GPT Chat te robará el trabajo

Imagen: Andrew Neel
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por ARTURO COELHO BEZERRA*

La sustitución del trabajo humano no es culpa de la tecnología, sino de la forma en que se utiliza en el sistema capitalista.

La explotación del trabajo humano mediante la extracción de plusvalía, es decir, tiempo de trabajo no remunerado, es una comprensión fundamental de la crítica de Marx a la economía política, que produce una ruptura epistemológica entre la economía política clásica y el análisis marxiano del modo de producción capitalista. Expresión acuñada por el pensador alemán para aprehender la dinámica socioeconómica de las formaciones humanas en su carácter histórico.

Según Marx, en el deseo de maximizar la extracción de plusvalía, el capitalista encuentra dos frentes de acción: uno de ellos es la ampliación de la jornada laboral, prolongando el tiempo en el que el trabajador excede el tiempo de trabajo necesario y continúa produciendo. valor añadido, a través de una cuántico de más trabajo. Marx llama a esta modalidad plusvalía absoluta. La otra modalidad, la plusvalía relativa, consiste en el uso de innovaciones tecnológicas para aumentar la productividad y reducir el tiempo de trabajo necesario para la producción de una mercancía, con la posibilidad de incorporar maquinaria que le cueste al capitalista menos que su gasto en fuerza de trabajo.

Este proceso da como resultado la sustitución del capital variable (mano de obra) por capital fijo o constante (máquinas, procesos automatizados, inteligencia artificial, etc.). La productividad de la máquina se mide así por el grado en que reemplaza la fuerza de trabajo humana, siendo la autovalorización del capital a través de la máquina "directamente proporcional al número de trabajadores cuyas condiciones de existencia aniquila".[i]

Por tanto, no es de extrañar que, junto al entusiasmo general por las infinitas posibilidades de aplicar procesos de inteligencia artificial en el mundo del trabajo, también se pueda notar, paralelamente, un temor en varios sectores profesionales ante las perspectivas de sustituir el trabajo en vivo. con trabajo automatizado. Después de todo, como recuerdan Marx y Engels en el manifiesto Comunista, "esta subversión continua de la producción, esta sacudida constante de todo el sistema social, esta agitación permanente y esta inseguridad distinguen la época burguesa de todas las anteriores".[ii]

En 2023, la popularidad de Chat GPT-4 (acrónimo de Transformador generativo pre-entrenado), un generador de textos en un modelo de lenguaje extensivo (Modelo de lenguaje grande) que genera respuestas en formato de ensayo a partir de un escaneo de información disponible en Internet, estuvo acompañado de un temor a los profesores, traductores, compositores, abogados, jueces, profesionales del marketing y las finanzas y otras ocupaciones que podrían ser sustituidas. ¿El lector que ejerce alguna de estas profesiones amenazadas por el desarrollo de la tecnología debería concluir entonces que un robot le va a quitar el puesto de trabajo?

Bueno, es posible que sí. Pero la culpa no es de la tecnología, sino de la forma en que se emplea en el sistema capitalista. Las máquinas, dice el filósofo brasileño Álvaro Vieira Pinto, “están incluidas en el proceso histórico de las sociedades que las producen, y de las cuales se convierten en índices, revelando así la extensión del proceso de percepción del mundo encarnado en ellas y las relaciones entre ellas. hombres, que los hicieron posibles”; en este sentido, “las consecuencias, buenas o malas, que se deriven de su uso no deben ser imputadas a ellos, ya que no son seres responsables, sino a sus dueños”.[iii] Como nos recuerda Marx, "aquí, como en todas partes, debe hacerse una distinción entre el aumento de la productividad que resulta del desarrollo del proceso social de producción y el que resulta de la explotación capitalista de este desarrollo".[iv]

Por lo tanto, es a la subsunción de la tecnología al modo de producción capitalista a lo que se deben atribuir las siguientes contradicciones señaladas por el pensador alemán en el siglo XIX, que siguen siendo empíricamente observables en el mundo digital del siglo XXI: “considerado Por sí misma, la maquinaria acorta el tiempo de trabajo, mientras que, utilizada de manera capitalista, aumenta la jornada de trabajo; cómo, por sí solo, facilita el trabajo, mientras que, utilizado de manera capitalista, aumenta su intensidad; cómo, por sí solo, es una victoria del hombre sobre las fuerzas de la naturaleza, mientras que, utilizado de manera capitalista, subyuga al hombre a través de las fuerzas de la naturaleza (...)”.[V]

Por otro lado, GPT Chat también crea nuevos puestos de trabajo, ya que su lenguaje necesita, como dice el acrónimo, cierta formación previa. La versión anterior de Chat, GPT-3, si bien producía textos coherentes gracias a su gran capacidad de procesar la información encontrada en la red mundial, escribía con frecuencia comentarios racistas, sexistas, homofóbicos y violentos –precisamente gracias a su capacidad de procesar la estiércol informativo encontrado en la red.

Para solucionar el problema, OpenAI, desarrolladora de la herramienta, tiene disponible el servicio de una empresa con sede en San Francisco, en el corazón de Silicon Valley, que utiliza mano de obra de países como Kenia, India y Uganda para trabajar como etiquetadores de datos (etiquetadoras de datos), clasificando contenidos inapropiados para empresas como Alphabet, Meta y Microsoft mediante la realización de las llamadas “tareas de inteligencia humana” (trabajo de inteligencia humana, o HIT). Según un informe de la revista Time, a los kenianos se les pagaba menos de 2 dólares la hora para que el lenguaje del chat de la empresa fuera menos tóxico.[VI]

La clasificación de los datos en el Chat GPT se realiza sometiendo a los trabajadores mal pagados a textos que describen gráficamente el abuso infantil, la tortura, la automutilación, los asesinatos, los suicidios y otros usos abyectos y traumatizantes del lenguaje humano, para que estos trabajadores etiqueten dicho contenido como inapropiado y hacer que la nueva versión de GPT Chat sea más resistente a la redacción ofensiva. La producción de un entorno digital menos tóxico, como el que hoy presenta Chat GPT-4, se hace a costa de la salud mental de estos guardianes del trabajo precario.

El expediente, lejos de ser inaugurado por OpenAI, forma parte del modus operandi das gran tecnología Contratación de mano de obra subcontratada en países periféricos, como se muestra en la película. Los limpiadores, de 2018, dirigida por Hans Block y Moritz Riesewieck, que sigue el día a día de los trabajadores en Filipinas responsables de eliminar vídeos inapropiados de YouTube y Facebook. Según Phil Jones, autor de Trabajo sin el trabajador: el trabajo en la era del capitalismo de plataforma, “La magia del aprendizaje automático es la rutina de etiquetado de datos. Detrás de los rituales de culto a la carga de Silicon Valley está el arduo trabajo de examinar el discurso de odio, anotar imágenes y mostrar algoritmos sobre cómo identificar a un gato".[Vii]

Debajo del círculo infernal de los moderadores de contenidos inapropiados se encuentra el trabajo aún más dantesco y nada innovador de extracción de minerales valiosos, como el coltán y el oro, para la industria electrónica. Resultado de una mezcla de dos minerales, la columbita (de la que se extrae el niobio, que tiene propiedades superconductoras) y la tantalita (de la que se extrae el tantalio, utilizado en la fabricación de pequeños condensadores), el coltán es un mineral metálico utilizado en la mayoría de dispositivos electrónicos. como teléfonos inteligentes, portátiles y otros ordenadores, ya sean portátiles o a bordo (como en cohetes y estaciones espaciales). Los filamentos de oro, excelente conductor de la energía eléctrica y térmica, no pueden faltar en la producción de iPhones, iMacs y iPads.

Como dicen Deivison Faustino y Walter Lippold en el libro Instigador colonialismo digital (Boitempo), “no hay hardware sin software”: refiriéndose a Frantz Fanon, que ve el colonialismo como un rasgo fundamental para el desarrollo de la democracia y la tecnología en las grandes ciudades europeas, los autores afirman que “el colonialismo digital garantiza el funcionamiento normal de nuestros teléfonos inteligentes y sistemas de navegación aérea. Un fenómeno que sólo es posible mediante la creación permanente de mundos de muerte en territorios de extracción de materias primas esenciales para la industria electrónica, como las minas del lago Kivu, en la frontera del Congo con Ruanda y Burundi”.[Viii]

Como la ley brasileña, hasta 2023, se basaba en la declaración de buena fe del vendedor para legitimar la venta de oro brasileño en el mercado, es difícil precisar el porcentaje de oro extraído ilegalmente de reservas indígenas (como las yanomami) que está contenido. en cada teléfono inteligente. La misma dificultad surge al calcular la cantidad de trabajo no remunerado que está presente en la extracción de coltán de las mayores reservas de este mineral en el mundo, ubicadas en la República Democrática del Congo, escenario de una guerra civil que involucra la propiedad de las minas. (entre otras cuestiones étnicas y territoriales) que se extiende desde hace años en el país africano.

Lo que no es razonable es ignorar las prácticas de minería ilegal de oro en Brasil y la explotación de mano de obra esclava y semiesclava en el Congo como expedientes necesarios para la producción de dispositivos electrónicos que brinden acceso al mercado mundial de Internet. Antes del dado, está el mineral; o, como afirma Ricardo Antunes, “el punto de partida del trabajo digital se encuentra en el arduo trabajo que realizan los mineros”.[Ex] Tales actividades están en la lista del trabajo precario del siglo XXI, que se esconde bajo el velo ligero y aparentemente inmaterial del capitalismo digital que se disuelve en la “nube”.[X]

*Arturo Coelho Bezerra Profesor del Programa de Posgrado en Ciencias de la Información del IBICT-UFRJ.

Notas


[i] Karl Marx El capital: crítica de la economía política. Libro I: el proceso de producción del capital (Boitempo, 2017, 2ª edición), p. 502-3 (https://amzn.to/44uz8wl).

[ii] Carlos Marx y Federico Engels, El Manifiesto del Partido Comunista (Boitempo, 2010), pág. 43 (https://amzn.to/45LoS3P).

[iii] Álvaro Vieira Pinto. El concepto de tecnología – volumen I (Contrapunto, 2005), pág. 106-107 (https://amzn.to/3Pd67AT).

[iv] Marx, 2017, pág. 494.

[V] Marx, 2017, pág. 513.

[VI] https://time.com/6247678/openai-chatgpt-kenya-workers/

[Vii] phil jones, Trabajo sin el trabajador: el trabajo en la era del capitalismo de plataforma (Verso, 2021), pág. 8. (https://amzn.to/3OUKu6Y)

[Viii] Deivison Faustino y Walter Lippold, Colonialismo digital: hacia una crítica hacker-fanoniana (Boitempo, 2023), pág. 86-87 (https://amzn.to/3YRp27r).

[Ex] Ricardo Antunes, El privilegio de la servidumbre: el nuevo proletariado de servicios de la era digital (Boitempo, 2018), p. 20.
https://amzn.to/3ssEvPk

[X] Extractos del artículo “Tecnología y trabajo precario: crítica a la economía política del capitalismo digital” (Revista O Social em Questão, nº 58, enero-abril de 2024, en prensa)


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