El año de la revuelta de los desfavorecidos

Igshaan Adams, 2016
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por HUGO ALMEIDA*

Comentario al libro recién publicado de Ronaldo Costa Fernandes

El año de la revuelta de los desfavorecidos es la tercera novela histórica del maranhão Ronaldo Costa Fernandes (1952), que vive en Brasilia desde hace décadas, después de haber vivido la mayor parte de su vida en Río de Janeiro y nueve años en Caracas, donde fue director del Centro de Estudios Brasileños. Estudios en la Embajada de Brasil. Ha publicado alrededor de 30 libros, la mayoría novelas, varios de los cuales han obtenido premios, entre ellos Los muertos comprensivos (con premio casa de las americas, en 1990). El también poeta y ensayista, doctorado en letras por la Universidad de Brasilia (Unb), Ronaldo Costa Fernandes había publicado Vieira en la isla de Maranhão (2019) y Balaiada (2021).

En la nueva novela histórica, el escritor consigue un texto más magro (es el más corto y denso de los tres) y un lenguaje aún más refinado, intercalando poesía en prosa. En más de la mitad de los 63 capítulos, casi todos de dos páginas, la historia está narrada en primera persona por el comerciante José Quirino, que aprendió a escribir bien gracias al acceso que tuvo a ricas bibliotecas de Aveiro, donde era seminarista.

Quirino trata principalmente de la convulsa vida en São Luís de un hombre abandonado por su esposa, padre de una niña con discapacidad cognitiva, María, que vive con él y la eficiente criada Raimunda, como doña Benedita, de el viudo (2005), otra admirable novela de Ronaldo Costa Fernandes. La hija de Quirino se enamora de un chico (Abelardo) con los mismos problemas que ella. Sin el apoyo de sus padres para su matrimonio, los dos huyen y desaparecen en el bosque.

La angustia de Quirino por la desaparición de María ocupa gran parte de las mejores páginas de la novela. La duda que lo persigue: ¿está viva o muerta? En la ciudad surgen versiones macabras, como que la niña había retrocedido en la escala evolutiva humana, estaba cubierta de pelo y no caminaba ni hablaba como una persona. La desaparición de su hija lleva a José Quirino a la más profunda depresión y también a pensamientos de carácter metafísico. Oscila de la desesperación a la aceptación, carácter esférico que es.

Como dice el propio novelista en su libro de ensayo El narrador de la novela. (Sette Letras, 1996, p. 141), “la narración incluye la noción de pérdida: todo el desarrollo de una novela corresponde a una escala donde el conflicto surge de una ausencia. […] El narrador se convierte en administrador de una pérdida”.

Sin embargo, la trama no siempre es lo principal de una novela. Su fascinación radica más en la forma de narrar, en la estructura, en el lenguaje, en la consistencia de los personajes, en su densidad psicológica. La inquietud de la historia de El año de la revuelta... Se acompaña del deleite del texto exquisito, sereno, lírico y analítico, un clásico moderno.

Ronaldo Costa Fernandes se mueve con soltura entre la Historia y la vida privada, lo social, de manera cercana a lo que escribió João Alexandre Barbosa (1937-2006) en “João Cabral, educación a través de la poesía” (La biblioteca imaginaria, Ateliê Editorial, 1996), respecto de la Auto de Frade, del poeta pernambucano. El profesor y crítico dice que el Auto “agrega un elemento fundamental al lenguaje poético de João Cabral en el sentido de una lectura de la realidad: pasa de lo social a lo histórico, sin que haya una negación de lo primero, sino más bien su incorporación” (p. 245 y 246).

Este procedimiento está avalado por Vera Lúcia de Oliveira, poeta, ensayista y docente. En un sustancioso ensayo publicado en Internet sobre la novela de Costa Fernandes, afirma: “Hay, por tanto, dos movimientos en la narrativa de Ronaldo: uno, hacia el mundo exterior a la casa de José Quirino, que muestra el conflicto entre el gobierno y los rebeldes con el arresto del héroe [Manuel] Bequimão; y otro, dentro de su casa y, más aún, dentro de sí mismo, un antihéroe. Esto es subjetivo y sutil, transformando el evento sugerido en el título casi en un telón de fondo, un panel de tiempo en el que se desarrolla la acción”.

A pesar de romantizar episodios históricos del siglo XVII, la revuelta de los comerciantes contra el estanco, las similitudes con hechos de la historia reciente del país son claras. Leemos en la página 13 de El año de la revuelta de los desfavorecidos: “Los rumores son una violencia enfermiza, que penetra el alma, pervierte al sujeto y cuando éste lo ve está repitiendo los rumores como si fuera él el autor de los mismos. No hay duda de que quien reproduce la mentira es también autor del aleive. También es un conspirador, porque no hay rumor que no conspire”.

Y como destaca el escritor y crítico literario Adelto Gonçalves, en un esclarecedor artículo sobre la novela de Costa Fernandes, “si bien la Historia considera que se trata de una revuelta popular, está claro que lo que estaba detrás, como en la mayoría de los casos, era el interés de la clase dominante. clases. Y los pobres y los pobres, una vez más, habrían sido utilizados como palanca”.

Esta cuestión política sería suficiente para hacer El año de la revuelta de los desfavorecidos un gran romance. Sin embargo, aparece casi como el trasfondo de la narración, pero siempre en un texto preciso, seguro, fluido y hermoso. El contenido poético destaca a lo largo del libro, ya sea en la narrativa histórica y política o, sobre todo, en la crónica diaria. Los ejemplos son innumerables. Una de ellas: “María no sabe lo que es ser modesta y una vez su hermoso, duro y perfecto pecho salió de su cuerpecito y, en medio de la procesión, fue como una Virgen amamantando a los boquiabiertos. Cristos a su alrededor…” (p.15).

Como en sus poemarios, el escritor trabaja magistralmente en la novela la antropomorfización de la naturaleza, los animales y los objetos y la cosificación del ser humano. Veamos algunos ejemplos. “La tormenta no me interesa,/ ya tengo bastante lava dentro”, poema “Volcán”, de memoria de los cerdos, P. 32. El año de la revuelta de los desfavorecidos, pag. 24: “Creo [Quirino] que debe haber un aguacero en mí, que son pensamientos nebulosos, nublados, ingratos. Así que yo también tengo mis propias tormentas”. Poema “La vida de un perro”, de memoria de los cerdos, pag. 55: “Mi perro tiene pesadillas;/ en las que debe soñar que es humano”. De Pasajero eterno, “Octubre”, pág. 71: “Quiero ser estático y errante,/ aprender de la disciplina de los ríos/ que se mueven sin moverse de su lugar”, e “Invención”, p. 113: “De ese andamio que hay/ podría construirme/ provisionalmente, un esqueleto de tuberías, sin vísceras ni sangre”. Poema “El árbol del caucho”, de terratremo, pag. 75: “El árbol del caucho sangra,/ cortado en la muñeca/ la sangre blanca del látex”. Y “As bananaeiras”, del mismo libro, p. 57: “De noche aúllan los plátanos/ cuando el viento/ – arco de violín – / pasa por las cuerdas de los árboles”, y en El año de la revuelta…, pag. 17: “Las casas también están cubiertas de miedo: las ventanas cerradas, la fachada reposando como si la fiebre las hubiera costrado…”, y en la p. 31: “No hay nada más triste que una tierra sin alma”.

Del poema “Pernas para que te quer”, de Errante, pag. 37: “Mis piernas son manecillas sin reloj./ Mis piernas caminan en los tacones de la caída.//[…] Mis piernas tienen una vida angustiada/ como un gato maullando detrás de la puerta”. De “La naturaleza de las cosas”, de la maquina de mano, pag. 46: “Entre un arbusto y otro,/ hay un código Morse del olfato/ que no puedo descifrar”. De El año de la revuelta..., pag. 66: “José Quirino, con la bebida, se siente poderoso y sin miedo: es un universo en sí mismo, una carabela sin miedo, un horno de deseos”. En la pág. 103, José Quirino se autodenomina “eterno vagabundo”, expresión que combina los títulos de dos libros de poemas de Costa Fernandes.

No es sólo con la obra misma con la que dialoga el escritor. En la novela hay ligeras y sutiles alusiones a textos de otros autores, exponentes de la literatura brasileña. La referencia, incluso si está invertida, al final de Las memorias póstumas de Bras Cubas, de Machado de Assis, en la última frase del penúltimo párrafo (p. 106) del capítulo 49. No es difícil percibir también ecos del poema “Infância”, de un poco de poesía, de Carlos Drummond de Andrade, en el segundo párrafo del capítulo 34 (p. 73). Costa Fernandes también rinde homenaje a Guimarães Rosa, en la sutil pero notoria alusión al cuento “La tercera orilla del río”, de primeras historias, en el capítulo 54 (p. 115), también en el segundo párrafo. Estos inteligentes pasajes intertextuales ennoblecen la ficción de Ronaldo Costa Fernandes.

Hay humor en la novela, un poco triste, pero humor, como en el diálogo entre Abelardo y María escuchado por Quirino (p. 22). La niña dice: “Hay una época del año en la que creo que, si simplemente salto, puedo pisar la luna”. El niño: “Tengo miedo de los indios”. El padre de María interviene cuando ella afirma que los indios no tienen alma: “Los indios tienen alma”. En El año de la revuelta de los desfavorecidos, no existe “brecha entre el gesto y el vivir” (verso de “El poema”, de Errante, P. 11).

Uno de los méritos de Costa Fernandes en su nueva novela es “la complejidad, la sutileza y lo inesperado de sus soluciones”, atributos destacados por Osman Lins en Vida y muerte de MJ Gonzaga de Sá (Lima Barreto y el espacio románico, São Paulo: Ática, 1976, pág. 125). Nadie dejará de notar los puntos de contacto entre los episodios de São Luís del siglo XVII y los recientes de Brasilia, aunque en situaciones diferentes. Ni la similitud entre la cruel escena del final del libro, la pesadilla de José Quirino, con lo que casi sucede en Brasil en nuestros días y noches.

*Hugo almeida, Periodista y escritor, tiene un doctorado en literatura brasileña por la USP. Autor, entre otros libros, de La voz de las campanas (Sello).

referencia


Ronaldo Costa Fernández. El año de la revuelta de los desfavorecidos. Río de Janeiro, 7Letras, 2024, 138 páginas. [https://amzn.to/41TB042]


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