Por Sergio Cardoso*
La libertad y autonomía de las universidades públicas están siendo asaltadas desde dentro, por la intervención de agentes del poder político e ideologías autoritarias desdeñosas de la ciencia, el pensamiento y las artes.
Después de la etapa de insultos y falsificación de la imagen de nuestras universidades públicas, hemos pasado ahora al asalto institucional, en un intento de falsificarlas desde dentro.
Los asaltantes esperaban que los planteles fueran vaciados para el receso de fin de año, para, por decreto, en Nochebuena, ocupar el rectorado, con los objetivos ideológicos (y también económicos: educación pagada) explícitamente profesados y confesados desde principios de su gobierno
Para la gente de buena fe, lo más odioso de este Decreto es la perversa intención de utilizar el instrumento democrático de la consulta a la comunidad académica para elegir a sus dirigentes con el fin, precisamente, de engañar la expresión de la voluntad democrática al interior de las instituciones; en definitiva, convertir las consultas en una farsa y en un instrumento de imposición de los intereses ideológico-políticos del poder del momento. Pues, el decreto presidencial (formalmente ilegítimo, pues su materia carece de urgencia) transmite la estrategia finamente calculada y tramada por los “olavistas” del Ministerio de Educación para el sometimiento y asfixia de las universidades desde arriba, a través de la “ocupación” de las oficinas del decano.
De acuerdo con la estrategia concebida, una pequeña minoría organizada y perfilada podrá obtener en las consultas -con un ínfimo porcentaje de votos- un tercer lugar en la triple lista que se someterá a la decisión discrecional del presidente. A través de esta farsa democrática, el gobierno siempre gana (incluso en el caso de un boicot a las consultas, sus pocos militantes se encargarán de validarlas) y lleva adelante la ansiada eliminación del carácter público de las instituciones federales de educación superior.
Las universidades nacieron y han buscado, durante siglos, seguir siendo espacios de libertad -para la enseñanza, la investigación, el debate- en relación con las autoridades civiles y religiosas, reyes y papas; nacieron, sustrayéndose a las jerarquías de poderes, como comunidades corporativas autogestionarias (¿por qué no?) de estudiantes y docentes: universidades superiores no reconocidas, estableciendo y reconociendo la autoridad del pensamiento y la ciencia.
De esta historia surge directamente el concepto de autonomía universitaria, implementado institucionalmente en las actividades de sus cuerpos colegiados, investigadores y profesores. Esta autonomía es la condición de los servicios que presta a la sociedad a través del ejercicio del pensamiento y la producción de conocimiento, por lo que es sobre todo odioso ver esta libertad y autonomía siendo asaltada desde dentro, por la intervención de agentes del poder político y ideologías autoritarias desdeñosas de la ciencia, el pensamiento y las artes.
La universidad pública brasileña, a pesar de ciertos obstáculos y limitaciones económicas y políticas, ha cumplido su papel y se ha mantenido suficientemente libre, aunque insuficientemente democrática e insuficientemente comprometida con los graves problemas sociales del país. Consciente de su papel y de la autonomía necesaria para llevarlo a cabo, la universidad reaccionará ante este vil asalto. Pero que esta reacción no es sólo la defensa de la statu quo, sino una ocasión para una amplia revitalización institucional y académica, democrática, pluralista y socialmente aún más responsable.
*Sergio Cardoso Es profesor del Departamento de Filosofía de la USP.