por ALINE MAGALHÃES PINTO*
Comentario al libro recientemente publicado de Luiz Costa Lima
Luiz Costa Lima es un autor que no necesita presentación. Perteneciente a una generación de críticos literarios que incluye nombres como Alfredo Bosi, Davi Arrigucci Junior, Haroldo de Campos, José Guilherme Merquior, Roberto Schwarz y Silviano Santiago, Costa Lima se destaca por su incansable labor teórica. El más reciente emprendimiento del autor acaba de ser publicado por la Unesp:El terreno de la mente: la pregunta para la ficción.
En la primera década del siglo XXI, Costa Lima se destacó por al menos tres libros ineludibles para cualquier interesado en la teoría literaria: la reunión de títulos El control de lo imaginario, Sociedad y discurso ficcional, y con El pretendiente y el censor, publicado en la década de 1980 en trilogía de control (2007); Mímesis: desafío al pensamiento (2003); Historia. Ficción. Literatura (2006). El conjunto de libros inmediatamente posterior, formado por El control del imaginario y la afirmación de la novela (2009); Ficción y el poema (2012) y Grietas: teorizando en un país periférico (2013) representa claramente la ampliación del campo de incidencia de mimetismo y cuestionando los límites de representación-efecto que se habían trazado a finales del siglo XX y la primera década del XXI.
En 2016, Los ejes del lenguaje, dedicada en exclusiva al pensamiento de Hans Blumenberg, marca el punto de una nueva inflexión en la reflexión de LCL, abriendo un nuevo abanico de interrogantes que aparecen en el conjunto formado por melancolía (2017); mimesis y entorno(2017); la insistente inconclusa (2018); límite (2019). Atravesando temáticas y analizando textos ficcionales bastante diferentes entre sí, Costa Lima mantiene el rasgo que constituye una especie de firma en la obra: un riguroso tratamiento teórico de la ficción que sostiene y convive con la exigencia de una comprensión específica de la mimetismotu idea genial. La referencia al libro de Paul Valéry quizás podría constituirse en una alusión pertinente a una reflexión que se reformula continuamente, sin encontrar nunca la forma de un tratado o una teoría acabados, pero que tiene un hilo conductor finamente afinado y constante como el tic-tac de un reloj que no da tregua.
el piso de la mente consolida la elaboración de un paradigma para la teoría de la literatura y los estudios literarios. El elemento central de este paradigma es la mimetismo y su protagonismo dirige la teorización hacia los fundamentos de la ficcionalidad. No podía ser de otra manera, para el mimetismo es un proceso que se materializa en forma de ficción, aunque no se limite a ella. La ficcionalidad, a su vez, constituye un tipo de fenómeno que baraja los campos discursivos sobre los que se construye.
Homenaje a las reflexiones de Foucault, Costa Lima piensa en las formaciones discursivas, ficcionales y no ficcionales, como formas de interferencia y composición de realidades. Ningún discurso es una adaptación comunicativa de una realidad. La diversidad de formas discursivas -científicas, históricas, sociológicas, antropológicas, ficcionales, y que difícilmente se formalizan en el discurso cotidiano- supone que la relación con el mundo, permeada por el lenguaje, asume distintas modalidades de configuración al mismo tiempo que obstruye la posibilidad de afirmando un ámbito real al que se opondría la ficción.
La ficción no es lo contrario de la realidad: la ficción actúa como agente de puesta en perspectiva de las verdades que ofrecen distintos discursos que, siguiendo determinadas aporías, construyen las verdades parciales que constituyen la experiencia humana. Y este es el poder de la perspectiva que, paradójicamente, eleva el fenómeno ficcional y dificulta su teorización: como lugar privilegiado para hacernos ver la fragilidad de las verdades que ofrecen las formaciones discursivas, la ficción se convierte en la experimentación radical de la contingencia. Es decir, el discurso ficcional pronuncia su contenido como si fuera verdad, pero no se guía por la verdad y no se somete a la verdad. Esta potencia que desafía la verdad, sin convertirse por ello en falsedad, hace de la ficción un concepto difícil, esquivo, provocador, abrumador.
La ficción es esta forma discursiva singular y tan fascinante que la mayoría de quienes se dedican a teorizarla terminan construyendo reflexiones que se enredan con la fascinación que despierta por lo negativo de su experiencia. De esta manera, lo ficcional se tematiza como un velo-revelador que conduce, o bien a un silencio irreductible e inefable, o refleja una determinada realidad social. Esta relación se despliega históricamente como la construcción del topos del arte como velo o manto que cubre y, por eso mismo, es la verdad. Liberado, en la Modernidad, de las reglas de la proporción y del conjunto, el arte no lo fue, sin embargo, de los “aguijones de la verdad” y este camino coloca la dimensión estético-ficcional bajo el peso de la dimensión ético-religiosa. El esfuerzo por conciliar imágenes y secuencias narrativas con un principio extrínseco de verdad está en la base de lo que Costa Lima llama control de lo imaginario: un mecanismo de consentimiento social a través del cual se acepta la circulación de un artefacto que difiere de la “verdad”. siempre y cuando se domestice lo ficcional, justificándolo desde ese principio.
El camino paradigmático elaborado por Costa Lima toma otro camino. Y el libro recién estrenado está dedicado a exponer y argumentar las delimitaciones y principios epistemológicos necesarios para el tratamiento teórico de la ficción según este paradigma. Por lo tanto, el piso de la mente es un libro que presenta los fundamentos de una discusión teórica sobre lo ficcional. Por tanto, un punto básico es la primacía del sujeto individual. El papel decisivo que la tradición occidental asigna al sujeto constituido por la afirmación del yo (yo) tiene una implicación directa en la forma en que se teoriza la ficción. Y esta implicación es negativa, en el sentido de que el tema de la ficción se ha incrustado tanto en las repercusiones y expresiones sociales del yo que la ficción, en su especificidad, sigue necesitando teorización. Diluir la primacía del sujeto individual y revertir la hegemonía de la concepción sustancialista del sujeto que la sustenta es uno de los principios del paradigma propuesto por LCL.
No es casual que la apertura del libro esté dedicada a la problemática en torno al principio de la subjetividad moderna. La dinámica de la constitución de la subjetividad, desde su “despertar” con Descartes hasta la confrontación inherente a la filosofía de Nietzsche, es permeada por la presentación y discusión de una investigación reciente movilizada por A. De Libera. En su proyecto de arqueología del sujeto, De Libera cuestiona el lugar otorgado a la cogito cartesiano de Heidegger. Al no estar de acuerdo con el francés, Costa Lima aprovecha el debate que promueve para reafirmar el camino trazado en Mímesis: desafío al pensamiento en el que apuesta por una concepción fracturada del sujeto frente a la comprensión hegemónica que lo ve como egocéntrico.
El próximo capítulo continúa la investigación sobre la subjetividad. Pero, se aparta del planteamiento de la vía metacinética de conformación del concepto para adentrarse en un autor y su obra: Georg Simmel. Para Costa Lima, en el siglo XX, el pensamiento de Simmel se encuentra entre los que mejor elaboraron y fortalecieron la posición hegemónica que postula un sujeto unificado en sí mismo y que, a partir de ese egocentrismo, se proyecta en el pensamiento que lo constituye. Además, a lo largo del argumento, Costa Lima demuestra cómo Simmel, en su búsqueda por conciliar objetividad y subjetividad, establece un a priori propio de la escritura de la historia, deja de lado la tematización de lo ficcional. Y, lo más importante: el éxito de tu emprendimiento depende de esta ausencia teórica.
La rectificación del trascendentalismo kantiano llevada a cabo por Simmel supone la presencia de un yo absoluto que asume su condición de dueño indiscutible de su libertad y verdad, al mismo tiempo que resulta de que la alteridad misma es un a priori que especifica y da unidad a la personalidad. Ciertamente, la personalidad no es un valor universal, pero es unicidad cualitativa e irreductible. El pensamiento de Simmel, siguiendo una tendencia equilibrante, conduce la plasticidad de un yo que va más allá de sí mismo a la afirmación de un plano metafísico, o en palabras de LCL: “Su sujeto egocéntrico lo llevó a una dimensión religiosa secularizada” (p. 165). ). Llegar a ella solo es posible ignorando que, mientras en la práctica cotidiana, el yo es guiado por una “disposición espontánea” a hacer converger la pluralidad de sus roles en una unicidad que lo integra a su propia realidad social; en el reino de lo ficcional, esta armonización se rompe. En este sentido, Costa Lima no presenta una monografía sobre Simmel, sino que utiliza el debate con el pensamiento del autor alemán para demostrar la incompatibilidad entre la afirmación del sujeto individual y una teoría de la ficción.
La ficción no es la única dimensión de la experiencia antropológica que abre de par en par y sacude la concepción sustancialista del sujeto y la primacía del yo (yo). Reconocer esto permite a LCL avanzar hacia las bases de su aproximación teórica a la ficción. El índice buscado para esto se puede denominar mundo de los sueños. Frente a la escena social de la “vida de vigilia” en la que se sumerge la pluralidad plástica de la conciencia a través de una pantalla que tiene como criterio las normas sociales, la dimensión onírica también ofrece condiciones para comprender la variación de los yos que se oculta, consciente y/o o inconscientemente, en cada US. El capítulo dedicado a Freud ya la teoría sociopsicológica americana (Mead, Bateson, Goffmann) aclara la relación decisiva entre la dimensión psíquica y una teoría de lo ficcional.
Sigmund Freud ha sido un interlocutor fundamental de Luiz Costa Lima desde el comienzo de su trabajo como teórico literario. Esta interlocución no se debe sólo a la admiración porque el psicoanálisis freudiano es, además de una terapia, un pensamiento que explora la contradicción que rige la vida psíquica sin pretender reducirla a ninguna dialéctica. El pensamiento de Freud es un componente vital en el esfuerzo por repensar mimetismo emprendida por el autor hace 40 años. Esto sucede porque en las teorías psicoanalíticas la mimesis juega un papel central y no deriva de imitación (que marca el pensamiento occidental sobre el arte). A raíz de “la diferencia que existe entre el impacto de la reflexión freudiana en la elaboración teórica de la ficción y el área de estudios literarios denominada literatura y psicoanálisis, que no se guía por ningún interés especial en la mimetismo.
A lo largo de su argumentación en el piso de la mente, LCL demuestra cómo emerge en paralelo una teoría de la ficción análoga al descubrimiento freudiano y analiza en qué medida Freud es un investigador indispensable para una parte importante del territorio ficcional. Esto se debe a que las dinámicas que gobiernan la resistencia psíquica que actúa en el sueño, por ejemplo, permanecen en el ambiente no onírico. Es decir: la gama de la dinámica psíquica no se detiene en uno u otro ámbito de la acción humana, sino que está presente en todo lo que toca la mente humana.
Partiendo de esta observación general, el autor llega a un punto fundamental: “El rasgo umbilical, que encierra todo sueño, equivale, desde el punto de vista de la perspectiva general en que nos hemos metido, a decir: toda actividad ficcional es el resultado de un núcleo desconocido y su activación es el resultado de una actividad altamente compleja de la mente, así como de que tales realizaciones son sincrónicas a una cadena de experiencias: la experiencia vivida se combina con lo imaginario, uno y otro sufren el injerencia de los mecanismos de control – sobre la censura; lo experimentado se desconecta de su linealidad y, a través de imágenes visuales, se combina con otros instantes, dando como resultado un contenido cuya apariencia se confunde con el caos. Tanto en el sueño como en la ficción restringida, la intervención analítica o crítica constata su caoticidad, sin convertirlo en algo tragable por la conciencia” (p. 203-204).
Percibimos la sintonía entre la necesaria dilución de la primacía del sujeto individual y el énfasis dado por Costa Lima al descubrimiento freudiano como exploración del material psíquico cuando el autor brasileño destaca que la perspectiva teórica abierta por Freud se constituye en desacuerdo con el simbolismo. y desciframiento: los productos de la actividad psíquica no se codifican en función de una instancia de constitución interna que obedece a una ley oculta y preexistente (yo). Así, del mismo modo que “el sueño es un conglomerado geológico en el que cada fragmento de piedra requiere un análisis aislado cuyo desprendimiento coincide con su remoción”, “el trabajo sobre lo ficcional no será del orden de revelar algo oculto, sino un movimiento como el que existe entre mapa y territorio” (p. 204).
A través de esta conexión teórica entre explorar lo ficcional y explorar lo psíquico, se afirma el establecimiento de dos polos de la ficcionalidad: la onírica y la literaria libre y consciente (que provoca la experiencia estética). Entre estos dos puntos se encuentra lo estrictamente ficticio. Costa Lima construye un arco que va de lo onírico a lo literario y atraviesa lo ficcional. La disposición antropológica del material psíquico presente de un extremo al otro de este arco será tematizada, no sin cierta ironía, con el aporte de los desarrollos sociológicos de la teoría freudiana. La ironía está en que LCL solicita el aporte teórico de esta sociología para despojarse del enfoque sociológico de lo ficcional. El examen y tratamiento de lo ficcional se enriquece con el análisis de roles sociales, encuadres (marco) y juegos (PLAY) ya que contribuyen a la comprensión de la cláusula del como si. A través de estos estudios, dice Costa Lima, el camino abierto a la ficción por la dimensión del inconsciente no se restringió al ámbito científico-filosófico.
Parece ser una característica que acompaña al desprecio por teorizar el hecho de que se trata de una indagación teórica confundida con el ámbito de la filosofía, como si la reflexión teórica fuera una especie de práctica filosófica. estilo libre. Esto sucede con la teoría de la historia y con la teoría de la literatura, áreas en las que Costa Lima actúa e influye fuertemente.
El cuarto capítulo del libro retoma las características de la historia intelectual periférica que conducen al rechazo de la teoría por la afirmación del arte y la literatura como producto de la sociedad, por lo tanto, objeto por excelencia de una sociología historicista que busca extraer de lo artístico y artefactos literarios un contenido verdadero sobre esa sociedad. Esta comprensión, hegemónica en los ambientes universitarios, actúa como índice de obstrucción a la comprensión de lo ficcional, ese fenómeno que desgarra la verdad. mediante apariencia y forma, sin sucumbir a lo inaudito de existencias inexistentes ni subordinarse a factores de reconstitución socio-histórica de un determinado entorno.
La ficción no debe confundirse con lo oculto, ya que está arraigada en los modos de representación: la ficción es lo que se presenta, a través de una red de semantización colectiva, formada por diferentes códigos socioculturales, reordenados, reconfigurados, colocados en otra perspectiva. O, en palabras del propio Costa Lima: “en la ficción, el sentido sólo se establece gramaticalmente. Ante la inexistencia de su referencia efectiva, el lector se permite llevarla a cabo. Su condicionamiento subjetivo socava la demanda habitual de verdad: provoca la vergüenza que acompaña a la reflexión sobre lo ficcional” (p. 248).
El libro acaba cumpliendo el propósito declarado de tocar los huesos de lo ficcional, volviendo a la fértil formulación de Coleridge que infiere a la ficción el efecto de “suspensión de la incredulidad” para llegar a la ineludible contribución de W. Iser a una teoría de lo ficcional. El proyecto de antropología literaria de Iser se muestra fundamental por el modo en que aborda la indisposición que representa lo ficcional en relación con el principio de realidad, convirtiendo la cláusula de la como si – elaborado por H. Vaihinger dentro de un proyecto que ubica lo ficcional entre el dogma y los instrumentos de cálculo –, en un esquema para comprender todo el proceso de lo ficcional, permitiendo llegar a la forma en que la ficción transgrede y expande lo real. Marcando la divergencia con Iser, en cuanto a la mimetismo, a la que el autor alemán otorga un carácter performativo, LCL logra dejar claro cómo partió de las proposiciones de Iser para afirmar la base metafórica de lo ficcional y establecer la diferencia entre lo que denomina ficción interna y ficción externa.
El último capítulo trae la reflexión que entrelaza los resultados más recientes de la investigación de Costa Lima sobre lo ficcional con el concepto de control de lo imaginario, acuñado en la década de 1980. y capacidad creativa desde Descartes hasta los románticos, LCL abre la perspectiva del control para contribuir a discusiones más recientes sobre la autonomía de la ficción: dado que la ficción es una modalidad discursiva autónoma, el crítico debe confrontar el lenguaje como un principio de construcción y no como una simple agencia de contenido. En este sentido, la autonomía no se dirige al servicio de una institución o de un conjunto de valores específicos, sino que actúa en pro de la exploración crítica de las disonancias.
En efecto, es siguiendo esta postura que, aun en un libro decididamente teórico, Costa Lima puede afirmar: “Entendiendo el régimen democrático como la forma de gobierno que se difundió después de la Revolución Francesa, cabe agregar que, como índice Sobre lo negativo Por otro lado, en un régimen democrático, la legitimación de latifundios, fideicomisos, monopolios implica dar cobertura legal a la arbitrariedad social. En los países económicamente avanzados, la "legalidad" así alcanzada llevó, en una década reciente, al paradójico resultado de que las masas más desfavorecidas se aliaran con los grupos más conservadores en la elección de candidatos que, alzándose contra principios elementales de la ley de pueblos y acuerdos internacionales internacionales, dan la impresión de favorecer a los nativos más desfavorecidos. Tal alianza es bastante reciente para que nos aventuremos a predecir lo que sucederá. En los países periféricos capitalistas, tomando como modelo lo que sucede en Brasil, las masas pobres, sometidas a la violencia cotidiana de narcotraficantes y policías, se suman a las clases medias y ricas en la elección de personas bestiales que, en pro de la represión estatal y en nombre de combatir la violencia callejera, promover la legalidad cínica del statu quo. También es demasiado pronto para saber adónde va todo esto” (p. 106).
La crítica del contexto político también incorpora el estado actual de las tecnologías de la comunicación social que no hacen nada por erradicar la hostilidad hacia lo ficcional. Fenómenos como noticias falsas, posverdad y falsificaciones profundas se vuelven más dañinas en la medida en que se mantiene la incomprensión de la función del lenguaje más allá de ser un vehículo de comunicación. Sin embargo, como afirma Costa Lima, si aún es pronto para saber hacia dónde vamos, esa indeterminación es la posibilidad de que el piso de la mente puede representar un aporte muy importante para la teoría de la literatura y los estudios literarios, además de ser otra pieza decisiva en la construcción del legado intelectual de este pensador brasileño.
*Aline Magalhaes Pinto Profesor de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada de la UFMG.
referencia
Luis Costa Lima. El terreno de la mente: la pregunta por la ficción. São Paulo, Unesp, 2021, 328 páginas.