por JOÃO CARLOS SALLES*
Contra el bloque sobre el presupuesto de las universidades federales
1.
Piensa en un absurdo; en este gobierno tenemos varios precedentes. En el caso de los bloques presupuestarios, ya los tuvimos en gobiernos anteriores, es cierto, y las contingencias siempre fueron mala señal. Sin embargo, en este gobierno los bloqueos, además de presagiar recortes efectivos, suelen ir acompañados de una descalificación de las universidades y se centran en la redistribución de recursos para otros fines, muchas veces alejados de los intereses de la educación o la cultura en general. Por eso mismo, no sólo estamos ante contingencias de planificación económica, sino ante una política de desfase presupuestario progresivo y reducción efectiva del presupuesto de instituciones que, en nuestro país, se destacan por producir ciencia, cultura y arte.
No estamos ante el primer bloqueo de los recursos educativos, ni ante el primer recorte para centrarse en el fomento de la ciencia y la investigación, ni ante el primer atentado contra la cultura y las artes. Hay un método claro. En continuos momentos de crisis en el campo de la educación, el actual gobierno ha preferido sistemáticamente invertir contra la imagen de las universidades, estudiantes y educadores, en lugar de optar por una solución que refuerce nuestra independencia intelectual y consolide una cultura capaz de alejarnos de miseria y prejuicio. Opta por la barbarie, por tanto, y rechaza nuestra confusión de conceptos e investigación, de libertad y democracia, tanto en la producción del conocimiento como en el ejercicio continuado de la solidaridad.
El bloqueo (y sobre todo el corte) se convierte así en un claro instrumento de retirada. La historia ahora se repite; y, una vez más, las universidades federales, ya debilitadas por una fuerte brecha presupuestaria, enfrentan la amenaza de no poder honrar sus contratos. bien dice el nota de ANDIFES: “Inadmisible, incomprensible e injustificable el recorte presupuestario de más de R$ 1 mil millones que fue realizado ayer por el gobierno (27/05/22) en los presupuestos de las Universidades e Institutos Federales brasileños”.
En efecto, esto es tanto más grave cuanto que estamos atrapados en pleno vuelo, cuando asumimos la tarea de regresar de lleno a nuestro hogar y nos vemos en la necesidad imperiosa de recursos económicos para completar la preparación de auditorios y aulas, la investigación y la docencia. laboratorios, de residencias y restaurantes universitarios. Con el bloqueo parecen querer quitarnos nuestro suelo y nuestro futuro. Al fin y al cabo, cuando retomemos plenamente las actividades presenciales de docencia, investigación y extensión, es necesario aumentar los gastos de limpieza, mantenimiento de edificios, vigilancia y consumibles, además del consiguiente aumento de los gastos de luz y agua -y todo que debe hacerse sin descuidar el cuidado con medidas sanitarias compatibles con instituciones como universidades e institutos federales, ejemplares en la defensa del valor innegociable de la vida.
2.
Las Universidades e Institutos Federales han reaccionado contundente y clara a las restricciones presupuestarias, denunciando las implicaciones para la vida universitaria de los sucesivos procedimientos de reducción, que causan perjuicios aun cuando luego se revierten, pues limitan y comprometen la planificación de cada institución, ya que, ante el bloqueo, las ofertas no pueden realizarse en tiempo y forma y en las condiciones más apropiadas.
El escenario de destrucción se puede seguir fácilmente, por ejemplo, con una mirada a los artículos de nuestro Edgardigital, a través de los cuales, así como a través de varios pronunciamientos y otras acciones, la UFBA tampoco ha dejado de exponer la situación de las universidades o manifestarse, cualquier gobierno. Sin embargo, la situación ha empeorado mucho más durante el actual gobierno. Por eso, en mayo de 2019, mostramos cómo el bloqueo impactó en el ya ajustado presupuesto de la Universidad. En febrero de 2020, era necesario mostrar cómo el presupuesto destinado a nuestra Universidad se reducía cada vez más. Y, en marzo de 2021, mostramos cómo nuestro presupuesto, en cristalino absurdo, retrocedió a valores nominalmente inferiores a los de 2010, cuando la UFBA tenía 15 mil estudiantes regulares menos.
En un excelente artículo sobre la situación mundial en el campo de la educación, “Dos años de desgobierno: los números de la deconstrucción”, Nelson Cardoso Amaral (UFG) presentó, en abril de 2021, un panorama aterrador de esta secuencia de bloqueos y cortes en el escenario brasileño. El texto es de lectura obligatoria, y nos corresponde dejar constancia que, al analizar los gastos incurridos en los años 2019 y 2020, además de los previstos en la propuesta de presupuesto para 2021, Nelson Amaral pudo concluir de forma clara y manera inequívoca: “en Brasil está ocurriendo un proceso de destrucción de sectores sensibles al futuro de una Nación. (…) La continuación de esta política de destrucción conducirá inevitablemente a la “quiebra” de las Universidades Federales, Institutos Federales, Centros Federales de Educación Tecnológica, financiadores de la Educación Básica (FNDE) y de la Ciencia y Tecnología (Capes, CNPq y FNDCT) ”.
El bloqueo actual, que afecta al MCTI con alrededor de 3 mil millones y le quita al conjunto de universidades e institutos federales el 14,5% de su presupuesto discrecional, es sencillamente devastador. En el caso de la UFBA, alcanza el valor de R$ 26.029.266,00, representando el 25,1% del valor originalmente disponible para el año en curso. En nuestro caso, esto corresponde a aproximadamente cuatro meses de gastos con el pago de varios contratos en curso, que incluyen, entre otros: luz y agua, seguridad y vigilancia, limpieza, conserjería, transporte, mantenimiento de edificios y áreas de circulación, además de afectar la adquisición de insumos y apoyo a las unidades universitarias.
Desde 2016, como nos dice nuestro Prorrector de Planificación, Eduardo Mota (que aquí nos apoya con datos sobre los efectos del bloqueo), se impone a la UFBA una reducción progresiva de los recursos de la LOA para gastos discrecionales. La variación acumulada del índice IPCA entre el 01/01/2016 y el 01/01/2022 se ubicó en torno al 36,2%, por lo que aplicado al monto del presupuesto de financiamiento 2016 y comparado con el monto correspondiente ingresado en la LOA 2022, resulta en un diferencia menor de alrededor de 80 millones de reales, cuando, por el contrario, los contratos administrativos continuos se someten anualmente a ajustes inflacionarios obligatorios. Y, por otro lado, también ejerciendo presión sobre el presupuesto, entre 2014 y 2020, el número de matrículas en cursos de graduación de la UFBA aumentó un 19,2%, mientras que el número de matrículas en cursos de posgrado stricto sensu aumentado en un 21,1%.
De esta manera, al desfase presupuestario, siempre agravado por valores anuales de la LOA inferiores a los necesarios, llega este nuevo bloqueo de recursos para la operación -bloqueo que, de durar, sí puede hacer la operación presencial completa. de la Universidad inviable en el segundo semestre.
3.
En este momento, el absurdo parece querer cumplir el servicio de la destrucción, sirviéndose de perversos expedientes argumentativos y prácticos, que denotan una profunda incomprensión sobre la universidad o, por el contrario, la convicción de que una universidad pública, libre, inclusiva y la calidad no es realmente parte de su proyecto.
Como no somos un simple departamento público, es natural que el ejercicio de nuestra autonomía resulte incómodo, ya que se basa en un vínculo íntimo entre la docencia, la investigación y la extensión, lo que hace de nuestras instituciones un activo esencial para un proyecto de nación democrática. Sin embargo, agentes en puestos clave del gobierno parecen querer crear razones a la falsa tesis de que la universidad pública, además de indeseable, sería inviable, y les parece natural proponer que el Estado se releve de la tarea constitucional de financiación pública de la educación superior. La educación pasa a ser calificada por tales agentes y por sus próceres como un problema, un costo, un lujo, cuando es una inversión, una apuesta colectiva por el presente y el futuro.
Así, utilizan mezquinos expedientes, con apariencia de racionalidad, para justificar sus absurdos. Un recurso verdaderamente desastroso es el que ahora se utiliza para retener recursos de financiamiento de la Universidad Pública, con el pretexto de usarlos para subsidiar el aumento de los gastos de personal obligatorio. Ciertamente, los funcionarios sienten de primera mano la necesidad de un aumento salarial. Sin embargo, por más justo que sea el reclamo, tal acción no puede ser respondida por el dudoso camino ahora trazado por el gobierno, por el cual da con una mano y retira con la otra.
El gobierno busca así dividir a la comunidad universitaria, contraponiendo los intereses legítimos de nuestras categorías a los intereses que siguen siendo esenciales para el mantenimiento de la institución, como si el aumento de nuestros sueldos pudiera darse a costa de desmantelar las universidades e institutos en que llevamos a cabo nuestro trabajo. . Con eso solo pretende defender los intereses de los servidores públicos, pues efectivamente abandona y compromete la casa donde trabajamos.
En segundo lugar, y no precisamente por mera coincidencia, acompañan sus medidas de reducción presupuestaria con la presentación de soluciones fantasiosas para fuentes alternativas de recaudación de fondos. Hacen aparecer así proyectos como solución para la universidad pública que terminan afectando su naturaleza, ya sea suprimiendo el principio constitucional de la gratuidad, o trasladando a los particulares el sustento de los gastos, a través del mecanismo de préstamo condicionado a los ingresos futuros de los estudiantes. – propuesta que se airea como un globo más de ensayo de múltiples consideraciones neoliberales. En ambos casos, tenemos una clara incomprensión de la matriz presupuestaria actual de las universidades y la composición de su comunidad, en su mayoría en situación de vulnerabilidad.
Así, con el fin de la gratuidad, se ofrece una propuesta que se sabe ineficaz para atraer estudiantes, pero que de implementarse comprometería la adecuada distribución de recursos entre las distintas áreas de conocimiento, además de separar, dentro del estudiante comunidad, los que serían ciudadanos y los que actuarían como clientes. La propuesta, disfrazada de solución presupuestaria, tiene el efecto deletéreo de comprometer la inversión necesaria en todas las dimensiones del conocimiento en la universidad, dejando de garantizar, en una perspectiva de largo plazo, las condiciones de vida de esta cultura, formación y equipamiento de investigación.
Por otra parte, con la idea de prestar a los estudiantes condicionada a sus ingresos futuros, también se elimina la responsabilidad del Estado y se traslada a las personas físicas, que en lo sucesivo tributan doblemente (en los impuestos ya pagados y en los pagos a realizar al resto de vida), con las implicaciones y distorsiones indebidas para la supervivencia de cursos relevantes para la universidad, implicaciones bastante similares a las que resultarían del fin de la gratuidad.
En este gobierno, nada se reduce solo al presupuesto. Siempre hay otros fines, unos claramente demoledores, políticas públicas encaminadas al bien común. En cambio, paradójicamente, todo se nivela en la argumentación del tema presupuestario, todo se limita al plan inmediato, como si pretendiera, con ello, alguna justificación contable para sus despropósitos. No en vano, en nuestros argumentos de resistencia, siempre necesitamos enfatizar la relevancia de las dimensiones de la cultura y el arte, íntimamente asociadas a la vida universitaria y brutalmente afectadas en medio de este tiroteo, a veces sin la debida defensa por parte de gestores y actores. Estudiantes universitarios.
Ahora bien, el ataque, que tiene método, no es sólo contra la ciencia. La ciencia es un objetivo (y un objetivo muy importante), pero junto con otros bienes simbólicos que resisten a la barbarie. Por eso, se vuelve incluso peligroso para nuestro destino defender la universidad sólo por alguna posible función utilitaria y técnica más destacada o por los resultados más inmediatos de su trabajo, que nunca deja de tener, pero que nunca puede reducirla, como si estas fueran la única justificación para mantener un equipamiento que, por su naturaleza, es duradero y, por tanto, debe centrarse tanto en las ciencias aplicadas como en las ciencias básicas, tanto en la tecnología como en la cultura, valorando y protegiendo, repetimos, todas las áreas del conocimiento.
Precisamente por esta dimensión múltiple, la Universidad incomoda toda forma de oscurantismo. Debemos, por tanto, reaccionar ante la idea de que las universidades son centros de lujo, en los que se cultiva el conocimiento sin una aplicación inmediata y, por tanto, pueden estar condenados a la inanición. Ciertamente, queremos las múltiples y efectivas aplicaciones de nuestro conocimiento, y las universidades demuestran diariamente su extrema competencia en la producción de técnicas y resultados extraordinarios para el desarrollo económico.
Sin embargo, no podemos olvidar que son atacados con más ferocidad por simbolizar un modo de vida único, en el que la palabra tiene preeminencia sobre cualquier recurso de poder y donde la cultura de la vida universitaria, de manera ejemplar, se muestra capaz de superar discriminación, privilegios y prejuicios. Por tanto, no nos basta con defender la inversión en laboratorios, para proteger sólo determinados centros de investigación, si por ello abandonamos el refinamiento cultivado conjunta y armónicamente en todos nuestros espacios y que, afortunadamente, no es ni debe ser una prerrogativa de las élites
4.
Si el absurdo tiene un precedente, también tenemos el múltiple y diverso precedente de nuestra lucha. Logramos resistir y superar anuncios de bloqueo, de contingencia. Hemos sido capaces de revertir muchas acciones deletéreas. Y lo hemos logrado, tanto con nuestra lucha como con nuestra responsabilidad de tomar medidas duras, de mantener la frente en alto y garantizar, aun con daños graves, lo esencial de nuestra labor docente, investigadora y extensionista. Ante el absurdo de los ataques, claros ejemplos de barbarie que contamina el tejido social, tenemos la respuesta de la educación, que, una vez más, se ve interpelada a expresar su fuerza y cumplir su compromiso con el conocimiento y la solidaridad.
En la década de 1970, pude ver a mi amigo Fred Dantas, entonces un joven estudiante de secundaria, presentar su canción “Esperança” en un festival, en representación de nuestro Colégio 2 de Julho. Los primeros versos de la canción decían, en una preciosa melodía que aún toca profundamente el corazón de quienes la conocen: “¡Esperanza, es hora de vivir después!/ Trueno de luces, presagio de tormenta./ Brillan relámpagos, majestades se estremecen. / Y de mi fuerte pecho brota el grito del trueno.” (Esperanza, Carlos Martins-Umberto Moreira-Fred Dantas)
En este momento de otro atentado, saltan del trapecio del cerebro aquellos versos que alguna vez acunaron a los jóvenes en la lucha contra la dictadura militar, a veces con gran voluntarismo. La música, me parece, tiene el mensaje siempre presente de que se necesita coraje para elegir la educación sobre las armas, para elegir la vida y reaccionar ante lo que nos mata. Se necesita, por tanto, determinación para optar por la democracia y la libertad. Y, sobre todo cuando las señales son aún más difíciles y el tiempo más adverso, no debemos desistir del futuro.
Ahora tenemos responsabilidades institucionales, tenemos diferentes formas de organizar nuestra resistencia y también la obligación de cuidar la salud institucional de nuestras universidades. Las lecciones de esa lucha, sin embargo, no se pueden olvidar, especialmente cuando tienen la clara intención de destruir las universidades, equipos para la cultura, el conocimiento y la democracia.
Por lo tanto, debemos protegernos juntos del mal augurio. Debemos seguir coreando el verso “Esperanza, es hora de vivir después”, que no invita a la pasividad, sino a la movilización. No siendo la primera vez que la universidad pública se ve amenazada, la esperanza sólo puede vivir hasta más tarde con la firme conciencia de la gravedad del momento y con la energía aún más necesaria para nuestra lucha. No es la primera vez que, descaradamente, quieren asfixiar la educación. Ahora, en las aulas, en los laboratorios, en el diálogo institucional, en los espacios culturales, en los juzgados, en el parlamento, en las calles y en las urnas, depende de nosotros movilizarnos para que esta vez sea la última.
*Joao Carlos Salles es rector de la Universidad Federal de Bahía (UFBA) y ex presidente de la Asociación Nacional de Directores de Instituciones Federales de Educación Superior (Andifes).