El “perro muerto” que ladra y muerde

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por EUGENIO BUCCI*

Nada en el discurso del martes nos autoriza a creer que el candidato rechazado se ha resignado al resultado de la disputa electoral.

El discurso que leyó el derrotado titular en la tarde del martes fue un golpe en la cara a la democracia. Una vez más quedó probado, letra por letra, el carácter fascista del gobernante que aún trabaja en el Planalto. En su airado discurso, el jefe de Estado insultó al propio Estado y cuestionó la imparcialidad de las elecciones. Fue una afrenta inaceptable.

Es cierto que el gobierno se está desmoronando poco a poco, lo que deja la sensación de que el presidente, aunque sea en contra de su voluntad, ya no tiene bases para revertir los resultados de las urnas. El vicepresidente, Hamilton Mourão, que incluso invitó a Geraldo Alckmin, su sucesor, a visitar el Palácio do Jaburu, viene haciendo reiteradas declaraciones de que no hay más que aceptar la derrota.

El ministro Ciro Nogueira insiste en decir que iniciará la transición con el nuevo gobierno -y, como le gusta señalar, cuenta con el apoyo del cacique para pasar el bastón a los que llegan. Arthur Lira, presidente de la Cámara de Diputados y muy bolsonar (al menos hasta el domingo pasado), corrió inmediatamente a felicitar a Luiz Inácio Lula da Silva por su victoria. Desde hace un par de días, Centrão comenzó a coquetear con el funcionario electo.

En este punto, el inquilino del Palácio da Alvorada está solo como un niño triste en un baile de carnaval. Triste y furioso. Pocas mediocridades lo rodean, pero incluso éstas se preparan para caer en la juerga -de adhesión- o simplemente para evadirse. Para completar el aislamiento de la deplorable figura, todos los líderes mundiales que cuentan ya han enviado sus saludos al victorioso candidato.

En la visión general del panorama político, por lo tanto, Jair Bolsonaro se convirtió, como dicen, en “una carta de la baraja”. Más que un “pato cojo” (como suele llamarse, en Estados Unidos, al presidente al final de su mandato que se ve vaciado de todo poder), sería un “perro muerto” (el perro plagado que , después de mucho infierno de barrio, ya no amenaza a nadie y no merece ni una patada). De todos modos, la agenda más sensata ahora sería pasar página y seguir con la vida. Deja al perdedor atrás y la pelota adelante.

El razonamiento parece impecable, claro como el agua, excepto que está equivocado. Ser tolerante con los crímenes del bolsonarismo, en este momento, sería pura irresponsabilidad.

Para los que todavía tengan dudas, basta con volver al discurso del martes, aquel que, tras 44 horas de espera (desde que se anunció el resultado electoral), duró apenas dos minutos y tres segundos. El pronunciamiento fue –repito– una afrenta. Nada en él nos autoriza a creer que la parte desaprobada estaba satisfecha con el resultado de la disputa. En las palabras leídas no hay quien elogie la democracia, la Justicia Electoral, la alternancia en el poder, nada. El discurso fue un llamado -aunque fuera débil y cobarde- al levantamiento y la ruptura: un llamado al golpe.

Supremos ministros dijeron que, en la reunión que mantuvieron con el perdedor el mismo martes, éste habría pronunciado, en cierto momento, el verbo “acabar”, en pasado perfecto, al referirse a las elecciones: “abou”. En la exégesis de los togados, el verbo indicaría que, para los vencidos, la cuestión sería superada. Espero que tengan razón, pero, seamos realistas, hay "ilusiones”. Quizás el hombre dijo "se acabó" cuando vio que su taza de café estaba vacía. Quizás ya estaba impaciente y quería terminar la conversación (“se ​​acabó la reunión, vámonos de aquí”). O quizás dijo “se acabó” como diciendo “basta” (sabemos que el personaje no está familiarizado con las palabras).

Lo que no ha terminado hasta ahora es la inexplicable paciencia de los establecimiento. ¿Como puede? Vale la pena releer el descarnado discurso, en el que el sujeto destapó el disparate: “Los movimientos populares actuales son fruto de la indignación y un sentimiento de injusticia de cómo se desarrolló el proceso electoral”.

Al pisotear cualquier regencia nominal, rechazó las afirmaciones de que la forma en que “se desarrolló el proceso electoral” justifica la “indignación” y el “sentimiento de injusticia” de los “movimientos populares actuales”. Es decir: dice que las elecciones no fueron justas. Luego, reprocha con suavidad a los camioneros que han levantado 270 bloqueos en las carreteras brasileñas: “Nuestros métodos no pueden ser los de la izquierda”. Lo importante aquí no es la desaprobación, sino el uso del pronombre “nuestro”. Los “nossos” muestran que el gobierno se une a los estafadores de las carreteras; difiere de ellos solo ligeramente en "métodos". Tanto es así que, en el mismo discurso, llama a más protestas: “Las manifestaciones pacíficas siempre serán bienvenidas”.

Luego, en tono amenazante, despotrica que cumplirá “todos los mandamientos” de la Constitución. ¿Se estará refiriendo al artículo 142, que prevé el uso de las Fuerzas Armadas para garantizar el orden público? Todo apunta a que sí. La estrategia es movilizar a los fanáticos, creando el caos en el país, para que la Presidencia de la República promulgue alguna forma de ruptura. Si no es el golpe, es el ensayo del futuro golpe. Este tipo de ladridos no se resuelven con palmaditas en la espalda. Perro muerto que ladra muerde.

*Eugenio Bucci Es profesor de la Facultad de Comunicación y Artes de la USP. Autor, entre otros libros, de La superindustria de lo imaginario (auténtico).

Publicado originalmente en el diario El Estado de S. Pablo.

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