos de las provincias de Abadán y Juzestán, paralizó la producción y las exportaciones. El efecto sobre el régimen del Sha fue doble y devastador.
En primer lugar, a nivel material, la acción colectiva condujo a la asfixia económica del Estado. Al cortar la principal fuente de ingresos del país, los huelguistas impidieron que el régimen pagara a sus empleados y, fundamentalmente, a su aparato represivo: las fuerzas armadas y las fuerzas de seguridad. El pilar financiero que sostenía a la monarquía se desmoronó (Jafari, 2018).
El segundo impacto fue simbólico y político. En una inversión dialéctica hegeliana del poder, los trabajadores demostraron que el control de facto del recurso más valioso del país no residía en el palacio del monarca, sino en quienes operaban los pozos y las refinerías.
El petróleo, antaño el símbolo supremo de la dominación extranjera y la tiranía del Sha, fue reinterpretado y transformado «desde dentro» en un arma de sabotaje y movilización popular, como argumentó Timothy Mitchell (2009). Para la comunidad internacional, la señal fue inequívoca: el régimen del Sha había perdido el control de facto sobre su territorio y su principal fuente de poder.
Sin embargo, la victoria de la revolución, catalizada por esta acción obrera, creó un vacío de mando y control. Fue en ese momento que la "facción" más organizada y socialmente influyente, el clero chií bajo el liderazgo de Jomeini, se movilizó para consolidar su liderazgo en el proceso. Los aliados temporales del "frente amplio" fueron entonces neutralizados sistemáticamente.
Los liberales y nacionalistas, como los que integraron el gobierno provisional de Mehdi Bazargan, fueron rápidamente marginados y purgados del poder (Ostovar, 2009). Luego, las organizaciones de izquierda: socialistas, comunistas (como el Tudeh) y guerrillas (como la Fedayines del Pueblo), que habían luchado activamente contra la dictadura del Sha, fueron declarados enemigos del nuevo Estado y de la propia fe.
La razón de esta brutal persecución fue doble: en primer lugar, su ideología secular y sobre todo marxista era fundamentalmente irreconciliable con el proyecto de Jomeini de un Estado gobernado por la jurisprudencia islámica (la Velayat-e FaqihEn segundo lugar, como grupos con experiencia en combate, organización y una base popular propia, representaban un polo alternativo de poder y una amenaza militar directa para la consolidación de la hegemonía clerical y su nueva guardia, los Pasdaran (Ostovar, 2009). La revolución, que comenzó con una base amplia, se redujo deliberadamente para asegurar el surgimiento de una teocracia chií.
La interrupción de la producción iraní, seguida de la incertidumbre sobre la nueva política del país, desencadenó lo que se conoció como el “segundo shock petrolero” en 1979. La reducción de la oferta provocó que los precios se dispararan, hundiendo a la economía mundial en una recesión y reforzando la lección aprendida en 1973: la estabilidad del sistema energético occidental dependía peligrosamente de la estabilidad política de Oriente Medio, ahora radicalmente alterada (Valladares, 2024).
La problemática relación entre Oriente Medio, específicamente Irán, y los países del eje occidental continuó durante la segunda mitad del siglo XX y persistió en el siglo XXI, como se analiza más adelante en el tema cuatro.
A nivel interno, el nuevo lema de Irán, «Ni Oriente ni Occidente, sino la República Islámica», se tradujo en una política exterior que rechazaba la subordinación a cualquiera de las superpotencias de la Guerra Fría (1947-1991) (Espírito Santo, 2017). El control nacional del petróleo se convirtió en el pilar de esta soberanía. Esto selló el fin de la alianza estratégica con Estados Unidos y, en consecuencia, con Israel, que pasó de ser un socio discreto del Sha a ser etiquetado como el «Pequeño Satán» y una «entidad sionista ilegítima», lo que consolidó las hostilidades que motivaron la redacción de este artículo (Lewis, 2004).
Dos eventos posteriores merecen ser mencionados y fueron relevantes. El primero fue la Crisis de los Rehenes (1979-1981), cuando estudiantes revolucionarios, apoyados por el nuevo régimen, irrumpieron en la embajada estadounidense en Teherán y mantuvieron cautivos a 52 diplomáticos y ciudadanos estadounidenses durante 444 días. El acto fue una respuesta directa a la decisión de Estados Unidos de recibir al depuesto Sha para recibir tratamiento médico, lo cual se interpretó en Irán como el preludio de un nuevo golpe de Estado orquestado por la CIA, como en 1953 (Perosa Jr, 2013).
La crisis humilló públicamente a Estados Unidos, destruyó cualquier posibilidad de reconciliación a corto plazo y fue utilizada internamente por Jomeini para consolidar el poder de los clérigos de línea dura, eliminando los últimos vestigios de moderación del gobierno.
El segundo acontecimiento fue la guerra entre Irán e Irak (1980-1988). Viendo una oportunidad en el aparente caos revolucionario, el Irak de Saddam Hussein, con el masivo apoyo financiero y militar de las potencias occidentales y las monarquías del Golfo que temían la "exportación" de la revolución islámica, invadió Irán. El brutal conflicto, que duró ocho años, consolidó la percepción de Irán de un mundo hostil decidido a destruir su nuevo régimen.
En respuesta, el país se vio obligado a mejorar su resiliencia: comenzó a usar el petróleo como escudo, a desarrollar canales de exportación paralelos para eludir las sanciones, a forjar alianzas con actores no alineados con el eje occidental y a definir su política energética como la columna vertebral de su resistencia a la hegemonía del capital fósil liderada por Estados Unidos (Ostovar, 2009).
La revolución, por lo tanto, no solo derrocó a un dictador, sino que eliminó a uno de los principales agentes petroleros del sistema de seguridad energética occidental, transformándolo en un adversario ideológico y estratégico (McGlinchey, 2014). La conciencia de que el petróleo podía usarse como arma, concebida en las huelgas de 1978, se convirtió en la doctrina central de un Estado que, desde entonces, considera sus recursos energéticos como la principal herramienta para asegurar su supervivencia y proyectar su influencia (Zunes, 2009).
Se consolidaron así las premisas de un conflicto prolongado, en el que Irán adoptó una postura duradera de antagonismo hacia Estados Unidos e Israel, hostilidad que continúa hasta hoy.
La producción de fósiles iraní y el acercamiento a China
Como se ha visto, por tanto, las disputas políticas y territoriales entre Israel e Irán no son suficientes para explicar el papel de Estados Unidos en los conflictos; a ellas hay que añadir la importancia de Irán en el mercado petrolero internacional, cuya utilidad como herramienta de presión global quedó demostrada en la Guerra del Yom Kippur (1973).[Viii].
Ampliando el contexto, durante las operaciones de recuperación de territorio lideradas por Siria y Egipto, Estados Unidos garantizó el mantenimiento de su principal herramienta de hegemonía fósil mediante el apoyo militar al régimen israelí. En respuesta, los países de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) impusieron «recortes considerables en su producción petrolera mes a mes, hasta la completa evacuación de las fuerzas israelíes de todo el territorio árabe ocupado desde la guerra de 1967 […]» y un embargo total de ventas a Estados Unidos y otros países que apoyaban al régimen israelí.[Ex].
En un período de guerra fría y de peligro nuclear inminente, el petróleo fue (como sigue siendo) una figura fundamental en el contexto de la reproducción de la vida capitalista, como capital fósil (MALM, 2016), es decir, como subversor de la naturaleza y su temporalidad, asumiendo el papel de sujeto del proceso productivo, imponiendo su tiempo abstracto al ritmo de la reproducción del trabajo y de la producción de plusvalía relativa y absoluta, actuando, por tanto, como factor contrarrestando la caída de la tasa de ganancia.
Además, juega un papel fundamental, incluso en la movilidad del capital, siendo, dialécticamente, agente activo y pasivo en el ejercicio de la hegemonía: si bien su abundancia atrae a los agentes imperialistas al territorio donde se ubica, también es un elemento fundamental en el ejercicio del imperialismo mismo.
Esto se manifiesta concretamente en el suministro de sectores de uso doméstico, como automóviles para la fuerza laboral, así como vehículos blindados, grandes buques y aviones de combate para portaaviones nucleares, que dependían directamente del "oro negro" (petróleo) para su funcionamiento. Por lo tanto, si bien el éxito de los embargos de la OPEP en la guerra es cuestionable —ya que Israel no movilizó sus tropas fuera del territorio árabe—, el uso geopolítico del petróleo quedó demostrado, y la presión ejercida sobre los precios internacionales convirtió esta práctica en una forma de contener la hegemonía estadounidense en Oriente Medio en las décadas venideras.
ipso factoEl control estadounidense sobre la región ha aumentado. La falta de bases en territorio iraní no implica una falta de control; al contrario, el control se ha ejercido desde bases cercanas al Canal de Suez y el Estrecho de Ormuz, ubicadas principalmente en Kuwait, para contener a Irak y los problemas internos, así como en Baréin, Catar y los Emiratos Árabes Unidos. A través de estas bases, se ha socavado el flujo de petróleo iraní a otras partes del mundo, en un intento por frenar su crecimiento económico.
Paralelamente al desarrollo de arma petrolera Árabe, Estados Unidos aprendió a utilizar la demanda de petróleo como herramienta geopolítica, imponiendo desde 1979 una sanción a la cantidad de petróleo iraní importada, restringida a no más de cincuenta mil barriles por día.[X]Las sanciones se han endurecido con el tiempo bajo el pretexto de combatir el apoyo de Irán al terrorismo. En 1984, se prohibieron las inversiones, la asistencia financiera y la transferencia de equipo militar a Irán por parte de entidades extranjeras.
Posteriormente, en 1986, se prohibió la importación de bienes y servicios iraníes. Las medidas se endurecieron a partir de 1995, durante la administración de Bill Clinton, con el objetivo de movilizar a los principales aliados de Estados Unidos contra la importación de petróleo iraní.
Sin embargo, la medida no tuvo mucho éxito, ya que muchos países se negaron a adoptar una postura severa, ya que Estados Unidos seguía comprando petróleo de Irán y revendiéndolo al resto del mundo. Además, «como bien fungible, el petróleo iraní podía intercambiarse con otros países para ser importado por Estados Unidos […]», lo que redujo significativamente el impacto de estas nuevas sanciones. Si bien las medidas se anunciaron como herramientas antiterroristas, el desarrollo de los conflictos dejó bastante claro que el intento de Estados Unidos de controlar el Golfo Pérsico era, de hecho, el principal motivo detrás de ellas, ya que la región concentra alrededor de dos tercios del petróleo mundial y escapaba a su dominio ideológico durante la Guerra Fría.
Las restricciones impuestas al comercio internacional de Irán con Occidente y el control parcial de Estados Unidos sobre las principales vías fluviales entre Irán y el mundo hicieron necesario que el país se acercara a nuevos socios internacionales y creara estrategias alternativas de desarrollo económico y energético, incluida la expansión de su programa militar y formas alternativas de transporte de petróleo.
En cuanto a la primera alternativa, el gasto militar de Irán creció continuamente entre 1993 y 2006, incluso bajo sanciones unilaterales de Estados Unidos.[Xi]Durante este mismo período, el gobierno iraní se negó a poner fin a sus programas de enriquecimiento de uranio, que se originaron con el apoyo conjunto de Estados Unidos y otros países para promover la paz en Oriente Medio y que luego fueron cancelados y reactivados a partir de la década de 1990, ahora con el apoyo de Rusia.
Como consecuencia de ello, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas impuso sanciones multilaterales a Irán a partir de 2006, respaldadas nuevamente por Estados Unidos y la Unión Europea en 2012, en un esfuerzo por frenar los avances militares y nucleares de Irán, lo que resultó en una disminución sucesiva del gasto en el sector militar.[Xii].
El crecimiento militar de Irán no es ajeno a las discusiones sobre el petróleo del párrafo anterior, pero se suma a ellas; solo una gran fuerza militar desplegado es capaz de garantizar la soberanía del país y su acceso a los mercados internacionales, incluso ante la fuerte presión externa. De lo contrario, la presencia de bases estadounidenses cerca de territorio iraní bastaría para asegurar su completa subordinación a los intereses extranjeros.
En cuanto a la segunda alternativa, Irán ha adoptado una serie de medidas ilegales para eludir las sanciones y vender su producción petrolera. Se estima que alrededor del 80% del contrabando de exportación realizado en Irán corresponde a productos petrolíferos, si no al producto mismo.[Xiii].
El principal objetivo del contrabando es asegurar que los buques de carga pasen desapercibidos a través de las principales vías fluviales que, como se mencionó anteriormente, están bajo el control de Estados Unidos y sus bases, con especial énfasis en el Estrecho de Ormuz, la principal ruta de transporte de petróleo iraní a China. En este sentido, China desempeña el papel de un importante socio comercial para Irán, debido a sus intereses ideológicos, comerciales y políticos relacionados con el control del Golfo Pérsico y el acceso al petróleo.
La relación entre ambos países, sin embargo, no es reciente, sino que se ha construido desde 1990. Inicialmente, el endurecimiento de las sanciones contra Irán en 1995 y el sentimiento antichino que se apoderó del Congreso estadounidense hicieron que las compañías petroleras chinas no fortalecieran sus relaciones comerciales con Irán.[Xiv].
Más adelante en la década, ambos países estrecharon lazos, tanto por la relación entre compradores de petróleo chinos y vendedores iraníes como por intereses gubernamentales, con alianzas que abarcaban desde el desarrollo nuclear hasta medidas comerciales. Las importaciones chinas de petróleo iraní aumentaron en los años siguientes, especialmente desde finales de la década de 1990 hasta 2003.
Regreso a la contemporaneidad y a los mercados del futuro
Una vez realizada la contextualización histórica y política, es posible analizar los conflictos actuales desde perspectivas distintas al conflicto árabe-israelí, especialmente la del mercado petrolero internacional y el conflicto entre Estados Unidos y China.
Inicialmente, el precio de los contratos de futuros de petróleo, uno de los principales instrumentos para proteger a los productores del riesgo del mercado y una herramienta importante para la especulación, siguió una trayectoria descendente a lo largo del primer semestre del año, impulsado por el aumento de la producción estadounidense a través de la política de permisividad intensiva hacia formas alternativas de extracción, especialmente la de esquisto en el suelo.
El mayor nivel de inventarios estadounidenses, junto con la menor demanda de petróleo, debería, en teoría, traducirse en una reducción de la producción global de la OPEP, que ya venía haciendo recortes desde hacía un año con una previsión extendida hasta junio de 2026; sin embargo, como una forma de castigar a algunos miembros por el incumplimiento de los recortes de producción[Xv] y hacer inviable la extracción de petróleo a través del esquisto, debido a su alto punto de fusión.punto de equilibrio» en relación con las plataformas a bordo Árabes, Arabia Saudita ha decidido imponer un aumento de la producción de petróleo de los países de la OPEP a un ritmo acelerado.
Además, también se dio cuenta de que “mantener bajas las cuotas de producción, una estrategia diseñada para aumentar los precios, sólo permitió a Estados Unidos ganar participación de mercado, especialmente en los países asiáticos”.[Xvi]Los acontecimientos del 13, sin embargo, ponen en tela de juicio toda la estrategia internacional actual en materia de petróleo.
Obviamente, en caso de un conflicto prolongado entre Irán e Israel, y especialmente si este se extiende a todo el mundo árabe, parte del petróleo que las empresas locales exportaban a los mercados internacionales se destinaría a la industria bélica. Los ataques coordinados de ambas partes pondrían en riesgo a los principales productores de petróleo y sus reservas físicas, lo que perjudicaría aún más el suministro en este escenario.
Considerando la cantidad de petróleo disponible en el Golfo Pérsico y otras regiones del Levante en el norte de África, cabe suponer que la nueva demanda de petróleo derivada de la guerra se cubrirá principalmente con fuentes nacionales, lo que minimizará inicialmente el aumento de la demanda mundial. Por lo tanto, una vez confirmada la magnitud del conflicto, los precios del petróleo a nivel mundial tienden a subir, con fuertes incrementos en el valor de los futuros como forma de proteger a los productores de la incertidumbre futura, como ya se muestra en el gráfico diario de futuros del Brent a continuación.
FIGURA 3.[Xvii]

El conflicto hegemónico entre Estados Unidos y China y la dirección de la geopolítica
Como se ha discutido extensamente, existe un claro tema de interés en el conflicto entre Israel e Irán, con el presidente de Estados Unidos tratando el ataque del régimen sionista en Israel como “exitoso” y declarando que había advertido a Irán que Estados Unidos tiene el “mejor y más letal equipo militar del mundo”.[Xviii]
El debate que aún no se ha planteado se refiere a la doble naturaleza de la ofensiva del imperialismo fósil estadounidense sobre uno de los últimos aparatos de resistencia nativos de la región, dado el amplio dominio militar estadounidense como la distribución de sus bases en Medio Oriente en la Figura 1 y su representación diplomática en la región, el régimen sionista de Israel.
Además del fenómeno descrito, también es fundamental tener presente el papel de China en el conflicto con el fortalecimiento de sus relaciones con Irán, expresado en acuerdos comerciales y financieros con el país en los últimos años, principalmente en el contexto de las sanciones occidentales, generando divisas para financiar, sobre todo, su programa nuclear.
Desde principios de siglo, la República de Irán ha sufrido sanciones directas a la comercialización de sus recursos energéticos. Hasta principios de 2018, el país había alcanzado un alto nivel de producción petrolera, con una producción de casi cinco millones de barriles diarios y exportaciones a países occidentales o afines a su programa político, a pesar de la imposición de sanciones por parte de Estados Unidos en 2011, cuando prohibió las relaciones entre cualquier país y el Banco Central de Irán, con el objetivo de socavar la generación de divisas al afectar también su comercialización de petróleo.[Xix]; en cuanto a la Unión Europea, cuando prohibió la importación y el transporte de petróleo crudo iraní a principios de 2012[Xx]Ambas medidas ya se referían al programa nuclear del país y a la coerción para que Irán lo abandonara.
Sin embargo, en 2018, después de que el presidente Donald Trump volviera a imponer sanciones a Irán al abandonar el Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA)[xxi]La dinámica comercial de Irán ha cambiado por completo. Además de haber dejado de exportar crudo a países de la Unión Europea y Asia, ha comenzado a exportar toda su producción únicamente a China, Siria, Emiratos Árabes Unidos y Venezuela en 2023.[xxii]Además, la participación de China en las exportaciones de petróleo crudo iraní aumentó del 25% en 2017 al 90% en 2023.[xxiii].
FIGURA 4.[xxiv]

De esta manera, Irán puede recuperar el nivel de generación de divisas que tenía antes del fin del JCPOA e incluso ampliar su capacidad de producción no solo de petróleo, sino también de electricidad y gas natural. Según un informe de la EIA (Administración de Información Energética)Entre 2019 y 2022, Irán adquirió una serie de contratos para aumentar la producción de petróleo crudo en más de medio millón de barriles por día, y adquirió más contratos en 2024, para construir seis campos de petróleo crudo a lo largo de la frontera con Irak.
El gran problema es que la relación entre Irán y el antagonista hegemónico de Estados Unidos no terminó con la exportación de crudo. En 2021, ambos países (China e Irán) firmaron un acuerdo estimado en 400 XNUMX millones de dólares que incluía la venta de petróleo a China e incluso un supuesto acuerdo de seguridad entre ambos países.[xxv]Durante la década, China (y Rusia) han declarado su apoyo al programa nuclear de Irán.[xxvi], más recientemente en marzo de este año.
Uno de los acontecimientos que, sin embargo, hizo sonar las alarmas en el capital fósil estadounidense fue la celebración de ejercicios militares.[xxvii] entre Irán, Rusia y China a lo largo del Golfo de Omán, una región sin presencia efectiva de bases militares estadounidenses, pero muy cercana a su zona de influencia en el Golfo Pérsico, lo que pone en entredicho su hegemonía en la región. El entonces jefe del Estado Mayor Conjunto, Mark Milley, declaró que China, Rusia e Irán representarían un desafío para Washington durante muchos años.[xxviii].
De nuevo, se puede observar, a partir de la superficie (guerra Israel vs Irán), el inevitable conflicto hegemónico por el control del capital fósil sin el cual ninguna hegemón Puede constituirse como tal en el proyecto de acumulación global. Los ataques lanzados contra Irán, una vez más, deben analizarse con atención. No se trata de anular ni prescindir del análisis de las contradicciones regionales entre las dos fuerzas protagonistas del conflicto, sino de comprenderlo histórica y materialmente, en su totalidad, considerando los diferentes matices que involucran, simultáneamente y a diferentes niveles, el mismo fenómeno concreto establecido.
En este delicado momento histórico, con la hegemonía de la acumulación estadounidense cuestionada tras más de un siglo, la intensificación de la (re)división del mundo es evidente, y la idea de qué hacer se desvanece cada vez más rápido. Parece que no hay alternativas para el futuro más que la barbarie.
*Eduardo Brito es licenciada en economía por la Universidad Federal de Bahía (UFBA).
*Kaio Aroldo es licenciada en economía por la Universidad Federal de Bahía (UFBA).
*Lucas Valladares es candidata a doctorado en economía en la Universidad Federal de Bahía (UFBA).
*Óscar Luis Rosa Moraes Santos es licenciada en economía por la Universidad Federal de Bahía (UFBA).
*Lucas Trentín Rech es profesor del Departamento de Economía de la Universidad Federal de Bahía (UFBA).
Referencias
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Notas
[i] EE. UU. vacía embajadas en Oriente Medio ante el riesgo de un ataque israelí contra Irán, según un periódico | Mundo | G1
[ii] Por qué Israel atacó a Irán: lo que sabemos hasta ahora sobre el conflicto entre ambos países | Mundo | G1
[iii] (5) Actualizaciones en vivo: Israel ataca las instalaciones nucleares de Irán | AP News
[iv] Trump se opone a los planes de Israel de atacar las instalaciones nucleares de Irán, según un periódico | Mundo | G1
[V] Trump afirma que Israel liderará el ataque contra Irán si no se llega a un acuerdo nuclear: "Hacemos lo que queremos" | Mundo | G1
[VI] (REZEG, Ali Abo. Entendiendo las relaciones entre Irán y Hamás desde un enfoque neorrealista defensivo. The Journal of Iranian Studies. vol. 4, n.º 2, págs. 390-393, enero de 2021. Disponible en: (PDF) Comprender las relaciones entre Irán y Hamás desde un enfoque neorrealista defensivo.
[Vii] Mapeo de tropas y bases militares estadounidenses en Oriente Medio | Noticias militares | Al Jazeera
[Viii] Crisis del petróleo de 1973 | BBC NEWS
[Ex] El uso del “arma del petróleo”: los países industrializados occidentales y la petropolítica árabe
[X] Impactos de las sanciones comerciales y financieras de Estados Unidos sobre Irán
[Xi] Gasto militar y crecimiento económico: el caso de Irán
[Xii] ¿Las sanciones limitan el gasto militar? ¿de Irán?
[Xiii] Comercio ilegal en la economía iraní
[Xiv] Las relaciones entre China e Irán a través del prisma de las sanciones
[Xv] Los países de la OPEP deciden aumentar la producción en junio
[Xvi] El petróleo barato tendrá un coste para Estados Unidos
[Xvii] Cotización de futuros del petróleo Brent
[Xviii] Trump dice que le advirtieron de antemano sobre ataques a Irán y advierte que futuros ataques serán "aún más brutales"
[Xix] El Senado de EE. UU. aprueba por unanimidad sanciones contra el banco central de Irán – Noticias – UOL Notícias
[Xx] Embargo europeo – DW – 23/01/2012
[xxi] El presidente Donald J. Trump pone fin a la participación de Estados Unidos en un acuerdo inaceptable con Irán – La Casa Blanca
[xxii] (Informe de análisis de país: Irán. 2024; pág. 14. Disponible en: Resumen del análisis del país: Irán.
[xxiii] Ibíd., pág. 12
[xxiv] Ibíd., pág. 8
[xxv] China firma un amplio acuerdo e invertirá US$400 millones en Irán a cambio de petróleo – Jornal O Globo
[xxvi] China y Rusia respaldan el programa nuclear iraní tras el impulso de Trump para un acuerdo; Irán "nunca podrá tener armas nucleares", afirma el G7 | Mundo | G1
[xxvii] Rusia, China e Irán realizan ejercicios militares conjuntos en el Golfo de Omán – Brasil de Fato
[xxviii] IBÍDEM.
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