el colapso

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La gravedad de esta crisis de la sociedad capitalista mundial no es consecuencia directa y proporcional de la magnitud de la enfermedad. Más que eso, es la consecuencia de la extrema fragilidad de esta sociedad y un revelador de su estado real. La economía capitalista es una locura en sus cimientos

por Anselm Jape*

¿La crisis del coronavirus anunciará la muerte del capitalismo? ¿Acabará con la sociedad industrial y de consumo? Unos lo temen, otros lo desean. Todavía es demasiado pronto para saberlo. La “reconstrucción” económica y social puede resultar tan difícil como el momento de la epidemia, en otros aspectos.

Lo que sí es cierto es que vivimos, al menos en Europa, lo que se acerca cada vez más, desde 1945, a un “derrumbe”, el hundimiento tan evocado en el cine y en la literatura llamada “postapocalíptica”, pero también por críticos de la sociedad capitalista e industrial.

Sin embargo, la gravedad de esta crisis de la sociedad capitalista mundial no es consecuencia directa y proporcional de la magnitud de la enfermedad. Más que eso, es la consecuencia de la extrema fragilidad de esta sociedad y un revelador de su estado real. La economía capitalista es una locura en sus cimientos, y no solo en su versión neoliberal. Su único propósito es multiplicar el “valor” creado por la mera cantidad de trabajo (“trabajo abstracto”, como lo llama Marx) y representado en dinero, sin la menor consideración por las necesidades y deseos reales de los seres humanos y las consecuencias de esto en la naturaleza.

El capitalismo industrial ha devastado el mundo durante más de dos siglos. Está socavado por contradicciones internas, entre las cuales la primera es el uso de tecnologías que, al reemplazar a los trabajadores, aumentan las ganancias en el corto plazo, pero agotan la fuente última de toda ganancia: la explotación de la fuerza de trabajo. Durante cincuenta años, el capitalismo ha sobrevivido esencialmente gracias a un endeudamiento que ha adquirido dimensiones astronómicas. Las finanzas no son la causa de la crisis del capitalismo, al contrario, lo ayudan a ocultar su falta real de rentabilidad, pero al precio de construir un castillo de naipes cada vez más tambaleante. Podríamos entonces preguntarnos si el derrumbe de este castillo se debió a causas “económicas”, como en 2008, o ecológicas.

Con la epidemia apareció un factor de crisis inesperado: lo esencial no es, sin embargo, el virus, sino la sociedad que lo recibe. Sea la inadecuación de las estructuras sanitarias afectadas por los recortes presupuestarios o el papel de la agricultura industrializada en la génesis de nuevos virus alimentarios, sea el increíble darwinismo social que propone (y no solo en los países anglosajones) sacrificar a los “inútiles” a la economía o la tentación de los estados de ampliar sus arsenales de vigilancia: el virus arroja un cruel rayo de luz sobre los oscuros callejones de la sociedad.

En todas partes, también, los efectos del virus muestran cómo la situación de la clase sostenida por la ganancia, en la que se constituye la burguesía mundial, será menos peor que la de los millones de habitantes de los barrios marginales, de los Estados fallidos, de los periferias o de las clases sociales más pobres abandonados a su suerte en los centros capitalistas. ¿Favorecerá el virus un proceso de aprendizaje colectivo?

Nadie sabe. Sin embargo, muchos son los que ya experimentan el hecho de que hay muchas cosas sin las cuales podemos seguir viviendo sin perder lo esencial. Menos trabajo, menos consumo, menos desplazamientos frenéticos, menos contaminación, menos ruido... ¡Que conservemos lo positivo de esta crisis! Escuchamos muchas propuestas razonables en estos días, en todos los dominios. Veremos si son como las resoluciones del capitán Haddock cuando jura no volver a beber whisky si escapa del peligro presente.

*Anselm Jape es profesor de la Academia de Bellas Artes de Sassari, Italia, y autor, entre otros libros, de Crédito a muerte: La descomposición del capitalismo y sus críticas (Hedra).

Traducción: daniel paván

Artículo publicado originalmente en el sitio web de Radio Francia, FranciaCultura

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