por CLAUDIO KATZ*
El libertario lidera el cuarto ensayo del intento reaccionario iniciado por Rafael Videla, retomado por Carlos Menem y recreado por Mauricio Macri
Javier Milei organiza un ataque furioso contra las conquistas populares. Pretende establecer un modelo neoliberal similar al impuesto durante décadas en Chile, Perú o Colombia. Intenta cambiar las relaciones de poder que limitan el despotismo de los capitalistas, subyugando a los sindicatos, debilitando los movimientos sociales y aterrorizando a las organizaciones democráticas. Busca introducir una hegemonía duradera de los poderosos.
El libertario encabeza el cuarto ensayo del intento reaccionario iniciado por Rafael Videla, retomado por Carlos Menem y recreado por Mauricio Macri. Hay muchas similitudes y diferencias con esta trayectoria.
Comienza con un apoyo electoral significativo. Ganó por 11 puntos en la segunda vuelta, venció en 21 provincias, casi empató en el bastión peronista de Buenos Aires y repintó de morado el mapa nacional. Logró estas cifras con un pequeño número de votos en blanco. Esta contundencia se reflejó en el temprano reconocimiento de la victoria por parte de Sergio Massa. Una vez más, las predicciones que apuntaban a unas elecciones reñidas fracasaron.
La convergencia con Mauricio Macri permitió esta aplastante victoria. El libertario mantuvo el apoyo de sus seguidores y se unió al grueso de la derecha convencional. La neutralidad promovida por la UCR y la Coalición Cívica no fue escuchada y el peronismo sumó muy pocos votos al magro volumen de sus últimas votaciones.
Las elecciones repitieron lo ocurrido recientemente en Ecuador, donde la victoria inicial del centroizquierda en la primera vuelta fue revertida por la unificación de la derecha en la segunda.
Dos expectativas
Javier Milei está tratando de forjar una fuerza de extrema derecha para sostener su agresión contra los trabajadores. Y el 30% de los votantes leales son la base de esta construcción. Es un pilar diferente al 26% que aportó el PRO a su presidencia.
Las explicaciones más comunes para el primer contingente destacan los ingredientes emocionales. Destacan el odio, la falta de politización y el comportamiento irracional que prevalecen en este sector. Estas características están muy presentes y en sintonía con el liderazgo excéntrico del próximo presidente. Con Javier Milei prevaleció la peor de las opciones que ofrece un sistema político-social basado en la tiranía de los poderosos.
Pero la valoración de la base electoral de Javier Milei en términos de mero hastío y votos de protesta impide registrar las motivaciones de este apoyo. El libertario convirtió a “la casta política” en el chivo expiatorio de todas las desgracias del país. Con esta campaña obtuvo una muestra representativa de votantes y una simpatía especial entre los jóvenes empobrecidos.
Usó esta bandera para aplastar a Sergio Massa, después de haber sufrido una derrota en el debate presidencial. Esta derrota, paradójicamente, le dio fuerzas, porque su oponente confirmó la imagen rechazada de un político profesional astuto, que concentra toda la bajeza de la “casta”.
Javier Milei canalizó este rechazo porque viene de un entorno diferente. Es un forastero instalado por los medios de comunicación para popularizar la agenda de la derecha. Difunde un mensaje ultraliberal con el inusual envoltorio del anarcocapitalismo estadounidense. Los engaños de esta corriente incluyen llamamientos bíblicos y mensajes apocalípticos de purificación. Esta loca visión se inspira en los llamamientos a la compra y venta de armas, la creación de un mercado de órganos humanos y la equiparación del matrimonio igualitario con un malestar similar al que provocan los piojos.
En lugar de provocar el esperado rechazo de los votantes, estas extravagancias garantizaron la imagen de Javier Milei como un personaje fuera de la “casta”. Su discurso estuvo asociado con el resurgimiento de eslogan "deja ir a todos”. Esta demanda reapareció con el mismo tono antiinstitucional que en 2001, pero con contenidos opuestos a aquella revuelta. En lugar de promover una protesta contra los poderosos, fue manipulada para preparar un ataque a los logros sociales y democráticos.
Los seguidores libertarios esperan una drástica purificación del sistema político. Ésta es la ilusión que empezó a excavar Javier Milei, con sus confabulaciones para repartir cargos en el nuevo gobierno.
La segunda expectativa que explica el éxito de Javier Milei fue su promesa de erradicar la inflación mediante la dolarización de la economía. El alto costo es una desgracia intolerable que la población está ansiosa por erradicar por todos los medios. El cansancio ante un flagelo que perturba la vida cotidiana llevó a la adhesión a las soluciones mágico-expeditivas postuladas por el libertario.
Javier Milei no presentó un solo ejemplo de la viabilidad de su propuesta, pero introdujo la ilusión de un funcionamiento rentable de la economía dolarizada. Regresó al mito de la convertibilidad menemista, omitiendo el desempleo y la regresión productiva que siguió a la estabilización monetaria basada en la deuda y la privatización. También recreó la ilusión del poder argentino a finales del siglo XIX, ocultando que esta prosperidad agroexportadora sólo enriqueció a la oligarquía, reforzando el perfil subdesarrollado del país.
Los libertarios siempre han presentado sus paraísos imaginarios como corolarios de un duro ajuste. Pero sus votantes suponen que la “casta” (y no ellos) correrá con los costos de este sacrificio. Este ensueño será derribado con el sufrimiento que cause el nuevo presidente.
Presidencialismo autoritario
Javier Milei añora un régimen político basado en el dominio fulminante del ejecutivo. No pretende anular el Congreso, ni erradicar el Poder Judicial, pero aspira a neutralizar la centralidad de ambos órganos. En varias ocasiones dejó entrever su intención de recurrir a un plebiscito para contrarrestar el bloqueo de sus iniciativas.
El libertario debutará con un grupo reducido de legisladores y sin vínculos sólidos con los tribunales. Su objetivo de presidencialismo autoritario no está a la vista, pero tiene un plan para lograr un objetivo similar a la trayectoria de Fujimori.
Javier Milei intentará forjar su propia base político-social con recursos públicos. Intentará transformar el conglomerado disperso de personajes que constituye La Libertad Avanza en un aparato de peso territorial. También buscará complementar esta construcción con una red de pactos más sólidos que las alianzas improvisadas con su heterogéneo espectro de socios.
La principal alianza que articuló inicialmente fue con la derecha militarista del vicepresidente Villarruel. Este acuerdo le reportó un apoyo minoritario de los nostálgicos de la dictadura y una gran simpatía de los poderosos, que aprobaron las bases represivas del próximo ajuste. El desmadre que mueve al libertario requiere gendarmes, palos, balas y prisioneros.
Villarruel se puso del lado de Videla, poniendo fin a las ambigüedades del macrismo. Pretende transformar a las víctimas del genocidio en víctimas, a través de un negacionismo renovado que recrea los peores fantasmas del pasado. Su atroz revisionismo justifica la criminalización de la protesta social. Macri intentó sin éxito este movimiento, identificando la resistencia popular con los privilegios de los corruptos.
Javier Milei repetirá esta fórmula, satanizando a quienes “se oponen al cambio”. Buscará silenciar las voces disidentes con prohibiciones y purgas culturales. El cierre anunciado de Telam, Radio nacional e televisión pública anticipar este ataque. Villarruel apuesta por el desmantelamiento de todos los logros democráticos de los últimos cuarenta años, empezando por la anulación de los juicios a los genocidas.
Un segundo acuerdo político entre el libertario y Mauricio Macri apuntaba a sumar votos en la segunda vuelta. Las lecturas de este acuerdo resaltaron la capacidad del ingeniero para tratar con Javier Milei, moldeando el estilo, tono y estética del candidato a los lineamientos definidos por los equipos del PRO.
Pero los acontecimientos posteriores confirman que el nuevo presidente no es un personaje manipulable. Tiene un plan propio que ya provocó fuertes tensiones con Mauricio Macri. Predicciones de que el próximo gobierno será una segunda ronda de Cambiemos son prematuros. Las disputas por el gabinete y el liderazgo del bloque parlamentario contrastan el perfil de derecha convencional auspiciado por Mauricio Macri con la aventura plebiscitaria impulsada por el nuevo presidente.
Javier Milei planea una tercera alianza con la derecha peronista. Ya contactó a Pichetto, Randazzo, Toma y Scioli para puestos de alta responsabilidad, reforzando las negociaciones preelectorales con Barrionuevo. Con el mismo fin, asignó empleados de Schiaretti a la ANSES y a Transportes.
Este intento pretende aprovechar una crisis del peronismo, que es estrictamente proporcional al triunfo de Javier Milei. Si el libertario hubiera ganado por estrecho margen, Sergio Massa habría podido preservar el liderazgo que había logrado en el PJ, haciendo competitiva la candidatura de un oficialismo en desintegración. Pero la aplastante derrota del justicialismo reabrió todas las heridas de ese partido. Javier Milei atrae al sector antikirchnerista, que ha madurado un discurso que ensalza el capitalismo y es hostil a los desvalidos.
La presidencia libertaria también aporta un trofeo internacional inesperado al trumpismo. Buenos Aires se convertirá en lugar frecuente de exponentes de la ola parda y ya circulan invitaciones para recibir a Trump, Bolsonaro, Orban, Kast y Abascal. La ceremonia de inauguración será una cumbre de la extrema derecha mundial. Las tensiones generadas por este alineamiento en la región han salido a la superficie y los elogios de Bukele contrastan con las duras palabras de Maduro y Petro.
Javier Milei apuesta por combinar esta red internacional con la construcción de su propio espacio en el país. A diferencia de sus pares, no tiene un partido fuerte ni fuerzas religiosas y militares que lo apoyen. Además, su propia visión ideológica del mundo, basada en la escuela austriaca de economía, el anarcocapitalismo y el paleolibertarismo de Rothbard, carece de vínculos con las tradiciones de la derecha argentina. Su promoción activa de las conexiones internacionales pretende contrarrestar esta situación.
Thatcherismo y bolsonarismo
La agrupación forjada por Javier Milei incluye una amplia variedad de grupos fascistas, pero su proyecto no es fascista. Contiene sectas violentas como Revolucion Federal, involucrado en el intento de asesinato de Cristina, e idiotas que amenazan con el logo de Falcões Verdes. También considera la posibilidad de enviar provocadores contra los manifestantes de la oposición (“orcos”).
Pero el fascismo, como régimen tiránico basado en el uso del terror contra organizaciones populares para someter un peligro revolucionario, no está en el horizonte inmediato. Javier Milei tiene un objetivo thatcheriano de cambiar las relaciones de poder, desarticulando las poderosas organizaciones populares del país.
Seguramente buscará resolver algún conflicto social emblemático a favor de las clases dominantes, como la huelga de los mineros en Inglaterra (1984). Inmediatamente, intentará destacar en el choque que provocará su megaajuste. El resultado de esta primera batalla será decisivo en los enfrentamientos posteriores.
Jair Bolsonaro es el principal antecedente y referente de Javier Milei. Esta afinidad quedó explícita en la invitación acelerada que recibió el ex capitán para participar en la toma de posesión el próximo 10 de diciembre. Esta invitación afecta a Lula y el consiguiente vínculo con el principal socio económico de Argentina.
Javier Milei elogia a Occidente, exalta a Estados Unidos y teatraliza su fanatismo por Israel con homenajes a un rabino medieval. También habla fuertemente en contra de China, que es el mayor mercado para los productos primarios del país. Jair Bolsonaro utilizó la misma retórica, pero acabó optando por el pragmatismo con Beijing, presionado por los agroexportadores brasileños.
El libertario debuta repitiendo el tono inicial del militar brasileño. Colocó a individuos exóticos en puestos clave de la gestión estatal, en conflicto con los funcionarios experimentados sugeridos por el establecimiento. Un clonador de caballos al frente del Conicet y un abogado con credenciales emitidas por los medios ya emulan los escandalosos nombramientos de Jair Bolsonaro. La incipiente tensión con figuras de la derecha tradicional y el resentimiento de los principales medios de comunicación también acercan los dos procesos.
Pero Jair Bolsonaro es también el espejo ilustrativo de un autoritarismo frustrado. Al igual que Donald Trump, su ambición tiránica incluyó un golpe de Estado fallido que afectó su carrera. El libertario criollo espera evitar derrotas de este tipo.
Explicaciones y comparaciones.
¿Cómo explicar el éxito electoral de un personaje tan nefasto como Javier Milei?
Muchas evaluaciones enumeran factores sin priorizar las causas de este resultado. El desastre económico provocado por el gobierno de Fernández determinó la victoria libertaria. Los votantes rechazaron un sistema oficial que toleraba una inflación del 120% y aumentaba la pobreza a más del 40%. El discurso progresista disfrazó un ajuste que generalizó la estado pobre trabajador formal. Las promesas de Sergio Massa eran poco creíbles y su oponente aprovechó esta desconfianza.
La mayoría del electorado responsabilizó al gobierno del colapso económico. La culpa podría haberse atribuido a grupos capitalistas o presiones de los indigentes. El gobierno venezolano y los líderes cubanos redoblaron su oposición al demostrar este tipo de intimidación, en condiciones económicas comparables a las de Argentina.
Lo que pulverizó al peronismo en las urnas fue la inacción política ante un importante deterioro económico. Esta parálisis comenzó con la condescendencia inicial en el caso Vicentín y se consolidó con el sometimiento al FMI. La culpabilidad directa de Alberto Fernández es evidente, pero la responsabilidad de Cristina Kirchner no es menos relevante.
Cristina Kirchner renunció a librar la batalla contra la degradación económica y se limitó a resaltar las adversidades con mensajes elípticos. Desde la vicepresidencia podría haber introducido un cambio de rumbo, tras la contundente advertencia que estalló en las elecciones de mitad de mandato. En ese momento, Javier Milei era solo una pequeña fuerza en ciernes.
Cristina Kirchner tampoco propició una reacción adecuada ante la gravedad del atentado contra su vida, y el broche final fue la renuncia a su candidatura. Esta actitud de resignación contagió a la militancia y desmoralizó a sus partidarios. Fue la postura contraria a la adoptada por Lula frente a Jair Bolsonaro.
La exitosa batalla contra la extrema derecha en Brasil, Colombia y Chile demostró que es posible derrotar a personajes como Javier Milei cuando se articulan reacciones democráticas masivas.
En los últimos meses estas respuestas han surgido en el país, con iniciativas de estudiantes, artistas y vecinos. Pero esta micromilitancia del progresismo no fue suficiente para contener la ola morada, que coronó cuatro años de frustración con la presidenta elegida por Cristina Kirchner. El veredicto final se anticipó por el contraste de los actos finales. Sergio Massa se reunió con un pequeño grupo de estudiantes de secundaria, mientras Javier Milei llenaba las calles de Córdoba.
El resultado de las elecciones argentinas tiene ciertas similitudes con la victoria de Jair Bolsonaro en 2018. La misma sorpresa (y malestar) que generó ese resultado se vive actualmente en el país. El miedo que suscitaba en Brasil un capitán trastornado era inferior al cansancio que encarnaba la figura de Fernando Haddad. Y las frustraciones acumuladas con Dilma Rousseff fueron similares a la desilusión con Alberto Fernández.
Pero también es cierto que el desastroso gobierno de Jair Bolsonaro favoreció el posterior resurgimiento de Lula. Este antecedente proporciona una cierta advertencia contra las predicciones de la inexorable decadencia del kirchnerismo y la decadencia definitiva del progresismo.
El principal trasfondo común en ambos contextos fue la ausencia de una resistencia social significativa. En Brasil, la ola de protestas de 2016 generó apoyo al bolsonarismo, y en Argentina, la fuerza tradicional del movimiento sindical se ha reducido en los últimos cuatro años.
Interpretaciones y justificaciones.
La canalización del descontento por parte de la extrema derecha hacia los gobiernos progresistas no es una singularidad argentina. Javier Milei reproduce las mismas tendencias que se ven en otras latitudes. Se jacta de ser el “primer presidente liberal-libertario del mundo”, pero variantes del mismo tipo imperan desde hace tiempo en varios países.
Es cierto que la pandemia facilitó la avalancha de corrientes reaccionarias, pero los funcionarios de este signo fueron igualmente castigados por el impacto de la infección. Alberto Fernández recibió el mismo malestar que afectó a Donald Trump y Jair Bolsonaro. Este repudio electoral no se extendió, además, a todo el progresismo. López Obrador, por ejemplo, pasó la prueba con gran éxito.
Se hicieron muchas valoraciones sobre los efectos psicosociales de la pandemia y la desestabilización emocional que generó entre los jóvenes. Algunas interpretaciones creen que esta conmoción potenció los impulsos autodestructivos que impregnan la sociedad. Pero es un abuso extrapolar estas valoraciones al terreno político para explicar la victoria de Javier Milei. Las principales causas del éxito de la extrema derecha residen en los ámbitos visibles de la degradación económica y el fraude político.
Está claro que Javier Milei navegó viento en popa, lo que proporciona la reacción ideológica neoliberal contra el progresismo. La precariedad del empleo y la erosión de las prestaciones sociales del Estado han deteriorado la imagen positiva de la actividad pública.
Los libertarios aprovecharon esta erosión para propagar los mitos del individuo emprendedor y autosuficiente, sin dar un solo ejemplo de la viabilidad de estas creencias. En estos supuestos también convergió su elogio al consumo, porque en los últimos dos años se convirtió en un refugio inesperado para hacer frente a la inflación y la imposibilidad de ahorrar.
Javier Milei se benefició de una ola de reacción conservadora. Con este vendaval atacó la “ideología de género” y el “marxismo cultural”, anticipando actitudes inquisitoriales. Seguramente dejará de lado sus odas a la tolerancia liberal, para implementar las persecuciones promovidas por los cavernícolas de su equipo. Benegas Lynch ya lanzó una campaña para derogar el aborto y atacar al movimiento feminista.
Está claro que los nuevos medios han tenido un enorme impacto en el éxito de Javier Milei. Manejó las plataformas con gran habilidad y tuvo una estrecha colaboración con expertos en redes sociales. Usó esta base –al igual que su padrino Donald Trump– para difundir noticias falsas. Incluso había preparado una fantasiosa acusación de fraude para hacer frente a resultados electorales adversos.
El libertario también aprovechó el clima posmoderno de disolución de la verdad y pérdida de confianza en la razón, para exponer propuestas absurdas, contradecir sus afirmaciones y sostener inconsistencias sin sonrojarse.
Ante el impacto generado por su inesperado triunfo, se han multiplicado las explicaciones sobre qué causas estatales sin priorizar los determinantes económicos y políticos de la marea morada. El peronismo, en particular, está en estado de shock y sus pensadores sustituyen la valoración concreta de lo ocurrido por descripciones (inflación, deuda), generalidades (ascenso de la derecha) o meras justificaciones (pandemia, guerra, sequía).
Otros piden posponer la evaluación (“hay que pensar en la derrota”) o evitarla (“para evitar mayores daños”). Algunos optan por criticar a los votantes (“la gente se equivoca”), con una visión paradójicamente cercana a la difamación de la Argentina por parte de la derecha (“país de mierda”). La valoración política del kirchnerismo, que intentan evadir, es la única manera de esclarecer el complejo escenario creado por Javier Milei.
El tormentoso debut con ajuste
Nadie en la extrema derecha ha tenido que lidiar con una crisis económica comparable a la de Argentina. Aquí radica la gran diferencia con relación a Jair Bolsonaro, y esta singularidad plantea los principales interrogantes sobre el libertario.
Bajo un mar de improvisaciones, Javier Milei tiene un plan de ajuste definido en varias etapas. En primer lugar, acordará con el FMI pisotear los logros populares. Pocas veces ha habido tanta coincidencia inicial con el Fondo.
Los recortes del déficit fiscal y de las emisiones que exige el organismo -para acumular reservas y garantizar el pago de los acreedores- convergen con Javier Milei. Las tijeras que exige Washington coinciden con la motosierra del libertario. Su hostilidad hacia China también disipa los temores del FMI sobre las impredecibles maniobras de Argentina con el yuan, que apuntalan las menguantes reservas del Banco Central.
El pistoletazo de salida de Milei será la gran devaluación que Sergio Massa pospuso y Mauricio Macri no logró forzar golpes de mercado fallidos. El dólar oficial saltaría un 100% para empezar a acercarse al precio paralelo. El libertario intentó, sin éxito, que Fernández renunciara con este sobresalto y Alberto sólo aceptó aumentar parcialmente el tipo de cambio para los exportadores y el turismo.
La megadevaluación de Javier Milei provocará una inflación altísima. La brutal rebaja de precios en curso y la retención generalizada de bienes anticipan este impacto. Dado que el libertario ya ha anunciado que anulará los acuerdos de precios, comienza a aparecer un clima de hiperinflación.
La inminente cirugía sin anestesia incluye una drástica reducción del gasto público que empobrecerá al grueso de la población. El anuncio de una posible supresión del aguinaldo es un indicador del alcance de estos recortes. Un golpe similar introduciría la suspensión de obras públicas y la amputación de fondos transferidos a las provincias.
La implementación de tal ajuste estará garantizada por la abrupta reducción de las emisiones. Los efectos recesivos de esta restricción introducirían un cambio importante en la situación económica. El desastre de los últimos años se gestionó manteniendo un nivel de actividad que ahora tenderá a colapsar.
En las próximas semanas veremos el impacto de una guerra económica contra el pueblo. Milei, Bullrich y Macri intentaron hacer caer el escenario caótico sobre el actual gobierno, pero todo indica que ese contexto explotará en diciembre. El nuevo gobierno tendrá que afrontar las consecuencias de su brutal ajuste.
Invadido por la deuda
La segunda fase del Plan Milei implica la aprobación legislativa de una reorganización neoliberal, muy superior a lo intentado en el pasado. Este paquete incluye el desmantelamiento de Aerolíneas, la eliminación de 11 ministerios, la privatización de los medios de comunicación, la desregulación de los alquileres, recortes en las transferencias a las provincias, mayores reducciones de las pensiones, cierta recuperación del sistema privado de jubilación y una reforma laboral que elimine compensación.
Este engendro legislativo ya ha sido presentado, pero sus promotores dudan en introducirlo en bloque (ley de autobuses) o de forma secuencial. Para evitar obstáculos en los tribunales, el nuevo ministro Cúneo Libarona negocia cierta impunidad a cambio de privilegios para la casta judicial (fin del juicio político para los supremos y ocupación de vacantes por los ahijados de la Corte).
Pero la aprobación legislativa de las contrarreformas neoliberales depende de las alianzas realizadas por un presidente que no tiene un banco propio significativo. En las disputas por el nombramiento de funcionarios, Mauricio Macri recurre al chantaje reteniendo ese apoyo legislativo.
La tercera etapa del plan en curso es la dolarización, que Javier Milei presenta como un objetivo estratégico que probablemente no se implementará de inmediato. Tiene un significado similar a la convertibilidad, como base de la reorganización neoliberal de Menem. El libertario no renuncia a imponer tal cambio en el patrón monetario, pero no puede dolarizar sin moneda.
Esta mutación monetaria también es imposible con la montaña de pesos en circulación y la burbuja de deuda pública concentrada en las Leliqs. La dolarización requeriría la acumulación de monedas y la reducción de esa masa de títulos, luego de un tsunami económico que estabilice la moneda. Por ello, la dolarización gradual (siguiendo el modelo de Ecuador o El Salvador) se concibe como el tercer momento del programa libertario. Su implementación inmediata generaría no sólo una explosión monetaria y un colapso hiperinflacionario, sino también la ruina de los bancos.
Las instituciones concentran la montaña de Leliqs y trabajan renovando crédito al Estado, con muy pocos préstamos al sector privado. Una dolarización sostenida por la reducción abrupta de estos títulos (mediante su conversión en otra obligación) afectaría tanto a los depositantes como a los propios bancos.
Javier Milei no necesita divisas para el futuro plan de dolarización, sino para el inicio inmediato de su gestión. Esta ayuda es imperativa. Con el dinero prestado a cambio de Leliqs, el Estado paga salarios, pensiones y compromisos a contratistas y acreedores. Si no recibe oxígeno externo, tendrá que empezar con anuncios para detener el actual funcionamiento de la administración pública.
Sólo el sector más extremista de su equipo -que perdió influencia con la renuncia de Carlos Rodríguez- es partidario de iniciar el ajuste con un colapso de magnitud monumental. Javier Milei busca crédito en el extranjero para sortear esta aventura. Hasta ahora mostró los préstamos negociados por Emilio Ocampo con algunas instituciones (Bank of America) y fondos de inversión (Negro Rock). Pero parece que optó por el dinero que obtendría Caputo, el creador de todas las bicicletas de la era Macri.
El “Messi de las finanzas” primero transformó al país en el mayor deudor privado del planeta y luego en el principal prestatario del FMI. Es un experto en esta obra al servicio del Banco Deustche y JP Morgan, que reaparece emulando el regreso del segundo Cavallo ante una economía al borde del abismo.
Nadie sabe cuánto dinero obtendría y qué garantías daría a los acreedores, pero el protagonismo de YPF indica que los banqueros se sintieron tentados por los activos de Vaca Muerta. La productividad de este yacimiento es tan elevada que podría transformar el actual déficit energético (4,5 millones de dólares) en un enorme superávit (17 millones de dólares) de aquí a 2030. Javier Milei anunció la privatización de la petrolera (cuyas acciones se dispararon en Wall Street) y designó a un hombre del Grupo Techint para gestionar la publicación de precios y seguir mejorando el floreciente balance de la empresa.
El fondo buitre que reclama en Nueva York el pago de una improbable deuda con YPF ya acordó adquirir acciones como garantía para futuros pagos. Hay otras privatizaciones en agenda (AYSA, ferrocarriles) y se ha lanzado una guerra por las empresas más rentables (ARSAT), pero Vaca Muerta (la segunda mayor reserva de gas del mundo) es la joya que Javier Milei subasta para endeudarse. el país por enésima vez.
Si el libertario logra iniciar una estabilización monetaria similar a la que se obtiene con la convertibilidad, retomará el plan de dolarización luego de una transición bimonetaria (aumentando los contratos sectoriales denominados en monedas). La mezcla de ambas variantes resumiría la convergencia de su plan con los modelos aportados por los economistas de Mauricio Macri.
Pero lo más probable es un estallido previo de la burbuja especulativa en desarrollo, en paralelo con la danza descontrolada de nombres que compiten por posiciones en la esfera económica. Javier Milei está rodeado de aventureros financieros que ya han demostrado su incalculable capacidad para causar daños. Sturzenegger fue el creador de las Lebacs (que antecedieron a las Leliqs) y Caputo colocó un título increíble que hipotecó al país por 100 años.
La disputa entre los financieros sobre el reindeudamiento en curso generó una crisis de los posibles ministros incluso antes de su toma de posesión. Con la caída de Ocampo, varios candidatos del rincón de Javier Milei quedaron fuera (Píparo por ANSES, Villarruel por Seguridad). Al mismo tiempo, con el ascenso de Caputo, los macristas ganaron espacio (Bullrich por Defensa). El círculo rojo prefiere a los empleados del PRO de mayor confianza al inicio de la gestión. Pero las virulentas disputas en la cúpula auguran un perfil caótico para el nuevo gobierno.
Resistencias y erosiones
El principal límite que enfrenta la topadora de Javier Milei es la resistencia popular. En el pasado, esta reacción impidió varios intentos de remodelación regresiva del país. El libertario intentará salir victorioso del mismo enfrentamiento que minó a sus predecesores. Pretende cambiar la relación de fuerzas que sus amos no pudieron cambiar.
A su favor cuenta la desmovilización social que prevalece desde hace varios años. Sólo los movimientos piqueteros permanecieron en las calles, ante la paralización de las organizaciones sindicales. A Milei también le favorece la magnitud de su éxito electoral y el recuerdo reciente de los fracasos de Alberto Fernández.
Pero periódicamente han estallado rebeliones populares en Argentina con intensidad inesperada, y la experiencia reciente de Ecuador también es muy instructiva. El neoliberal Lasso llegó confiando en su capacidad de derrocar y enfrentó dos derrotas impresionantes, ante una respuesta desde abajo liderada por organizaciones indígenas.
El megaajuste de Javier Milei se ve amenazado, en segundo lugar, por la dinámica incontrolable de sus medidas. Ensayará un ajuste tras ajuste que tiene pocos precedentes. Tradicionalmente, las devaluaciones y los grandes recortes del gasto público introdujeron un abrupto deterioro del creciente (o al menos estancado) ingreso popular. Ahora, los salarios de pobreza y los subsidios a la indigencia se dispersarán.
Tarifas (y otros precios que el establecimiento que considera “retrasada”) aumentará en un marco de inflación muy elevada, echando más leña al fuego. La motosierra amputará el gasto público, que ha permitido sostener el nivel de actividad parche tras parche.
La inminente combinación de mayor inflación con devaluaciones y recesión presagia la misma turbulencia que derribó otras primeras incursiones del neoliberalismo. A partir de esta experiencia, los economistas del PRO diseñaron varios programas (y ministros) de reemplazo para el primer embate. No está claro si Javier Milei tiene un Plan B, dada una secuencia descontrolada de corridas monetarias y bancarias.
Un tercer límite al abuso se ubica en la eventual ruptura de la alianza con Macri. Los signos de esta fractura surgieron en la distribución de ministerios y en la tradicional disputa entre el conglomerado de Mauricio y sus rivales Techint. Aún se desconoce el resultado de esta lucha, pero el impulso inicial del libertario se vio frenado por las exigencias del expresidente.
La colonización macrista del nuevo gobierno es una posibilidad. Pero Javier Milei no es un personaje pasivo, ni un títere del Cambiemos. Tiene personalidad, defiende los intereses económicos de sus colaboradores y encarna un proyecto de extrema derecha diferente a la derecha convencional. Hasta el momento, ha impulsado la apertura de la economía y el recorte de subvenciones a empresas vinculadas al Estado que aportan capital financiero a los talibanes. Por el contrario, Mauricio Macri sigue siendo un gran lobbyista de la “patria contractista”. Una escalada del conflicto entre ambos sectores podría erosionar ambos aspectos del andamiaje neoliberal.
Las clases capitalistas apoyarán el ajuste a la espera de sus resultados. Este apoyo inicial podría diluir las fuertes diferencias que surgieron en la campaña electoral. Javier Milei actuó como exponente de los fondos de inversión, Patricia Bullrich del capital financiero tradicional y del agronegocio y Sergio Massa fue la carta del capital industrial. Pero, como suele ocurrir después de las elecciones, todo el mundo se adapta al ganador, siguiendo la adaptación patrocinada por el FMI.
En la batalla final, Javier Milei sumó su rincón financiero con el apoyo de unicornios (Galperin), gigantes de la industria (Techint) y el grueso de la agroindustria. Sergio Massa mantuvo el apoyo de la burguesía industrial (UIA) y de empresarios con grandes contratos estatales (Eurnekian, Vila).
Estos alineamientos se verán seriamente modificados por la cirugía que introducirá el libertario. La guerra por las empresas dejará gente herida y el impacto del ajuste recesivo en la comunidad empresarial es impredecible. Si las víctimas son numerosas, comenzará un desafío desde arriba sobre la continuidad misma del reordenamiento neoliberal.
Diagnóstico durante el embarazo.
Las predicciones sobre la presidencia de Javier Milei son tan arriesgadas como las encuestas que no predecían su aplastante victoria. Esta dificultad de predicción se debe a la novedad de un nuevo protagonista en ciernes. La extrema derecha entró en escena como un actor cuya coherencia es un signo de interrogación.
La disputa política ya no enfrenta sólo a peronistas, radicales y macristas. Esta significativa mutación nos lleva a evaluar la situación actual como el fin de un ciclo y el comienzo de una nueva era. Pero es prematuro postular que este giro histórico comenzó antes de que conozcamos los efectos inmediatos del nuevo gobierno. En unos meses sabremos la magnitud de los cambios que afectan a un país que vive transformaciones vertiginosas.
*Claudio Katz. es profesor de economía en la Universidad de Buenos Aires. Autor, entre otros libros, de Neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo (Expresión popular) [https://amzn.to/3E1QoOD].
Traducción: Fernando Lima das Neves.
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