El avance de los mandatos colectivos

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por SERGIO AMADEU DA SILVEIRA*

Los colectivos pueden traer nuevos aires a la desgastada democracia parlamentaria de Brasil

La ciudad con el Índice de Desarrollo Humano (IDH) más alto del país tiene una historia política dominada por el conservadurismo. En 2018, São Caetano do Sul, en el Estado de São Paulo, incluso le dio el 70% de los votos a Jair Bolsonaro en algunas de sus sesiones electorales. Este año, la disputa por la Prefectura se dio entre fuerzas políticas de la derecha tradicional en la región, ganada por el PSDB. A diferencia de otras ciudades de la región ABC de São Paulo, São Caetano nunca fue gobernada por el PT.

Precisamente en este escenario que no era propicio para la izquierda ni para la defensa de los derechos sociales, la tercera candidatura más votada fue la del colectivo PSOL Mujeres por los Derechos. Tres jóvenes combativas, Bruna Chamas Biondi, Fernanda Gomes y Paula Avilés, recibieron 2101 votos, superando a viejos líderes de la política local. El candidato más votado en São Caetano es del PSDB, el partido de la Alcaldía, y obtuvo 3008 votos. La maquinaria electoral derechista y los lazos conservadores fueron incapaces de bloquear la acción conjunta y articulada del colectivo feminista.

La sorprendente campaña del colectivo en São Caetano no fue aislada. Signos aún numéricamente modestos, pero cualitativamente profundos, han consolidado la tendencia de candidaturas colectivas en estas elecciones municipales. Los colectivos pueden traer nuevos aires a la desgastada democracia parlamentaria brasileña, personalista, individualista, basada en el poder del dinero y la maquinaria administrativa.

La inscripción de la candidatura colectiva se ha hecho a nombre de una persona, porque la legislación electoral no prevé el voto en grupo. De esta manera, los colectivos terminan formándose y eligiendo a uno de sus integrantes para inscribirse formalmente en la Corte Electoral. Sin embargo, muchas de estas articulaciones terminan insertando nombres en papeletas que demuestran la característica de un mandato compartido, grupal o comunitario.

En Ijuí, 1022 personas votaron y eligieron “Bruna y el Colectivo Democrático”. En São Paulo, 46267 votos fueron emitidos por “Silvia de Banca Feminista”, 22.742 personas votaron por “Elaine de Quilombo Periférico”, 21.172 apoyaron a “Juntas Mulheres Sem Teto”, todas del PSOL. En Salvador, fue electa “Laina Pretas por Salvador”, también del PSOL. En Curitiba, el tercer suplente del PT es el “Mandato Colectivo Pretas”, habiendo obtenido 3582 votos.

Una encuesta realizada por el Centro de Política y Economía en el Sector Público (Cepesp) de la FGV muestra que las candidaturas colectivas saltaron de 13 en 2016 a 257 en 2020. Según la encuesta realizada por el politólogo Guilherme Russo sobre la base de candidaturas del TSE, en esta elección tuvimos 99 candidaturas colectivas en PSOL, 51 en PT, 23 en PC do B, 11 en PDT, 9 en PSB, 8 en Rede, 8 en PV, 6 en DEM, 5 en Podemos, 5 en PSL, 4 en Ciudadanía, 3 en MDB, 3 en AVANTE, 3 en PP, 2 en SOLIDARIDAD, 2 en PL, 2 en PROS, 2 en PCB, 2 en PSD, 2 en PSDB, 2 en PTB, 1 en PATRIOTA, 1 en DC, en PMB, PTC y PMN.

La mayoría de las candidaturas colectivas, concretamente el 67,3%, se concentran en tres partidos de izquierda, PSOL, PT y PC do B, pero se distribuyen en todo el espectro de partidos. Ciertamente, los partidos de derecha tienen poco interés en los colectivos, ya que tienen un mayor número de líderes personalistas y un número mucho menor de militantes vinculados a causas programáticas y movimientos sociales. La candidatura colectiva está vinculada, en general, a fines públicos y programáticos. En estas elecciones se notó la articulación de candidaturas en torno al feminismo, la lucha antirracista y la lucha en defensa de los derechos sociales de los sectores excluidos.

Lo que pueden consolidar las candidaturas colectivas es una mayor práctica deliberativa, un fortalecimiento de la política basada en el debate y el conocimiento de las causas y propuestas que se votarán en los parlamentos. La deliberación y participación consciente de un colectivo puede generar procesos políticos de mayor calidad, pero también conflictos. Colectivos constituidos de manera más pragmática con el único propósito de ganar elecciones pueden no saber cómo lidiar con posibles disputas y desacuerdos. Sin embargo, los movimientos sociales, los movimientos ecologistas, las organizaciones populares y los sindicatos tienen mucha experiencia en el tratamiento de importantes desacuerdos.

Las estructuras basadas en el voto individual, las redes verticales que controlan los principales recursos del partido, la lógica del clientelismo, pueden verse enfrentadas a candidaturas que anteponen los programas y los temas a los propósitos, por encima de los nombres. Sabemos que los candidatos programáticos y temáticos existen desde hace mucho tiempo. Pero la lucha por una causa o programa, en general, experimenta una tensión permanente ante la necesidad del prestigio personal, la elevación del nombre por encima del propósito que condujo al éxito electoral.

Asegurar el espacio político y ampliarlo es parte de la lógica de la disputa de cargos en el Estado, ya sea en el ejecutivo o en el legislativo. El tema crucial es el peso que se le da al cambio ya la mejora social oa la disputa por la permanencia en el espacio del poder. En general, a la mayoría de los parlamentarios les importa más la permanencia y la reelección que los asuntos y propósitos públicos. Los colectivos pueden reducir la corrupción de la representación por la lógica liberal de la clase política. La democracia se puede ventilar y fortalecer con colectivos que minimicen la fuerza del político profesional, del operador de esquemas de poder, del distribuidor de favores. Puede aumentar la presencia de causas que movilicen segmentos sociales y temas transversales en el parlamento.

Quizás el mayor efecto de los mandatos y mandatos colectivos está en la lucha por lo “común”. Un gran problema de la política convencional es que se alejó de las posibilidades de construir soluciones comunitarias, solidarias y colectivas más allá del mercado, de producir espacios y experiencias anticapitalistas. Llevar la política a un terreno común es clave. Formulando políticas cómo las comunidades de software libre construyen software sofisticado, cómo los quilombolas organizan su cuidado y protegen a los suyos, cómo las comunidades tradicionales encuentran armonía en su entorno entre seres diversos, actantes en palabras de la antropología asimétrica.

De todos modos, la producción de política puede involucrar a un dúo, un trío, diez personas, cien o más de mil. Un colectivo puede ser de diferentes tamaños, puede buscar y experimentar nuevas formas de expandir la democracia incluso dentro de los límites de la democracia liberal. Pueden vincularse a procesos colectivos de producción de lo común, a asentamientos agroecológicos, a comunidades tradicionales, a ocupaciones urbanas, a grupos virtuales multiterritorializados, en fin, pueden llevar a la política la idea de una confección efectivamente colectiva.

Como es un procedimiento, el mandato colectivo puede ser una forma de articulación de fuerzas antidemocráticas en elecciones democráticas. Sí, esa posibilidad es probable, pero la naturaleza de la deliberación dentro de un colectivo de derecha cambia. Imagínate a Bolsonaro o a sus hijos en un mandato colectivo. Apenas tenían una oficina. Utilizaron los consejos para beneficio personal. Finalmente, la dinámica interna de un mandato colectivo puede ser extremadamente vertical, lo que anularía las ventajas de un mandato compartido.

Algunos dirán que el TSE ya sospecha de las candidaturas colectivas. Sin embargo, si observamos la Constitución Federal, notaremos que allí se garantizan las candidaturas colectivas. En el Capítulo IV, De los Derechos Políticos, tenemos el inciso 3 del artículo 14 sobre las condiciones de elegibilidad, que son las siguientes: nacionalidad brasileña; el pleno ejercicio de los derechos políticos; alistamiento electoral; el domicilio electoral en la circunscripción; Fiesta de afiliación; y la edad mínima.

Ninguno de estos requisitos constitucionales impide candidaturas o mandatos colectivos. Basta que los integrantes del colectivo tengan la edad mínima, estén afiliados al partido, residan en el mismo distrito electoral. Sólo habría que reformar la ley electoral y de partidos insertando la posibilidad de candidaturas y mandatos colectivos. Esto aseguraría que los colectivos compitan con su identidad de grupo, sin subterfugios, y permitiría la legalización de mandatos compartidos dentro del parlamento.

La legalización de los procedimientos de elección colectiva permitiría a sus miembros registrar sus estatutos, reglas de deliberación y decisión ante la Justicia Electoral y ante los partidos. Dentro de los parámetros legales, cada colectivo podría tener diferentes dinámicas internas, respetando las diferentes perspectivas y concepciones de organización. Además, la ley establecería reglas para la rotación del miembro o del miembro del colectivo con acceso al pleno del parlamento, es decir, el colectivo podría realizar una rotación entre sus miembros para ejercer la función de parlamentario-titular de el colectivo. En ese caso, la sede parlamentaria se reconocería como perteneciente al colectivo y no a un individuo electo. El nombre que ocupará la silla lo definiría el colectivo.

La posibilidad de este cambio es grande. La aprobación de una ley que garantice y defina las reglas para las candidaturas y mandatos colectivos, además de reconocer esta tendencia real consolidada en las pasadas elecciones puede fortalecer la democracia. Amy Gutman escribió que "la democracia es valiosa no solo porque expresa la voluntad de la mayoría, sino también porque expresa y apoya la autonomía individual en condiciones de interdependencia". Considero necesario complementar esta idea. También está la autonomía colectiva que se ve completamente eclipsada por los notorios desvíos de la representación individual y el poder del dinero que tanto interesa a quienes desprecian el debate y la deliberación. Las candidaturas colectivas permiten aumentar el número de personas involucradas en los debates, dan foco a la lucha por los programas y pueden fortalecer a los partidos y mantenerlos más activos.

*Sergio Amadeu de Silveira es profesor de la Universidad Federal del ABC. Autor, entre otros libros, de Software libre: la lucha por la libertad del conocimiento (Conrado).

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