por PAULO FERNANDES SILVEIRA*
Antiguo ritual de purificación, cuando una calamidad sobrevenía a una ciudad, que señalaba la ira de los dioses, la gente elegía a una persona para que fuera su veneno y su medicina.
“¿Nunca haremos nada más que confirmar la incompetencia de la América católica, que siempre necesitará tiranos ridículos?”
(Caetano Veloso).
Históricamente, sostiene Aristóteles, las tiranías se caracterizan por gobiernos en los que un monarca tiene poderes desproporcionados sobre todas las personas y toma sus decisiones sin respetar ninguna ley (1995, p. 299). La tiranía surge de formas extremas de corrupción en gobiernos democráticos u oligárquicos (Ibidem, p. 391). En ocasiones, los tiranos utilizan la demagogia y el odio que el pueblo tiene hacia los ricos para obtener apoyo popular (Ibidem, p. 360). No es casualidad que Aristóteles defina la ciudadanía como la capacidad de mandar y ser mandado (Ibidem, p. 186). En principio, una sociedad de ciudadanos plenos no daría la bienvenida voluntariamente a un gobierno tiránico que vetara cualquier ejercicio del poder.
Los antiguos asociaban la tiranía con el despotismo. La etimología de la palabra griega. tiranos es incierto (CHANTRAINE, 1968, p. 1146). Para Vidal-Naquet, esta palabra se refiere a alguien que llega a ser rey por casualidad (1999, p. 279). El término griego déspotas se remonta a la palabra sánscrita amortiguador [patio (jefe) + dán (casa)] (CHANTRAINE, 1968, p. 266). En estos términos, se puede decir que el tirano gobierna como si fuera el cabeza de familia y el amo de esclavos. En sus análisis, Marilena Chaui sostiene que, asumiendo una forma de poder propia del espacio privado, el tirano termina convirtiéndose en usurpador de todo lo que pueda formar parte del espacio público (1992, p. 358).
Probablemente el tirano más conocido de la literatura sea el Edipo de Sófocles. En la interpretación de Jean-Pierre Vernant, la tiranía de Edipo tiene una serie de similitudes con el papel desempeñado por el farmacos: el chivo expiatorio que debe ser sacrificado para que pueda reanudarse la fertilidad de la tierra, los rebaños y las mujeres (1999, p. 85). Antiguo ritual de purificación, cuando una calamidad sobrevenía a una ciudad, que señalaba la ira de los dioses, explica Jacques Derrida, el pueblo elegía a una persona para que fuera, al mismo tiempo, su veneno y su medicina (2005, p. 80-4). .
Al comienzo de la tragedia de Sófocles, el pueblo de Tebas expresa su confianza en que Edipo podrá purificar y salvar la ciudad del mal. miasma, de la desgracia que le aqueja (Edipo el rey, vv. 20-30). Por tanto, el tirano es visto como un médico y no como un veneno que debe ser expulsado. Además, el pueblo delega en Edipo el poder de identificar, perseguir y expulsar a todo aquel que pueda estar contaminando la ciudad. Además, los tebanos consideran a Edipo un sabio con cualidades de dios y, en la tradición de farmacos, el chivo expiatorio suele ser alguien que la ciudad desprecia.
Según Vernant, las ambigüedades son parte de esta tragedia. La misma sociedad ateniense que anualmente sacrifica a personas pobres y degradadas en el ritual de farmacos, envía al exilio a personas admiradas en la ciudad, con la práctica del ostracismo (1999, p. 88-93). La mayoría de los castigados fueron políticos o generales, pero algunos artistas e intelectuales influyentes, como Dámon, Fidias y Tucíditas, también fueron condenados al exilio. Por otra parte, en el farmacos, la persona elegida por el pueblo como chivo expiatorio era tratada como un rey hasta el momento del sacrificio.
Para reforzar esta idea, Vernant trae el farmacos de los griegos a Saturnales desde los romanos, fiestas en las que una persona, designada como anti-rey, era expulsada o condenada a muerte (1999, p. 92). Hacia Saturnales Formaron parte del calendario de fiestas populares romanas durante mucho tiempo. Estaban destinados a honrar a Saturno, el dios relacionado con la agricultura. En el breve y próspero reinado de Saturno, conocido como la Edad de Oro, explica Frazer, la esclavitud y la propiedad privada no existían, y la gente compartía todas las cosas (1990, p. 583).
Algunas huellas del reinado mitológico de Saturno marcan el Saturnales Romanos. Durante los siete días de fiestas, del 17 al 23 de diciembre, se abolía temporalmente la distinción entre clases libres y serviles y los esclavos podían compartir la mesa con sus amos e insultarlos (FRAZER, 1990, p. 583).
Según Toboso, estos ritos de inversión y transgresión social evocan una hipotética liberación de Saturno, quien fue enviado al exilio tras perder el poder (2002, p. 382). En la mitología griega, el dios Cronos, que corresponde al dios romano, fue encarcelado por su hijo en el inframundo (Ibidem, p. 382). Tomando como modelo el próspero reinado del monarca, en Saturnales, todos podían comer, beber y tener citas sin ninguna restricción (Ibidem, p. 399).
Una de las prácticas comunes en Saturnales fue el intercambio de regalos entre hombres libres y esclavos. En el marco de estas donaciones, se ofrecía el sacrificio de una persona al dios Saturno (TOBOSO, 2002, p. 392). Durante el festival, señala Frazer, se instauró una especie de república teatral, comandada por un rey ficticio, encargado de emitir mandatos divertidos y cómicos, tales como: que los sujetos beban, canten, bailen o pronuncien discursos contra sí mismos (1990, p. .584). En el siglo IV de la era cristiana, algunos Saturnales comienzan a asociar el ritual del sacrificio con la persona designada para ser el rey ficticio. En este caso, tras su breve reinado, el propio soberano fue decapitado al final de la fiesta (Ibidem, p. 584).
Influenciado por el folclore local, destaca Bajtín, el Saturnales atravesó la Edad Media (1987, p. 71). Poco a poco, la Iglesia católica buscó sustituir o incorporar estas fiestas populares (Ibidem, p. 68). En los primeros siglos del cristianismo surgió la “fiesta de los locos”, en la que se nombraban obispos y papas de la risa ficticios, manteniendo así la inversión social de Saturnales (Ibídem, pág. 70). En el Renacimiento, la persona designada por el pueblo para dirigir las fiestas paganas se presenta como un rey bufón, burlado, golpeado y vilipendiado por el mismo pueblo cuando termina su reinado; Actualmente, en algunos países europeos y latinoamericanos, un muñeco de carnaval es degradado, despedazado y quemado en las fiestas de fin de año (Ibidem, p. 172).
Además de convertirse en una obra atemporal, Edipo el rey, o, más precisamente, Edipo tiranos, fue una protesta contra las leyes y costumbres de su época. Acercando el ostracismo a farmacos, Sófocles parece sugerir que, en ambos casos, se trata simplemente de encontrar un chivo expiatorio. La elección popular no se basa, por tanto, en las cualidades o falta de cualidades morales o políticas de la persona que debe ser expulsada o sacrificada. Desde esta misma perspectiva, la función principal de los reyes tiránicos elegidos para comandar las festividades en Saturnales y en los carnavales es para expiar las más variadas culpas acumuladas por los ciudadanos. Curiosamente, muchos tiranos designados por el pueblo para ejercer efectivamente el poder han enfrentado destinos similares.
*Paulo Fernández Silveira Profesor de la Facultad de Educación de la USP e investigador del Grupo de Derechos Humanos del Instituto de Estudios Avanzados de la USP.
Texto publicado originalmente en el sitio web. Psicoanalistas para la democracia.
Bibliografía
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Chantraine, Pierre. Diccionario etimológico de la lengua griega. París: Éditions Klincksiek, 1968. [https://amzn.to/3Sutqqi]
CHAUI, Marilena. Público, privado, despotismo. En. NOVAES, Adauto (org.). Ética. São Paulo: Companhia das Letras, 1992, pág. 345-390. [https://amzn.to/4bvhU6J]
DERRIDA, Jacques. La farmacia de Platón.. São Paulo: Iluminuras, 2005. [https://amzn.to/3SR40EL]
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TOBOSO, Juan. La participación de los esclavos en las fiestas del calendario romano. 2002. 541 y sigs. Tesis (Doctorado en Historia Antigua). – Facultad de Geografía e Historia. Universidad Complutense de Madrid, Madrid, 2002.
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VIDAL-NAQUET, Pierre. Edipo en Atenas. En. VERNANT, Jean-Pierre; VIDAL-NAQUET, Pierre. Mito y tragedia en la antigua Grecia. São Paulo: Perspectiva, 1999, pág. 267-285.
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