Brasil por inventar

Thornton Dial (1928–2016), La historia se niega a morir, 2004.
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Brasil por inventar

por WESLLEY CANTELMO*

Brasil será uno solo cuando asumamos y practiquemos un programa humanitario de alianzas entre los diferentes Brasil

"El Brasil". ¿Es esta una expresión legítima? Todavia no. Las fuerzas políticas dominantes que produjeron el territorio/nación formalmente llamado Brasil se sustenta, a lo largo del proceso histórico, en el mito del “país de la conciliación” y la violencia (PAULA, 2020, prepublicación)[i]. Sin embargo, sólo habrá un Brasil cuando asumamos y practiquemos un programa humanitario de alianzas entre los diferentes Brasil, necesariamente, en oposición a la hegemonía del capitalismo dependiente y neoliberal/imperialista, interna y externamente. Hasta entonces, la tierra de los brasileños está bajo el dominio de Brasil, como lo expresaron los poetas Aldir Blanc y Maurício Tapajós, en la canción “Querelas do Brasil”, inmortalizada por la voz de Elis Regina:

“Brasil no se merece a Brasil

Brasil está matando a Brasil”

Brasil corresponde a una fuerza reaccionaria, que se forma a partir de la acción de fracciones de clase de poca erudición (con raras excepciones) y poca capacidad de lectura sobre las transformaciones del mundo, adictas a extraer y apropiarse, de la manera más arcaica y violenta como posible, de las riquezas y posibilidades creativas de los grupos sociales que aquí propongo llamar Brasil.

Brasil es el dominio de personas que reproducen y propagan implacablemente su linaje reaccionario en la historia. Acompañando al profesor João Antônio de Paula (2020), diría que este Brasil es el que surgió en el período comprendido entre 1822 y 1831, como ruptura y desafío a la dominación portuguesa y que sí tuvo su potencial emancipador, expresado en el proceso de la derrotada constituyente de 1823[ii]. Por lo tanto, Brasil tiene sus contradicciones. Sus clases dominantes, en la actualidad, son las familias terratenientes centenarias, los millonarios minoristas, los controladores de las grandes redes de telecomunicaciones, los burócratas estatales, los militares, los imperios religiosos (principalmente neopentecostales), todos estos de alguna manera amalgamados con las fuerzas del mercado financiero, lo que se erige como una de las principales piezas de la reacción brasileño. Bajo este Brasil están los Brasil. “La construcción dolorosa de nosotros mismos se desarrolla en la dialéctica enrarecida entre el no ser y el ser otro” (GOMES, 1980, apud PAULA, 2020, p. 34, prepublicación). Estamos en Brasil, pero en contradicción.

El día en que la alianza de diferentes Brasil si lo hace, y rasga el manto que cubre al Brasil hegemónico, tendremos recreado el Brasil. Será el Brasil de las alianzas ontológicas entre múltiples: pueblos originarios del continente; las diásporas de tantas partes del globo, principalmente de África, de negros; los que se forjaron como campesinos, caboclos, sertanejos, trabajadores rurales, trabajadores urbanos; de las mujeres, maestras en el enfrentamiento al patriarcado; las que sufren violencia de género; de los comunistas revolucionarios, los que no renunciaron a la utopía como poder; de gente moderna comprometida con la solidaridad y la emancipación de los pueblos; de ecologistas; de los movimientos sociales, en el campo y en la ciudad; de los sobrevivientes de la vida cotidiana, que se centró en la reproducción de la vida, hizo que llegáramos vivos y con ganas de cambio.

La actual crisis humanitaria/civilizatoria que se vive en estas tierras revela un movimiento de implosión en Brasil. Rancière (2014) revela el odio contemporáneo a la democracia, en medio de la crisis generalizada de la reproducción capitalista. En Brasil, la crisis tiene sus contornos específicos, y su clase reaccionaria, históricamente siempre lista para atacar en caso de insurgencia del Brasil, por leve que sea, se hiere mortalmente a sí mismo y al resto de su sociedad competitiva. La pandemia de la Covid-19, como uno de los fenómenos constitutivos de esta crisis, reveló que los reaccionarios brasileños no tienen el más mínimo compromiso con la vida, ni siquiera de sus propios representantes de clase, ni de quienes los siguen ciegamente, mucho menos de los Brasil. Desde el Brasil recién nacido en la década de 1820 hasta el Brasil contemporáneo, la fuerza hegemónica, recuperando las formulaciones de Paulo Mercadante (1965), se expresa en cuatro aspectos: i) la “conciencia conservadora”, marcada por el “miedo a la revolución”; ii) bloquear la participación popular; la legitimidad del concepto de raza (CHAUÍ, 2000) y el “miedo a la abolición (efectiva)”, expresada en el racismo estructural (ALMEIDA, 2019); iii) preocupación por la unidad nacional, bajo el dominio de fuerzas reaccionarias en condición de dependencia; iv) moderación, bajo la forma de conciliación/transacción entre las fuerzas dominantes en Brasil, pero no con el pueblo del Brasil. Al final, "haz todo lo necesario, pero evita la revolución”, como dijo Evaristo da Veiga (1831, citado por NOGUEIRA, 1984, p.25). Este menú incluye una lista de supresión de insurgencias, “contrarrevoluciones preventivas” (FERNANDES, 1975), como en 1935, 1954, 1964/68 y 2016, así como en la elección de una figura repugnante como Bolsonaro, en 2018.

Cuando volvemos a la historia reciente de Brasil, nos enfrentamos a dos eventos secuenciales, de carácter político-institucional, decisivos para la comprensión de la crisis contemporánea.

El primero de ellos es, sin duda, el golpe mediático/jurídico/parlamentario de 2016, con la participación decisiva de sectores del poder judicial y del Ministerio Público, para la destitución de la recién reelecta presidenta en 2014, Dilma Rousseff. Un proceso de dinamización de las capas medias de la población de Brasil, con el subterfugio de “combatir la corrupción”. Y la historia se repite como farsa y tragedia, el relato de la corrupción, ya tantas veces evocada, contra Getúlio Vargas, contra João Goulart, esta vez, alimentada por la infame Operación “Lava-Jato”, que tuvo la instrumentalización de parte de las instituciones. de justicia, y por fuerzas externas norteamericanas[iii], junto con acusaciones de delitos de responsabilidad, sin acreditar la implicación ni la efectiva rendición de cuentas del presidente, culminaron en su juicio político. Este golpe, por lo tanto, fue esencial para la conformación de una hegemonía política sobre las instituciones del Estado brasileño, que tenía como objetivo la profundización de lo que podemos llamar el orden neoliberal. Desde el punto de vista institucional, lo que se buscaba, una vez que el gobierno golpista de Michel Temer asumió el Poder Ejecutivo, era la aprobación de leyes, algunas de ellas a nivel constitucional, con fuertes medidas de restricción fiscal, que sacaran de al Estado brasileño la posibilidad de proporcionar maniobras e inversiones capaces de atender las necesidades de la población, así como eliminar o vaciar una serie de mecanismos de protección social.

Una de las más impactantes de estas restricciones se formalizó como un 'Tope de Gastos', la Enmienda Constitucional nº 95/2016, que establece que los gastos corrientes de la Unión Federal, previstos en el Presupuesto, deben limitarse a la inflación del año anterior. Otra, igual de impactante, fue la reforma laboral, Ley nº 13.467/2017, que además de desmantelar los mecanismos de sindicalización de los trabajadores, con el fin de las cuotas sindicales obligatorias, impulsó una serie de “flexibilizaciones” en las relaciones entre capital y laborales, como el permiso para el establecimiento de contratos de trabajo intermitente, el aumento de la jornada laboral y el fin de las condiciones especiales por trabajo insalubre. Además, está en agenda una fuerte agenda de privatizaciones, que tiene como objetivo principal empresas del complejo energético brasileño, en particular Petrobras. Con la venta, a precios dudosos, de varios de los activos de la empresa, con el desmantelamiento de la estrategia de verticalización en la cadena de producción y distribución del petróleo y sus derivados, vigente desde principios de la década del 2000 y cuyo apogeo el descubrimiento y factibilidad de yacimientos petrolíferos presalinos.

El segundo evento, ya en 2018, fue la elección para la presidencia de un parlamentario, hasta entonces marginal en la vida político-institucional brasileña, con una clara tendencia fascista. Se trata de Jair Bolsonaro, quien representa la imagen exacta de lo que son las clases dominantes en Brasil, es decir, racistas, violentas defensoras de la tortura y enérgicas opositoras a la democracia y la racionalidad (RACIÈRE, 2014). En una campaña marcada por la difusión de “Noticias falsas", realizada a través de aplicaciones de mensajería de smartphones, con un guión histórico digno de guiones de ficción cinematográfica de baja calidad en Hollywood, con derecho a apuñalar al candidato fascista, filtración ilegal de contenidos de un laureado exdirigente del Partido de los Trabajadores (PT) en la semana de la segunda vuelta de las elecciones, coreografías de jóvenes reaccionarios y varias otras manifestaciones de Estética bruta, pero completamente accesible a capas populares. Junto a Bolsonaro estaba la figura de un economista sin relevancia en el debate económico, formado en la notoria “escuela de Chicago” y con participación en bancos y casas de bolsa del sistema financiero, Paulo Guedes. La promesa de la agenda económica era intensificar las reformas neoliberales iniciadas en el gobierno de Temer (2016-2018). Fue exactamente lo que sucedió y ha estado sucediendo desde que Bolsonaro asumió el cargo. La primera medida fue la tramitación y aprobación en el Congreso de una agresiva reforma de la Seguridad Social, la Enmienda Constitucional nº 103/2019, que impuso extremas dificultades para el acceso a los beneficios de jubilaciones y pensiones, además de imponer límites drásticos en los montos a pagar. La truculencia e incapacidad política del Gobierno Federal, ocupado masivamente por militares, no permitió la celeridad de otras reformas pretendidas por las clases que integran el bloque en el poder, situación que se agravó aún más con el inicio de la pandemia. justo al comienzo del segundo año de mandato (2020).

Pero es en el contexto de la pandemia que se intensifica el aspecto reaccionario del bloque de poder. En medio de las presiones iniciales por apoyo financiero para las necesarias medidas de distanciamiento social (medida identificada por la comunidad científica como la forma más efectiva de prevenir la propagación del Covid-19), el gobierno de Bolsonaro apuesta por una agenda contraria a las recomendaciones científicas y produjo un falso dilema: “salud vs economía". Por una acción orquestada en el Congreso Nacional, se aprobó la ayuda de emergencia, Ley nº 13.982/2020, por seis meses, durante el año 2020. La cual no fue renovada para 2021, precisamente en el momento en que la pandemia se recrudece en el país, el resultado del propio estimulo genocida de quienes ocupan el Gobierno Federal[iv]. No es el objetivo aquí profundizar en la crisis sanitaria y funeraria que atraviesa Brasil, sobre todo porque este texto está escrito en medio de su evento y muchos elementos concretos del mismo están por venir. Pero lo que queremos explorar es que, aun en medio del caos, las fuerzas reaccionarias en el poder siguen comprometidas en acentuar sus ganancias económicas y el control total del Estado, sin complacencia alguna hacia las capas populares. Mediante la aprobación de leyes y el control efectivo de las empresas públicas, se implementan mecanismos de transferencia de ingresos financieros a grupos privados, en la forma de operaciones de endeudamiento público y mediante el pago de dividendos a corto plazo, en el caso de las empresas estatales. A modo ilustrativo, se destacan dos legislaciones y dos empresas públicas:

(I) Enmienda Constitucional nº 109/2021, capa de “PEC de Emergencia”, que aprobó bajo el pretexto de liberar una nueva ronda de ayudas de emergencia, como acción para combatir la pandemia, por un valor inferior a la mitad del dispuesto en el año 2020 y para una audiencia mucho menor, en realidad es un paquete de restricciones fiscales para todos los organismos públicos, en los diferentes poderes y entidades de la federación brasileña. La norma diseñada establece que cuando los gastos corrientes alcanzan el 95% de los ingresos corrientes, se activan una serie de disparadores, entre ellos el impedimento para la sustitución del personal del servicio civil, los ascensos y aumentos salariales e impone recortes en los gastos obligatorios. Un segundo techo tributario, que se suma al ya establecido “Tope de Gastos”, a partir de 2016. Se trata, sin duda, de una agresiva desmovilización del Estado, como agente inductor de procesos económicos de mayor interés popular.

(II) La tramitación de la Propuesta de Enmienda Constitucional (PEC) nº 32/2020, la "Reforma Administrativa" - que prevé condiciones más fáciles para el despido de servidores públicos, formas precarias de contratación y conduce al vaciado de la capacidad operativa del Estado brasileño.

(III) Petrobrás, que estaba en el centro de la narrativa “anticorrupción” forjada por sectores reaccionarios, desde el golpe de 2016, tuvo su directorio ocupado por exgerentes de grandes petroleras con sede en los Estados Unidos y fondos de inversión. . Hubo entonces un fuerte cambio en la estrategia operativa de Petrobras. Hasta 2016, la empresa venía actuando como inductora del desarrollo de cadenas productivas en el segmento de producción de energía, con grandes inversiones, verticalización de su alcance y audaces proyectos tecnológicos, cuyo mayor ejemplo es el descubrimiento e inicio de la extracción de petróleo en el pre -sal (FURNO, 2020). El resultado del golpe para Petrobras fue entonces el despilfarro de sus activos, con la venta de empresas subsidiarias como BR Distribuidora y otras participaciones en el sector de distribución y comercialización de derivados en el mercado interno y, principalmente, la venta de refinerías. El objetivo claro es convertir a Petrobras en una empresa especializada en la extracción de crudo y sin el monopolio de esta actividad, con el fin de abrir espacio para la actuación de otras empresas del sector en el mercado brasileño e incluso reducir su competitividad en el mercado internacional. ambiente. Adicionalmente, se percibe que al reducir el alcance de las inversiones y operaciones de la empresa, también se busca mayor seguridad en la viabilidad de las utilidades y distribución de dividendos a corto plazo, generalmente trimestrales. Vale destacar también dos movimientos que ilustran la estrategia de vaciado de Petrobrás, en cuanto a su participación en los mercados interno y externo y, al mismo tiempo, asegurando que actúa como distribuidora de dividendos de corto plazo. El primero de ellos fue la adopción de un sistema de precios de los derivados del petróleo para su comercialización en el mercado interno, que opera en paridad con los precios de importación (IPP). Es decir, Petrobras tiene capacidad para refinar parte de su producción de crudo. Como empresa estatal, hasta 2016 actuó para equilibrar los precios en el mercado interno, como una forma de amortiguar posibles choques de precios provenientes del mercado internacional. En 2016 se adoptó el IPP, con ajustes de precios, prácticamente en tiempo real, de acuerdo con las fluctuaciones internacionales, como forma de garantizar resultados expresivos en el corto plazo. El segundo movimiento se refiere al permiso otorgado por la Ley nº 13.303/2016, conocida como “Ley de Empresas del Estado”, que tuvo su “constitucionalidad” confirmada por el Supremo Tribunal Federal (STF), en 2019, que permite la venta de activos o de subsidiarias de empresas públicas sin necesidad de aprobación del Congreso Nacional.

(IV) Eletrobrás, que pretende privatizar la empresa y sus reservorios de agua, a través de la Media Provisional nº 1.031/2021, sin un amplio debate con la sociedad y con gran potencial para producir un corte y desintegración de la producción y suministro de energía en monopolios regionales.

El saber hacer de los operadores en Brasil siempre se basó en la idea de saqueo y esclavización. La historia de estas tierras está marcada por la tensión entre el surgimiento de Brasil y la violenta fuerza reaccionaria. Brasil nació sin un proyecto claro de futuro. Es, por tanto, un rehén de sí mismo, la expresión de un ser social reaccionario y conservador. Su proyecto es detener la devir, el poder de lo diferente expresado por el Brasil, cueste lo que cueste, incluyendo en el sacrificio los preceptos de la modernidad, la racionalidad, el humanismo e incluso la vida misma. Brasil tiene la naturaleza de la draga. La draga simplemente chupa y, una vez que chupa, se realiza en su propia existencia.

la historia de Brasil, a su vez, está constituido por la intención disruptiva frente a la fuerza de succión de la draga. Los indígenas de estas tierras comprobaron rápidamente la violencia de la draga que atravesó el Océano Atlántico, antes de construir aquí un Brasil. Desarrollaron sus tecnologías de supervivencia, a veces en estrecha proximidad y control de observación del movimiento de la draga, a veces tratando de salir de su campo de fuerza. Las diásporas de África también lo hicieron, se adquirieron, cuando lograron hacerlo. Ambos con muchas bajas históricas. Tú Brasil, cíclicamente, se crean y se recrean, mueren y vuelven a la vida, como campesinos de caboclo (COSTA, 2019), como nuevos quilombos (SOUZA, 2015). Organizado y reorganizado. Murieron y resucitaron. Murieron como los primeros tupinambás que se opusieron al dragado y resucitaron como pueblos indígenas en resistencia y recuperación (ALARCON, 2019; ALARCON, 2020). Murieron en la cabaña (1835-40) y revivieron como la alianza de los pueblos de la selva y muchos otros movimientos insurgentes (KRENAK, 2015 [1989]). Murieron esclavizados en África y resucitaron en Palmares y muchos otros quilombos (NASCIMENTO, 2002). Renacieron y murieron en Canudos (1893-97) y resucitaron en las favelas contemporáneas (MONIZ, 1987). Murieron durante la dictadura militar y revivieron en los movimientos constituyentes anteriores a 1988. Murieron en la violencia sexual que atravesó los tiempos y revivieron como feministas y LGBTS (CISNE, 2015). Han sido golpeados muchas veces, están siendo golpeados y asesinados hoy, pero reviven todos los días.

La draga mata. pero somos tantos Brasil, insistente, que la draga decidió chuparlo todo, y terminó chupando partes de sí misma. Lo que queda quiere ser aún más violento y se reduce a aspirar los moldes del siglo XVI. Su actual comandante, el genocida Bolsonaro, y sus secuaces, solo falta retomar los términos de la “guerra justa”. Así, Brasil se implosiona a sí mismo para dificultar el surgimiento de Brasil como potencia.

Lo que vimos en las últimas dos décadas fue que Brasil perdió la oportunidad de ser parte de un Brasil que, aunque mantuviera contradicciones complejas, proporcionaría algún avance civilizatorio. Aquellos brasileños podrían haberse constituido en una vanguardia de los procesos económicos capitalistas con carácter territorial propio, con avances en posibilidades de acumulación más sofisticadas, con desarrollo tecnológico y una sociedad más estable desde el punto de vista de los conflictos distributivos. Pero la draga no está hecha para pensar, simplemente apesta.

El comienzo del siglo XXI fue un período histórico en el que Brasil esbozaron algún proyecto de insurgencia, no contentos con estar subordinados al mando esclavista de Brasil, con la construcción de una agenda que pasaba por: reivindicación de derechos fundamentales; disputa sobre el presupuesto estatal que surge entre Brasil y el Brasil; cuestionar las prácticas expropiatorias y reclamar sus múltiples territorialidades; compitiendo por el control del estado; disputar el modelo económico de acumulación a favor de la reproducción de otras economías; beneficiarse de los avances tecnológicos de la civilización industrial, pero subvirtiendo su orden social. Fue en ese momento que Brasil tiró todas sus fichas en sí mismo y potenció la que es su única habilidad, la mamada. Desde el año 2015 ha chupado tanto que se ha tragado parte de su propio suelo. En el campo económico, ha destruido sus posibilidades de avanzar en formas de reproducción más sofisticadas, por ejemplo, en una economía basada en la inclusión, en la interacción entre el ser humano y el bosque, y en el desarrollo tecnológico. Sería demasiado avanzado para ellos.

mas os Brasil de la central eléctrica de Brasil son especialistas en revivir. A ellos les toca construir las alianzas necesarias para la insurgencia, invención y realización de Brasil. Y en este Brasil ya no cabe Brasil. En la década de 2000, parte de Brasil trataron de insertarse en la dinámica de transacción, un mecanismo clásico de los grupos que componen Brasil (PAULA, 2020, prepublicación). Quedó claro que, para Brasil, los términos de esa transacción y su efectividad, resultando en una distribución básica del ingreso y de las oportunidades, aunque tímidas, ya sea considerando los aspectos histórico-geográficos-estructurales que componen las demandas básicas del pueblo, o , sin embargo, considerando que los poderosos ganaron mucho durante esta primera década del siglo XXI, parecía más una acción insurgente, amenazadora del orden. Una contradicción que se vio potenciada por el contexto de crisis que envuelve la reproducción capitalista global desde 2008, con el movimiento de ruptura proveniente del sistema financiero nucleado en Estados Unidos y la acentuación de un orden global multipolar, con el ascenso brutal de China. ¡Suficiente! Ya no hay lugar para Brasil.

Es necesario, sin embargo, pensar en una agenda para la Brasil. Las líneas que siguen son algunos apuntes generales sobre esta agenda insurgente, que se resume en cuatro campos:

Nueva forma de gobierno: espacial, múltiple y basada en alianzas de derecho.

Para un proyecto verdaderamente democrático en Brasil, la cuestión de la multiplicidad de formas de reproducción social y de vida en estas tierras debe estar en el centro del debate. Gran parte de la población está articulada por diversas formas de lazos sociales basados ​​en la solidaridad en su vida cotidiana, a pesar de estar empujada hacia la confrontación mutua en el orden social competitivo (FERNANDES, 1975). Miremos las sociedades indígenas, que a pesar de estar niveladas por un marco institucional/jurídico, obviamente tienen peculiaridades en cuanto a su historia, geografía y reproducción social que las distinguen. Son 305 pueblos, con variedades lingüísticas, culturales y sociales, con una población que actualmente se acerca al millón de habitantes. La población negra de ese país, por su parte, que supera el 1% de toda la población nacional, se organiza espacialmente desde el campo, con diversos núcleos rurales, desde sertanejos a quilombolas, pasando por cocoteros y ribereños, hasta las ciudades, donde dan una forma clara a lo que convencionalmente se llama periferias. En otra escala, podemos hablar de conformaciones regionales y de las diferentes cuestiones estructurales que las atraviesan, según las cuestiones y contradicciones sociales que se plantean y la dialéctica entre lo humano y la naturaleza. Para hacer frente a esta complejidad de cuestiones, Brasil no puede mantener la forma de Estado que ha permanecido vigente. Tomemos, por ejemplo, la definición del presupuesto público (BRANDÃO, 50), que se basa en una lógica de disputa y distribución de recursos entre carteras temáticas, cada una como si representara una totalidad distinta de Brasil: Brasil educación; Brasil Salud; Brasil seguridad; Brasil infraestructura; Brasil de acomodar los intereses de las viejas oligarquías regionales, lo que en términos presupuestarios se expresa en reformas parlamentarias; el Brasil del nuevo orden del poder financiero, que se expresa en superávits primarios y asignaciones para el pago de la deuda pública. Es claro que, en este contexto, lo que se observa es un juego en el que el interés de Brasil prevalece sobre el de los Brasil.

Necesitamos construir un sistema político de alianzas entre Brasil, con formas variadas de toma de decisiones, multiescala, que parte de la vida cotidiana, desde las bases de la reproducción social de diferentes grupos, pero que avanza en escalas de producción de acuerdos de toma de decisiones en un complejo llamado Brasil.

Instauración urgente de la dignidad en la reproducción básica de la vida

Manoel Bonfim, en la década de 1930 (AGUIAR, 2000), ya advertía que la revolución brasileña tendría como agenda la distribución de la tierra, la viabilidad de la vivienda en el medio urbano, el derecho de huelga (todavía no revocado, pero sumamente perjudicado desde la reforma laboral de 2017), la salud pública (hoy representada por el Sistema Único de Salud mayorista – SUS – que juega un papel esencial en el combate a la pandemia de la Covid-19, a pesar de toda la surrealidad del gobierno de Bolsonaro) y la educación popular, que es atacada por ideas locas y ultrarreaccionarias, como la “escuela sin partido” y el deseo de retorno a la pauta cívico-militar por parte de los reaccionarios, aunque no hemos podido alcanzar un nivel cualitativo significativo de aceptación popular. educación de carácter crítico.

Hay necesidades básicas para todos. La solución para un Brasil reinventado parte necesariamente de la resolución de estas necesidades, como la “distribución primaria del ingreso”, en los términos ya defendidos por Celso Furtado (1992). Como se pensó a principios de la década de 1960, estas reformas estructurales básicas conservan el potencial creativo de Brasil y de un Brasil que pueda erigirse en referente anticapitalista para el mundo. Después de todo, como ya nos mostró Florestan Fernandes (1975), para superar el capitalismo dependiente brasileño es necesario superar el capitalismo (en Brasil). La ventaja es que el Brasil son maestros en la superación del orden capitalista en el día a día.

Es necesario enfrentar la dureza del mundo: múltiples tecnologías, múltiples producciones y defensa en un régimen de alianza.

La historia de la violencia y la reacción contra Brasil nos muestra la dureza del mundo, bajo el orden competitivo capitalista. Nuestra historia es de represión de movimientos insurgentes e intentos de reforma.

Además, nuestra condición de dependencia se ha agudizado, con una fuerte pérdida de participación relativa de la industria y cada vez más distantes de los avances tecnológicos en las cadenas productivas de valor. El mayor problema de esto es que cualquier intento de emancipación se sitúa en una situación de fragilidad. Es importante la búsqueda de ganancias de autonomía frente al escenario externo, ya sea para el acceso y disfrute de los beneficios de la producción tecnológica, pero principalmente como estrategia para el mantenimiento de una estructura de poder emancipadora, algo también recordado por Celso Furtado (1998), así como por Alice Amsden (2001).

Entonces la agenda de Brasil necesita recuperar aspectos del debate sobre el desarrollo y la geopolítica antiimperialista. Defiende la necesidad de una institucionalidad que implique:

• un proceso de planificación robusto, que permita la operacionalización del sistema de alianzas entre los Brasil;
• un sistema de defensa robusto, cooperativo y descentralizado;
• alianzas externas con bloques antiimperialistas que permitan el desarrollo y mejoramiento del sistema de defensa, así como un proceso de colaboración en la factibilidad de inversiones y soluciones en infraestructura, avances tecnológicos y medios de pago internacionales alternativos.
• Inserción en cadenas globales de valor, pero con base en bloques de cooperación multilateral y en temas urgentes para la vida de la humanidad, como soluciones energéticas, salud pública, tecnologías y arreglos de reproducción social que permitan enfrentar los efectos de los cambios ecológicos en el Antropoceno.

Siempre es necesario recordar que el capital es el sistema que sintetiza y naturaliza la violencia como forma de reproducción. Sobre todo porque, de la alianza entre las élites del alto capital internacional y la clase reaccionaria en Brasil, siempre se puede retirar una “Operación hermano sam” del sombrero de copa. También es necesario saber que no será fácil, sino de dificultades la Brasil entender.

*Wesley Cantelmo es candidato a doctorado en economía política en la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG).

Referencias


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Notas


[i] João Antônio de Paula (2020, prepublicación) para desplegar la crítica a la mitología del país de la conciliación recupera la obra de Sérgio Buarque de Holanda (1986), con el fin de evidenciar las malas interpretaciones sobre este importante intérprete de la formación de la Brasil y, al mismo tiempo, presentar, de manera igualmente crítica, sus aspectos disruptivos y emancipadores. Se pueden presentar dos destaques: la profundización de la noción de “hombre cordial”, como alguien que actúa desde el corazón, desde lo íntimo; y el énfasis en el papel del “pueblo” en la obra de Holanda, como agente de cambio.

[ii] Derrotado por su “exageración democrática”, como lo defiende Euclides de Cunha (1926) y muy bien recordado por João Antônio de Paula (2020, prepublicación).

[iii] Con la divulgación de los datos de la operación Engaño, desencadenada por la Policía Federal tras las filtraciones de material producto de interceptaciones de mensajes de texto realizadas por un pirata informático, se hizo pública la colaboración irregular entre los fiscales de la operación Lava-Jato y los departamentos de Estado de EE.UU. Ver en Cardoso (2021).

[iv] Al momento de escribir este texto, Brasil bate récords diarios de muertos y contagiados por Covid-19. Hay más de 300 muertes, con una media móvil, con más de 3 muertes por día y una tasa de vacunación por debajo de la de los países en general. Por cierto, la historia de la vacunación en Brasil y el papel del gobierno federal es un desastre aparte. Con increíbles negativas a las vacunas, la generación de conflictos diplomáticos y desincentivos a la población.

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