por GABRIEL COHN*
Prefacio al libro recientemente publicado por Alexandre de Freitas Barbosa
Repensar el proceso de desarrollo brasileño en todas sus dimensiones en un período crucial, que se extiende desde el final de la Segunda Guerra Mundial durante 25 años hasta 1970. Una tarea demasiado pesada para un solo investigador y para un solo volumen, dirían algunos. La tarea es pesada y Alexandre de Freitas Barbosa lo sabe mejor que nadie. Aun así, le faltó coraje y el premio está en tus manos, querido lector.
Para organizar su trabajo, Alexandre tuvo una idea que resultó excelente. Tomó como pieza de referencia, verdadero eje en torno al cual gira la exposición, la figura de uno de los principales agentes de ese proceso a lo largo del período, el economista Rômulo Almeida. Logra, por tanto, desde un principio sustentar su propósito analítico de mantener firmemente articulados actores y procesos sociales. Para ello se utiliza otra idea, la de que los actores sean vistos a través del prisma de las posiciones que ocupan en el proceso en el que actúan y no como meros portadores de roles sociales.
Son, después de todo, actores y no extras. Estos términos no aparecen sin propósito en este punto. Es que el análisis de Alexandre de los puntos capitales se hace en un registro dramático, cuando instituciones como el Estado se presentan como escenarios. O bien, con más énfasis, como arenas y disputas, ya sea directamente por el poder o por lo que importa más directamente en este libro, que es la capacidad de formular proyectos de sociedad, mientras que las posiciones que ocupan los actores en los enfrentamientos en que se ven envueltos son vistos como ciudadelas.
La referencia a los enfrentamientos permite sacar a la luz a uno de los protagonistas centrales en sucesivas escenas del drama histórico (la expresión es suya) que Alexandre se propone reconstruir en todos sus momentos más expresivos. Se trata de Rômulo Almeida, el inspirador y ejecutor casi olvidado de una amplia gama de intervenciones en los procesos económicos y políticos en el período contemplado en este libro. Uno de los méritos del autor es la elección de ese personaje que recorre, como una especie de trompo, todo el territorio recorrido por un determinado proceso en la sociedad.
Está en escena un proceso de gran complejidad, que plantea grandes desafíos a quien quiera conocerlo en todas sus facetas. Esto agrava la dificultad de nombrarlo dentro del campo semántico en el que se encuentra el término matricial “desarrollo”. Porque es, en el sentido más completo del término, el desarrollo lo que está en juego. En este punto, sin embargo, se presenta una nueva característica de la empresa que Alejandro valientemente emprendió. Es que no admite en su trabajo analítico términos con significado impreciso. Con eso, se impone la tarea de construir su propio concepto para dar cuenta de la complejidad del objeto. Con ello fija uno de los puntos de apoyo del análisis. Otro lo da la atención escrupulosa al contexto en cada paso. Y no a cualquier panorama, sino a la configuración histórica en cada momento del proceso, que ve así respetada su naturaleza dinámica. Sin embargo, esto no es suficiente.
Este conjunto corresponde más propiamente a la cara estructural del proceso, y sólo adquiere toda su capacidad explicativa cuando se vincula vigorosamente a la figura de un actor específico. De poco sirve centrar la atención en los personajes que recitan su guión bajo los reflectores. Es necesario ir al meollo de la cosa para acceder a lo que de otro modo se perdería en la penumbra tras bambalinas. Y aquí viene el personaje fundamental para la reconstrucción de todo el proceso, precisamente Rômulo Almeida.
Antes de detenernos en la figura de Rômulo (es difícil evitar, en tono humorístico, la fórmula “Rômulo Almeida y su tiempo”), volvamos a la cuestión del concepto forjado por Alexandre. Esto en particular para tratar el tema de cómo la sociedad, representada en este particular por los diversos segmentos de su cuerpo técnico, enfrenta en cada momento los problemas sumariamente identificados como relacionados con el desarrollo. La referencia al tono sumario se refiere al esfuerzo realizado para ir más allá, prestando la debida atención a la naturaleza multifacética del objeto.
La solución adoptada para este problema implica varios pasos. Inicialmente, se identifican puntos débiles en el concepto, o término simple, “desarrollo”, comenzando por su inspiración predominante de carácter económico. Esta restricción del alcance del término se combina con la incapacidad de ampliar el alcance para abarcar, con densidad analítica, las dimensiones sociales, culturales y, sobre todo, políticas del proceso en cuestión. Porque es un proceso lo que está en juego, un conjunto de relaciones que se entrelazan a través de vínculos temporales que le otorgan una dinámica propia. Es el predominio de la dimensión temporal lo que permite al autor sostener su carácter eminentemente histórico. Y la historicidad del proceso se manifiesta al ir más allá de los acontecimientos hacia algo que caracteriza la finura del análisis aquí presentado. Es el énfasis en la temporalidad de cada componente del proceso, algo que sólo se puede alcanzar prestando atención a su naturaleza multifacética.
El tiempo que destila la actuación de Rômulo no es el mismo en la economía o en la política. Quizás la fuerza del análisis de Alexandre radica en su sensibilidad hacia este aspecto crucial del problema que trata. Porque eso es lo que, en última instancia, preside su audaz decisión de reservar un papel central en su reconstrucción analítica a un actor social e histórico en el sentido más estricto del término. Es en él donde se hace presente el carácter dinámico y diferenciado del proceso, porque hace lo que sólo un actor específico puede hacer, que es incorporar a su acción simultáneamente la condición de agente y paciente del curso de la historia. Esto siempre que se encuentre la figura apropiada para representar este papel. Y es en este punto que la meticulosa investigación de Alexandre le permite llegar al punto, cuando encuentra, escondida en el fondo del escenario, la figura individual que califica para operar como eje de la composición, en su condición de testigo participante. de todo el proceso.
La denominación encontrada para este proceso es “Brasil desarrollista”. Tomado aisladamente, Brasil designa el contexto que no puede ser ignorado. Pero el análisis va mucho más allá en presencia del segundo término. Surgen interrogantes al examinar ese segundo término, el que califica la referencia contextual. La dificultad surge del hecho de que el término adoptado, desarrollista, ya forma parte del lenguaje convencional en el área, cuando alude a políticas económicas específicas o, por extensión, a características del Estado que las impulsa. Para Alexandre, sin embargo, la expresión tiene más densidad.
En su análisis, el desarrollismo como concepto central en el análisis tiene un significado mucho más complejo, o diferenciado, por así decirlo, con referencia al fino discernimiento que exige del análisis. Está en juego la estrecha articulación que propone entre tres términos que forman, combinados, el concepto integral de desarrollismo o, con la debida contextualización, Brasil desarrollista. Ello, siempre y cuando no descuidemos que, según un análisis centrado en la idea de proceso, estamos ante un período histórico, y no una configuración estática. Son ellos proyecto, interpretación e utopía. En formulaciones ajenas al autor, el primer término se refiere a lo que un determinado grupo social (este punto se profundiza en el libro) propone como respuesta a los problemas y carencias de la sociedad a la que pertenece. El segundo se refiere a la traducción, o lectura, de las condiciones de la sociedad para orientar formas de intervención. La tercera, por último, es la vista previa del proyecto realizado, que permite visualizar los requisitos para el mismo.
La composición de esta tríada indica inmediatamente que estamos muy lejos de la reducción del economista al concepto convencional de desarrollo. También indica, como resultado de su formulación, que la realización del inseparable trío proyecto-interpretación-utopía implica múltiples políticas, cada una con su temporalidad específica.
En este proceso, la figura de Rômulo Almeida, como miembro destacado del grupo de “intelectuales orgánicos del Estado”, recorre como un hilo rojo las principales transformaciones políticas y económicas del período conocido como “Tercera República”. Al hacerlo, ilustra un punto importante, entre muchos otros, de la exposición. Eso porque destaca el personaje cuya memoria estaba siendo sepultada en la segunda mitad del siglo XX, como una especie de reliquia del Brasil desarrollista, el servidor público convencido y severo, todo movido por una competencia profesional específica. Finalmente, un personaje que, a su manera, replica la tríada evolutiva proyecto-interpretación-utopía.
Es en este registro que podemos seguir la trayectoria ejemplar de Rômulo Almeida, dedicado íntegramente a la construcción de un Brasil desarrollista. De la época feliz y esperanzadora de la "bohemia cívica" de Vargas a la victoria del ala "mercadista" sobre los "intelectuales orgánicos estatales", con líderes como Roberto Campos, ya en el presagio del surgimiento de la dictadura posterior a 1964. Hombres (porque era un grupo masculino de punta a punta) que, en el éxito o en el fracaso, son capaces de decir, como personalmente escuché de Jesús Soares Pereira, “estoy orgulloso de ser un servidor público”.
*Gabriel Cohn es profesor emérito de la FFLCH-USP. Autor, entre otros libros, de Weber, Fráncfort. Teoría y pensamiento social (Azogue).
referencia
Alejandro de Freitas Barbosa. Brasil desarrollista y la trayectoria de Rômulo Almeida: proyecto, interpretación y utopía. São Paulo, Ed. Alameda, 2021, 580 páginas.