El avance de la precariedad del trabajo femenino en Brasil

Imagen: Fidan Nazim qizi
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por CLAUDIA MAZZEI NOGUEIRA, luci praun & MARIANA SHINOHARA RONCATO*

La lucha contra la precariedad del trabajo de las mujeres también es anticapitalista

A principios de abril, una mujer de 26 años murió a causa de una quemadura que cubría el 85% de su cuerpo. Angélica Rodrigues, brasileña, se quemó mientras usaba alcohol etanol para cocinar su comida en lugar de gas para cocinar. Angélica era jornalera. Como tantos otros, estuvo desempleada durante la pandemia del covid-19 y sin los recursos básicos para su supervivencia.

En 2020, en pleno apogeo de la pandemia y producto de la crisis económica, el gobierno federal creó ayudas de emergencia para la población socialmente vulnerable. Después de mucha presión sobre el gobierno, se pusieron a disposición cinco cuotas de 600 reales. Bajo más presión, se pagaron otros cuatro, de 300 reales. A estos se sumaron siete cuotas mensuales más, esta vez con montos que oscilan entre 150 y 375 reales. La ayuda, completada en 2021, obviamente no fue suficiente ni en la dimensión política ni en la económica.

Es en este contexto de numerosas dificultades para la clase trabajadora que el cilindro de gas doméstico, que se ha vuelto inaccesible para Angélica, alcanzó, en los primeros meses de 2022, un costo promedio de 113 reales. Este valor corresponde a alrededor del 12% del ingreso promedio de un trabajador doméstico. En el último año, el incremento acumulado de este producto superó el 23%. Sin embargo, la renta media de las trabajadoras brasileñas, equivalente al 80% de la de los hombres, ha disminuido.

En marzo de 2022, la inflación acumulada en 12 meses ya alcanzaba el 11%, marcando el mayor incremento inflacionario para este mes en los últimos 28 años. Dos meses antes, en enero, en la ciudad de São Paulo, la canasta básica, compuesta por un conjunto de alimentos necesarios para la manutención mínima de una familia, ya había alcanzado el costo de 713 reales, consumiendo cerca del 60% del salario mínimo , que es de 1.200 reales (DIEESE, 2022a).

Por un lado, un nombre, una vida y la historia de un trabajador brasileño desempleado, víctima de la negligencia del Estado y la explotación capitalista. Por otro lado, una cuenta que no cierra ni siquiera para una parte importante de quienes logran mantenerse en el mercado laboral. El salario que percibe una parte considerable de la clase trabajadora brasileña está lejos de corresponder al mínimo necesario para la reproducción de su vida y la de sus familias.

En Brasil, según datos de la PNAD-C (Pesquisa Nacional por Amostra de Domicilios Continua), la renta media mensual real de los trabajadores y trabajadoras en el trimestre de diciembre a febrero de 2022 fue de 2.511 reales. Este valor, ya por debajo de lo necesario para la supervivencia, es unas dos veces y media mayor que el valor promedio que reciben, por ejemplo, las trabajadoras del hogar, grupo al que pertenecía Angélica, la trabajadora mencionada al inicio de este texto. Los trabajadores domésticos brasileños recibieron, en el mismo período, un promedio de 992 reales por mes (IBGE, 2022).

La forma en que se determina el tamaño de la canasta básica de la clase obrera depende en gran medida de las luchas sociales que ésta lidere, siempre con el objetivo de revalorizar su fuerza de trabajo. Sin embargo, es importante señalar que esta cantidad varía enormemente según el género, la raza y la nacionalidad (Bhattacharya, 2017). Por eso, para las mujeres y las personas de color –en el caso brasileño, la población negra–, el salario siempre será menor, el desempleo y la informalidad del trabajo mayor, impactando directamente en la reproducción social de sus vidas. Estas divisiones internas de clase, lejos de ser marginales al modo de producción capitalista, desde nuestro punto de vista, representan su funcionamiento ordinario.

 

Género y raza en el contexto del avance del trabajo precario

El género y la raza, por tanto, además de “factores” o “variables” que, articulados a la clase, contribuyen a la comprensión de las relaciones laborales, constituyen, en esta perspectiva, determinantes sociales de la diferencia. En palabras de Lorde, “negarse a reconocer la diferencia hace que sea imposible ver los diferentes problemas y trampas que enfrentamos las mujeres” (2019, p. 243).

Comprender el lugar ocupado por la mujer brasileña en el mundo del trabajo presupone, por lo tanto, una reflexión que considere tanto las peculiaridades de nuestra formación histórica, como país esclavista y dependiente, como las expresiones locales del avance global del neoliberalismo, la financiarización de la economía, y la acentuada flexibilización del trabajo y desmantelamiento de los derechos sociales, situación agravada a lo largo del contexto de la pandemia.

En Brasil, la pandemia de covid-19 ya se propaga bajo los efectos de la Enmienda Constitucional nº 95, de 2016, que oficializó, a partir de 2018, el estrangulamiento de la capacidad de inversión pública en salud, educación, saneamiento, entre otros sectores clave. A raíz de esta medida, dos contrarreformas fueron aprobadas por el parlamento brasileño, laboral y de seguridad social.

La primera contrarreforma instituyó, junto con la aprobación de la externalización irrestricta de la mano de obra, la ampliación del trabajo temporal, la posibilidad de empleo intermitente, la figura del trabajador por cuenta propia que puede trabajar de forma continua y exclusiva para una sola empresa, entre tantos otros dispositivos claramente encaminados a aumentar la rotación, rebajar derechos e impedir el acceso a la justicia.

La segunda, a su vez, al instituir, en medio del desmantelamiento de los derechos laborales, pagos de seguridad social por 35 años para las mujeres y 40 años para los hombres, eliminó la posibilidad de jubilación para millones de trabajadores brasileños. Nuevamente, por la forma marcadamente precaria en que se insertan en el mercado laboral, son las mujeres, especialmente las negras, las más afectadas.

En consonancia con el avance de la globalización neoliberal, estas medidas profundizaron significativamente el desmantelamiento de los servicios públicos, promoviendo nuevos impulsos para flexibilizar el trabajo, facilitados en gran medida por los avances en el campo de las tecnologías digitales y la inteligencia artificial.

De esta forma, las medidas adoptadas en el contexto de la pandemia acentuaron la precariedad de las condiciones de vida y de trabajo preexistentes, abriendo camino a nuevas formas de precariedad. Un estudio comparativo entre indicadores para los terceros trimestres de 2019 y 2021, realizado por el Departamento Intersindical de Estadística y Estudios Socioeconómicos (DIEESE, 2022b), con base en datos divulgados por la Pnad-C/IBGE, demuestra cómo el contexto de la La pandemia, ligada a las medidas de años anteriores, de flexibilización laboral, incidió especialmente en la población activa femenina.

Además de la retracción de la participación laboral femenina en el mercado laboral, que fluctuó del 54,6% en 2019 al 52,3% en 2021, se registró un aumento del desempleo y el paro por desánimo entre las mujeres. En el caso del desempleo, la tasa que en 2019, del 14,3%, pasó al 15,9%, en 2021, mientras que, para el segmento masculino, se mantuvo estable: 10% (2019) y 10,1% (2021).

Cabe señalar que entre las mujeres, considerando solo 2021, llama la atención la diferencia en el indicador de desempleo entre mujeres negras (18,9%) y mujeres blancas (12,5%). En el grupo de mujeres, destaca el DIEESE (2022b), la tasa de subutilización de la fuerza laboral en el 3er trimestre de 2021 fue de 33,3%, frente al 20,9% observado entre los hombres.

El contexto de pandemia también impulsó un importante desplazamiento de las actividades laborales remuneradas que antes se realizaban fuera del hogar hacia el ámbito doméstico. Se sabe que el espacio del hogar, además del trabajo doméstico femenino no remunerado, alberga históricamente un conjunto de actividades remuneradas que, no por casualidad, también están socialmente asociadas a las mujeres y, en particular, a las mujeres negras.

Lo que llama la atención, sin embargo, son las nuevas articulaciones que brinda el capitalismo en su fase neoliberal. Por un lado, la incorporación de nuevas actividades no remuneradas, especialmente las de cuidado, que ya no son ofrecidas por el Estado. Por otro lado, el incremento de diversas actividades remuneradas, impulsadas por el desempleo, que van desde la promoción de la producción y venta de diversos productos hasta otro tipo de trabajos realizados a partir del acceso a equipos electrónicos y el uso de internet.

En junio de 2020, según una investigación publicada por IPEA, 8,7 millones (12,7%) de brasileños con alguna ocupación realizaban sus actividades laborales a distancia, desde sus casas. La investigación, desarrollada por Góes et. Alabama. (2020), encontraron que de este total, el 84,1% tenía una relación laboral formal. Con una presencia predominante de mujeres (55,5%), el grupo también se caracterizó por la escolaridad media, con un 73,3% de sus integrantes con estudios superiores o de posgrado. Son varios los estudios que apuntan a la acentuada carga de trabajo de las mujeres que, al realizar sus actividades laborales remuneradas en el hogar, han ampliado su tiempo de dedicación e intensificado sus procesos de trabajo.

En este sentido, los poseedores de los medios de producción, al trasladar el trabajo asalariado a la esfera de la reproducción, a través del home-office, agudizaron aún más la desigualdad estructural de género, raza y etnia. Una de las consecuencias de esta nueva realidad fue explicar lo desfavorable que es para las mujeres la división socio-sexual del trabajo, siendo, en gran medida, más intensa para las mujeres negras.

Es decir, el encierro doméstico para protegerse de la pandemia y continuar con su trabajo asalariado, en la mayoría de los casos, rescató el rol social e histórico otorgado a la mujer como cuidadora y responsable de la crianza de los hijos, de la organización y realización de las tareas del hogar. Esta situación la obligó a realizar agotadoras jornadas laborales, tanto productivas como reproductivas, agudizando su precariedad a través de la explotación/opresión de su fuerza de trabajo.

Otra consecuencia importante de este aislamiento doméstico fue el aumento de la violencia entre géneros. Esta medida, que pretendía reducir la propagación del coronavirus, ha incrementado de manera alarmante los casos de maltrato, agresión, amenazas y feminicidios, trayendo una situación aún más compleja para las mujeres víctimas de violencia doméstica, quienes ya tenían una serie de resistencias a denunciar a su agresor. ., ya que la tendencia hacia el trabajo desde casa se ha extendido a los hombres asalariados. Ésta, a su vez, también mantuvo una mayor presencia en el ámbito doméstico, pudiendo, por tanto, controlar con mayor intensidad a la mujer.

 

La lucha contra la precariedad del trabajo de las mujeres también es anticapitalista

Ante las situaciones enumeradas aquí, la actual crisis económica que atravesamos ha tenido el efecto de revigorizar cuestiones poco expresivas entre las décadas de 1990 y 2000. críticas al neoliberalismo, a los movimientos anticapitalistas, a los feminismos marxistas, así como a los movimientos antirracistas en diálogo con la crítica del modo de producción capitalista.

La razón de tal radicalismo dentro de los movimientos sociales tiene su razón de ser. La expansión del desempleo a escala global, la alta tasa de informalidad laboral en los países del centro y periferia del capitalismo, las diversas expresiones del avance del trabajo precario y la expansión de la pobreza convergen en la raíz de estos problemas, es decir, la forma de producción capitalista. Así, dilucidar la forma en que organizamos el trabajo, así como la articulación entre producción y reproducción social, son cuestiones claves para comprender esta multiplicidad de formas de trabajo en la actualidad.

Partiremos aquí de la comprensión de Karl Marx y su análisis de la categoría trabajo como elemento fundante de la sociabilidad humana. Como condición de existencia de todos los seres humanos y formaciones sociales, en sus palabras, el trabajo es la “eterna necesidad natural de mediar el metabolismo entre el hombre y la naturaleza” (2013 [1867] p. 120). A través del trabajo, el ser humano siempre se orientará y se pondrá en movimiento, interactuando con la naturaleza externa, transformándola y transformándose a sí mismo. Como “modelo de toda praxis social” (Lukács. 2013), por lo tanto, la categoría de trabajo tiene un estatus privilegiado de análisis y por eso es metodológicamente ventajoso partir de su investigación para develar rasgos importantes del ser social. (ídem, ibídem).

Si bien el proceso de producción y reproducción de todas las vidas humanas tiene como elemento central la categoría de trabajo, el lugar social que ocupa cada ser humano en la organización del trabajo difiere sustancialmente. Ocupamos diferentes lugares sociales e interactuamos con la naturaleza externa de manera concreta y, por lo tanto, encarnada. Esto significa que como clase social hay un elemento que nos une, mientras que esta misma clase tiene sexualidades, razas, géneros y otras diferencias que determinan el rumbo de nuestras vidas de diferentes maneras.

Sin embargo, bajo el capitalismo, estas distintas formas de relacionarse con el mundo exterior se transforman en desigualdades sociales. Por tanto, es necesario problematizar cómo se produce diferencialmente la clase obrera. En este sentido, el análisis de Marx, en La capital, sobre las diferencias entre el trabajador inglés y el trabajador irlandés es bien conocido por revelar los diferentes niveles de reproducción social en los que se encontraban estas dos nacionalidades en el siglo XIX.

Por tanto, lejos de una tendencia hacia la explotación del trabajo homogeneizador, entendemos que las “categorías de género y raza, como identidades, son construcciones sociales necesarias para el capital y, por eso mismo, tuvieron su gestación, como estructura social, al mismo ritmo a la génesis y desarrollo del capitalismo” (Roncato, 2020, p. 27).

Es por estas producciones de diferencias que el monto de la canasta básica necesaria para la reproducción de las personas se presenta de manera desigual. Aquí, defendemos un análisis materialista de la opresión y, por lo tanto, las nociones que se refieren a la división socio-sexual del trabajo, así como el enfoque en la articulación entre producción y reproducción social son categorías clave de análisis del trabajo de las mujeres.

Entendemos la desigual división socio-sexual del trabajo como producto del capitalismo y que presupone los principios de separación y jerarquización. Ampliamente investigados por teóricas feministas, tales supuestos son objeto de observación en diferentes sociedades y períodos históricos, aunque no sean principios y categorías ontológicas del ser social.

Según Danièle Kergoat, la primera instrumentalización de la división sexual del trabajo la realizaron los antropólogos y tuvo a Lévi-Strauss como uno de sus pioneros, haciendo de esta noción un mecanismo para clasificar y describir la estructura de las sociedades en torno a la familia. Sin embargo, fueron las antropólogas feministas quienes le dieron un nuevo significado por primera vez, indicando no solo una complementariedad de tareas, sino también su sentido de una relación social de poder entre mujeres y hombres (Mathieu, 1991; Tabet, apud Kergoat, 2009 ). Estos supuestos parten de la idea de que existen trabajos que son “para mujeres” frente a trabajos considerados “para hombres” (ídem, ibídem). Además, el trabajo de las mujeres siempre valdrá (cuantita y cualitativamente) menos que el de los hombres (ídem, ídem).

Además de la división socio-sexual del trabajo, comprender trabajo y género implica analizar el vínculo existente entre producción y reproducción social. La reproducción social aquí se refiere a la reproducción generacional, física, tanto material como subjetiva, de la fuerza de trabajo, es decir, la producción de la vida de la clase trabajadora como clase (Arruzza y Bhattacharya, 2020), ya sea en forma asalariada o no remunerada, así como como la reproducción jerárquica y dominación de la familia patriarcal y la lógica capitalista.

Por ello, es importante recalcar que superar la situación actual de crisis política, económica y ambiental, la desigualdad social, contemplando temas de género, raza, LGBTQIA+ y clase, y la precariedad laboral, requiere de una larga lucha, pero que creemos ser probable que gane. Para ello, es necesario enfrentar y superar el modo de producción capitalista y conquistar otra sociedad. ¡Una sociedad en la que los derechos sociales, incluido el trabajo no explotado, el derecho a la vivienda, la salud y la educación, sean gratuitos y universales y, en consecuencia, nos permitan el derecho a la vida, pero una vida sin opresiones, digna y dotada de sentido!

*Claudia Mazzei Nogueira es profesor de la carrera de Servicio Social de la UNIFESP.

* Luci Praun Profesor de Ciencias Sociales de la Universidad Federal de Acre.

*Mariana Shinohara Roncato Doctora en Sociología por la Unicamp.

Publicado originalmente en el sitio web argentino ContrahegemoníaWeb.

 

Referencias


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BHATTACHARYA, Tithi, Teoría de la reproducción social Reasignación de clases, reorganización de la opresión. Londres, Plutón Press, 2017.

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DIESE. Valor de canasta básica aumenta en 16 capitales en enero de 2022. Nota a la prensa. São Paulo, 7 de febrero de 2022a. Disponible: https://www.dieese.org.br/analisecestabasica/2022/202201cestabasica.pdf.

DIESE. Mujeres en el mercado de trabajo brasileño: viejas desigualdades y más precariedad. Boletín Especial 8 de Marzo Día de la Mujer. 07/03/2022b.

GOES, Geraldo S.; MARTINS, Felipe dos Santos; NASCIMENTO, José Antonio Sena. “El trabajo a distancia en los sectores formal e informal en la pandemia”. Carta de Coyuntura No. 48. IPEA: 2020, pág. 1-11. Disponible en: https://www.ipea.gov.br/portal/images/stories/PDFs/conjuntura/200921_cc48_nt_teletrabalho_nt.pdf.

IBGE. Encuesta Nacional Continua por Muestreo de Hogares. Trimestre Móvil DIC. - FEB. 2022. Publicado el 31/03/2022. Disponible: .

KERGOAT Daniele. División sexual del trabajo y relaciones sociales del sexo. En: Hirata H, et al., Diccionario Crítico del Feminismo. São Paulo: Unesp; 2009.

SEÑOR, Audre. Edad, raza, clase: mujeres redefiniendo la diferencia. En: HOLLANDA, Heloísa Buarque (Org.). Pensamiento Feminista: Conceptos fundamentales. Río de Janeiro: Bazar do Tempo, 2019b, pág. 239-249

LUKÁCS, György. Por una ontología del ser social. São Paulo: Boitempo, 2013.

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NOGUEIRA, M. Claudia, El trabajo duplicado. São Paulo: Editorial Expresión Popular. 2ª edición, (2011).

PRUN, Luci; PIZZA, Suze. Universidad, Enseñanza y Neoliberalismo. Sociopaisajes. Revista Internacional de Sociedades, Políticas y Culturas, 2(2), 2021, págs. 245-272. Disponible: .

RONCATO, S. Mariana. Trabajadores pobres japoneses: El trabajo del inmigrante Dekassegui y sus transversalidades. Tesis de Doctorado, IFCH/Unicamp, 2020.

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