Por FRANCISCO TEIXEIRA Y RODRIGO CAVALCANTE DE ALMEIDA*
Consideraciones sobre las tres ediciones que componen La capital
Enmiendas introducidas por Engels a los manuscritos dejados por Marx
Entre las modificaciones realizadas por Engels, cabe mencionar (1) la sustitución del concepto de capacidad de trabajo por mano de obra; (2) capitalistas funcionales por capitalistas activos. Sin embargo, complementa Roth, “hay casos en que Engels incluso introdujo un término, si esos conceptos usados por Marx eran ambiguos o inconsistentes, por ejemplo, el de “capital de circulación” [circulacioneskapital], que juega un papel importante en el segundo libro, pero que no aparece en Marx” (Roth, 2015).
Otro tema que mereció gran atención por parte de Engels fue la problemática de “la relación entre el valor y la plusvalía con la ganancia, la tasa de ganancia, la ganancia media, así como las categorías de precios, como el precio de costo, el precio de producción y el precio de mercado”, tal como aparece en el manuscrito principal de 1864-5. “Marx se dedicó muy diligentemente al estudio de las relaciones entre tales categorías sin llegar a una presentación satisfactoria” (Roth, 2015), como revela la investigación MEGA II, que aparece como Introducción del Libro II. Según Roth, “Engels condensó esta multiplicidad de observaciones, desarrolladas a lo largo de más de 200 páginas, en el tercer capítulo de su edición, que tiene unas 20 páginas. Reunió los factores, los llamó factores principales, y unificó los ejemplos numéricos. No menos importante, trató con mucha cautela el concepto de “ley”, muy frecuente en los manuscritos de Marx; solo habló en su pasaje introductorio del enfoque de todos los casos “a partir de los cuales se pueden deducir leyes sobre la tasa de ganancia” y finalmente dejó al lector interpretar lo que podría o debería considerarse “ley” (Roth, 2015).
Otro ejemplo de la intervención de Engels en los manuscritos de Marx se encuentra en el Libro II. Engels, dice Roth, “eliminó los errores de conteo en los esquemas de Marx sobre la reproducción ampliada. Marx detuvo su argumentación después de que los resultados de sus ejemplos numéricos no correspondieran a sus hipótesis. Con sus correcciones a las consideraciones de Marx, Engels concilió sus hipótesis y ejemplos y así hizo posible que estos esquemas fueran considerados evidencias de un crecimiento equilibrado” (Roth, 2015).
De los cambios realizados por Engels, dos llaman mucho la atención: la idea de colapso y la caída inexorable de la tasa de ganancia. Roth destaca el peso que Engels atribuye a una teoría del “colapso de la producción capitalista, mediante la reformulación y colocación al final de un subítem intermedio, como si esta afirmación estuviera originalmente en Marx”. En la discusión sobre la tendencia a la caída de la tasa de ganancia, “Marx registró entre paréntesis la reflexión de que, a través de los procesos de centralización, la producción capitalista llegaría al “momento decisivo”, en él no actuarían las fuerzas descentralizadoras. Esta frase está en la mitad del tercer capítulo, que Marx no subdividió más (…). Engels eliminó los paréntesis, transformó las ideas en la conclusión del subítem titulado “I. Generalidades” y reemplazó “momento decisivo” por “colapso”. De esta forma, Engels asoció el concepto de “colapso” con la producción capitalista, que no se encuentra en ninguna parte, de esta forma, en el manuscrito marxista” (Roth, 2015).
Finalmente, cabe destacar un efecto similar ligado a la eliminación de diferenciaciones que aparece en la tercera parte del tercer libro, sobre la tendencia a la baja de la tasa de ganancia. “En el Manuscrito de 1864-5, Marx hizo consideraciones sobre la tasa de ganancia que no solo permanece constante, sino que también puede crecer, aunque solo “considerada de manera abstracta” (Marx; Engels, 2012a, p. 319; 2004, p. 227). Estos son indicios de que Marx ponderó y exploró varias posibilidades sin tomar una decisión concluyente. Engels decidió que era necesaria una aclaración e insertó la oración: "Sin embargo, como hemos visto, en realidad la tasa de ganancia cae a largo plazo". (Roth, 2015).
Heinrich va aún más lejos al concluir que la gran mayoría de los cambios realizados por Engels a los manuscritos del Libro III “no son de naturaleza meramente formal o estilística; engañan a los lectores sobre el alcance real de la reelaboración, ofrecen soluciones a problemas que el manuscrito dejó abiertos (¡sin reconocer que estas son las soluciones de Engels!) y, en algunos pasajes que podrían obstruir la interpretación de Engels, incluso alteran los argumentos del texto original. Por lo tanto, la edición de Engels ya no puede considerarse como el Libro 3 del Capital de Marx; no es el texto de Marx “en toda la autenticidad de su propia exposición”, como escribió Engels en el Addendum (MARX, 1985, p. 321), sino una edición fuerte de esa exposición, una especie de manual con una interpretación previa del manuscrito de Marx” (Heinrich, 2016, pág.41).
Engels lector de Marx: una antilectura
Independientemente de los cambios realizados por Engels a los manuscritos dejados por Marx, no se puede negar que su labor editorial fue fundamental, para que, hoy en día, los lectores de La capital podría tener una idea, aunque sea aproximado, del proyecto que tenía en mente su autor: el capital y sus diferentes momentos en un todo orgánicamente articulado. Sin este trabajo de edición, La capital se reduciría a la teoría de la producción. Ahora bien, el Libro I, que tiene por objeto la producción, sólo muestra cómo se produce la plusvalía. Metafóricamente, al leer el Libro I, el lector pasa todo su tiempo en el lugar del proceso de producción, donde allí se producen los bienes, todos saturados de plusvalía.
Si la crítica de la economía política realizada por Marx terminaba con el Libro I, el lector bien podría preguntarse: ¿qué importa abarrotar los lugares de producción de bienes, si lo que le interesa al capitalista es convertir su producción de valores en más dinero del que gastó para producirlos? Ahora bien, las mercancías son sólo soportes de la plusvalía producida por la clase obrera. Sin venderlos, el capitalista no tendría forma de devolver su dinero. Por lo tanto, necesita llevarlos a los puntos de venta; acompañándolos desde el piso de la fábrica hasta la Bolsa de Valores.
El Libro II trata precisamente de este proceso de realización de la plusvalía, o de transformación de la misma en dinero. Es allí donde Marx expone las determinaciones formales de la realización de la plusvalía creada por la producción, ya que el Libro II presenta la unidad entre producción y circulación, pero aún en su aspecto formal, es decir, centrándose en los cambios en las formas del capital monetario, productivo y mercantil. En este nivel de presentación, todavía no se trata de la realización efectiva (ganancia), sino solo de la realización formal de la plusvalía y no de la ganancia (efectiva).
En este sentido, la investigación emprendida por Marx en el Libro II aún no es suficiente para mostrar cómo ocurre el proceso de transformación de la plusvalía en ganancia; tampoco es demostrar cómo las diversas tasas de plusvalía se convierten en una ganancia media general y cómo las fracciones de capital se apropian de esta ganancia media. Este es el tema del Libro III. Sólo entonces entra Marx en la esfera más efectiva de la realidad y así (dialécticamente) supera la formalización del Libro II. Por eso el crédito sólo aparece en el Libro III. Si no se tienen en cuenta los diferentes niveles de abstracción realizados en La capital, y como se articulan en una totalidad, se cae en una lectura fragmentada y mutilada de la obra.
El Libro III investiga cómo las distintas fracciones de la clase explotadora, industriales, comerciantes, banqueros, etc., se apropian de su parte de la plusvalía total creada en la producción. Independientemente de la rama en la que operen estos diferentes estratos de clase, todos deben valorar su capital de acuerdo con una tasa de ganancia promedio general, que se impone a todas las unidades de capital, cualquiera que sea su tamaño y composición (relación entre la cantidad de capital constante y la de capital variable).
Por tanto, los capitalistas de las distintas esferas de la producción “no recuperan la plusvalía –ni, en consecuencia, la ganancia– producida en su propia esfera durante la producción de estas mercancías, sino sólo la cantidad de plusvalía –y, por tanto, la ganancia– que corresponde a cada alícuota del capital total mediante la distribución uniforme de la plusvalía total o la ganancia total producida en un intervalo de tiempo dado por el capital total de la sociedad en el conjunto de todas las esferas de la producción. Todo capital invertido, cualquiera que sea su composición, extrae de cada 100, en un año u otro período de tiempo, la ganancia que en ese período corresponda a 100 como alícuota del capital total. En cuanto a la ganancia, los diversos capitalistas se comportan aquí como meros accionistas de una sociedad anónima, en la que los dividendos se distribuyen a partes iguales por 100, de modo que sólo se distinguen entre sí por el tamaño del capital invertido por cada uno en el total de la empresa, por el número de acciones que cada uno posee” (MARX, 2017c, p. 193).
Cosas así suceden porque las mercancías no se venden a sus valores, sino a sus precios de producción. Estos son iguales a la suma del precio de costo (suma de los gastos de capital constante más el capital variable) más la tasa de ganancia promedio. Así, el precio de producción difiere del valor, en mayor o menor medida que el valor producido. Sin embargo, “considerando la totalidad de las ramas productivas, la suma de los precios de producción de los bienes producidos equivale a la suma de sus valores” (Marx, 2017c, p. 194).
Al llegar a este nivel de exposición, el lector puede ahora comprender cómo Marx representa el proceso de producción capitalista en su unidad de proceso de producción y proceso de circulación del capital, para descubrir “las formas concretas que brotan del proceso de movimiento del capital considerado como un todo”. En este nivel de presentación, la preocupación de Marx es exponer las configuraciones del capital, en tanto abordan “paso a paso la forma en que se presentan en la superficie de la sociedad, en la acción recíproca de diferentes capitales, en la competencia y en el sentido común de los propios agentes de la producción” (Marx, 2017c p.53).
De forma concisa, para llegar allí, Marx, en primer lugar, expone, en el Libro I, las determinaciones del proceso de producción, como una totalidad compuesta por dos momentos distintos: la apariencia (simple circulación) y la esencia (donde tiene lugar la producción de plusvalía). En el Libro II, se ocupa de la proceso formal mediante el cual se realizan las compras y ventas de mercancías, es decir, se transforman en dinero. En este nivel de presentación, como se vio en la primera parte de este texto, Marx aún no expone la realización efectiva (ganancia), que es el tema del Libro III, que tiene como objeto de investigación las configuraciones del capital, tal como aparecen en la superficie de la sociedad del capital.
Engels y la incongruencia entre valores y precios: el fin de la teoría del valor
¿Hasta qué punto Engels, en su lectura de la obra de Marx, en particular La capital, se preocupó por aprehender, de manera adecuada, el movimiento inmanente del capital, según el planteamiento que determina cómo evolucionan las categorías hacia la posición jerárquica que ocupan dentro del movimiento de valorización del capital –si se prefiere, según la relación que “mantienen entre sí en la sociedad burguesa”?
Todo indica que Engels, que modestamente reivindicó el segundo violín junto al esfuerzo teórico de Marx, discrepó, en sus posteriores consideraciones sobre la obra, con la orientación metodológica del propio Marx en La capital, cuando se vio apremiado a responder a las críticas dirigidas a los libros II y III. Su réplica a los críticos de Marx está lejos de obedecer a los distintos niveles de abstracción en que se exponen las categorías en la obra. Como se mostró anteriormente, las categorías son partes de un todo, y por ello sólo pueden comprenderse adecuadamente cuando se tiene en cuenta el lugar que ocupa cada una de ellas en el orden de la presentación dialéctica (ascendente-descendente) de un discurso dialéctico, como es el de La capital.
Una indicación de esta disonancia ofrece Engels, en su suplemento al libro III de La capital, publicado póstumamente (1895-96), cuando refuta la crítica dirigida a Marx, crítica que apunta a una supuesta contradicción entre los libros I y III. El núcleo duro de estas críticas gira en torno a la discrepancia entre el valor y los precios a los que realmente se venden los bienes. En otras palabras, lo que está en juego aquí es el hecho de que, en el Libro I, prevalece la ley del valor, que dicta que las mercancías deben intercambiarse de acuerdo con sus valores, es decir, en proporción al tiempo de trabajo socialmente necesario para producirlas. Contrariamente al Libro I, en el Libro III, Marx defendería, según sus críticos, una nueva teoría, en la que los bienes se venden a sus precios de producción, que ya no coinciden con sus valores.
En torno a esta incongruencia entre valores y precios giran las críticas discutidas y señaladas por Engels en su Suplemento. Entre ellos, el que más llamó su atención fue el Sr. Loria. Refiriéndose al problema de la transformación de los valores en precios de producción, este autor afirma que es inútil que Marx afirme que, “a pesar de la divergencia de los precios individuales en relación con los valores individuales, el precio total del conjunto de las mercancías siempre coincide con su valor total, es decir, con la cantidad de trabajo contenida en la totalidad de las mercancías. Porque, considerando que el valor no es más que la proporción en que una mercancía se cambia por otra, la mera idea de un valor total es en sí misma un absurdo, una tontería, […] contradicción in adjetivo(ENGELS, 2017, p. 952).
A pesar del Sr. Loria Al ver allí lo que cree que es una contradicción entre valor y precio de producción, lo hace a partir de la confusión que establece entre valor y valor de cambio. En efecto, llama valor a la “proporción en que una mercancía se cambia por otra”, cuando, en realidad, tal proporción es, para Marx, valor de cambio; forma de expresión del valor. La falta de comprensión de esta mediación, entre otras cosas, impidió al Sr. Es difícil comprender cómo logra Marx articular el valor, como fundamento, y el precio de producción, como expresión de ese fundamento. Lo que está en juego allí, por lo tanto, no es, como dice el Sr. Loria, una contradicción en los términos; sino más bien una contradicción dialéctica que involucra diferentes niveles de abstracción.
A pesar de la confusión que el Sr. Loria introduce entre valor y valor de cambio, supo señalar el centro en torno al cual gira la problemática de la transformación de los valores en precios de producción. No entendió, sin embargo, que estos precios de producción son la forma en que se desarrolla la contradicción entre valor y precio; o, si se prefiere, la forma fenoménica a través de la cual se manifiesta su esencia, los valores.
En su addendum al Libro III, Engels no parte de la teoría de que el proceso de transformación de los valores en precios de producción se resuelve en el desarrollo de la dialéctica entre contenido y forma; es decir, entre valores y precios. Por lo tanto, no ha podido responder adecuadamente a las críticas vertidas sobre el Libro III, en particular la del Sr. Loria. ¿Qué hizo Engels entonces? Siguió el camino argumentativo de reconstruir la teoría del valor, para demostrar que esta teoría es un hecho históricamente comprobable y, así, demostrar que los bienes se venden por sus valores. Para ello, se vio obligado a asumir la idea de una historización anacrónica de esta teoría, que habría nacido el 6.000 a. C y duró hasta el siglo XV. Ni remotamente Engels se da cuenta de lo mucho que su lectura de la teoría del valor difiere de la de Marx. Basta seguir a este autor para darse cuenta de que sitúa la génesis del capitalismo en las ciudades mediterráneas del siglo XVI: “aunque los inicios de la producción capitalista ya aparecen esporádicamente, en los siglos XIV y XV, en algunas ciudades del Mediterráneo, la era capitalista recién se inicia en el siglo XVI”. (MARX, 2017a, p.787). Y añade: “en los lugares donde aparece, hace tiempo que se consuma la abolición de la servidumbre, y hace tiempo que se desvaneció el aspecto más brillante de la Edad Media, la existencia de las ciudades soberanas”. (MARX. 2017a, p.787).
De ahí que se pueda concluir que Engels entierra la teoría del valor en lo que sería su lugar de nacimiento. Cabe agregar que Marx demarca la génesis[i] del capitalismo en el siglo XVI, relacionándolo con una serie de procesos como la abolición de la servidumbre, la expropiación de las tierras comunales y de los productores rurales, la creación de un mercado mundial y, en este, el sistema colonial moderno y la trata de esclavos, se está refiriendo a la génesis del inicio de este proceso histórico y no al ápice de su desarrollo, no se está refiriendo aún al momento en que el valor y las principales categorías del capitalismo operan de manera decisiva.
Para Engels, por lo tanto, la teoría del valor precede milenariamente a la sociedad capitalista, donde el intercambio de bienes se presentaría en una forma supuestamente pura, aún no adulterada por la categoría precio. El desarrollo de esta sociedad milenaria la habría conducido hacia una forma de sociedad mercantil simple, en la que los productores serían dueños de sus propios medios de producción. Recurriendo a ilustraciones empíricas, Engels argumenta que en esta sociedad de simple producción mercantil, “el campesino (…) era plenamente consciente (…) del tiempo de trabajo necesario para producir los objetos que recibía a cambio”. No sólo el campesino, sino también, prosigue Engels, el “herrero y costurero del pueblo” eran conscientes del tiempo de trabajo que dedicaban a la producción de sus bienes. Después de todo, tanto el campesino como la gente a la que compraba eran trabajadores, y los artículos que intercambiaban entre ellos eran el producto del trabajo de cada uno. Si es así, pregunta Engels, “¿cuánto gastaron en producir estos productos? Trabajo, solo trabajo: para reponer las herramientas, producir la materia prima y elaborarla, no gastaban más que su propia mano de obra; ¿cómo les sería posible, entonces, cambiar sus productos por los de otros productores directos, sino en proporción al trabajo invertido en ellos? El tiempo de trabajo dedicado a estos productos no sólo era el único patrón de medida adecuado para determinar cuantitativamente las magnitudes a intercambiar; más que eso, no había otro fuera de él” (Engels, 2017, p. 958).
El intercambio fue, por tanto, una relación transparente, donde nadie utilizó medios arbitrarios para obtener ventajas indebidas. Tampoco, entonces, “¿quién iba a creer”, imagina Engels, “que el campesino y el artesano serían tan estúpidos como para cambiar el producto de diez horas de trabajo por uno por el producto de una sola hora de trabajo por el otro? Durante todo el período de la economía natural campesina, el único intercambio posible era aquel en el que las cantidades intercambiadas de mercancías tendían a medirse cada vez más de acuerdo con las cantidades de trabajo incorporadas en ellas (Engels, 2013, p. 958-959).
Así lee Engels la Sección I del Libro I de La capital, como si Marx tuviera por objeto una sociedad precapitalista, en la que los productores serían los dueños de sus medios de producción y, por tanto, prevalecería la ley del valor. Forma de sociedad en la que el intercambio se hacía de acuerdo con el tiempo de trabajo que cada productor dedicaba a la producción de sus bienes.
La determinación de los valores por el tiempo de trabajo, que prevalece en esta supuesta sociedad de simple producción mercantil, se vería drásticamente alterada con la aparición del dinero. A partir de entonces, dice Engels, “el dinero se convirtió, desde un punto de vista práctico, en la medida fundamental del valor, y tanto más cuanto más diversas se volvían las mercancías negociadas, más distantes eran los países de los que procedían y, por tanto, menos podía controlarse el tiempo de trabajo necesario para su producción”.
La aparición del dinero acabaría por anular la ley del valor, según la cual los valores intercambiados se dan en proporción al tiempo de trabajo incorporado en la producción de mercancías. Por lo tanto, para Engels, la ley marxista del valor tendría validez general, siempre que las “leyes económicas sean válidas durante todo el período de la producción mercantil simple, es decir, hasta el momento en que ésta sufra una modificación por la introducción de la forma de producción capitalista (…). Y ahora, admiremos la integridad del Sr. Loria, quien califica el valor, general y directamente vigente a lo largo de ese tiempo, como un valor al que las mercancías no se venden ni se pueden vender nunca y con el que un economista que tenga una chispa de sentido común jamás podrá tratar (Engels, 2017, p. 961).
Esta lectura puramente empírico-histórica de La capital tiene sus raíces en la revisión que hace Engels del texto de Marx de 1859. Lectura que parte de los siguientes supuestos: 1) pertenencia a una filosofía hegeliana de la historia; y, 2) generalización de las “leyes de la historia” que no encuentra apoyo en Marx.
Para Engels, Hegel “fue el primero en intentar resaltar en la historia un proceso de desarrollo, una conexión interior; Y, por extrañas que muchas cosas de su filosofía de la historia nos puedan parecer hoy, la grandeza de su concepción fundamental sigue siendo, sin embargo, algo admirable, tanto si la comparamos con sus predecesores, como si miramos a quienes, después de él, se permitieron hacer consideraciones generalizadas sobre la historia [...] (Engels, 2013, p. 281).
Una lectura atenta del texto de Engels revela que, según él, Marx habría derivado su concepción materialista de la historia de Hegel, ya que este fue el primero en destacar en la historia "un proceso de desarrollo, una conexión interna". Contrariamente a lo que supone Engels, a Marx no le interesa elaborar una filosofía de la historia. Incluso cuando hace algunas generalizaciones sobre el proceso histórico en el prefacio al Para la crítica de la economía política, de 1859, lo hace con cierto temor, subrayando que se trata de esbozos generales y sumarios. Al hablar de Historia, lo que Marx elabora a partir de la Ideología alemana (en sociedad con Engels) para La capital, es más como una negación de la filosofía de la historia de Hegel. Quizás sea la concepción de la historia el mayor punto de discrepancia entre ambos autores, ya que la Historia es el terreno conceptual donde se explicita la diferencia entre el idealismo de uno y el materialismo del otro. Frente a la concepción hegeliana de una filosofía de la historia, Marx, por ejemplo, defiende la idea de que sólo tiene sentido hablar de una historia universal a partir del momento en que se generaliza el capitalismo. A nosotros Grundrisse, deja aún más claro que, en la historia, no hay un proceso único y necesario, sino varios caminos posibles. Y en relación a su concepción del derecho, siempre se tratará de tendencias y de una necesidad ligada a la reproducción del modo de producción capitalista, y no de “leyes generales de la historia”.
Volviendo a la revisión de Engels de para la crítica de la economía política, entiende que se podría criticar a la Economía Política de dos maneras: histórica y lógicamente. “Así como en la historia y su reflejo en la literatura”, dice Engels, “las cosas también se desarrollan, a grandes rasgos, de lo más simple a lo complejo, el desarrollo histórico sobre la literatura de Economía Política ofrecía un vínculo natural de conexión con la crítica, ya que, en términos generales, las categorías económicas aparecían aquí en el mismo orden que en su desarrollo lógico. Esta forma aparentemente tiene la ventaja de una mayor claridad, ya que en ella se sigue el desarrollo real de las cosas; sin embargo, en la práctica, en el mejor de los casos, lo único que se lograría sería popularizarlo. La historia se desarrolla muchas veces a saltos y zigzags, por lo que habría que seguirla a lo largo de su trayectoria, en la que no se recogerían muchos materiales de poca importancia, pero también habría que romper muchas veces su conexión lógica”. Además, “la historia de la Economía Política no podría escribirse sin la historia de la sociedad burguesa, pues la tarea sería interminable, al faltar todos los estudios preliminares. Por lo tanto, el único método indicado fue el lógico. (Engels, 2013, p. 282).
A primera vista, Engels entiende que la historia se desarrolla muchas veces a saltos y zigzags y, en este sentido, asumiría un “supuesto general de la historia” como no lineal. Sin embargo, poco después, este autor se contradice cuando dice que “en la historia y su reflejo en la literatura, las cosas también se desarrollan, a grandes rasgos, de lo más simple a lo complejo”. De esta forma, acaba reproduciendo una concepción lineal de la historia. Esto se debe a que, para él, el método lógico “no es, en realidad, más que el método histórico despojado únicamente de su forma histórica y de sus perturbadoras causalidades. Allí, donde comienza esta historia, debe comenzar también el proceso de reflexión; y el desarrollo ulterior de este proceso no será más que la imagen reflejada, de manera abstracta y teóricamente consistente, de la trayectoria, imagen reflejada corregida, pero corregida según las leyes de la propia trayectoria histórica; y así cada factor puede ser estudiado en el punto de desarrollo de su plena madurez, en su forma clásica”. Con este método, continúa, “siempre partimos de la primera y más simple relación que existe históricamente, de hecho; por tanto, aquí, desde la primera relación económica con la que nos encontramos. Luego se procede a su análisis”. (Engels, 2013, p. 283).
Es justo señalar que, para no ser acusado de logicismo, es decir, de reducir la historia a un movimiento que tiene lugar “en el ámbito puramente abstracto”, Engels aclara que es necesario “apoyarse en ejemplos históricos, mantenerse en contacto constante con la realidad” (Engels, 2013, p. 285).
La concepción lineal de la historia, presente en la reseña que elabora Engels Para la crítica de la economía política, vuelve con toda su fuerza en su crítica a mr. Dühring. En efecto, en Anti-Duhring, Engels asume la idea de que todo lo que existe en el mundo se rige, necesariamente, por la ley de la negación de la negación, a la que considera “extraordinariamente general, y, por eso mismo, extraordinariamente eficaz e importante, que preside el desarrollo de la naturaleza, la historia y el pensamiento; ley que, como hemos visto, se impone en el mundo animal y vegetal, en la geología, las matemáticas, la historia y la filosofía (Engels, 1979, p. 120).
Engels utiliza esta generalidad de la ley de negación de la negación para analizar la evolución de la historia humana. Los pueblos civilizados, dice, “tienen en su origen la propiedad colectiva del suelo. Y, en todos estos pueblos, al entrar en cierta fase primitiva, el desarrollo de la agricultura, la propiedad colectiva se convierte en un obstáculo para la producción”. Esto lleva a la primera negación, que es el “momento en que la propiedad colectiva es destruida, negada, convirtiéndose, después de etapas intermedias más o menos largas, en propiedad privada”. Como resultado de esta primera negación de la propiedad colectiva, aparece la “propiedad privada del suelo”. Esto, a su vez, continúa Engels, se convierte en “un obstáculo para la producción, como se observa hoy con respecto a la propiedad grande y pequeña. En estas circunstancias, por necesidad, surge también la aspiración de negar la propiedad privada y reconvertirla en propiedad colectiva”. Aquí está la segunda negación. Esto no restituye “la primitiva propiedad comunal del suelo, sino que la implanta en una forma mucho más elevada y compleja de propiedad colectiva que, lejos de crear una barrera al desarrollo de la producción, debe acentuarla, permitiéndole explotar plenamente los más modernos descubrimientos químicos e invenciones mecánicas (Engels, 1979, p. 118).
Todo el desarrollo de la humanidad aparece así como el resultado de una dialéctica mecánica y sumamente esquemática aplicada a una sucesión histórica. Este sería el método lógico, depurado de contingencias históricas y corregido por la trayectoria de las “leyes de la historia”, como lo expone, en su reseña, en Para la crítica de la economía política. A partir de ahí, Engels se siente libre para transformar el proceso de conversión de las leyes de la producción mercantil en leyes de la apropiación capitalista en un proceso histórico puramente lineal. Sin coacción alguna, transforma el trabajo de lo negativo, que, a través de la dialéctica interna de la mercancía, convierte el intercambio de equivalentes en un no intercambio, como dice Marx en el Capítulo XXII del Libro I, en un mero proceso lineal del desarrollo histórico de las formas primitivas de propiedad hasta su desarrollo en propiedad privada. Cediéndole la palabra, Engels se siente libre para afirmar que Marx había demostrado, “con meridiana claridad (…) que, al alcanzar cierto grado de desarrollo, la producción de mercancías se convierte en producción capitalista, y que, en ese punto, la ley de apropiación, o ley de la propiedad privada, basada en la producción y circulación de mercancías, se convierte, en virtud de su propia dialéctica interna e inevitable, en su opuesto. El intercambio de equivalentes, que era la operación original, se transforma gradualmente en un intercambio que sólo es aparente, por dos razones: primero, porque la parte de capital que se intercambia por fuerza de trabajo es, en sí misma, solo una parte del producto del trabajo de otro apropiado, sin que se le haya dado nada a cambio; en segundo lugar, porque el productor, el trabajador, no sólo la repone, sino que se ve obligado a reponerla añadiendo un nuevo excedente... A primera vista, la propiedad parece basarse en el trabajo individual... De ahí que se pueda concluir que el divorcio entre propiedad y trabajo se convirtió en una consecuencia necesaria de un derecho que parecía pertenecer a “su propia identidad” (Engels, 1979, p. 140-141).
Incluso a riesgo de ser acusado de pedantería, se consideró adecuado citar el pasaje de La capital del que Engels se sirve más arriba, para explicar cómo el desarrollo histórico, “al alcanzar un cierto grado de desarrollo”, transforma la producción mercantil en producción capitalista”. He aquí el extracto del Capítulo XXII, Libro I, en el que Marx presenta la dialéctica interna de la mercancía, que convierte la producción de mercancías en leyes de apropiación capitalista. Como el lector podrá ver, Marx no utiliza, como lo hace Engels, un proceso histórico lineal, para explicar la conversión de las leyes de producción mercantil en leyes de apropiación capitalista. En efecto, el autor de La capital demuestra que el proceso de acumulación de capital, visto desde la perspectiva de los actos aislados de compra y venta de fuerza de trabajo, el intercambio entre capital y trabajo “obedece continuamente a la ley del intercambio de mercancías, según la cual el capitalista siempre compra fuerza de trabajo y el trabajador siempre la vende, y, suponemos aquí, a su valor real”. Sin embargo, cuando se observa el proceso de acumulación de capital como un proceso continuo e ininterrumpido, “es evidente que la ley de apropiación o ley de propiedad privada, fundada en la producción y circulación de bienes, se transforma, obedeciendo a su propia dialéctica, interna e inevitable, en su opuesto directo”. Es el trabajo de lo negativo que, a través de la dialéctica interna de la mercancía, convierte el intercambio de equivalentes en su opuesto directo: un intercambio de no equivalentes. Esta conversión nada tiene que ver con el grado de desarrollo histórico alcanzado por la sociedad, tal como la entiende Engels.
Este trabajo de lo negativo muestra cómo “El intercambio de equivalentes, que parecía ser la operación original, se ha desvirtuado hasta el punto de que ahora el intercambio se efectúa sólo en apariencia, ya que, en primer lugar, la parte misma del capital intercambiado por fuerza de trabajo no es más que una parte del producto del trabajo ajeno, apropiado sin equivalente; en segundo lugar, su productor, el trabajador, no sólo tiene que reponerlo, sino que tiene que hacerlo con un nuevo excedente. La relación de intercambio entre el capitalista y el trabajador se convierte así en una mera apariencia perteneciente al proceso de circulación, una mera forma, ajena al contenido mismo y que sólo lo mistifica. La compra y venta continua de fuerza de trabajo es el camino. El contenido reside en el hecho de que el capitalista cambia continuamente una parte del trabajo ajeno ya objetivado, que nunca deja de apropiarse sin equivalente, por una cantidad mayor de trabajo vivo ajeno. Originalmente, el derecho de propiedad se nos presentaba fundado en la obra misma. Como mínimo, había que aceptar este supuesto, ya que sólo se enfrentaban los propietarios de mercancías con iguales derechos, pero el medio para apropiarse de la mercancía ajena era sólo la enajenación [Veräußerung] de su propia mercancía, y ésta sólo podía producirse a través del trabajo. Ahora bien, por el contrario, la propiedad aparece del lado del capitalista, como el derecho de apropiarse del trabajo no remunerado de otros o de su producto; del lado del trabajador, como la imposibilidad de apropiarse de su propio producto. La escisión entre propiedad y trabajo se convierte en una consecuencia necesaria de una ley que, aparentemente, tuvo su origen en la identidad de ambos (Marx, 2017a., p. 658/59).
A diferencia de Engels, Marx no recurre a un supuesto desarrollo histórico, para mostrar que la escisión “entre propiedad y trabajo se convierte en una consecuencia necesaria de una ley que, aparentemente, tuvo su origen en la identidad de ambos”. Esta escisión, aunque mistificada, se desarrolla a diario ante los ojos de la sociedad. Engels, aprovechando una evolución lineal de la historia, solo oculta el proceso de mistificación del capital.
¡Es en este sentido que las notas del segundo violín se vuelven, por decir lo menos, disonantes!
*Francisco Teixeira Es profesor de la Universidad Regional del Cariri (URCA). Autor, entre otros libros, de Pensar con Marx: Una lectura crítico-comentada de El Capital (Prueba).
*Rodrigo Cavalcante de Almeida es profesor del Instituto Federal de Ceará (IFCE).
Para leer la primera parte del artículo haga clic en https://dpp.cce.myftpupload.com/o-capital-de-marx-notas-dissonantes-do-segundo-violino/
Nota
[i] Aquí es necesaria una rápida aclaración sobre el concepto de génesis en Marx. Para el pensador alemán, establecer correctamente la génesis de una categoría o de un proceso histórico es fundamental para demarcar la diferencia específica de cada realidad concreta. Por eso en El Capital se refiere recurrentemente a la génesis de las principales categorías, como el capital comercial, el capital a interés, la renta de la tierra, la acumulación originaria, etc. Sin embargo, la génesis es solo un momento de la totalidad y, por lo tanto, no puede entenderse aisladamente, ya que es insuficiente para explicar el todo. Por ejemplo, cuando Marx habla del capital comercial como una forma antediluviana, y mucho antes del capitalismo, lo hace para mostrar que a pesar de su apariencia histórica anterior al capitalismo, en este modo de producción se subordina al capital productivo (industrial), categoría originaria y determinante del modo de producción capitalista. Sin la precisión genética de las categorías, no se puede entender tal subordinación.
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