por DANIEL AARÃO REIS*
Consideraciones sobre el ascenso de la extrema derecha
La elección de Jair Bolsonaro a la presidencia de la República de Brasil, en noviembre de 2018, sorprendió y creó un estado de perplejidad y desorientación, sobre todo en el campo de la izquierda, pero también entre las fuerzas del centro y la derecha democrática.
El presente artículo intenta contribuir a la comprensión del fenómeno, articulándose en los siguientes apartados: (1) Contexto internacional del auge de la extrema derecha; (2) El surgimiento de la extrema derecha en Brasil; (3) El carácter de la extrema derecha brasileña; (4) La construcción de alternativas democráticas.
El contexto internacional del auge de la extrema derecha[i]
El crecimiento de las fuerzas políticas de extrema derecha y varios tipos de regímenes autoritarios ha sido una tendencia mundial desde finales del siglo XX y principios del siglo XX.
En el corazón del proceso se encuentra lo que convencionalmente se llama la revolución digital o de la tecnología de la información, que ha cambiado radicalmente los patrones de civilización de la humanidad. Al igual que la llamada revolución fordista que, a fines del siglo XIX/XX, transformó profundamente las sociedades humanas, la civilización de la información, producto de la revolución actual, también ha producido efectos sociales, políticos, culturales y económicos desestabilizadores.
En el marco de la nueva revolución, se destacan algunos aspectos en la economía y la sociedad: la aceleración, desde la década de 1970, de las desigualdades sociales y económicas (T. Piketti, 2014); a partir de la década de 1980, la consolidación de la hegemonía del capital financiero, con énfasis en el capital especulativo y los paraísos fiscales liberados de la anterior legislación restrictiva; el debilitamiento de las normas que rigen los movimientos internos e internacionales de capitales y mercancías; la privatización de sectores económicos y servicios públicos, incluso aquellos que hasta entonces se consideraban estratégicos para los intereses nacionales; el correspondiente debilitamiento de la capacidad de intervención y control de los Estados Nacionales; desde la década de 1990, el surgimiento de nuevos sectores/actividades dinámicos, como, entre otros, las tecnologías de la información, la biotecnología, la robótica, la inteligencia artificial, con un alto nivel de monopolización u oligopolización, con impactos radicales en el área de las comunicaciones (internet , redes sociales, etc.); la reasignación internacional de la producción industrial mundial y el declive acelerado del peso demográfico de las clases trabajadoras en los países capitalistas más poderosos; la desarticulación y precariedad de los mercados de trabajo (uberización) y de las instituciones sindicales tradicionales; el surgimiento de nuevos polos de desarrollo (India, China) y megamercados regionales, alterando el equilibrio establecido tras la Segunda Guerra Mundial.
Los regímenes de democracia representativa han sido incapaces de hacer frente a los desafíos derivados de estas mutaciones. Las instituciones políticas y jurídicas pierden credibilidad al no cumplir con las demandas sociales. Entre los jóvenes y las clases populares se acentúa el desinterés por los procesos electorales y la desconfianza en relación a un sistema político criticado como ineficaz, corrupto y desmoralizado (S. Levitsky y D. Ziblatt, 2018 y D. Runciman, 2018). Este es un proceso en curso desde las décadas de 1960/1970, cuando comenzaron a emerger como protagonistas de las luchas políticas, movimientos sociales que no se dejan enmarcar en juegos institucionales y/o electorales (D. Aarão Reis, 2018).
Se estableció una “sociedad de la inseguridad” (N. Fraser, 2007). Los que pierden puestos o no pueden mantenerlos, las grandes masas de asalariados o los que viven de su propio trabajo, sienten miedo. Referencias culturales que parecían sólidas se desvanecen en el aire. Acciones terroristas, desde 2001 (T. Ash, 2011); las crisis económicas y las catástrofes naturales acentúan un ambiente de incertidumbre y angustia.
Las fuerzas y los partidos políticos reformistas, democráticos o socialistas no han sido capaces de presentar propuestas capaces de reformar las estructuras políticas y económicas, reducir las desigualdades sociales y/o cuestionar la hegemonía del gran capital financiero.[ii]. Acurrucados dentro de las fronteras nacionales, pierden la capacidad de enfrentar los fenómenos que se desarrollan globalmente y son incapaces de controlar o mitigar los efectos destructivos de la revolución en curso.
Así, han sido identificados, con razón o sin ella, como socios de regímenes incapaces de defender a las grandes mayorías, lo que se hizo particularmente evidente frente a la crisis económica de 2008, cuando el costo de superar sus efectos se derrumbó sobre las espaldas de los trabajadores asalariados ( A. Przeworski, 2019).
Es en este marco general de desesperación que se refuerzan las tendencias y propuestas nacionalistas y autoritarias de derecha, en un proceso de reacción nacionalista.[iii], casi siempre expresado a través de organizaciones o partidos de extrema derecha[iv].
El fenómeno Donald Trump en Estados Unidos, el crecimiento de las fuerzas de extrema derecha en Europa Occidental (Italia, Francia e Inglaterra) y Europa Central (Hungría y Polonia), Asia (India y Filipinas) y América Latina (Chile, Colombia y Brasil) dan fe de la existencia del proceso. Una de sus principales particularidades es que tales fuerzas no confrontan abiertamente a las instituciones democráticas, sino que las instrumentalizan, corroyéndolas desde adentro, desfigurándolas. Combinan efectivamente el recurso a la opinión pública y el uso intensivo de las llamadas redes sociales en el marco de opciones nacionalistas, antidemocráticas y conservadoras desde el punto de vista social y religioso.[V].
El auge de la extrema derecha en Brasil
La victoria de Jair Bolsonaro es parte de este escenario internacional. Es la expresión brasileña de estas tendencias.
Para comprenderlo, una vez contextualizado a nivel internacional, propongo la articulación de tres temporalidades: en el largo plazo, el estudio de las tradiciones autoritarias de derecha en el país; en el mediano plazo, el deterioro del sistema político entre la promulgación de la Constitución de 1988 y las elecciones de 2018; en el corto plazo, la incidencia de la campaña electoral y sus efectos.
Tradiciones autoritarias de derecha: el largo plazo
Las tradiciones autoritarias de derecha son densas en Brasil. Entre otros, se destaca el racismo; desigualdades sociales; patrimonialismo y mandonismo; la explotación sistemática del anticomunismo; discriminación de género y regímenes democráticos cerrados y elitistas.
Examinemos cada uno de estos aspectos.
Las relaciones de esclavitud, antes de ser abolidas tardíamente, se extendieron por toda la sociedad (esclavitud doméstica o de proximidad), generando el desprecio por el trabajo manual y las relaciones jerárquicas. El peculiar proceso de mestizaje, presentado como un antídoto a la discriminación racial, solo disfrazó formas omnipresentes de racismo, evidenciadas, entre otros índices, en desigualdades en el empleo, ingresos y educación; en el uso y abuso de la violencia policial; en la población carcelaria. Racismo estructural. y estructurado[VI].
Las desigualdades de todo tipo no fueron atenuadas por el progreso económico, registrado entre 1930 y 1980. Incluso las políticas de reducción de la pobreza, cuando fueron formuladas y aplicadas (2002-2010), reprodujeron patrones brutales de desigualdades regionales y sociales, configurando grandes mayorías en una condición de segunda. -ciudadanía de clase, cuyos derechos, aunque proclamados en las leyes e incluso en la constitución, no se materializan, salvo muy parcialmente, en la práctica social.
El patrimonialismo y el mandonismo, fundamentos del Orden agrario, anclados lejos en el pasado colonial, han conservado gran fuerza. En un artículo reciente, el antropólogo Roberto Da Matta se refirió al “colonialismo autoritario y burocrático, radicalmente católico y antiigualitario”, combinado con “lazos de puños de encaje, hermano de la inhumana esclavitud negra”.[Vii] El proceso de urbanización no disolvió su fuerza e impacto, ni la República, proclamada en 1889, pudo neutralizar sus efectos. El limitado acceso a la ciudadanía plena –a pesar de lo que digan los textos legales– reproduce la preeminencia de las relaciones personales en detrimento de códigos legales impersonales.
La discriminación de género persiste, evidenciada en altas tasas de violencia doméstica y violación[Viii]. Los avances hacia la emancipación de la mujer son muy recientes, datan de la década de 1970, con la excepción del derecho al voto, garantizado desde 1934. Desigualdades profesionales y de ingresos, acceso limitado a los más altos niveles de prestigio social y remuneración, criminalización del trabajo voluntario interrupción del embarazo atestiguan la subordinación violenta de la “segunda mitad del cielo”.
El anticomunismo tiene una larga historia en el país. Estuvo presente en los años que vieron el estallido de la revolución soviética. Sería retomada con inmenso énfasis luego de la insurrección revolucionaria encabezada por los comunistas, ocurrida en noviembre de 1935, sirviendo, poco después, de principal pretexto para el golpe de 1937, que instauró la dictadura del Estado Novo, entre 1937- 1945.
Como espectro, condicionaría a la sociedad brasileña en la década de 1950 y, en particular, en el contexto que precedió al golpe cívico-militar de 1964, cuando, una vez más, sería bandera central para la unificación de las fuerzas golpistas, permaneciendo vivo durante toda la dictadura, hasta 1979. Durante todos estos años, movilizadas por la Iglesia católica, las fuerzas conservadoras –y en ocasiones incluso los partidos de izquierda– utilizarían permanentemente al comunismo como un espantapájaros, un peligro inmediato, amenazador, que ponía en peligro las instituciones y la vigencia de la “ civilización cristiana” en el país[Ex].
En estas condiciones, las instituciones democráticas ni siquiera pudieron consolidarse. Una república proclamada a través de un golpe de Estado, el seguimiento permanente del régimen político por parte de los militares, la selectividad elitista en la atribución de la ciudadanía, la sollozante y limitada extensión de los derechos civiles, políticos y sociales, los principales saltos económicos registrados bajo la dominación de regímenes dictatoriales (1937/1945 y 1964/1979), todo ello dejó profundas huellas en las tendencias políticas de derecha e izquierda. El reconocimiento de derechos amplios solo data de los últimos años del siglo XX (Constitución de 1988), pero muchas disposiciones legales existen solo en el papel.
La combinación de estos aspectos estructuró a largo plazo una sociedad marcada por las desigualdades, la jerarquización, la violencia, la intolerancia y la discriminación (L. Schwarcz, 2019 y H.Starling, 2019).
Sin embargo, fue notable cómo amplios círculos –políticos e intelectuales– tendían a subestimar la fuerza de estas tradiciones ya considerar la democracia brasileña como “consolidada”. Un caso típico de ceguera política e histórica.
Nunca ha sido tan urgente como hoy superar este malentendido.
Diversos historiadores, desde los primeros años de este siglo, han llamado la atención sobre las “complejas relaciones” que se establecieron entre las dictaduras y la sociedad, mostrando cómo éstas no fueron sólo producto de la voluntad de las clases dominantes y la represión, (salvo la papel fundamental de estos últimos), pero contaron, bajo la hegemonía del gran capital financiero, con apoyos transversales en todos los niveles de la sociedad. Efectivamente, en torno a los dos regímenes dictatoriales que se impusieron en el país en el siglo XX (1937-1945; 1964-1979[X]), muchas veces fue posible construir un importante consenso social, que ofrece subsidios para entender el establecimiento casi pacífico de ambos y los procesos igualmente pacíficos de su superación. Importantes investigaciones han demostrado la idoneidad de esta interpretación.[Xi].
Sin embargo, considerar las tradiciones autoritarias para comprender el ascenso actual de la extrema derecha no debe conducir a su absolutización.[Xii]. A pesar de estas tradiciones, significativas mayorías eligieron al sociólogo de centroizquierda Fernando Henrique Cardoso (1994/2002), al dirigente obrero Luiz Inácio Lula da Silva (2002/2010) y a Dilma Rousseff (2010/2016), expresidenta de la república, para la presidencia de la republica.- militante de la lucha contra la dictadura. En otras palabras: las tradiciones autoritarias condicionan las opciones pero no las determinan automáticamente. Como le gustaba decir al intelectual israelí Amoz Oz: “el pasado nos pertenece, nosotros no pertenecemos al pasado”. Las tradiciones, por poderosas que sean, no pueden sacar a la política de la historia. Larga duración no excluye la evaluación de media y corta duración. Ha llegado el momento de analizar esto último.
La duración media: la gran coyuntura 1988/2018
Se ha vuelto común denominar al período que se inició con la aprobación de la Constitución de 1988 como la “nueva república”[Xiii]. Según los partidarios de la denominación, habría entrado en crisis con la acusación de Dilma Rousseff, en 2016, y fue sepultado definitivamente con la elección de Jair Bolsonaro, en 2018[Xiv] (A. Alonso, 2019 y E. Solano, 2019).
Se acepte o no la periodización, lo cierto es que la gran coyuntura entre 1988 y 2018 ofrece una plataforma interesante para evaluar las circunstancias y opciones que llevaron al desprestigio radical de un sistema político que parecía tan prometedor al final de la década. siglo XNUMX Esta es una reflexión importante, ya que la victoria de la extrema derecha y de Jair Bolsonaro está íntimamente ligada a la desmoralización del actual sistema político.
Entre otros aspectos, lo que marca la trayectoria de la nueva republica, desde el punto de vista político, salvo los años presididos por Collor de Mello[Xv] es la preeminencia de la polarización entre el Partido de la Socialdemocracia Brasileña/PSDB y el Partido de los Trabajadores/PT[Xvi]. Los dos partidos encarnaban las aspiraciones reformistas de construir una sociedad democrática y menos desigual.
La visibilidad, el prestigio y el poder que adquirieron correspondieron a políticas que defendieron los intereses de las grandes mayorías. Entre muchos otros, el control de la inflación, emprendido en los años del gobierno del PSDB y las políticas de distribución del ingreso y llamados afirmativos contra el racismo, implementados en los años del gobierno del PT, en particular en los términos de Lula (2002/2010) . Tuvieron un impacto positivo en la reducción de las tasas de pobreza, pero no cambiaron el patrón de desigualdades sociales que se mantuvo o incluso aumentó. Sin embargo, el ímpetu reformista de los dos partidos se enfrió, convirtiéndose, en ambos casos, en un “reformismo suave” (A. Singer, 2012).
Parte de este proceso fue la falta de valoración de una política activista de la memoria, capaz de suscitar debates sociales y políticos sobre el período dictatorial, características y legados, así como la ausencia de un amplio debate social sobre los derechos humanos y la vehemente condena de crímenes de lesa humanidad, cometidos por el Estado brasileño durante las dictaduras del siglo XX (D. Aarão Reis, 2019a). Se ha dejado de hacer un inventario de las cicatrices que dejó la dictadura, con evidente daño a la conciencia ciudadana.[Xvii].
Cuando perdieron las elecciones ante el PT, en 2002, el PSDB y su líder, Fernando Henrique Cardoso, ya registraban un desgaste considerable. Las alianzas consideradas sin principios con partidos y grupos notoriamente conservadores y corruptos habían erosionado su aura reformista e innovadora. Nada, sin embargo, que amenazara su posición como polo insustituible en las luchas políticas institucionales.
En cuanto al PT, ya en el primer gobierno de Lula, los escándalos de corrupción y especialmente el abandono de propuestas reformistas más consecuentes comenzaron a minar su prestigio y cuestionar los compromisos políticos del partido y del presidente. Sin embargo, las dudas parecieron despejarse con la reelección de Lula (2006), y a lo largo de su segundo mandato (2006/2010), cuando el país vivió momentos de intensa euforia social y política, que se confirmaría con la elección de Dilma Rousseff ( 2010). A nueva republica Parecía seguro y no pocos celebraron la consolidación de la democracia en Brasil, refrendada internacionalmente con la aprobación del país para albergar la Copa del Mundo (2014) y los Juegos Olímpicos de Verano (2016).
A partir de 2010, sin embargo, se empezaron a sentir los impactos de la gran crisis económica mundial de 2008, que fueron muy subestimados y, por tanto, mal mitigados o controlados. En un contexto de agudización de las contradicciones, las demandas sociales estallaron en varios niveles: por el empleo; por servicios públicos de calidad; por las políticas anticorrupción, cuya existencia se convirtió en un tema nacional tras sucesivos escándalos que involucraron a empresarios y políticos; por políticas positivas en relación con la seguridad, que en las ciudades se convirtió en un tema central para todas las clases sociales.
Las grandes manifestaciones de 2013, políticamente plurales, revelaron un profundo descontento y desconfianza en relación a los partidos y líderes políticos, expresado en aglomeraciones en calles y plazas públicas.
Sin embargo, ante este conjunto de desafíos, el PT y el PSDB se mostraron incapaces de ofrecer propuestas constructivas y creíbles. Enredados en sus querellas y juegos de poder, habiendo perdido su vocación reformista original, era como si estuvieran distanciados de la sociedad, sin conexión con los problemas que atormentaban a la gente común. Empezó a surgir la idea de que el sistema político ya no funcionaba satisfactoriamente. Piso quebrado-quebrado? Algunos comenzaban a decir que estaba podrido.
Fue en un ambiente de exasperación de contradicciones, condiciones propicias para el surgimiento de líderes salvacionistas, extranjeros supuesto o real, que el año electoral 2018 abrió[Xviii]. Sin embargo, aún no se daban todas las condiciones que llevarían a la victoria de Jair Bolsonaro.
Ocurrieron en la campaña electoral, en la corta duración. Por eso es tan importante analizar esta temporalidad. De lo contrario, como ya se ha dicho, la política sería expulsada de la historia.
La campaña electoral de 2018: la corta duración
El análisis de la campaña electoral, en la temporalidad de la corta duración, es fundamental para comprender el ascenso de la extrema derecha al gobierno por el voto.
En sondeos realizados el 22 de agosto, a menos de dos meses de la primera vuelta, Bolsonaro aún se mantenía en el 22% de las intenciones de voto, y pocos creían que fuera capaz de alcanzar cotas muy superiores. Casi tres semanas después, el 10 de septiembre, ganó solo 2 puntos más, alcanzando el 24% de las intenciones de voto.[Xix]. En otras palabras, a pesar de las tradiciones autoritarias y el desgaste del sistema político, aún no había certeza, todo lo contrario, sobre el éxito de la candidatura salvacionista de extrema derecha.
¿Qué circunstancias y decisiones te llevaron a la victoria?
Por un lado, la izquierda democrática subestimó su potencial de crecimiento. No lograron unirse, dispersándose en candidaturas rivales. Además, el PT se negó a evaluar la ola fundamental anti-PT que permeaba la sociedad, muy fuerte entre las clases medias, pero que también llegaba a capas populares. Así, descartó la posibilidad de apoyar a un candidato de otro partido. Y mantuvo la (anti)candidatura de Lula en un movimiento suicida durante un largo y precioso tiempo, ilegal en la medida en que había sido condenado en segunda instancia por la Justicia.[Xx].
Cuando el partido finalmente decidió apoyar formalmente la candidatura del exministro de Educación y exalcalde de São Paulo, Fernando Haddad, lo hizo con reservas, presentándolo como un peón de Lula. Atormentado por los errores e inconsecuencias del PT y de Lula, que siempre se negaron a producir cualquier tipo de autocrítica, Haddad no pudo presentar propuestas para neutralizar o contener la corrupción masiva y la inseguridad en las grandes ciudades, dos grandes temas de la campaña electoral. campaña, explorada cruda pero efectivamente por el candidato de extrema derecha. Entre las dos vueltas, Haddad recuperó terreno, cultivó su propia personalidad, formulando propuestas objetivas y convincentes, pero no hubo tiempo político para revertir los desfavorables resultados.
En cuanto al PSDB, se hundió con la candidatura de Geraldo Alckmin, exgobernador de São Paulo y uno de los líderes más importantes del partido. Reuniendo un frente de partido poderoso, con recursos financieros sustanciales, reunió a muchas fuerzas del centro y de la derecha democrática. Se pensó que la disputa tendería a ser, una vez más, entre él y el candidato del PT[xxi]. Sin embargo, en grandes contingentes del electorado prevaleció la percepción de que, para derrotar al PT, Bolsonaro tenía mejores condiciones que Alckmin. Hubo, por tanto, en las últimas tres semanas de campaña, un tránsito masivo de votos a favor del candidato de extrema derecha, garantizando su victoria.
El ganador no solo se benefició de los errores del oponente. Desde sus bases más radicales, en las fuerzas armadas y policías[xxii], supo construir alianzas sorprendentes y diversificadas. Escogió como ministro de Economía a un empresario vinculado a la especulación financiera que le abrió las puertas a una alianza con el capital financiero. En el ámbito económico, también estructuró apoyos entre empresarios vinculados a la exportación de productos agrícolas, los llamados agronegocios, y con mineros y madereros comprometidos con la devastación de bosques y la apertura de fronteras agrícolas.
Al definir al juez Sergio Moro como ministro de Justicia, se ganó la confianza de todos aquellos que consideraban la corrupción y la seguridad como grandes problemas nacionales.[xxiii]. Explorando una agenda conservadora desde el punto de vista costumbrista, estrechó lazos con las iglesias evangélicas, con creciente fuerza en el país[xxiv]. Tales alianzas serían fortalecidas por los grupos parlamentarios ruralistas, de armas y religiosos, conocidos como BBB (del buey, de la bala y de la biblia), formando apoyos efectivos en la campaña electoral.
Quedaría por mencionar dos referencias importantes: el atentado sufrido por Bolsonaro, el 6 de septiembre de 2018, que le permitió desmarcarse de debates donde sus actuaciones no le favorecían.[xxv] y la organización y explotación intensa de una sofisticada red de comunicaciones, activando profesionalmente las llamadas redes sociales, ya sea para difundir propaganda positiva o para difundir información falsa (fakenews).
Así, como siempre, se combinaron errores (de los adversarios) y aciertos que beneficiaron al candidato victorioso.
La elucidación de las razones de la victoria de la extrema derecha y de Jair Bolsonaro pasa entonces por comprender el contexto internacional, del cual es la expresión brasileña, y la articulación de tres temporalidades: las tradiciones autoritarias de la derecha en el largo plazo; la erosión del sistema político en el mediano plazo; y los errores (de los opositores) y aciertos (propios) de la campaña electoral, en la corta duración[xxvi].
Ahora es el momento de discutir mejor el carácter de esta victoria y el gobierno liderado por Jair Bolsonaro desde el 1 de enero de 2019.
El carácter de la ultraderecha brasileña
La victoria de Jair Bolsonaro, como ya se mencionó, levantó un ambiente de gran perplejidad. Como es habitual, las primeras explicaciones e interpretaciones buscaron paralelos o fuentes en el pasado para comprender el fenómeno.
Algunos afirmaron que Brasil había retrocedido a la década de 1960 y estaba al borde de un golpe de Estado, como en 1964. Otros prefirieron ver similitudes con la situación que condujo a la promulgación del Acto Institucional N° 5, editado en diciembre de 1968. , que radicalizó la dictadura entonces existente[xxvii]. En una incursión al pasado más lejano, se invocaron las experiencias del movimiento integralista brasileño en la década de 1930, la dictadura del Estado Novo y, en un plano más general, asociaciones -controvertidas- con el fascismo italiano e incluso con el nazismo alemán, se invocaron formulado, como se verá más adelante.
Tales interpretaciones merecen discusión. Sin embargo, como estoy convencido de que el actual ascenso de la extrema derecha en Brasil constituye un movimiento original y aún tiene un perfil no consolidado, es necesario, en primer lugar, describir el fenómeno para captar mejor su especificidad y emprender, si posible, su conceptualización.
Como se planteó en el análisis de la campaña electoral, la victoria de Jair Bolsonaro se debió a la articulación de un frente heterogéneo que puede presentarse en forma de círculos, jerarquizados según la lealtad a Bolsonaro.
Um primer circulo – núcleo fuerte y baluarte del pensamiento de extrema derecha – está formado por oficiales de las fuerzas armadas, en particular del ejército, más oficiales y suboficiales de la Policía Militar, activa y de reserva[xxviii]. Jair Bolsonaro, a través de una larga carrera parlamentaria, se proyectó no solo como representante de los intereses corporativos de este pueblo, sino también como uno de los únicos políticos, y con gran audacia, en rescatar de manera positiva la experiencia de la dictadura, incluidos sus métodos violentos de torturar y matar a los opositores.
La agenda de defensa de las costumbres conservadoras es otra referencia importante para fidelizar a esas bases con Bolsonaro, ya que, en común, cultivan el concepto de guerra cultural o guerra híbrida, a ser librada contra agentes -instituciones y partidos- acusados de promover la destrucción de las tradiciones, la moral establecida, las buenas costumbres y las tradiciones políticas y éticas de la nación. Ingredientes importantes en esta perspectiva son las críticas al globalismo, el debilitamiento de los estados y las culturas nacionales, y los nuevos métodos -encubiertos y camuflados- a través de los cuales operan las nuevas y viejas izquierdas en su lucha permanente por el control de la sociedad y el poder. Tales referencias no pueden atribuirse exclusiva o principalmente a Olavo de Carvalho, cuyas caricaturas no deben servir para encubrir núcleos de formulación más consistentes, que han elaborado tales ideas durante muchos años dentro y protegidos por las estructuras institucionales de las fuerzas armadas.
Fue dentro del Estado Mayor General del Ejército que se formó un equipo, aún en la década de 1980, debidamente autorizado por el Ministro de Armas, General Leonidas Gonçalves, quien formuló un voluminoso libro, con un rescate de la dictadura en clave positiva, enfatizando el papel de los militares como guardianes de la república y las sucesivas amenazas emprendidas por la izquierda hacia la disolución de la nacionalidad brasileña. El texto, titulado Orvil (anagrama de un libro), solo se publicó más tarde (L. Maciel y JC do Nascimento, 2012), pero desde entonces se ha convertido en una referencia para la extrema derecha militar y civil.[xxix].
Um segundo circulo, no menos importante, está conformado por sectores populares de clase media, algunos con afinidades profesionales (pequeños empresarios, camioneros, taxistas, etc.), articulados por los nuevos medios sociales (whatsapp, facebook, twitter, youtube, blogs, etc.), financiada en gran parte por empresarios bolsonaristas. Los valores compartidos por la extrema derecha incluyen, entre otros, el uso de la violencia para matar a los delincuentes comunes, el conservadurismo social, el odio a las luchas identitarias, etc.
Han sido importantes en acciones callejeras y de intimidación de opositores, pero sus niveles internos de organización aún son precarios. Este segundo círculo también podría incluir a las milicias. Integrada por ex miembros de la policía militar, además de delincuentes comunes, ha ido tomando fuerza a lo largo del presente siglo en algunas grandes ciudades. Se disputan espacios con facciones de delincuentes comunes en el control de actividades ilegales y semilegales y extorsionan a comunidades de distinto tipo, periféricas a las grandes ciudades, vendiendo protección a cambio de seguridad. A pesar de su autonomía como organizaciones criminales, aparecen como un arma armada potencial y temible, eventualmente disponible para aterrorizar y matar a los oponentes.[xxx].
Las iglesias evangélicas constituyen un tercer circulo. No están estructurados monolíticamente, pero la gran mayoría apoyó activamente la candidatura de Bolsonaro.[xxxi]. También hay un énfasis en las costumbres. En general, los evangélicos creen en los valores del trabajo, el ascetismo, el esfuerzo propio, la ayuda mutua y aborrecen las luchas de identidad, el consumo de drogas y la revolución del comportamiento que es un aspecto de las transformaciones civilizatorias en curso. Respaldados por un creciente apoyo social, fuertes caucus parlamentarios (el caucus de la Biblia) y poderosos medios de comunicación, se han convertido en una fuerza política respetable en el país.
Pero sería un error imaginar que serían aliados dóciles, ya que existen contradicciones entre los valores cultivados por los evangélicos y ciertos aspectos del credo bolsonarista, como el recurso a la violencia (un buen bandido es un bandido muerto), la consiguiente conciliación con las milicias, rechazadas, y la liberación de los juegos de azar, que execran.
num cuarto circulo, existen vastos sectores de las clases medias acomodadas (profesionales liberales, asalariados de mayor nivel, etc.), principalmente en el sur y sureste del país. Desorganizados, se unificaron en torno a Bolsonaro menos por compartir valores ideológicos y más por la lucha contra la corrupción y el antiPTismo. El nombramiento del juez Sergio Moro para el cargo de ministro de Justicia consagró la adhesión de estos estratos sociales a Bolsonaro, pero su reciente renuncia, el 24 de abril, y sus denuncias contra la conciliación de Bolsonaro con la corrupción, sacudieron la confianza de estas bases.[xxxii].
num quinto circulo, finalmente, hay sectores importantes de las clases dominantes brasileñas, desde el capital financiero internacionalizado hasta el agronegocio, cuyas propuestas suelen ser difundidas por los grandes medios de comunicación. No tienen voto, pero tienen recursos que condicionan votos. Al principio vieron con desconfianza a la extrema derecha, prefiriendo un candidato de centro o de centroderecha para derrotar al PTismo. En ese sentido, apostaron sus fichas por el PSDB y su candidato, Geraldo Alckmin.
Sin embargo, ante el fracaso de este último, migraron en masa a la candidatura de Bolsonaro, con la esperanza de controlar y domar su extremismo. La elección de Paulo Guedes como ministro de Hacienda, un hombre comprometido con programas y reformas ultraliberales, contribuyó al apoyo de estas personas.
Para terminar, vale la pena destacar el potencial de apoyo social disponible para Bolsonaro entre las clases populares, que, en parte, está asegurado por el trabajo de base de los evangélicos, notoriamente ramificados, de manera capilar, en las comunidades más pobres del país. . Sus habilidades de comunicación, ayudadas por su trabajo profesional en las redes sociales, solo son superadas por las de Lula. Los gestos y las palabras obscenas, que conmocionan a la élite y las capas alfabetizadas del país, suelen verse como expresiones de valentía y autenticidad, cualidades escasas entre los políticos profesionales. No se olviden los expresivos votos de Bolsonaro en grandes centros urbanos y capitales de estado. Incluso en la región Nordeste, que se mantuvo en gran medida leal al PT y Lula, Bolsonaro ganó en las grandes ciudades consideradas de larga tradición de izquierda, como Recife, la capital de Pernambuco.
La multiplicidad y pluralidad de bases de apoyo que aseguraron el triunfo de la extrema derecha demuestran su carácter profundamente heterogéneo. Recuerde que la victoria de Bolsonaro no solo fue una sorpresa para sus oponentes, sino también para él y sus fieles seguidores.
Un frente político formado a toda prisa, sin propuestas claras para una serie de problemas fundamentales del país (educación, salud, transporte público, seguridad, etc.), sustentado en ideas simplistas, salvadoras, que ignoraban -e ignoran- la complejidad de la los asuntos con los que tendría que lidiar si el candidato fuera asfixiado. La improvisación se nota en el intercambio de ministros, con doce de ellos ya reemplazados en apenas año y medio de gobierno, además de decenas de reemplazos en niveles secundarios, pero importantes.[xxxiii].
A pesar de las declaraciones altisonantes -y bravatas en serie- que marcaron una primera etapa del Gobierno, hasta junio de 2020, el gobierno y la extrema derecha no fueron capaces de generar una doctrina coherente hasta el momento. Sus formulaciones estarían en estado gaseoso, si se permitiera la metáfora, que da cuenta de las diversas improvisaciones y compromisos, apenas tapadas por una estridente y poderosa propaganda. Es una fuerza política cuyas concepciones aún se están formando, como una nebulosa, de ahí las dificultades para conceptualizarla, aunque sus propósitos autoritarios y antidemocráticos son bastante claros y peligrosos.
Tales propósitos tienen raíces autoritarias en el pasado brasileño. Sin embargo, la extrema derecha actual es bastante diferente a los referentes que sustentaron las dictaduras del pasado. Y también es cuestionable la aproximación que se hace entre la situación actual y la experiencia integralista de los años 1930 y, en particular, con la experiencia del fascismo.
Por un lado, las coyunturas internacionales que dieron origen a las dictaduras y al fascismo histórico (y al integralismo) tienen características cualitativamente diferentes a las actuales. Las dictaduras expresaron alianzas de clase bien definidas y claros proyectos de modernización autoritaria. Este no es el caso de la extrema derecha actual.[xxxiv].
En cuanto al integralismo y al fascismo, convendría un análisis más complejo.[xxxv].
Si pensamos en el fascismo histórico, no hay consistencia teórica en identificarlo con la extrema derecha brasileña actual. El fascismo se caracterizó por propuestas de regeneración cultural, integración y encuadre orgánico de la sociedad, movilización intensiva y agresiva de la población. Desencadenó un nacionalismo exacerbado, militar, violento y expansionista y pretendía construir un proyecto de renovación de la sociedad, propio de la derecha revolucionaria. Ahora bien, ese conjunto de características y referencias no se encuentra en el bolsonarismo[xxxvi].
Desde el punto de vista del debate sobre la idoneidad y eficacia política del uso del término, preferimos abordarlo en el siguiente punto, destinado a estudiar las alternativas disponibles para hacer frente a la extrema derecha.
Democracia contra la extrema derecha. Desafíos y Alternativas
El análisis del bolsonarismo se ha vuelto más complejo debido a los acontecimientos que se han desarrollado desde junio de 2020.
Hasta entonces, el gobierno mantuvo una retórica beligerante, apoyando a grupos extremistas que se destacaban por su retórica de confrontación y que exigían abiertamente, en ocasiones con la presencia y aliento del propio presidente, el cierre de las instituciones de la democracia representativa, es decir, un golpe de Estado. de Estado en la tradición latinoamericana de los años 1960/1970.
Con el aumento de las tensiones, asociado a la crisis generada por la pandemia del virus covid-19, extremadamente mal manejada por Bolsonaro, la renuncia del Ministro de Justicia en abril de 2020, y varios escándalos de corrupción, involucrando a aliados fieles e incluso a sus propios hijos bajo Bolsonaro, el gobierno ha sufrido un profundo desgaste. Habiendo sido respaldado por 57,8 millones de votos (55,13% de los votos válidos), los índices de confianza cayeron fuertemente, como muestran las encuestas realizadas en mayo y junio de 2020, situándose en torno al 30%[xxxvii].
A partir de entonces, se produjo un giro notable y sorprendente.
Bolsonaro abandonó a los grupos extremistas que se aislaron y ahora enfrenta complicados procesos legales. También suspendió la habitual retórica estridente, con trasfondo paranoico, y se dedicó con éxito a construir una amplia base política con diversos partidos socavados por múltiples acusaciones de participación en corrupción. En el mismo movimiento definió un patrón de relaciones estables y amistosas con dirigentes del Congreso Nacional y del Supremo Tribunal Federal, hasta entonces cotidianamente hostiles.[xxxviii].
Impulsado por el impacto positivo de la ayuda de emergencia aprobada por el Congreso, pero que ha sido atribuida al presidente por los beneficiarios, y pese al desgaste de quienes lo votaron pensando en la lucha contra la corrupción, Bolsonaro ha vuelto a experimentar un crecimiento sustancial. en índices de aprobación popular según encuestas realizadas en septiembre pasado[xxxix].
Las opiniones y los análisis ahora están divididos con respecto a la dirección del bolsonarismo y el gobierno de Jair Bolsonaro. ¿Estaríamos presenciando una retirada episódica, “táctica”, o se trataría de definir nuevos rumbos? ¿Teme el presidente que las demandas contra sus hijos lleguen a un punto de no retorno? ¿Alcanzarlo a través de un proceso de juicio político, con resultados dudosos? ¿Qué habría hecho que Bolsonaro renunciara a las interminables bravatas y amenazas? ¿Los altos mandos de las Fuerzas Armadas habrían desaconsejado las aventuras militaristas y dictatoriales? ¿Habría concluido el presidente que, entre las propias clases dominantes, no había lugar, al menos en las circunstancias actuales, para estallidos autoritarios? ¿Fue, después de todo, domesticado dentro del marco de los parámetros institucionales? Otra incógnita, mayor, completa el cuadro de dudas: las directrices neoliberales ortodoxas, encabezadas por el ministro de Economía, Paulo Guedes, se mantendrían a toda costa o prevalecerían las inclinaciones por políticas nacionalestatistas, dando al Estado un papel decisivo en la recuperación de la economía?
El futuro del gobierno sigue sin decidirse. La cruzada contra la corrupción, tras la renuncia del ministro de Justicia, Sergio Moro, el pasado mes de abril, ya no es una prioridad, cuanto menos. La propuesta neoliberal de reorganización de la economía también está en entredicho. El ministro de Economía, Paulo Guedes, abanderado de esta perspectiva, a pesar de sus esfuerzos, aún no ha logrado desinflar las tendencias nacionalestatistas defendidas por varios ministros[SG]. Gran parte de los medios, a favor de las medidas y políticas neoliberales, duda en creer en la solidez de la posición del Ministro de Economía y no está seguro de que vaya a ganar en los enfrentamientos contra los nacional-estatistas incrustados en el gobierno.
Las campañas con miras a las elecciones municipales, considerando la excepcionalidad de la pandemia, se han desarrollado con normalidad, promoviendo una carta de “naturalización” del gobierno de Bolsonaro. En cuanto a los flagrantes errores cometidos por el presidente frente a la pandemia, el cansancio que se apodera de amplios sectores de la población, por los rigores de la pandemia, tiende a neutralizar, al menos en parte, el desgaste sufrido en los primeros meses por los propósitos negacionistas del presidente.
En este contexto, las fuerzas de izquierda, en general, se mantienen sin propuestas claras y sin capacidad de intervención y movilización. Las referencias a un posible juicio político, por improbable que fuera, desaparecieron. Es como si en el escenario político, en lugar de dos fortalezas, se enfrentaran dos debilidades. La extrema derecha no tiene la capacidad –todavía no– de derrotar al Congreso y al Poder Judicial o de amenazar, al menos a corto plazo, las instituciones democráticas. Pero estas instituciones tampoco logran sacar a Bolsonaro.
¿Cómo vislumbrar y proponer alternativas?
Entre quienes observan el escenario político brasileño, existe consenso en que la mayoría de los votos obtenidos por Bolsonaro en las elecciones de octubre de 2018 se debió mucho más al antiPTismo que al entusiasmo suscitado por las propuestas y características del candidato vencedor.
Votando o manifestándose en torno a Bolsonaro, muchos esperaban que, tras la victoria, se produjera una rápida domesticación del presidente. Una expectativa no realizada, incluso después del giro antes mencionado. Si es cierto que las provocaciones y bravatas han disminuido en intensidad, pocos son los que imaginan que habría abandonado propuestas y perspectivas autoritarias. En lugar de un golpe frontal, no se puede descartar, según las circunstancias, la hipótesis de una estrategia de erosión progresiva de los márgenes democráticos, una corrosión de las instituciones desde dentro, manteniéndolas, al límite, como si fueran cascarones desprovistos de contenido, en un estilo similar al emprendido por V. Orbán en Hungría[xli].
El hecho es que, una vez amenazadas, las fuerzas políticas de centro democrático y de derecha, hegemónicas en el Parlamento y el Poder Judicial, reaccionaron poniendo límites a las pretensiones dictatoriales de Bolsonaro. Las tendencias y métodos chavistas, de debilitamiento progresivo de las instituciones democráticas, atribuidos por la derecha al PT y Lula, serían, en la práctica, adoptados por Bolsonaro[xlii]. En protesta, manifiestos de intelectuales, juristas y profesionales liberales, publicados por la prensa, se afirmaron en defensa de las instituciones democráticas. Panelaços contra Bolsonaro, en varias ciudades, mostró un aumento de la insatisfacción.
Se reitera el equilibrio de fuerzas: entre la extrema derecha, encabezada por Bolsonaro y la derecha/centro democrática, representada por líderes parlamentarios y ministros del Supremo Tribunal Federal. Ningún bando es capaz de derrotar al otro.
La amenaza a la democracia que plantea la extrema derecha sigue siendo real. Es cierto que el presidente ha perdido terreno entre las clases medias que lo votaron, imaginándolo como un campeón en la lucha contra la corrupción. Sin embargo, los avances registrados en amplios sectores sociales a partir de las ayudas de emergencia otorgadas pueden inspirar aventuras autoritarias con respaldo popular, que no serían inéditas en la historia de Brasil.[xliii].
Si el gobierno mantiene la orientación neoliberal prometida durante la campaña electoral, será muy difícil aumentar o mantener un apoyo popular sustancial. Una inflexión hacia una política nacional-estatista, combinada con políticas de bienestar, crearía condiciones más favorables para el apoyo de las capas populares.[xliv].
La novedad es que las izquierdas democráticas empiezan a salir del letargo que las ha caracterizado desde la derrota electoral de 2018. Entre ellas, cabe distinguir las acciones emprendidas por las izquierdas estatales y las izquierdas sociales.
La conceptualización ha sido defendida por Carlos Vainer, profesor vinculado al Instituto de Investigaciones y Planificación Urbana y Regional/IPPUR/UFRJ). La izquierda del Estado estaría representada por partidos políticos u otras asociaciones que se disputan espacios institucionales, y ritman sus movimientos de acuerdo con los calendarios electorales. La izquierda social, en cambio, estaría conformada por líderes que operan en el tejido social, articulando y organizando movimientos que se desarrollan en la base de la sociedad.
La experiencia de los gobiernos del PT ha demostrado que no existe un “muro chino” entre estos dos tipos de izquierda: muchos representantes de importantes movimientos sociales fueron aspirados por órganos consultivos o consejos, abandonando o dejando el activismo social en un segundo plano. Incluso un movimiento social tradicional, como el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra/MST, se dejó cooptar, en cierta medida, por los asentimientos y promesas de los gobiernos del PT.
Estas izquierdas, siempre plurales, no están destinadas a permanecer inconexas y/o separadas. En Brasil hoy, sin embargo, en el marco de nueva republica, se ha establecido una gran distancia entre ellos, en la medida en que los primeros -la izquierda del Estado- han sido aspirados por las alturas institucionales de las luchas políticas, alejándose claramente de las dinámicas, aspiraciones y movimientos que se desarrollan en las bases de la sociedad, donde trabajan las izquierdas sociales[xlv].
Las izquierdas estatales no parecen sensibles a un proceso autocrítico. Siguen rumiando críticas y resentimientos relacionados con el pasado de derrotas recientes. En su conjunto, en las elecciones municipales de noviembre de 2020, perdieron una buena oportunidad de aparecer unidos, con una propuesta alternativa al autoritarismo bolsonarista, politizando las elecciones locales. Por el contrario, se dividieron y siguieron la dinámica localista de las elecciones municipales.
Así, contribuyeron, involuntariamente, a “naturalizar” el bolsonarismo y a desarmar a la sociedad para posibles estallidos autoritarios. Por su parte, el Presidente, salvo contadas excepciones, optó por mantenerse “neutral” en relación a las candidaturas a la alcaldía en ciudades brasileñas. Sin embargo, en las ciudades donde expresó su apoyo, sus candidatos no aparecen como favoritos, lo que demuestra que la “ola bolsonarista” de 2018 tiene dificultades para repetirse. En el contexto electoral se reproduce el “empate” de debilidades antes referido.
En cuanto a la izquierda social, muestran una mayor dinámica. En varias ciudades toman iniciativas para defenderse de los efectos de la pandemia, organizando sus propios servicios de salud, desempeñando roles que corresponderían al Estado, pero que no son asumidos por éste por negligencia o incompetencia. En las calles, a pesar de las prohibiciones impuestas por la pandemia, promovieron manifestaciones, disputando espacios públicos con grupos de extrema derecha. En las redes sociales pululan acciones de distinto tipo: debates, conferencias, vida. Intelectuales y artistas formulan plataformas comunes, firman manifiestos y se pronuncian en defensa de la democracia[xlvi]. Es muy probable que, una vez desaparecidos o atenuados los efectos de la pandemia, surjan importantes movimientos sociales que den lugar a demandas de mejores condiciones de vida, servicios públicos dignos, renta básica para todos, reducción de las desigualdades sociales, etc.
Se trata de garantizar los márgenes democráticos existentes, reuniendo en torno a ellos, sin exclusiones, a todos aquellos que estén dispuestos a luchar por su preservación. La idea de construir este movimiento en torno a una plataforma antifascista puede resultar problemática. Además de la inconsistencia teórica ya mencionada, uno se pregunta si las amplias mayorías saben siquiera lo que significa el término fascismo. Por otro lado, y más importante, un frente democrático popular debe surgir como una alternativa -positiva y constructiva- y no sólo formarse sobre la base de contra, he aquí que esos frentes -negativos- tienden a pasar por alto lo esencial: de qué democracia se habla, qué democracia hay que construir[xlvii].
Sin embargo, es necesario ir más allá de defender únicamente los márgenes democráticos existentes, restringidos y limitados. En ese sentido, les toca a las izquierdas democráticas -desde el Estado y las sociales- reinventarse y acercarse: la prioridad es invertir en activar movimientos de calle, recuperar músculo en el tejido social, reconstruir fuerzas que ya tenían, pero las ha perdido, y sin las cuales no podrá volver al proscenio, hoy ocupado por la extrema derecha y la derecha y el centro democráticos.
A un nivel más general, la izquierda democrática necesita formular un programa para la democratización de la democracia, condición indispensable para que la gente se interese –y proteja, en el límite, esté dispuesta a salvar– al régimen democrático amenazado.
Un conjunto complejo de desafíos. Que son capaces de despertar, como sugiere S. Zizek, el coraje de la desesperanza[xlviii]. De este tipo de valentía dependerá el destino de la democracia en Brasil. [xlix]
*Daniel Aarón Reis es profesor de Historia Contemporánea en la Universidad Federal Fluminense (UFF). Autor, entre otros libros, de La Revolución que cambió el mundo – Rusia, 1917 (Companhia das Letras)
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Notas
[i] Para el debate sobre la díada derecha-izquierda y sus manifestaciones extremas, cf. N. Bobbio, 1995 y K. Soper, 1999.
[ii] Lo mismo sucedió con los estados socialistas autoritarios que o se desintegraron (área soviética) u optaron por asociarse con capitales internacionales, reiterándose como estados despóticos, donde no existe la libre expresión del pensamiento y ningún tipo de organización autónoma de las clases populares (China, Vietnam, Cuba y Corea del Norte).
[iii] Muchos prefieren llamarlo populismo de derecha (S. Torney, 2019)
[iv]Tenga en cuenta que las propuestas autoritarias de derecha y las alternativas socialistas despóticas se retroalimentan a expensas de las instituciones democráticas.
[V] Los líderes políticos y académicos han caracterizado este proceso como el resurgimiento del fascismo. El debate sobre el tema será desarrollado en el punto 3 de este artículo.
[VI] Para el racismo estructural en Brasil, en sus diversos aspectos, cf. https://www.geledes.org.br/entenda-o-que-e-racismo-estrutural/. Consultado el 20/10/2020
[Vii] Cf. Roberto DaMatta, crónica publicada en O Globo, 10 de junio de 2020, p. 3
[Viii] Para la cartografía de las violaciones en Brasil, cf. https://outraspalavras.net/crise-brasileira/surpreendente-cartografia-dos-estupros-no-brasil/. Consultado el 20/10/2020. Para la violencia doméstica, cf. https://www.brasildefato.com.br/2020/09/22/violencia-domestica-atinge-mais-de-82-mil-mulheres-este-ano-em-minas-gerais. Consultado el 20/10/2020
[Ex] Cf. Rodrigo Patto Sa Motta, 2002
[X] Entre 1937 y 1945, la dictadura del Estado Novo, encabezada por G. Vargas; entre 1964 y 1979, la dictadura cívico-militar, presidida por cinco generales sucesivos.
[Xi] Entre otros, mencionaría a Daniel Aarão Reis, Rodrigo Patto Sá Motta y Marcelo Ridenti, 2014; Rodrigo Patto Sá Motta, 2002 y 2014; Denise Rollemberg, 2008, 2010, 2010a; Lucía Grinberg, 2009; Janaína Cordeiro, 2015; Gustavo Ferreira, 2015; Tatiana Maia, 2012; Paulo César Gomes, 2019; Livia Magalhaes, 2014.
[Xii] En la década de 1970, se hizo común analizar las dictaduras latinoamericanas como una expresión inmediata de tradiciones ibéricas. El concepto se debilitó con los procesos de democratización que tuvieron lugar en la…península ibérica, (J. Linz y A. Stepan, 1978 y J. Linz, 2000)
[Xiii] En su aspiración por tiempos mejores, los brasileños tienden a usar –y abusar– del adjetivo nuevo para designar cambios que superarían los males del pasado. La llamada nueva republica evidencia la reiteración del recurso, aunque en su estructura y dinámica las marcas de la viejo, continuación con el pasado.
[Xiv] En la interpretación de petistas, lulistas y otros grupos de izquierda, la acusación de Dilma Rousseff fue una golpe de Estado parlamentario, camuflado, efectuado por dentro de las propias instituciones democráticas. Es curioso que estas fuerzas, desde 1988, recurrieran varias veces a la acusación, sin que el mecanismo esencialmente autoritario les parezca cuestionable.
[Xv] En las primeras elecciones directas a la presidencia de la república, en 1989, resultó ganador en segunda vuelta Fernando Collor de Mello, representante de las fuerzas conservadoras que buscaban políticas neoliberales. Su gobierno, sin embargo, fue breve (1990-1992), habiendo sido destituido del poder por un proceso de juicio político apoyado por un amplio frente social y político.
[Xvi] El PT fue fundado el 10 de febrero de 1980, a raíz de importantes movimientos sociales; y el PSDB surgió como parte de los trabajos de redacción de la nueva Constitución, el 25 de junio de 1988.
[Xvii] La Comisión Nacional de la Verdad, organizada el 18 de noviembre de 2011, a más de treinta años del fin de la dictadura, incluso realizó un trabajo positivo, pero no logró cambiar el marco de silencio social sobre los crímenes y legados de la dictadura.
[Xviii] la esperanza en salvadores de la patria Tiene una larga tradición en el país. Getúlio Vargas, Jânio Quadros, Fernando Collor, el mismo Lula, cada uno a su manera, se inscribieron en este récord de alternativas de ahorro a un sistema impuesto.
[Xix] Ver https://g1.globo.com/politica/eleicoes/2018/noticia/2018/10/04/pesquisa-datafolha-para-presidente-bolsonaro-35-haddad-22-ciro-11-alckmin-8-marina-4.ghtmlConsultado el 24 de junio de 2020. Las elecciones presidenciales se realizaron en dos vueltas: 7 y 28 de octubre de 2018.
[Xx] La Ley N° 135, de 5 de mayo de 2010, conocida como Ley de Registro Limpio, prohíbe la candidatura de políticos condenados en segunda instancia. La ironía es que fue promulgada por el mismo Lula, cuando estaba en su segundo mandato.
[xxi] Desde 1994, en seis elecciones presidenciales sucesivas, los dos candidatos más votados fueron presentados por el PSDB y el PT.
[xxii] Desde 1992, en siete mandatos sucesivos, Jair Bolsonaro ha sido electo a la Cámara de Diputados, defendiendo los intereses corporativistas de las fuerzas armadas y policiales y enfatizando el rescate positivo del régimen dictatorial.
[xxiii] El juez se proyectó como un campeón nacional en la defensa de la moralidad. por su protagonismo en los procesos que destaparon espectaculares casos de corrupción y terminaron encarcelando, entre muchos otros, al propio expresidente Lula.
[xxiv] El censo nacional, realizado en el año 2000, verificó la existencia de 26,2 millones de personas que se declararon evangélicas, equivalente al 15,4% de la población. En 2010, el número saltó a 42,3 millones, el 22% de la población. El IBGE calculó entonces que habría 14 iglesias evangélicas. consultado sobre https://www.google.com/search?q=propor%C3%A7%C3%A3o+das+igrejas+evangelicas+no+brasil&oq=propor%C3%A7%C3%A3o+das+igrejas+evangelicas+no+brasil&aqs=chrome..69i57j33.12849j0j7&sourceid=chrome&ie=UTF-8
[xxv] Bolsonaro tuvo una exigua participación en los debates previos al atentado, lo que lo salvó de nuevos encuentros, preservándolo del inevitable desgaste.
[xxvi] Para un análisis de la presencia de la derecha política en Brasil, cf. André Kaysel y alii, 2015. Para una interpretación de la victoria electoral de Jair Bolsonaro, cf. Jairo Nicolás, 2020
[xxvii] Los títulos de abogado expedidos en el marco del estado de excepción establecido en 1964 fueron denominados por los propios autores como actos institucionales o actos complementarios. Hubo 17 actos institucionales y 104 actos complementarios. El más drástico y violento fue el AI-5.
[xxviii] Sería irrazonable decir que todos estos funcionarios son simpatizantes de Bolsonaro, pero es innegable que, en su conjunto, constituyen una importante base de apoyo para el actual presidente.
[xxix]Para bases militares de extrema derecha, cf. Bolsonaro y el mundo armado en Brasil. Debate entre Luiz Eduardo Soares y Piero Lerner: https://youtu.be/IKbCnZ4IN44. Para las concepciones de la guerra cultural, cf. JC de C. Rocha, 2020
[xxx] El asesinato de la concejala Marielle Franco, del PSOL-RJ, perpetrado el 14 de marzo de 2018, fue trabajar de milicianos. Cabe señalar que, en algunas regiones, las milicias se aliaron con el narcotráfico, distribuyendo sus “negocios” según intereses comunes. Para el fortalecimiento creciente de las milicias y articulación con el narco cf. https://www.terra.com.br/noticias/brasil/cidades/milicias-ja-dominam-57-do-territorio-do-rio-de-janeiro,9de0cb4bf14230e2f647f0698dd39063nmg1mv1q.html. Consultado el 22/10/2020
[xxxi] Entre ellos destacan algunos líderes que están en el campo de la izquierda. Por otra parte, el voto evangélico puede evolucionar según las circunstancias, no siendo los fieles meros carneros en las manos de tu pastores. Cf. BA Cowan, 2014. La literatura sobre los evangélicos ha crecido en proporción a su importancia en la sociedad y la política del país. Cf., entre otros, citados por el referido autor: S. Baptista, 2009 y MN Cunha, 2007
[xxxii] El prestigio de Sergio Moro y de los fiscales de Curitiba se vio seriamente afectado por las revelaciones del Intercept, que revelaron innumerables tratos y procedimientos ilegales e inmorales realizados por ellos. Cf. https://theintercept.com/2020/01/20/linha-do-tempo-vaza-jato/, consultado el 22/10/2020
[xxxiii] Cf. Un gobierno de alta rotación. El rango alto tiene un intercambio cada tres días. En O Globo, 27 de agosto de 2020, p. 10
[xxxiv] Consideremos que muchas fuerzas políticas caracterizaron la dictadura instaurada en 1964, y también el Estado Novo, como fascistas. Era más un dispositivo de lucha política que un concepto propio. Con el tiempo, tales denominaciones perdieron su vigencia.
[xxxv] Para el movimiento integralista, cf. H. Trindade, 1979 and L. Gonçalves, 2018. La presencia de focos nostálgicos del fascismo y el nazismo dentro de la reacción nacionalista de extrema derecha en varias partes del mundo ha llevado a muchos a presentar este nuevo y específico fenómeno como un resurgimiento del fascismo. /Nazismo de la década de 1930. Esto es lo que tendió a suceder también en Brasil, en particular después del ascenso fulminante de la extrema derecha. Para la especificidad del fascismo, que cuenta con una abundante bibliografía, cf. Emilio Gentile, 2005, especialmente la Parte II (pp. 169-375) y Robert Paxton, 2007, particularmente los capítulos 7 y 8 (pp. 283-361). Para una síntesis de la especificidad del fascismo, según Paxton, cf. págs. 358-361. Cf. todavía los estudios clásicos de Renzo Felice, 1977; y ZeevSternhell, 1994. Para el corporativismo estatal, la doctrina inspiradora del Estado Novo cf. Antonio Costa Pinto, 2014. Para la vasta literatura sobre el nazismo, cf. I. Kershaw, 2010 y 2015 y R. Gelatelly, 2011. Para el punto de vista marxista, cf. N. Poulantzas, 1978.
[xxxvi]Una crítica pertinente al bolsonarismo, como política excluyente, distinta del carácter esencialmente integrador del fascismo, fue elaborada por R. Lessa, 2020. Cabe señalar las interpretaciones que atribuyen al fascismo un sentido más amplio, más elástico, sin enfatizar precisamente la experiencia historia, sino un complejo de valores autoritarios e intolerantes. Cf. U. Eco, 1995
[xxxvii] Encuestas realizadas entre el 7 y el 10 de mayo de 2020 indicaron un crecimiento del rechazo al gobierno, alcanzando un nivel de 43,4% (mal o pésimo gobierno). Los índices de aprobación cayeron al 32%. Cf. https://noticias.uol.com.br/politica/ultimas-noticias/2020/05/12/cntmda-avaliacao-negativa-de-governo-bolsonaro-chega-a-434.htm, consultado el 26 de junio de 2020. Dichos resultados fueron confirmados en una nueva investigación, publicada el 26 de junio de 2020.
[xxxviii]Para la caracterización de la paranoia de Bolsonaro y de algunos de sus asistentes, cf. la transcripción de la reunión celebrada por el consejo de ministros, presidido por el propio Bolsonaro, el 22 de abril de 2020: http://estaticog1.globo.com/2020/05/22/laudo_digitalizado.Filmado y grabado, el contenido de la reunión fue divulgada por decisión de la Justicia, mostrando a Bolsonaro y varios de sus simpatizantes sumidos en un delirio de asedio propio de los paranoicos (persiguen, pero se sienten perseguidos). Escribí una crónica al respecto: Un gobierno en calzoncillos, publicada el 13 de junio de 2020, en O Globo, p. 3. Paulo Sternick, psicoanalista, el 21 de junio, en el mismo periódico, p. 3, consideraría la pulsión de muerte del presidente.
[xxxix]Cabe señalar que la ayuda, de R$ 600,00 por mes, con una duración prevista de 3 meses, fue propuesta por el gobierno en apenas R$ 200,00. En debates en el Congreso, aumentó a R$ 500,00, siendo luego fijado en R$ 600,00 por el propio Bolsonaro. Reducida a BRL 300,00, la ayuda se mantuvo hasta finales de 2020. La ayuda viene ayudando a decenas de millones de personas y su impacto fue decisivo para evitar el agravamiento de la crisis económica y dar lugar a la migración de muchos sectores de la población. pobreza y miseria para la llamada clase C, es decir, una especie de clase media baja. Para la aceptación de Bolsonaro entre las clases populares, cf. Encuestas realizadas el pasado mes de septiembre: https://g1.globo.com/jornal-nacional/noticia/2020/09/24/pesquisa-ibope-governo-bolsonaro-e-aprovado-por-40percent-e-reprovado-por-29percent.ghtml. Consultado el 22/10/2020.
[SG] Tales tendencias se hicieron evidentes después de la publicación de la reunión ministerial del 22 de abril. Los defienden los generales que asesoran a Bolsonaro, como el gen. Braga Netto, y también por los ministros de desarrollo regional, Rogério Marinho y de Infraestructura, Tarcísio de Freitas, cf. nota 44
[xli] Tenga en cuenta que V. Orbán fue uno de los pocos líderes internacionales que asistió personalmente a la toma de posesión de Bolsonaro en enero de 2019.
[xlii]ElioGaspari, en su columna en Globo, el 10 de junio de 2020, p. 3, recogió reflexiones de líderes políticos (Joice Hasselmann, exdirigente del PSL, partido gobernante en la Cámara de Diputados) e intelectuales (José Arthur Giannotti, simpatizante del PSDB, y Denis Lerner Rosenfeld, de derecha democrática) que expresaron alarma por sus procedimientos autoritarios, catalogados como chavismo de derecha.
[xliii] Además de la aprobación del 40%, que consideró al gobierno “grande y bueno”, Bolsonaro aún cuenta con el 29% que consideró al gobierno “regular”. Además, recuerda la fuerza capilar -y popular- de los evangélicos.
[xliv] Según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística / IBGE, el país hoy, a fines de octubre de 2020, tiene 14 millones de desempleados. En el contexto actual, existe la duda sobre la posibilidad de inversiones internacionales masivas, dejando, por tanto, inversiones estatales, combinadas con sectores industriales de uso intensivo de mano de obra, como la construcción civil. Irónicamente, algo muy similar a lo que hicieron los gobiernos del PT.
[xlv] Cf. intervención de Carlos Vainer en la emisión Rebeldes, siempre, en tres partes, desde los siguientes enlaces: https://youtu.be/qXH0-HddWs0; https://youtu.be/CjqIGm7EwaY; https://youtu.be/24BejEGfwmQ.
[xlvi] Alcanzaron gran repercusión, manifiestos firmados por intelectuales de izquierda y centro y derecha democrática: “Estamos juntos”; “Basta” (juristas); “Somos el 70%” y “Mientras haya racismo, no habrá democracia”.
[xlvii] Cabe señalar, sin embargo, que varias manifestaciones y articulaciones populares se han identificado como antifascistas. Por lo tanto, no se puede excluir la hipótesis de que esta terminología se afirma y generaliza.
[xlviii]S. Žižek, 2017
[xlix] Este texto actualiza y profundiza cuestiones transmitidas por un artículo titulado: “La extrema derecha brasileña: una concepción política autoritaria en formación”, publicado en el Anuario de laEscuela de História, Universidad Nacional de Rosario, Argentina, a finales de octubre de 2020. Mención También se publicó una primera versión, titulada: “Apuntes para la comprensión del bolsonarismo”, publicada en abril de 2020 en Revista de Estudios Iberoamericanos, v. 46, nº 1/2020, Sección Tribuna. Revista de Historia de la Facultad de Humanidades de la Pontificia Universidad Católica de Rio Grande do Sul PUC/RGS, Brasil (Cf. D. Aarão Reis, 2020). Para la presente reelaboración contribuyeron las sugerencias de Angela Castro Gomes, Janaína Cordeiro, Marcelo Ridenti, Rodrigo Patto Sá Motta y Vladimir Palmeira, aunque, de ninguna manera, pueden responsabilizarse por eventuales imprecisiones y errores de evaluación que subsistan en el artículo. .