el calvario de marielle

Imagen: Claudia Barbosa
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por CARLOS TAUTZ*

En Río hay una condensación de fuerzas políticas que no amenazan el orden criminal que domina el Estado

Desde el 14 de marzo de 2018, cada año se repite un ritual, sin que se vislumbre un final. A la pregunta “¿A quién había matado Marielle?”, autoridades e incluso personalidades cercanas a la exconcejala del PSOL hicieron oídos sordos a los motivos y nombres del doble asesinato, que hace cuatro años, un miércoles, mató a Marielle y a su conductor Anderson Gomes.

En plena región central de Río de Janeiro, a pocos metros del Ayuntamiento, las muertes asociadas de Marielle y Anderson fueron el crimen político de mayor impacto en Brasil desde la bomba que detonó la extrema derecha militar el 31 de abril. 1981 en Riocentro, en un intento de impedir la apertura política durante la dictadura empresarial y militar de la época.

Para el actual estado de Río de Janeiro, el hallazgo de quienes ordenaron el asesinato a sangre fría de Marielle adquiere una importancia similar al atentado en Riocentro -cuyos operadores fueron denunciados casi de inmediato incluso por la prensa. Porque, ahora, Río está institucionalmente amenazado por el control territorial y la infiltración de las milicias en la maquinaria pública; por la indulgencia y connivencia del sistema de seguridad pública con estos paramilitares; por la mezcla de connivencia y complacencia del Ministerio Público (MP) del Estado; y la falta de perspectivas de que toda esta situación cambie en el corto y mediano plazo, dadas las fuerzas políticas que pretenden administrar el Estado ahora ya partir de las elecciones de octubre.

Así, nombrar quién dio la orden del asesinato, desembolsar cientos de miles de reales para contratar al sicario Ronnie Lessa, significaría un paso decisivo para la reanudación de un Estado mínimo de derecho en Río.

El hecho es que el crimen contra Marielle y Anderson simboliza la permanente guerra relámpago de una orden criminal sobre la vida social en Río de Janeiro, que podría alcanzar al presidente Jair Bolsonaro (propietario de una casa en el mismo condominio donde vivía el asesino de Marielle, proximidad que inexplicablemente la Oficina de Seguridad Institucional nunca descubrió) y al ministro de Defensa Braga Netto (listado por vicio en la campaña de reelección de Bolsonaro), quien comandó la intervención financiera y militar en Río de manera plenipotenciaria cuando Marielle y Anderson sufrieron cobardemente.

Así, por todas estas circunstancias, descubrir todo el esquema que condujo al asesinato de Marielle y Anderson debería estar incluido en la apertura del programa de todo candidato al gobierno del estado. Pero, no lo hace.

 

De la extrema derecha bolsonarista a la izquierda congresista

En la práctica, lo que vemos en Río es un grado muy alto de condensación de varias fuerzas políticas –desde la extrema derecha bolsonarista hasta la izquierda congresista–, que a veces chocan y muchas veces convergen, pero que nunca amenazan el orden criminal que domina el Estado. en torno a las milicias, la policía y otro tipo de poderosos que realmente manejan el territorio del Estado.

Esto se expresa, por ejemplo, en la inexplicable demora en investigar los asesinatos de Marielle y Anderson. Se trata de una investigación que, en aras de la democracia, debería haberse concluido en unos días, pero que, tras tanto retraso, apunta en otra dirección. Indica la probable participación de personas capaces de controlar desde la Comisaría de Homicidios hasta el Palacio de Guanabara, sede del Gobierno, pasando por el MP, quien tiene la obligación constitucional de realizar el control externo de la policía.

Una situación que, por sus características, indica la decisiva participación de las milicias en el control de la investigación. Esta condición ya quedó clara en el descubrimiento de que el asesino designado era Ronnie Lessa, un sargento retirado del Batallón de Operaciones Especiales de la Policía Militar (Bope), quien durante décadas fue un sicario profesional vinculado al Jogo do Bicho, la infame Oficina del Crimen, el milicias en la Zona Oeste de Río, contrabando internacional de armas y la propia Policía Civil de Río.

Ronnie, inexplicablemente, ni siquiera había sido objeto de un mísero procedimiento de investigación por parte del MP o de Asuntos Internos de la Policía hasta que fue detenido en marzo de 2019, dos días antes de que el asesinato cumpliera un año sin explicaciones oficiales.

Otro indicio de que los delincuentes tienen un acceso diferenciado a la maquinaria pública se evidencia en la verdadera falta de compromiso del gobierno del Estado con la (falsa) prioridad dada a la investigación.

Así informó el portal de noticias G1, “según información difundida este viernes (11) en RJ2, la Comisaría de Homicidios de la Capital (DHC) tardó más de tres años en remitir al Ministerio Público cerca de 1,3 archivos de fotos y videos del caso, que completa cuatro el próximo 14 de marzo”.

Este absurdo estado de cosas se verifica también en la clemencia del Ministerio Público. En 2021, por ejemplo, las fiscales Simone Sibilio y Letícia Emile, entonces a cargo del caso, renunciaron a su cargo alegando “injerencias externas”, pero sin aclarar de qué se trataba.

(Sibilio, por cierto, acaba de recibir un premio del Departamento de Estado de EE. UU. para las mujeres “que han demostrado un coraje y un liderazgo excepcionales en la defensa de la paz, la justicia, los derechos humanos, la equidad e igualdad de género y el empoderamiento de la mujer”. a la Embajada de EE.UU., el promotor “participará en un intercambio virtual, el Programa Internacional de Liderazgo para Visitantes (IVLP), cuando tendrá la oportunidad de conectarse con expertos estadounidenses en su campo)…

El desinterés por el relevo de Marielle se extiende incluso al PSOL, el partido de la exconcejala. Al ver el callejón sin salida en las investigaciones, el partido no trata de revertir la situación con medidas concretas, como intentar abrir Comisiones Parlamentarias de Investigación en el municipio y estado de Río y a nivel federal, ni busca levantar apoyo internacional a las investigaciones, como podría lograr si la Organización de los Estados Americanos se hiciera cargo del caso.

 

Con Freixo, sin perspectiva de solución

La situación no mejora ni siquiera cuando se mira el mandato de cuatro años del gobernador que será elegido en octubre. Ninguno de los dos principales precandidatos –el diputado federal Marcelo Freixo (PSB) y el oscuro pero muy hábil gobernador Claudio Castro (del PL, el mismo partido de Bolsonaro)– colocan la resolución del caso como eje central de una estrategia de recuperación de la democracia. Ni siquiera Freixo -con quien Marielle fue amiga, asesora y compañera de partido-.

Primero, porque el parlamentario busca como público privilegiado para su campaña precisamente a la categoría de policías, varios de los cuales se vieron involucrados por la clemencia en la demora de las investigaciones. Aunque dice que la seguridad pública es una de sus prioridades, Freixo ha tratado el área solo abordando cuestiones como el valor (R$ 12) del ticket de comida para los policías civiles.

La precampaña de Freixo, sin embargo, ya implica contradicciones mucho más graves e insalvables en términos de seguridad pública, especialmente cuando se trata de Marielle. La principal fue la del precandidato Freixo invitando a Raúl Jungmann a formar parte del equipo de redacción de su programa de gobierno.

Después de todo, Jungmann, como Ministro de Defensa y Seguridad Pública en ese momento, formó parte del pequeño grupo de asesores del expresidente Michel Temer que imaginó y le dio forma legal a la intervención financiera y militar en Río en 2018, bajo la cual Marielle fue asesinado. . Para dar el paso de la intervención, que finalmente no mejoró la situación de seguridad en Río, Jungmann ya tenía información sobre la criminalidad de Río de Janeiro, transmitida por el sistema de seguridad del Estado.

Tanto es así que, en noviembre de 2018, Jugmann admitió a la revista Mirar “asegurar que “políticos poderosos”, agentes públicos y milicianos estén involucrados en el asesinato de la concejala Marielle Franco”. Así, anticipó lo que el actual ministro de Defensa Braga Netto, ex intervencionista en Río, admitiría dos meses después a la misma publicación: “Yo podría haber anunciado la solución del caso Marielle”, dijo Braga Netto, quien, en virtud de su cargo, controlaba toda la información del sistema de seguridad pública en el Estado.

Además, la propia elección de Freixo por parte de Jungmann expresa ya un tipo de concepción de la seguridad pública que difícilmente podría calificarse de democrática, y que ya de por sí se muestra -como también lo hizo durante la intervención- incapaz de afrontar el profundo y retrogreso por el que transita. las instituciones en Río.

Jungmann, recordemos, es un excuadro de izquierda que apoyó el golpe de Estado de 2016, fue ministro de Michel Temer y es políticamente cercano a grupos representados por el general de reserva Sergio Etchegoyen, que desde hace más de 50 años controlan el espionaje militar en Brasil ( El padre de Sergio, el general de brigada Leo Guedes Etchegoyen, es uno de los militares mencionados en el informe de la Comisión Nacional de la Verdad).

 

Claudio Castro: oscuro, habilidoso y enaltecedor de masacres

Un problema aún mayor es que la alternativa electoral a Freixo es el actual gobernador, Claudio Castro, probable candidato de la extrema derecha y Jair Bolsonaro a la gubernatura de Río. Castro solo asumió el cargo porque era el diputado del exgobernador Wilson Witzel, el que abogó por “disparar a los bandidos en la cabeza” y quien fue acusado por corrupción en 2019.

Sin tradición política, Castro (desde 2021 investigado por el Ministerio Público por defraudación en la compra de canastas básicas) se ha destacado por la conducta neoliberal del Estado y por la forma sorprendente en que ha ido construyendo apoyo político para su gobierno, incluso con alcaldes de la Baixada Fluminense acusados ​​de liderar grupos milicianos. Forzó la privatización ilegal de CEDAE (la antigua empresa estatal de agua y saneamiento) y compró varios apoyos, prometiendo distribuir parte de las ganancias a la única alcaldía del PT (Maricá) en el estado.

En seguridad pública, hizo más de lo mismo. Creó un programa que, al igual que las Unidades de Policía Pacificadora de sus antecesores, sólo ocupa militarmente las favelas y no evita los enfrentamientos que siempre producen víctimas entre la población. Sobre la masacre más letal de Río (en la Favela do Jacarezinho, en mayo de 2021, cuando murieron 27 civiles y un policía), Castro repitió los argumentos de los policías que dirigieron la operación y apoyó abiertamente las muertes.

En su gobierno, la única novedad producida en la investigación del caso Marielle y Anderson fue la elección del quinto delegado para encabezar la investigación.

 

“El miedo es nuestro mejor proyecto de país”

Para quienes vienen siguiendo el caso, con la distancia que permite la independencia en la mirada, el crimen -junto al dolor de familiares y amigos- y, posteriormente, la investigación se convirtieron en escenario para el despliegue de consignas vacías, que pretenden demarcar territorios y estrategias de caza de votos.

“¿Quién mató a Marielle?”, además de ser la pregunta honesta de mucha gente, se ha convertido en una reivindicación que cada vez incomoda menos y que progresivamente se va vaciando de su contenido político en medio del acelerado desmantelamiento de la poquísima democracia que en este estado vivían la clase obrera, los negros y los residentes de las favelas.

El sociólogo José Claudio Souza Alves observó y resumió bien el caso. Profesor de la Universidad Federal Rural de Río de Janeiro y vecino de Duque de Caxias, es uno de los más importantes estudiosos del fenómeno de las milicias. En 1998 defendió la tesis en la USP Baixada Fluminense: la violencia en la construcción del poder. Según él, “el caso Marielle es un mito. Se convirtió en una panacea en medio de la disputa político-electoral. La izquierda no quiere una solución para no comprometerse y ganar votos para la derecha. La derecha no quiere que no se llegue a una conclusión. Al centro no podría importarle menos, o mejor dicho, se disolvió para ganar en algún lugar del espectro. Marielle es un cadáver renegado, incómodo y vergonzoso. Mejor no hablar de ella. Haz un pedestal para la heroína que fue, construye un mausoleo de silencio sobre su asesinato. El país no tiene la verdad. Sus grupos políticos viven y se alimentan de preguntas sin respuesta. El miedo es nuestro mejor proyecto de Patria”.

*Carlos Tauz es periodista y doctoranda en historia contemporánea en la Universidad Federal Fluminense (UFF).

 

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