por MARILIA AMORIM*
Con o sin naranjas, con o sin “abogados”, hoy no hay político en el país, ni abogado ni magistrado con el poder discursivo de Lula
El origen popular de Lula está marcado en su lenguaje. Ayer “menas naranjas”, hoy “abogado”. Es, además, una propiedad del lenguaje revelar lo que somos. El tornero mecánico que, para desesperación de nuestra élite atrasada, llegó a ser Presidente de la República, no tuvo la posibilidad de culminar sus estudios y será siempre blanco de burlas, desde las más mansas hasta las más perversas. Siempre habrá una necesidad enfermiza de menospreciarlo, incluso por haber perdido un dedo en su oficio.
Nuestra clase media mediocre ciertamente prefería la mesoclisis del vampiro (Temer) o el profesor de portugués de Mato Grosso que decía “lo hice porque quise” (Jânio). Pero el maestro renunció y el tornero ya avisó que no se dará por vencido. Así que solo le queda subrayar con un bolígrafo rojo los “errores de su mal portugués”.[i].
Sucede que la sociolingüística, disciplina impulsada en el siglo pasado por Willian Labov, nos explica que no se puede confundir el registro de la lengua escrita con el de la lengua oral. Una de sus investigaciones más famosas.[ii] demostró que el lenguaje de los guetos negros de Nueva York, que se creían pobres e incapaces, era tan performático y rico como el de los grupos sociales dominantes. Si alguien lo duda, que recuerde la letra de Porgy and Bess, ópera de George Gershwin[iii]: Bess, ahora eres mi mujer, eres, eres...
Si imponemos la escritura como norma para el habla, nos encontramos con que todos "hablamos mal". Yo, por ejemplo, carioca del sur de la ciudad, escribo abogado Pero digo "abogado". Es decir, hablo tan “mal” como Lula ya que, después de la d no tiene vocal, no tiene e ninguno de los dos i. Sin embargo, nunca escuché de ningún libertinaje debido a esto. i inoportuno.
“Hablo mal” y, sin embargo, estoy lleno de diplomas, de aquí y de allá. Cómo es ese juez de Curitiba que tenía todos los recursos para estudiar pero no sabe decir una palabra que forma parte del vocabulario básico de cualquier timador: CÓNYUGE. El sujeto dice “conje”, como le gustaba repetir a nuestro difunto periodista Paulo Henrique Amorim. Por no mencionar el Curitiba Imparcial presenta serias dificultades para articular frases y oraciones, lo que también sorprende en una profesión que proviene del arte de la retórica.
¿Por qué eso no te descalifica? ¿Dónde está la clase media a la que le gusta un bolígrafo rojo? La respuesta viene de otro gran estudioso del lenguaje, el novelista Lewis Caroll, a través de su personaje Humpty Dumpty.[iv]: el lenguaje es el terreno del poder, por el cual decide quien manda.
Mientras tanto, nuestro Torneo Presidente se da un baño en el arte de hablar! El desarrollo coherente del razonamiento, precisión en el posicionamiento, diversidad de imágenes, riqueza narrativa, tono, énfasis y valoración, totalidad articulada que crea sentido: el discurso como acto ético. Con o sin naranjas, con o sin “abogados”, hoy no hay político en el país, ni abogado ni magistrado con su poder discursivo. Como dijo Adnet, habla más, Lula, haz más discursos porque lo necesitamos.
*María Amorín es profesor jubilado del Instituto de Psicología de la Universidad Federal de Río de Janeiro y de la Universidad de París VIII. Autor, entre otros libros de Petit Traité de la Bêtise Contemporaine [Breve tratado sobre la estupidez contemporánea] (Ed eres) (https://amzn.to/48du8zg).
Publicado originalmente en la revista Carta Capital en 18 / 03 / 2021.
Notas
[i] Como decían Roberto y Erasmo Carlos en Detalles: “No sirve de nada siquiera tratar de olvidarme porque hasta los errores de mi mal portugués harán que me recuerdes…”
[ii] LABOV, W. Ignorancia académica e inteligencia negra. The Atlantic, Boston, v.229, n.6, p.59-67, 1972. Traduce: “Ignorancia académica e inteligencia negra”.
[iii] El libreto es de Ira Gershwin y Du Bose Heyard.
[iv] Em Alicia al otro lado del espejo.