por CAPOTA ANNABELLE & VÍCTOR NEVES*
Comentario al libro recientemente publicado de Paulo Nakatani y Rosa Maria Marques.
Capitalismo en crisis trae una interpretación, reconocidamente posicionada en el campo de la crítica marxista de la economía política, sobre las determinaciones de la crisis económica en el capitalismo contemporáneo. Para Paulo Nakatani y Rosa Marques, la crisis capitalista solo es comprensible teniendo en cuenta el lugar actual y el peso de ciertas formas de existencia del capital, a saber, el capital que devenga intereses y el capital ficticio.
En este sentido, el libro busca presentar elementos para una comprensión de cómo tales formas asumieron centralidad en la determinación de las dinámicas de acumulación, constituyendo los principales definidores de las relaciones económicas y sociales en el capitalismo contemporáneo. Más específicamente, invitan al lector a reflexionar sobre una cuestión central: cómo el capital que devenga intereses, especialmente en su forma de capital ficticio, determina la dinámica de la acumulación capitalista en las últimas décadas y, con ella, la forma específica, “financiera”, asumido por las crisis del capital?
Este tema se aborda en cuatro capítulos, que se pueden considerar organizados en dos partes. La primera parte (capítulos 01 y 02) está dedicada a exponer los fundamentos con los que trabajan los autores. Llaman la atención sobre aspectos importantes del ser y movimiento del capital para comprender mejor la autonomización de las formas de capital, recurriendo, sobre todo, a los libros I y II d'La capital por marx.
Allí se expone que tanto el capital en general como los capitales particulares tienen su existencia determinada por la necesidad de valorización del valor, y dependen de cambios continuos de forma para que eso ocurra. El capital debe transformarse repetidamente de dinero en mercancías (medios de producción y fuerza de trabajo), que entrarán en el proceso productivo y se transformarán en nuevas mercancías preñadas de plusvalía, que, a su vez, se convertirán de nuevo en dinero (en cantidad mayor que la cantidad inicialmente adelantada).
Luego, cíclicamente: DMFTMP…P…M'-D'. El movimiento del capital se entiende, por tanto, como su cambio de forma, que es un requisito previo del proceso de valorización. Esto significa que cada vez que se interrumpe el movimiento de una parte del capital, esa parte del capital cesa, aunque sea temporalmente, de funcionar como capital y, en el proceso de producción, siempre hay una parte del capital detenida.
Este problema del cambio de forma y del paso por la producción (en el que se centró Marx, sobre todo, en el Libro II deLa capital), está en la base de un punto que es presentado por Nakatani y Marques y es de fundamental importancia: que “cada unidad individual de capital puede y debe estar continuamente y al mismo tiempo bajo las tres formas autónomas: capital dinerario, capital mercantil y capital productivo” (cap. 01, p. 11).
La parte que esté en forma de dinero, el capitalista no la atesorará: la prestará (aplicándola, por ejemplo, en títulos de deuda, o depositándola en un banco u operador financiero que, a su vez, invertirá en activos financieros), con el fin de que esta parte del capital devengue intereses, aun sin pasar por el proceso de producción comandado por él.
Surge así una separación entre el capitalista prestamista y el capitalista activo o en funcionamiento (desarrollada por Marx en la Sección V del Libro III deLa capital). Esto refuerza una forma particular de capital: el capital que devenga intereses. Los autores llaman la atención sobre el hecho de que se trata de una forma en la que el fetichismo y la cosificación asumen su grado más alto, ya que, en ella, el dinero genera más dinero (M-D'), sin ir más allá del punto de vista del prestamista, por la mediación de cambios de forma. Sin embargo, el aumento de dinero manifestado en interés se origina en la plusvalía creada en la producción por otra fracción del capital social.
La posición de los autores se hace eco de lo sostenido por Marx en el Capítulo XXI del Libro III d'La capital, cuando demuestra que el capital nunca aparece, en circulación, como tal. La riqueza capitalista se reduce en última instancia al mayor o menor poder de apropiarse del trabajo de otras personas: tal apropiación no tiene por qué tener lugar a través de la participación directa, en la producción, del capital particular a valorar. Puede ocurrir, por ejemplo, a través de la captura de la remuneración de capital prestado a interés, cuando estos son pagados por cierto capitalista que tomó un préstamo y que, de hecho, comanda un determinado proceso productivo problema de distribución de la plusvalía dentro de la clase capitalista.
Este último punto, lleno de consecuencias bien desarrollado por Marx en el Libro III de La capital (especialmente en sus Secciones IV y V), al mismo tiempo ayuda a comprender el desprendimiento e indica la conexión entre el llamado “mercado financiero” y la llamada economía “real” (generadora de bienes, empleo y rentas provenientes de de la producción de bienes y servicios)” (cap. 03, p. 45), y constituye uno de los presupuestos del libro de Nakatani y Marques.
Es a partir de este último que la segunda parte (capítulos 03 y 04) se centra en un examen de la categoría de capital ficticio y sus formas de manifestación en la actualidad. Más precisamente, los autores se decidieron en ese momento a explorar los desarrollos del siguiente punto: “en la medida en que el dinero pasó a representar valor, […] la búsqueda de ganar dinero sin pasar por las penurias de la producción [necesidad de cambiar forma de capital, tiempos de interrupción del movimiento, etc.]” (cap. 04, p. 55).
Proceden con el examen de las cinco formas particulares bajo las cuales se presenta hoy el capital ficticio: deuda pública; capital bancario; Capital social; derivados; las criptomonedas
Esta búsqueda de ganar dinero sin pasar por las penurias de la producción tensiona cada capital en particular, y está en la base del fenómeno que los autores denominan “hipertrofia del capital ficticio”. Tal hipertrofia se inicia, según ellos, en la década de 1950 en EE.UU. y la mitad de la década de 1960 en Europa, con el fenómeno de la “acumulación financiera” resultante de la “centralización de las utilidades no reinvertidas y del ahorro familiar en instituciones financieras con el objetivo de valorizarlos en forma de inversión en activos financieros (monedas, bonos y acciones)” (cap. 03, p. 41).
Los autores exponen los procesos que habrían contribuido a ello, hasta alcanzar, a partir de la década de 1980, lo que denominan la “ubicuidad” o “dominancia del capital de interés” sobre el capital industrial –que se define, a su vez, como “ el capital involucrado en la producción de bienes” (cap. 03, p. 53, nota 9). Además, señalan que este dominio habría sido técnicamente posible por la “formación de mercados integrados de divisas y capitales que, con el avance de la red informática, permitieron realizar negocios entre varios países casi en tiempo real” y “transferencias aceleradas de dinero”.capitales de una parte del mundo a otra, cuyos mercados financieros integrados funcionan las 24 horas del día” (cap. 03, p. 47).
Una vez que se establece tal dominio, los autores exploran tres consecuencias de largo alcance en la economía: el desarrollo del capital ficticio inhibe el capital productivo, ya que ofrece la posibilidad de altos rendimientos sin necesidad de inmovilizar el capital en la producción; se privilegia la rentabilidad del capital ficticio sobre la medición de las ganancias (lo que, se afirma, reduce el margen de política de largo plazo de las empresas y establece un compromiso entre los capitalistas y las fracciones superiores de los trabajadores asalariados) ; Los niveles de desempleo aumentan y presionan para reducir los salarios.
Estos puntos convergen en una situación en la que se busca compensar las dificultades de valoración de la producción en el ámbito productivo (por ejemplo: límite para la reducción de salarios y la ampliación de la jornada laboral) mediante la obtención de rentas en el ámbito financiero. Este fenómeno determina el movimiento de cada capital en particular, representando una tendencia del movimiento del capital en general, de tal manera que el centro dinámico de acumulación pasa a basarse en la expansión de formas de capital que devengan intereses, especialmente el capital ficticio (cap. .04, pág.55).
Esto lleva a un examen de la forma actual, aparentemente financiera, de las crisis capitalistas. Como resultado de la demostración anterior, los autores afirman que el dominio de las formas de capital rentable y ficticio no puede entenderse, como lo sostienen otras interpretaciones, como una mera distorsión del capitalismo, sino como un despliegue lógico de este modo. de producción y de vida.
La crisis de 2007-2008 está en el centro de este estudio, partiendo del relevamiento de sus antecedentes con la caída del Nasdaq en 2004 y extendiendo el análisis a las tendencias actuales. Luego de una exposición más detallada de los vectores que confluyeron para desencadenar esa crisis y las formas particulares en que se manifestó, pasamos a la discusión de las medidas tomadas para superarla y cómo resultó la situación de la economía mundial poscrisis. .
Esta exposición lleva a varios interrogantes, entre los cuales se encuentra si sería posible y deseable superar los problemas señalados manteniéndose en el marco del propio modo de producción capitalista. Si es así, ¿cómo? Si no, ¿cómo superar tal forma de vida? Son preguntas cuyas respuestas los autores prefirieron dejar abiertas, y se lanza el desafío al lector.
*Capó Annabelle, Doctora en sociología por la École des Hautes Études in Sciences Sociales (EHESS), es investigadora posdoctoral en el Programa de Posgrado en Política Social de la Universidad Federal de Espírito Santo (PPGPS-UFES).
*Víctor Neves, es profesor, vinculado al Departamento de Teoría del Arte y de la Música (DTAM) y al Programa de Posgrado en Política Social (PPGPS) de la UFES.
referencia
Paulo Nakatani y Rosa Marques. Capitalismo en crisis. São Paulo, Expresión Popular, 2020.