por TIAGO MEDEIROS ARAÚJO*
Comentario al libro recién publicado de José Crisóstomo de Souza
Ningún pensador ha tenido más influencia en nuestro tiempo que Karl Marx. Quizás ninguno haya sido tan discutido, celebrado y criticado como él. Con una vasta obra que abarca las áreas de la economía, la sociología, la historia, el derecho y las ciencias políticas, este eminente autor nunca dejó de ser, ante todo, un filósofo. Se trata de su filosofía que el editor del Ateliê de Humanidades trae al público brasileño un libro escrito por su incansable y astuto lector, el filósofo José Crisóstomo de Souza.
El título es fiel al compromiso: El reverso de Marx Es un ejercicio analítico y crítico respecto de los supuestos filosóficos del pensamiento marxista. ¿Qué implican las reflexiones del autor? La capital en las áreas antes mencionadas, pero va más allá, tocando los oscuros –para alguien tan orgullosamente materialista– campos de la teología y el misticismo. Estas son revelaciones de ciertas perspectivas, creencias e incluso credos peculiares de Marx que proporcionan las pautas para este trabajo. Esta revisión sólo sirve para presentar algunos de sus diversos elementos.
Practicado utilizando una metodología inusual, pero, como verá el lector, bastante efectiva, el libro es una secuencia de seis "conversaciones". El método y el estilo se entrelazan cuidadosamente como para invitar al lector a una charla y, generosamente, la invitación se reitera a medida que la narración avanza y se espesa.
Habiéndose rodeado de un inmenso volumen de referencias, en seis idiomas, y presentadas y articuladas a lo largo del ensayo, especialmente en las notas a pie de página, José Crisóstomo de Souza no exime al lector de la responsabilidad académica con la que acostumbra a tratar sus escritos, sin renunciar a la claridad, la didáctica y la coloquialidad espontánea propia de quien quiere ser comprendido.
Quien conoce a José Crisóstomo de Souza, de hecho, sabe que este método y estilo impreso en El reverso de Marx son la sustancia misma de hacer filosofía en su opinión: “una práctica conversacional, en la que los individuos abordan temas de comprensión de las cosas, a través de terminologías de alcance general, en un marco civil, siempre contemporáneo, de interacciones”.
Las seis “conversaciones filosóficas para una filosofía con futuro” –este es el subtítulo de la obra– están precedidas por dos textos introductorios en los que se anuncia el diagnóstico de la obra de Marx y una agenda filosófica para tratar el pensamiento contenido en ella. El diagnóstico se refiere al carácter metafísico de la filosofía de Marx y la agenda es una guía para destracendentalizarla.
José Crisóstomo de Souza destaca que el joven Marx deja escapar en diferentes momentos que su sensibilidad hacia los vulnerables, excluidos y oprimidos tiene un trasfondo metafísico y, en el límite, místico, que encuentra una imagen en el mito de humano, poetizado en Misterios, de Goethe. En definitiva, el mito anuncia una idea de la humanidad como un proyecto comunitario amalgamado por la unión del verdadero Humano con el verdadero Divino, el vínculo entre la caridad y el amor.
Sin embargo, esta unión no sería un hecho, sino un poder, un proyecto para el futuro: una reconciliación presentada como el “objetivo histórico final de toda cultura y religión anteriores”. Crisóstomo insinúa que Marx, un “filósofo especulativo”, fue tocado por el poder de tal imagen en su juventud, por lo que, desde el principio, esbozó las direcciones de su trabajo para perseguir el objetivo principal de establecer esta “comunidad unitaria”. .
Fue “que este primer Marx, a partir de 1842, supo concebir como el género humano redimido, o llamado a la redención, a través de las diferentes religiones de los diferentes pueblos, todos coronados en el cristianismo como la religión del Dios-Hombre, bien entendido, traducido esotéricamente” (p. 15). Esto habría sido lo que despertó el humanismo vigoroso que Marx disfrazó de ciencia con materialismo propio y lleno de consecuencias, entre ellas la apuesta irrestricta e irreversible por el comunismo.
Marx también es un virtuoso en todos los ámbitos en los que escribió, pero su virtuosismo se pone al servicio de un compromiso “cripto-religioso”. A pesar de su vertiente científica y su contrarretórica de descalificar a sus oponentes como “religiosos”, José Crisóstomo de Souza expone cómo el horizonte presente en el mito de los Humanos haría que Marx se involucrara con una teleología histórica inmanentista, que conlleva una moral social secularizada. Cristiano. Así se puede ver en las páginas de De adentro hacia afuera en cuyo sentido es relevante reconocer la relevancia de Marx, para bien o para mal, fuera de su tradicional pedestal, ahora “destrascendentalizado”. Dicho de manera más sintética, Crisóstomo destrascendentaliza a un Marx que estaba orgulloso de haber hecho el cristianismo social, material.
La primera “conversación” del libro aborda los temas del cristianismo, el hombre y su esencia, el materialismo, a través de la reconstrucción de un diálogo directo entre Karl Marx y Ludwig Feuerbach. El empirismo sensualista de Feuerbach es, como muestra José Crisóstomo de Souza, injustamente criticado por Marx como un punto de vista insuficientemente materialista e inadvertidamente individualista, lo que sería un golpe precipitado del filósofo a un pensador que atribuye al ser del hombre una fórmula relacional elemental en el vínculo constitutivo “yo-tú”.
Haciendo justicia al autor de La esencia del cristianismo, y llevando a Marx a un nivel en el que aparece en tratos horizontales con quienes critican, José Crisóstomo de Souza hace uso de pasajes inspirados, como éste: “Si, según Feuerbach, todavía se puede decir de algún modo que los individuos 'tienen' En Marx las relaciones [sociales, de clase] 'tienen' individuos, que son 'planteados' por ellas, es decir, por las circunstancias materiales y la historia” (p. 71).
Para Marx, nos muestra José Crisóstomo de Souza, el ser genérico de Feuerbach necesitaría ser desentrañado por lo que configura lo humano, es decir, el conjunto de relaciones sociales materiales del que está hecho. Del ejercicio de lectura detallada y comentario aplicado a Tesis ad Feuerbach, En el transcurso de la “primera conversación”, llegamos a una conclusión tanto sobre cuáles son las verdaderas cualidades de Marx, la defensa de un materialismo práctico-sensible, como sobre las debilidades que mancharon toda su obra posterior y que se tomarían, nolens volens, como virtud, por epígonos de su pensamiento y política: trascendentalismo, necesitarismo, determinismo, etc.
Si la primera conversación se dedica a escudriñar el diálogo entre Marx y Feuerbach, la segunda va a la matriz filosófica de todo: Hegel. El debate aquí gira en torno a las nociones de sustancia y autoconciencia, objetividad y subjetividad. José Crisóstomo de Souza explora la lectura que hace Marx de Hegel y la lectura que Hegel hace de Spinoza, para mostrar que el horizonte del materialismo histórico marxista se ve en gran medida a través de los lentes pulidos del sustancialismo spinozista, el de una “primacía de la naturaleza externa” (p. 106).
Pero no sólo eso. en tu Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel, Marx reconoce que el sistema hegeliano hace del Estado la manifestación sustantiva del Hombre, lo que para él es una predicción, además de una falsificación. Aunque Hegel estaba mucho menos orientado hacia un régimen político definido, dada la polisemia de su obra, como atestigua Friedrich Engels en el rico Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana y como reconoce Crisóstomo, tanto en sus libros anteriores como en la segunda conversación de De adentro hacia afuera, Marx ataca una sustancialidad supuestamente irreversible del Estado para, a través de la negación, proponer su antítesis, como destrucción.
La sustancia del verdadero ser humano no estaría en el complejo de instituciones (Estado) y relaciones de producción actuales (economía), estaría en su Futuro. Y su futuro es hacia donde lo llevará la Historia: al Comunismo, sin Estado. No es una cuestión de “si”, sino de “cuándo”; No es una cuestión de filosofía, sino de ciencia.
En otro pasaje inspirado, José Crisóstomo de Souza concluye: “[la conciencia comunista, humana-comunitaria] sería sustancial, históricamente legitimada, sólidamente sustentada por la negatividad inherente a la Sustancia misma, que simplemente expresa y, en última instancia, no es- filosófico pero científico. "Surge de la necesidad [histórica], cuando las fuerzas productivas, dentro del marco de las relaciones [de producción] actuales, se convierten en fuerzas destructivas". Surge en la cualidad de la conciencia del carácter absolutamente necesario de la Revolución, y tiene el carácter necesario. de ello” (p.123).
Estas dos son las “conversaciones” más convencionales y magníficamente filosóficas, ya que las otras se mueven más abiertamente con temas culturales y como si se dejaran contaminar por ellos. La “tercera conversación” explora el tema del fundamento de la empresa intelectual de la crítica, y de ese fundamento como hombre. Una cierta antropología filosófica de inspiración feuerbachiana y una filosofía de la historia de influencia hegeliana proporcionan el combustible para que Marx avance una tesis teleológica, encaminada a realizar la esencia comunitaria del Hombre.
En un sofisticado movimiento de ida y vuelta entre obras de diferentes fases, José Crisóstomo de Souza muestra lo que cambia y lo que permanece a lo largo de toda la carrera de Marx, en la que el objetivo normativo de implementar el comunismo es la piedra de toque, su significado para toda la obra de Marx como inequívoco: “Podemos entender, por tanto, que el comunismo de Marx es finalmente la instauración del hombre (del hombre ideal o del ideal comunista del hombre), es decir, de lo plenamente social, comunitario, que será resultado y coronación de la historia. ”(pág. 133).
Poco a poco, vamos viendo el escenario diseñado por el legado marxista en la cultura occidental contemporánea, especialmente en lo que respecta al debate público, a menudo sólo socialdemócrata, de izquierda. Es entonces cuando el materialismo se convierte en moral y la política en religión. José Crisóstomo de Souza revela cómo este engaño, que desencadenó la ola identitaria y su correlato antagónico, las guerras culturales reaccionarias, ya estaba contenido –como una farsa– en Marx.
El autor minero-bahiano dedica, en su “cuarta conversación”, varios párrafos a la lectura de Feuerbach por parte de Friedrich Engels, pero todos para llegar al corolario de que, a los ojos del dúo Marx y Engels, la moral sólo se vuelve concreta – después Feuerbachiano y poskantiano – con la concepción materialista de la historia, ya que el guión de los postulados apodícticos y los contornos apocalípticos del discurso crean la división insuperable del capitalismo como mal y el comunismo como bien. y esta división es la culminación de una política practicada como fe: “con la concepción materialista de la historia, tenemos una cosa práctica, una 'religión política', o una 'política religiosa', tenemos la política de realizar el ideal, de comunismo – de un 'reino de Dios en la tierra', por así decirlo” (p. 165).
A modo de excursión, como comparte José Crisóstomo de Souza cuando, incluso en las primeras secciones, pausa la narración para contextualizar su propio viaje intelectual y encaja el libro en una trayectoria más amplia, la “quinta conversación” es sintética y enciclopédica, pero igualmente crítico, de la noción de “cuerpo transpersonal”.
El tema está atravesado por imágenes religiosas y escatológicas y, antes de Marx, fue explorado por Rousseau y Hobbes: en uno, como “voluntad general”, en el otro, la persona que es a la vez “hombre” y “dios” (artificial). Pero en Marx la pretensión de objetividad es siempre más sintomática –incluso elaborando el sueño de un San Pablo, sin dualismo religioso (p.206). Esta objetividad se traduce finalmente en superación del propio Estado; el cuerpo transpersonal, un cuerpo político, del que habla José Crisóstomo de Souza al desentrañar a Marx, es el de la humanidad que se impone la independencia de esa forma transitoria de institucionalidad, el Estado.
En todas las “conversaciones”, y en sus apartados internos, lo más valioso del libro son, sin embargo, las tesis del propio autor, que emergen con fuerza, pero de forma económica, paulatina. José Crisóstomo de Souza no oculta lo que aprendió de Marx y lo que heredó de él, y promueve una agenda filosófica en la que Marx no invirtió, pero tampoco ignoró.
Por eso mismo, O De adentro hacia afuera También es un gran cumplido para el autor de La capital. Y no exactamente porque La capital, pero para Insights esparcidos y abandonados por Marx a lo largo de su obra. La tesis de que lo real es una actividad sensible, que José Crisóstomo de Souza llegó a desarrollar en su sofisticada Un mundo propio, fue una luz que Marx arrojó sobre la filosofía contemporánea, en términos que ni siquiera el pragmatismo, según Crisóstomo, podía alcanzar, con la misma eficacia y acabado. La tarea de detrascendentalizar a Marx, de emanciparlo de su escoria mística, metafísica, escatológica y apocalíptica, es tomar más en serio a otro Marx, un Marx que el propio Marx intentó “suprimir” en la dialéctica de su carrera.
En conclusión, debo afirmar que El reverso de Marx también es, tácitamente, una obra sobre el estado de la cultura alfabetizada en Brasil en nuestro tiempo, sobre lo que ha sido, sobre lo que puede llegar a ser y sobre su relación con la política y las disciplinas del poder, como la economía y el derecho. Se trata de todo esto, porque se trata de fundamentos epistemológicos y normativos sobre los cuales navegamos nosotros, herederos del siglo de Marx, del siglo XX.
Las instituciones y prácticas de este mundo, bajo el imaginario marxista, han tomado como identidad la figura del proletariado. avant la lettre, y las identidades “fragmentarias” y “oprimidas” como portadoras del Bien, violadas por estructuras que son, en esencia, capitalistas o, como ironiza el autor, “capitalistas”. La sensibilidad deconstruccionista, una moda glamorosa e intrascendente de la élite intelectual y los partidos de izquierda, es también una rama de la “crítica negacionista” de Marx. Nos enteramos de esto en la última “conversación” del libro, cuando el autor esboza la agenda antagónica a esta “herencia especulativa” marxista, y expone en detalle sus diferencias con Marx y el marxismo, ofreciendo su materialismo poético-pragmático.
Me detengo aquí, con la esperanza de que esta introducción a una secuencia rica y placentera de conversaciones pueda precipitar al lector al mismo desciframiento de Marx que me permití hacer al leerlo, entonces, de adentro hacia afuera.
*Tiago Medeiros Araújo es profesor de filosofía en el Instituto Federal de Bahía.
referencia
José Crisóstomo de Souza. El reverso de Marx: conversaciones filosóficas para una filosofía con futuro. Atelier de Humanidades, 2024, 276 páginas. [https://amzn.to/3XGbMUn]
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