por FABRICIO MACIEL*
No falta conocimiento geológico, político, económico y otros conocimientos científicos que no apunten a la dirección equivocada de la historia moderna.
Es imposible no conmoverse al ver las tristes escenas provenientes de Rio Grande do Sul, lo que se presenta como una gran tragedia natural, en narrativas sensacionalistas como Fantástico, en. Red globo, de hecho también es un delito. La caracterización del hecho como tal, sin embargo, requiere cierta reflexión, más allá de las imágenes a primera vista.
De hecho, lo que estamos presenciando es uno de los frutos más perversos y peligrosos del nuevo sistema económico y cultural global que he definido como “capitalismo indigno”. Con esta expresión busco tematizar el nuevo capitalismo que, desde los años 1970, se ha especializado en naturalizar la devaluación de la vida humana en su conjunto, incluso en los llamados países centrales. Hoy, en Europa, por ejemplo, nadie puede decir que está “seguro”. La seguridad es un sentimiento del pasado.
Uno de los más grandes pensadores de las últimas décadas, Ulrick Beck (2011), fue incisivo y visionario al desarrollar, allá por los años 1980, su conocida tesis de la sociedad del riesgo. En otras palabras, el autor estaba mostrando el futuro cercano y altamente peligroso de la vida en el planeta en su conjunto, producido por los errores del capitalismo indigno. Para el autor, en el período actual, que definió como “segunda modernidad”, las sociedades contemporáneas producirían mucho más “riesgo” que desigualdad.
Mal interpretado por algunos críticos, lo que el autor quería decir no es que el capitalismo ha dejado de producir desigualdad, que siempre será uno de sus efectos centrales, sino que la cuestión del riesgo pasa a primer plano. Actualmente, ninguna región del planeta es completamente segura, aunque algunas lo son, por razones históricas, más seguras que otras.
Lo que vemos en las tristes imágenes de Rio Grande do Sul no es diferente. La rebelión de la naturaleza, resultado del calentamiento global y de cuestiones puramente políticas del capitalismo indigno, puede causar rápidamente efectos profundos en la vida de las personas. Puede colocar a millones de personas en una situación vulnerable en apenas unas horas, más allá de las condiciones de clase. Es claro que, considerando las desigualdades territoriales, los más pobres son los primeros afectados, ya que viven en los territorios más vulnerables. Sin embargo, ningún territorio es completamente seguro. Todos somos vulnerables.
La pregunta que queda sin respuesta es la siguiente: ¿hasta cuándo entenderán el sistema político y las élites económicas, que en la práctica dictan los caminos de la humanidad, que es necesario detener la gran máquina del capitalismo indigno? ¿Llegaremos al límite de riesgo para que esto suceda? La respuesta parece ser un espantoso sí. No parece haber ninguna fuerza política y económica consciente que quiera afrontar el problema más grave de la humanidad, que es exactamente la destrucción de nuestro hogar.
Nadie puede decir, en este sentido, que no fuimos advertidos. No faltan conocimientos científicos en geología, política, economía y otras ciencias sociales y naturales que no apunten a la dirección equivocada de la historia moderna. Actualmente, la discusión sobre el Antropoceno o, como prefiere Jason Moore (2022), el “capitaloceno”, deja claro que hemos llegado a un momento en el que ya no es posible permitir que la máquina del capitalismo se impulse desenfrenadamente. Algo realmente malo va a pasar. De hecho, ya está sucediendo.
El sociólogo alemán Klaus Dörre (2022) es uno de los que fue incisivo al mostrar que estamos ante una doble crisis económico-ecológica que requiere, especialmente en los países centrales, poseedores de la mayoría del capital y del poder en el mundo, alguna acción urgente. Sin embargo, no hay nada concreto que garantice la posibilidad de que este tipo de acciones surjan desde el Atlántico Norte. Quizás sea en el cono sur del mundo, donde ocurren la mayoría de las “tragedias”, donde tenemos la posibilidad de alguna reacción efectiva. Al menos en la dimensión de la solidaridad, hemos visto varias acciones en todo Brasil, a favor de nuestros hermanos del sur.
Sin embargo, no debemos romantizar la solidaridad, que es, sin duda, indispensable en tiempos de tragedia y sufrimiento humano. La acción del Estado es necesaria y fundamental. Él es quien tiene la responsabilidad y legitimidad de actuar en defensa de la sociedad, no dejando a esta indefensa siendo responsable de sí mismo. Además, como destacó recientemente Hartmut Rosa (2024), en una discusión sobre el contexto de la pandemia, el Estado no sólo es responsable y legítimo, sino que simplemente puede actuar, más allá de teorías pesimistas que no creen en su posibilidad de acción.
Otro sociólogo alemán, Stephan Lessenich (2018), también contribuyó significativamente a esta discusión al mostrar que las sociedades del Atlántico Norte de alguna manera siempre han logrado “externalizar” todos los riesgos producidos por el capitalismo moderno hacia su periferia. Esto garantizaba en gran medida un “modo de vida imperial” en las sociedades centrales, como muy bien lo definieron Ulrich Brand y Markus Wissen (2017).
Por último, es necesario decir claramente que no se trata simplemente de “tragedias”, aunque una dimensión considerable de fenómenos como este en el sur de Brasil pueda caracterizarse de esta manera. Este es también, en gran medida, el efecto de los delitos políticos y económicos.
En este punto, la discusión debe ir más allá del intercambio de acusaciones entre políticos y partidos, aunque, en gran medida, se evidencia cierta negligencia y negacionismo. Lo más importante, sin embargo, es comprender que el espíritu político general de nuestro tiempo, que orienta las acciones políticas efectivas, puede definirse por tener entre sus aspectos centrales el negacionismo ambiental, como lo destaca Carlos Atílio Todeschini en artículo en el sitio web la tierra es redonda. Ya no es cuestión de ver para creer. Ya lo estamos viendo y todavía no lo creemos. Ahora nos encontramos como los músicos del Titanic, tocando armoniosamente una hermosa canción, fingiendo que todo está bien, mientras el barco se hunde.
* Fabricio Maciel Es profesor de teoría sociológica en la Universidad Federal Fluminense (UFF). Autor, entre otros libros, de Brasil-nación como ideología. La construcción retórica y sociopolítica de la identidad nacional (Ed. Autógrafo). Elhttps://amzn.to/3wHrUtY]
Referencias
Beck, Ulrico. Sociedad del riesgo. Hacia otra modernidad. São Paulo: Editora 34, 2011. [https://amzn.to/3QQmmnU]
Marca, Ulrich: Wissen, Markus. Imperiale Lebensweise. Zur Ausbeutung von Mench und Natur im globalen Kapitalismus. Múnich: Oekom, 2017.
Dorre, Klaus. Teorema de la expropiación capitalista. São Paulo: Boitempo, 2022.
Lessenich, Stephan. Neben uns die Sintflut. Wie wir auf Kosten anderer Leben. Múnich: Piper Verlag, 2018.
Moore, Jason (Ed.) ¿Antropoceno o capitaloceno? Naturaleza, historia y la crisis del capitalismo. São Paulo: Editora Elefante, 2022.
Rosa, Hartmut. Aceleración. La encrucijada histórica del capitalismo tardío: un análisis sociológico de la crisis del coronavirus. En: Estanque, Elísio; Barbosa, Agnaldo de Souza; Maciel, Fabricio (Eds.) Clases de reelaboración en el diálogo Norte-Sur. Trabajo y desigualdades en el capitalismo post-covid. São Paulo: Editora da Unesp, 2024.
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