por ALICIA ROSSI & LINCOLN SECCO*
Comentarios al artículo “La ira popular en Cuba” de Joana Salem Vasconcelos
Las manifestaciones que tuvieron lugar a principios de este mes en Cuba ya son reconocidas como las más grandes desde 1994; y de allí surgieron una serie de discusiones que abarcaron desde los problemas de coyuntura de la isla hasta los rumbos de la Revolución. Las posiciones dentro del campo progresista van desde una defensa total de la revuelta como popular y legítima, hasta su completa condena como parte de un plan imperialista para derrocar la soberanía del gobierno cubano. Y fue una de esas posiciones identificadas con este primer grupo, la de la investigadora Joana Salem – ver en https://dpp.cce.myftpupload.com/raiva-popular-em-cuba/ – que nos llamó especialmente la atención y con la que pretendemos dialogar a lo largo de este breve comentario.
Salem, una importante estudiosa de la cuestión agraria en América Latina, inicia su artículo destacando las contradicciones internas del país antes de limitarse a calificar las manifestaciones como una “revolución de color al servicio del imperialismo”, pero en ningún momento se cuestiona o explica su uso. del adjetivo “popular” para caracterizar la revuelta.
Sí, hay una parte de los manifestantes que salieron a las calles para protestar contra el desabastecimiento y para pedir la vacunación contra el COVID-19, pero no hay duda de que tanto el gobierno de los EE. UU., con su campaña multimillonaria para desinformar, como el Los contrarrevolucionarios de Miami jugaron un papel importante en el estallido de la revuelta, por lo que el adjetivo “popular” se vuelve, cuanto menos, cuestionable. Además, si se califican de “populares” las protestas contra el gobierno, que tuvieron un máximo de 20.000 100.000 participantes, también se debe reconocer como tal la manifestación a favor del gobierno, que sólo en La Habana contó con unas XNUMX XNUMX personas. Y no olvidemos que revueltas aparentemente sin líderes han sido manipuladas a través de las redes sociales, lo que dificulta atribuir un carácter espontáneo a las actuales manifestaciones antisocialistas. Explotan problemas reales o no tendrían apoyo, sin embargo, la concurrencia en varias ciudades no es de naturaleza aleatoria y lo más probable es que esté lejos de ser una mera casualidad.
Al enfatizar las razones del estallido de la “revuelta popular”, el autor enumera dos insatisfacciones: la económica y la política. Según Salem, el descontento de carácter económico provino de los efectos de la pandemia -caída del PIB y paralización del turismo-, la unificación de las dos monedas emitidas por el Estado y la reforma en la estructura de la renta nacional. Todo esto ha llevado a la escasez de bienes de consumo básicos como alimentos, electricidad, gas y combustible. Así, atribuir el problema que enfrentan los habitantes de la isla exclusivamente al bloqueo económico impuesto por Estados Unidos es visto como un error, incluso siendo catalogado por el autor como “una forma de negacionismo” por parte de sectores de izquierda.
El análisis es problemático en muchos sentidos, comenzando por el hecho de que la principal causa del descontento popular, la escasez, es resultado absolutamente exclusivo del embargo económico estadounidense. Es claro que la pandemia y la caída del poder de consumo del pueblo cubano tienen un peso significativo, pero estos elementos solo conducen al recrudecimiento del desabasto en la isla porque este ya es un problema recurrente que deriva de una brutal bloqueo de más de seis décadas, y que se ha recrudecido en los últimos años. Incluso es posible trazar un paralelo directo entre las sanciones añadidas por Donald Trump (y que el actual presidente Biden no ha dado señales de revertir) y el estallido de protestas. Uno de los objetivos del expresidente estadounidense con el recrudecimiento del bloqueo era inviabilizar el sector energético cubano, dificultando la importación de petróleo; el inicio de la revuelta, que tuvo lugar en el pequeño pueblo de San Antonio de Los Banõs, tenía como una de sus agendas principales el fin de los largos apagones. Assim, atribuir os problemas enfrentados pela ilha ao bloqueio não é uma forma de negacionismo, mas apenas um claro entendimento de que não há como lidar com as contradições internas da ilha sem compreender que absolutamente todas elas são atravessadas de ponta a ponta pelo embargo criminoso dos Estados Unidos.
Además, además de ser recurrente, la escasez de insumos en la isla caribeña está ligada a un problema estructural que enfrentan todos los países que han vivido una revolución anticapitalista. Aunque inicialmente rompieron con el mercado mundial, los países socialistas nunca formaron una red alternativa completa y, tarde o temprano, restablecieron relaciones comerciales con el mundo capitalista. Esta es una verdad aún más dura para Cuba, que además de ser uno de los pocos países socialistas que quedan tras la caída de la Unión Soviética, está bloqueada por el país imperialista más poderoso del planeta.
Observando en cambio el análisis de Salem, el establecimiento de una correlación directa entre la “rabia popular” y la caída del PIB, la pandemia y la crisis del turismo parece algo discutible. Cuba sufre la caída del turismo y depende de las remesas de cubanos del exterior, especialmente residentes en EE.UU. Sin embargo, no existe una correlación vinculante entre la gravedad de un problema social y la revuelta popular. Varios países de Centroamérica y el Caribe no enfrentaron “revueltas populares”, y países de dimensiones económicas y geográficas más significativas, como Chile y Colombia, exhibieron un grado de salvajismo por parte de sus gobiernos que nunca ocurrió en Cuba (no olvidando la reciente represión a la manifestación anti-Bolsonaro en Recife). La propaganda estadounidense sobre los presos políticos en Cuba y las violaciones a los derechos humanos es un insulto proveniente del país que estranguló a George Floyd.
Al contrario, Dias-Canel reconoció los problemas, buscó el diálogo y salió a la calle. Tal como lo hizo personalmente Fidel en la crisis de refugiados de 1994. El sector de la oposición que se limita a las vías pacíficas encuentra un alto nivel de debate político por parte del Gobierno, lo que lleva a pensar que precisamente porque la Revolución Cubana brindó un nivel educativo , cultural y socialmente superior a la mayoría de los países de América Latina y el Caribe, es que es posible que la población critique aspectos de burocratización de los canales de poder popular, falta de diálogo con las organizaciones de base, etc.
Entrando en este aspecto de la crisis política identificada por Salem, supuestamente provocada por la inmovilización y ruptura de los canales de poder popular en las estructuras políticas del socialismo cubano, pensamos que no hay forma de entenderla sin recurrir una vez más al hecho de que la La isla está constantemente bajo la presión del feroz imperialismo estadounidense. Estados Unidos nunca ha aceptado que en su patio trasero, frente a sus narices, se produjera una revolución nacional de carácter socialista, y como demuestran los sesenta años de embargo económico y la actual ocupación militar de la Bahía de Guantánamo, está dispuesto a tomar medidas extremas -que incluso son condenados por la comunidad internacional- a recuperar su dominio neocolonial sobre el territorio y el pueblo cubanos. Así, en momentos en que hay una parte de la población en las calles enarbolando banderas estadounidenses y pidiendo la intervención militar, ampliamente apoyada por los medios imperialistas, por el gobierno de la mayor potencia del mundo y por los descendientes de la oligarquía cubana. que huyó de la Revolución a Miami, la sugerencia de Joana Salem de que la crisis política interna se puede resolver abriendo canales de diálogo por parte del gobierno cubano no parece buena idea.
Nicaragua siguió exactamente el guión exigido por la izquierda: luego de tomar el poder por las armas en 1979, la Revolución Sandinista se lo devolvió a la burguesía por votación en 1990, en una elección en medio de una guerra civil financiada por EE.UU. Al mismo tiempo, mantuvo la “economía de mercado” y su población nunca alcanzó los estándares materiales y culturales de vida de Cuba. Tuvo que pasar por años de neoliberalismo y regresión social. Además, la historia de las revueltas internas en los países socialistas demuestra que aún no han conducido a la profundización de la democracia socialista: fueron derrotadas o reconducidas al capitalismo porque no es posible pasar a formas superiores de democracia y organización comunista de la producción en un solo país Muchos analistas carecen de la lectura de la totalidad, pues es en el conjunto de las relaciones internacionales donde percibimos el bloqueo como el aspecto determinante en la configuración social y económica cubana.
El socialismo bloqueado no fue solo una realidad cubana, sino una condición estructural de la experiencia socialista del siglo XX. Se apoyó debido a la existencia de un campo económico socialista, aunque fue acosado por la “guerra fría” de la mayor potencia del planeta y que apuntó hasta el final a destruir la Unión Soviética. Sin embargo, Cuba, por su resistencia y obstinación en mantener como prioridad el bienestar de su pueblo, resistió el derrumbe soviético, el período especial en la década de 1990 y el recrudecimiento de la guerra que EE.UU. libra contra ella hasta hoy.
En definitiva, es necesario entender a Cuba como una zona crítica, de constante tensión entre fuerzas sumamente desiguales económica y militarmente, y que por tanto no opera en la misma lógica política que el resto del mundo.
Así, en lugar de sugerir cambios en la política interna de Cuba, que sin duda serán importantes en el futuro, por ahora debemos luchar por la solidaridad con el pueblo cubano, la defensa de la Revolución y, sobre todo, el fin del bloqueo genocida de Estados Unidos. Sin el fin del bloqueo y otras violencias a las que Cuba es sometida por el imperialismo estadounidense, no hay medida económica o política interna que pueda contener los problemas relacionados con el desabastecimiento, que es la causa principal de la llamada “población popular”. ira””. La isla solo tendrá una oportunidad de hacer frente a sus contradicciones internas si su soberanía nacional y popular no se ve constantemente amenazada. En palabras de Bruno Rodríguez, canciller de Cuba, “No es legal ni ético que un país poderoso someta a una pequeña nación, durante décadas, a una guerra económica incesante con el fin de imponerle un sistema político y un gobierno ajeno. designado por él […] como el virus, el bloqueo asfixia y mata, y tiene que parar”.
*Alicia Rossi es estudiante de posgrado en historia en la USP.
*Lincoln Secco es profesor de historia contemporánea en la USP. Autor, entre otros libros de Historia del PT (Estudio).