Nuevos datos sobre el mercado laboral

Imagen: Tyler Hendy
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por MARCELO PHINTENER*

Contexto socioeconómico del mercado laboral estimado para trabajadores con perfil próximo al perfil de los beneficiarios del Programa Bolsa Família

"Mientras un hombre pueda morirse de hambre a la puerta de un palacio del que todo se desborda, no habrá nada estable en las instituciones humanas” (Eugène Varlin, revolucionario francés, combatiente de la Comuna de París).

 Introducción

Estudios que aborden el estrato social objetivo del Programa Bolsa Família (PBF)[i] desde la perspectiva de su inserción laboral, han contribuido, por un lado, a refutar, así como a deconstruir el “efecto pereza”, un mito que creía que el programa llevaría a “trabajar menos a los trabajadores”, al mostrar los significativos participación de los beneficiarios en el mercado laboral; por otra parte, han presentado numerosas evidencias de que este estrato social ha accedido a ocupaciones donde predominan los bajos salarios y las malas condiciones de trabajo, o en términos marxistas, son trabajos cuyos mecanismos de productividad están guiados por el régimen de la plusvalía absoluta (Bernardo, 1991 y 2010; Oliveira y Soares, 2013; Barbosa y Corseuil, 2013; Santo André et al., 2015).

Otro enfoque poco adoptado, que permite abrir nuevos interrogantes sobre el tema que nos ocupa, es el de un historiador que analiza el PBF desde la perspectiva de la lucha de clases. Simplificando mucho, se puede decir que el PBF además de “aliviar necesidades materiales inmediatas” con transferencia directa de ingresos, es un Programa cuyo aspecto fundamental no se limita sólo a “estimular la demanda en el mercado consumidor, sino preparar la oferta en el mercado de trabajo. El aumento del consumo proporcionado por los subsidios del Programa está directamente dirigido a mejorar la alimentación de las familias y en especial de los niños, niñas y adolescentes, complementando la atención en salud a la que deben ser sometidos; y el reflejo positivo que este aumento del consumo pueda tener en las economías locales es sólo un efecto indirecto de medidas dirigidas, sobre todo, a la formación de la futura mano de obra” (Bernardo, 2010a, Campello y Neri, 2013). En definitiva, es un programa que va más allá del espectro asistencial y filantrópico. Es estrictamente capitalista, ya que además de la estrategia de formar fuerza de trabajo, busca incorporar segmentos de la clase trabajadora que están trabajando en actividades que no son típicamente capitalistas y, por lo tanto, fue y es muy poco entendido tanto por la izquierda como por la izquierda. a la derecha del espectro político (Bernardo, 2010a). Por su parte, como apuntan Barbosa y Corseuil (2013, p. 330), “el impacto del PPD en la elección ocupacional del trabajador” es aún incipiente en las investigaciones brasileñas.

Sin embargo, no solo mal entendido, el PBF ha sido atacado por la extrema derecha bolsonarista y, dada la importancia de este programa de transferencia de ingresos, especialmente por su reconocimiento mundial de combate a la pobreza, la revista más prestigiosa del liberalismo informó que el gobierno de Bolsonaro ralentizó la aceptación de nuevos beneficiarios y comenzó a cancelar los pagos de beneficios. El número de familias ingresadas al PBF pasó de 275 mil por mes a menos de 2,5 mil” (The Economist, 2020).[ii] (The Economist, 2020). Por motivos electorales, el gobierno intenta rediseñar el PBF, con la creación del Programa Auxilio Brasil, instituido por la Medida Provisional (MP) 1061/2021, sin, sin embargo, deconstruirlo en su finalidad, o sea, en lugar de un programa de lucha contra la pobreza aliado a la inserción laboral, lo que “está en marcha es un proceso de (re)moralización de la pobreza”, en el que un porcentaje considerable de la clase trabajadora más empobrecida volverá a ser manejada por las tradicionales relaciones de caridad y clientela ( Bernardo, 2010; De Sordi, 2021).El PPD original, más que dinamizar la economía local y estimular el consumo, significó romper con los mecanismos caritativos, clientelistas y filantrópicos, pues su objetivo estratégico era preparar y dinamizar el mercado laboral, combinado con generación de ingresos y “en ayudar a los jóvenes a continuar sus estudios más allá de la educación obligatoria” (Bernardo, 2010; Campello y Neri, 2013).

Luego de estas breves consideraciones, el propósito de este artículo es esbozar un cuadro resumen del contexto socioeconómico del mercado laboral para esta importante porción de la clase trabajadora de menores ingresos.[iii][iv]Para ello, utilizamos información recolectada de los microdatos de la Encuesta Nacional Continua por Muestreo de Hogares - PNAD Contínua (PNADC), del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), con corte temporal en el primer trimestre de 2021, así como como hicimos uso de la PNAD – Covid-19 (IBGE), 2020, para observar trabajadores en aislamiento o distanciamiento social estudiamos a los que son beneficiarios del PBF.[V] 

En este caso, equiparamos parte de la cuestión arrojando luz sobre la posición de los trabajadores en la estructura de ingresos del empleo principal, lo que permite identificar y caracterizar aspectos socioeconómicos de la fuerza de trabajo ocupada en situación de pobreza, es decir, que tiene características del público objetivo del PBF. Así, el camino escogido fue ordenar la fuerza laboral de 14 y más años de acuerdo a su ingreso mensual habitual de su trabajo principal.

Luego, estos trabajadores fueron divididos en diez décimos, siendo el primero el décimo más pobre y el último el décimo mejor pagado entre los trabajadores ocupados.[VI]. A partir de ahí -y considerando el estrato de distribución del ingreso como proxy- podemos observar la inserción ocupacional de los segmentos más pobres (1° y 2° deciles de ingreso) de los trabajadores, es decir, nos acercamos a aquellos trabajadores cuyas características son observables en los beneficiarios del PBF.

Luego de definir los parámetros para abordar y señalar la evidencia empírica respecto a este grupo de la fuerza laboral, se elaboró ​​un conjunto de indicadores solo para los trabajadores ocupados en la semana de referencia de la investigación, con información solo para el puesto de trabajo principal.

Para conocer mejor a estos trabajadores, abordaremos aspectos relacionados con el funcionamiento del mercado laboral, con el objetivo de contextualizar su inserción laboral. En este plan presentaremos indicadores en términos regionales, etarios, raciales, sexuales y ocupacionales asociados a la variable décimas de la distribución del ingreso del trabajo principal. Con esto, nuestro objetivo es analizar cómo se establecen las relaciones de compra y venta de esta fuerza de trabajo. Por ejemplo, ¿a qué tipo de trabajo están accediendo estos trabajadores cuando tenemos en cuenta la dimensión que capturan los ingresos y la informalidad?

Por otro lado, cabe señalar que, como la PNADC tampoco dispone de la variable ingreso mensual de los hogares -porque solo captura los ingresos monetarios provenientes del trabajo-, sin incluir los ingresos no derivados del trabajo, como jubilaciones y pensiones, alquileres, donaciones, etc., nos quedamos sin poder estimar la tasa de paro en décimas de la distribución de la renta de los trabajadores desempleados.

Cifras del mercado laboral – trabajadores ocupados con perfil del Programa Bolsa Família

Esta sección trae información sistematizada sobre el perfil de los trabajadores ocupados distribuidos en la estructura de ingresos de su ocupación principal, por lo que todos los datos se presentarán según deciles de ingresos. En un primer momento, presentaremos algunos contornos de los trabajadores ocupados más pobres, considerando los siguientes atributos: lugar de residencia por región del país, género, grupo de edad, color/raza. En un segundo momento, describiremos el tipo de inserción ocupacional de estos trabajadores, con base en los ingresos, la calificación profesional, el puesto en la ocupación y la tasa de informalidad.

***

Como se mencionó anteriormente, no fue posible medir la tasa de desempleo de los trabajadores en estudio. Por lo tanto, el estatus ocupacional –si está desempleado, por ejemplo– se obtuvo para el conjunto de la fuerza de trabajo. Según microdatos de la PNADC, el 1er trimestre de 2021, el período registró una tasa de desempleo del 14,7% de la población económicamente activa (PEA), casi 15 millones de desocupados, como se muestra en la tabla 1, un crecimiento de 0,8p.p respecto al trimestre anterior (oct-nov-dic/2020, donde la tasa de desempleo fue de 13,9%); y, según datos extraídos de la PNADC en referencia, las situaciones ocupacionales de tipo desanimado (5,9 millones de personas) y desocupadas o subempleadas por insuficiencia de horas trabajadas (21,8 millones de personas) conforman 27,8 millones de trabajadores en condición de fuerza infrautilizada, cifras mostrando que el mercado laboral está lejos de responder positivamente.

 Porque la economía, que ya no tenía resultados satisfactorios, se vio agravada por la pandemia del Covid-19, que ha amenazado a empresas, gobiernos y a la población en general, en particular a la clase trabajadora, en particular a esa fracción de trabajadores incapaces de aislarse socialmente, dada su precaria inserción económica, como veremos más adelante (Passaword, 2020). Y los efectos económicos y sanitarios de la pandemia han presentado perspectivas con tonos sombríos. La tasa de desempleo, por ejemplo, en los EE. UU. aumentó diez puntos porcentuales en abril de 2020, saltando al 14,7 %, la más alta desde la Gran Depresión de la década de 1930.[Vii]Incluso con las vacunas, que reducen las muertes y las hospitalizaciones, el virus continúa circulando agresivamente, a través de nuevas cepas, lo que aumenta la incertidumbre de cuándo terminará la pandemia. Además, los costos de covid-19, en términos de vidas perdidas, bienes y servicios que ya no se producen, tienden a persistir, especialmente para sociedades cuya economía es más vulnerable, como en el caso de Brasil. (The Economist, 2020).

En la coyuntura actual, no hay signos consistentes de una reanudación del crecimiento económico, especialmente por la manera equivocada, vacilante y negacionista con la que el gobierno federal enfrentó la pandemia, boicoteando todo lo que pudo, desconociendo tres dimensiones del enfrentamiento a la crisis que mitigaría la pérdida de ingresos familiares y garantizaría la supervivencia financiera de las empresas, a saber: “distanciamiento social, medidas sanitarias y medidas económicas” (Carvalho et al, 2021).[Viii]El negacionismo sanitario y científico, combinado con la política económica que impone la prescripción de la versión más despótica del neoliberalismo, muestra que las perspectivas económicas son preocupantes. En el ámbito económico, el gobierno de Bolsonaro sigue comprometido con la reducción de los costos de producción, anclado en las nuevas regulaciones laborales surgidas en el período reciente (reformas laborales y tercerización total, ambas instituidas en 2017, y la seguridad social en 2019), medidas que debe prolongar la degradación del nivel de desempleo, contribuyendo al deterioro del nivel de vida de la población que vive del trabajo. Y cabe señalar que la tasa de paro no fue mayor -aunque sí bastante elevada (14,7%)- porque la pandemia ha supuesto una mayor transición de la ocupación al paro o la inactividad. Más de la mitad de la población en edad de trabajar está desempleada desde que la pandemia comenzó a amenazar a la sociedad brasileña (Costa, Barbosa y Hecksher, 2021). El escenario de la pandemia empujó a una masa de trabajadores a la inactividad, impidiéndoles buscar trabajo de manera efectiva, aunque querían tenerlo[Ex]. Por cierto, la PNADC, primer trimestre (ene-feb-mar) de 2020, es decir prepandemia, revela que el nivel de ocupación (relación entre ocupados y población en edad de trabajar) fue de 53,5%; mientras que en el contexto de la pandemia, el nivel de ocupación se ubicó en 48,8% y luego 48,4%, respectivamente, en el cuarto trimestre (octubre-noviembre-diciembre) de 2020, y primer trimestre (enero-febrero-marzo) de 2021 ( Costa, Barbosa y Hecksher, 2021).

Observemos ahora la composición de los trabajadores ocupados en el principal estrato de distribución del ingreso laboral, con énfasis en aquellos con salarios más bajos. Al observar el cuadro 2, especialmente los dos primeros estratos de distribución del ingreso, tenemos lo que, en palabras de un estudioso, constituye el llamado subproletariado (Singer, 2009). Esta es una amplia capa de la clase trabajadora para la cual están reservados los peores trabajos, si es que los hay, situación que hace más difíciles sus condiciones de vida (Rego y Pinzani, 2013). Y cuando encuentran trabajo, estos trabajadores muchas veces actúan sin los mínimos derechos laborales, porque son contratados sin contrato formal, con salarios más bajos, cuyo monto mensual recibido está por debajo del mínimo socialmente considerado. Por tanto, esta fuerza de trabajo queda excluida de la ciudadanía asalariada, como veremos más adelante. Hay alrededor de 18 millones de personas, que constituyen el 21,7% de la fuerza laboral ocupada, con más de 8,5 millones en el primer decil y 9,5 millones en el segundo decil.[X]Es decir, es la proporción del subproletariado (21,7%) en el conjunto del proletariado.[Xi] Del universo de trabajadores subempleados por insuficiencia de horas efectivamente trabajadas (6,8 millones de personas), que en otros términos expresa la subutilización de la capacidad productiva de la fuerza de trabajo ocupada, el 44,8% se ubica en el primer decil y el 26,1% % en el segundo décimo .

Desglosando por regiones, como se muestra en la Tabla 3, no es casual que el mayor contingente de estos trabajadores se concentre en el Nordeste, precisamente porque, como ha señalado la literatura disponible, es una región donde el tejido empresarial tiende a presentar una base más arcaica para la reproducción del trabajo barato y sobreexplotado, que se reflejará en relaciones laborales menos estructuradas, especialmente en términos de protección social. Por cierto, la región tiene los “peores índices de cobertura y protección del Régimen General de Seguridad Social (RGPS o INSS)” (Guimarães et al.., 2013).[Xii]De acuerdo con los microdatos de la PNADC del 1er trimestre de 2021, en Brasil, el universo de la fuerza de trabajo ocupada más pobre, es decir, aquellos ubicados en los dos primeros deciles del estrato de distribución del ingreso, se distribuye de la siguiente manera:

• 7,3 millones de trabajadores concentrados en la región Nordeste, respectivamente, 4,3 millones de personas (o 50,4%) en el primer decil y 2,9 millones de personas (o 31,0%) en el segundo decil de la distribución de los pobres más bajos, ya que esta región concentra el 22% de la fuerza de trabajo ocupada en su conjunto;

la segunda región con mayor concentración es el Sudeste, con 5,7 millones de trabajadores, respectivamente, 2,1 millones de personas (o 25,1%) en la primera décima y 2,3 millones de personas (o 37,4%) en la segunda décima de la distribución a partir de los más pobres , destacando que esta región concentra el 44,9% del total de la mano de obra ocupada en Brasil.

En relación a la composición de la fuerza de trabajo ocupada por edad -según la tabla 4- 18% tanto para los pertenecientes al 1° como al 2° décimas de la estructura de ingresos del trabajo principal son jóvenes con edades comprendidas entre los 14 y los 24 años. En general, una hipótesis a considerar para explicar esta participación es que “el trabajo temprano forma parte de la experiencia juvenil” en los estratos populares en condiciones materiales desfavorables, momento que puede configurar una posibilidad o dificultad en el tránsito a la vida adulta. (Santo André, 2015).[Xiii] Y, dependiendo de las condiciones socioeconómicas de los jóvenes (como en el caso de la capa social ubicada en los dos primeros deciles), existe evidencia de que esta experiencia les afecta con mayor intensidad, ya que la entrada temprana al mercado laboral, muchas veces en peores condiciones. , termina siendo un factor determinante en la estrategia de ayudar al sustento de la familia, ya que los ingresos del trabajo son la principal fuente de acceso a los bienes y servicios mercantilizados. En conjunto, la población activa joven representa el 11,7% de los trabajadores ocupados. Mientras que los trabajadores de mayor edad o más experimentados -de 25 a 59 años- en la misma condición socioeconómica, es decir, en el 1° y 2° decil, aunque con una participación importante en este grupo de edad, respectivamente, 50,2% y 52,7 %, tienen la menor porcentajes en comparación con los demás deciles del estrato de distribución del ingreso.

Analizando la composición de la población ocupada por sexo, como se ilustra en el Gráfico 1, existe una mayor presencia de mujeres en el estrato más pobre de la distribución del ingreso laboral. Aparecen con 51,5% de participación en el primer decil y con 50,1% en el tercer decil de la distribución a partir de los más pobres, lo que revela que en estos estratos se aprovecha mejor su capacidad de trabajo. Una hipótesis de la tendencia hacia una mayor participación de las mujeres en el contingente de ocupados de los sectores más empobrecidos de la clase trabajadora es el aumento de familias encabezadas por mujeres en este estrato social, muchas de las cuales tienen arreglos monoparentales (mujeres con hijos ) y que tienen a la mujer a cargo de la supervivencia familiar. En los demás, especialmente en los estratos más cercanos a los trabajadores con mejores ingresos, especialmente a partir del séptimo decil, la fuerza laboral es predominantemente masculina.

Si bien la tasa de participación femenina en la población económicamente activa (PEA) ha aumentado –lo que se manifiesta sobre todo en los estratos más pobres de la clase trabajadora–, se advierte que existe un fuerte sesgo de género en la división del trabajo, ya que esto puede ser medido al mirar incorpora al análisis la variable ingreso, por ejemplo, un indicador que revela la situación desfavorable de las trabajadoras en el ámbito laboral, aun cuando tengan calificaciones iguales o superiores a las de los hombres. En gran medida, esto se explica por la “desigualdad en la distribución del tiempo de trabajo profesional y doméstico y familiar entre hombres y mujeres” (Sucupira, 2016). En este sentido, la pandemia del Covid -19 ha afectado dramáticamente a las mujeres, en particular a aquellas con hijos menores que dependían de guarderías y escuelas, servicios bloqueados por la pandemia. Las mujeres, según datos de la PNAD -COVID19, de noviembre de 2020, “tenían un mayor porcentaje de baja por la pandemia (fueron despedidas o de baja). En el mes en cuestión, los datos de la PNAD-Covid19 registraron un 17,2% de desempleo femenino, frente a un 11,9% masculino. Y, el 3,6% (más de 1 millón de personas) de la plantilla femenina estaba de baja por distanciamiento; para los hombres el porcentaje fue del 1,7% (827 mil personas). Cuando comenzaron a recopilarse datos por la PNAD-Covid19, en mayo de 2020, 15 millones de trabajadores (18,6% de la fuerza laboral) estaban ocupados y ausentes del trabajo debido al distanciamiento social, de los cuales 8,7 millones eran mujeres (23,5%) y 7,2 millones eran hombres (15%).

Desde la perspectiva capitalista, en particular entre el universo de patrones arcaicos, autoritarios y nacionalistas, que promueven prejuicios sexistas y étnicos, estimulan el resentimiento social, y donde se inserta gran parte de los trabajadores en estudio, las especificidades -en este caso, de el género de la clase trabajadora–, se utilizan para reforzar la explotación económica; y los ambientes de trabajo arcaicos tienden a asignar a las mujeres menos capacidad productiva.[Xiv]

En términos de color/raza, otro atributo utilizado en las relaciones de explotación capitalista para dividir a los trabajadores, enfrentándolos entre sí, lo que indican los datos es que los no blancos (agrupados como negros/marrones/indígenas) son la mayoría entre los trabajadores empleados en situaciones de pobreza. En el caso del 1er decil más pobre, conforman el 71,2% de la fuerza laboral y continúan predominando hasta el 6° decil, según el gráfico 2, respectivamente, 62% (2° dic.), 2% (66° dic.), 3% (59,3ª década), 4% (54ª década), 5% (52,2ª década). Desde este punto de vista, es posible observar poca o nula posibilidad de movilidad social para esta fracción de la clase trabajadora, caracterizando una sociedad estratificada por fuertes desigualdades sociales y económicas; y ahí está en el mercado de trabajo, uno de los momentos de la vida en que se hace presente la discriminación-, la expresión más completa de ésta. Por lo tanto, los trabajadores en esta situación están en doble desventaja, porque son doblemente discriminados: por pobreza y por color/raza. Para ellos, la lumpenización es cada vez más creíble.

inserción ocupacional

La trayectoria ocupacional de los trabajadores objeto de estudio se enmarca mayoritariamente en sectores de actividad económica de baja productividad. En la matriz marxista, significa que son sectores de la economía que operan en régimen de plusvalía absoluta, contexto en el que la estructura productiva carece de sofisticación, lo que, por regla general, significa donde priman las largas jornadas de trabajo, la baratura de la mano de obra. y los mecanismos de explotación se basan en castigos y amenazas (Bernardo, 1991). Esta observación adquiere relevancia cuando se observan indicadores reveladores de las reales condiciones materiales de existencia de esta población ocupada, como, por ejemplo, los relacionados con la posición en la ocupación, la tasa de informalidad, la calificación y, principalmente, los ingresos. Como veremos aquí, se trata de trabajadores con un alto nivel de precariedad económica.

En cuanto al ingreso real que suelen recibir los trabajadores más pobres, se observa que muchos incluso ganan un salario mínimo, como es el caso de los que se encuentran en el primer y segundo decil de la distribución del ingreso laboral, como se ilustra en el gráfico 3.

En el caso del primer decil, donde se concentran 8,5 millones de trabajadores ocupados, la remuneración media es inferior a un tercio del salario mínimo vigente, cuyo valor es de R$ 1.100,00. Sólo a partir del cuarto décimo, que concentra casi 5 millones de ocupados, se encuentra el estrato cuya remuneración media equivale al salario mínimo.

Otro indicador que dilucida la desigualdad en el mercado laboral es el porcentaje del ingreso del trabajo apropiado por el decil más pobre (10% – 1° decil) y por el decil mejor pagado (10% – 10° decil) en la estructura de distribución del ingreso laboral. Se puede observar que el décimo trabajador más pobre absorbe sólo el 1,34% de los ingresos laborales totales, mientras que el porcentaje que se apropia el décimo trabajador mejor pagado es del 37,14% (según el cuadro 5).

En el caso de la calificación, atributo intrínsecamente ligado a las ganancias salariales y, en consecuencia, al tipo de inserción ocupacional, se observa que la mayoría de los trabajadores más pobres –56,5% ubicados en el primer decil y 46% en el segundo–, tienen baja calificación., como se muestra en la tabla 6. Este indicador permite observar, por ejemplo, qué fracción de la clase trabajadora permaneció ocupada y no se ausentó del trabajo, porque estaban trabajando de forma remota. Los datos de la PNAD – Covid-19, de noviembre de 2020, son bastante esclarecedores al respecto, ya que de los 7,3 millones de trabajadores en esta situación, la mayoría (76% o 5 millones de personas) tienen alta calificación, es decir, se encuentran entre los Deciles 5 y 9 del estrato de distribución del ingreso. Y solo el 10% de los trabajadores poco calificados (2,2 personas), predominantemente en los dos primeros deciles (como se muestra en la Tabla 162), trabajaban a distancia.

Para esta fracción de la clase trabajadora, el trabajo informal no es la excepción, es la regla, como se ilustra en el Gráfico 4, con el 95,6% del total de ocupados en el primer decil y el 85,3% del total de ocupados en el segundo décimo afectados por la informalidad . Es decir, casi todos estos trabajadores, por su trayectoria laboral más inestable, están incluidos en el contexto del empleo y el trabajo informal en la economía capitalista. Parte de este alto nivel de inestabilidad laboral, que apunta a una situación de deterioro en las condiciones de inserción ocupacional de esta fuerza de trabajo, puede atribuirse a las peculiaridades de los segmentos económicos en los que se emplea.

En esta categoría se incluyen los sectores agropecuarios (26,0% y 15,9%, respectivamente 1° y 2° decil), específicamente las actividades vinculadas a la agricultura familiar o de subsistencia, el comercio (16,3% y 18,8%, respectivamente, 1° y 2° decil) y los servicios domésticos (16,5% y 11,6%, respectivamente, 1° y 2° decil), como se muestra en el cuadro 7 referente a grupos de actividades. Al tratarse de sectores con poca o nula competitividad en términos de productividad, tienden a recurrir a abaratar el costo de la mano de obra del personal ocupado, lo que muchas veces puede abrir precedentes para la incidencia de la ilegalidad en la contratación (sin contrato formal) de trabajadores. Otra parte se explica por el origen social de los trabajadores, si provienen de círculos populares, su trayectoria ocupacional ya está trazada. Así, los efectos sociales relacionados con el origen de los trabajadores pertenecientes a los sectores más empobrecidos de la población acaban funcionando como si se tratara de una especie de “cárcel social” (Bernardo, 2000).

Gran parte de estos trabajadores se insertan en ocupaciones elementales (29,9%, 25,1% y 29,9%, respectivamente, 1°, 2° y 3° deciles) formados por trabajadores del servicio doméstico en general, trabajadores de limpieza, lavado de vehículos, vidrios, ropa y otras labores de limpieza manual. , entre otros). Otro contingente de trabajadores (en un 26%, en los deciles 1 y 2) lo encontramos en el grupo de los trabajadores de servicios, vendedores de comercio y mercados, integrado por cocineros, mozos y cantineros, peluqueros, vendedores, especialmente vendedores ambulantes, entre otros. .otros, como se muestra en la Tabla 8, referidos a grupos ocupacionales.

Si bien la informalidad no es sinónimo de precariedad, está claramente en consonancia con la degradación de las relaciones laborales, sobre todo porque es un tipo de inserción ocupacional que conduce a configurar situaciones de inestabilidad en los contratos y relaciones laborales. Y cuando sumamos el número de personas ocupadas en actividades informales en los dos primeros deciles de la distribución del ingreso laboral, comenzando por los más pobres, cuyos ingresos mensuales son inferiores al salario mínimo, llegamos a 17 millones de trabajadores sin ningún nivel de protección. , ya que la mayoría trabaja por cuenta ajena sin contrato laboral y por cuenta propia, como se muestra en el cuadro 9. De los 7 millones de ocupados y en teletrabajo, según la PNAD – Covid-3, de noviembre de 19, solo el 2020% (15 , 2 millón de personas) eran trabajadores informales

Para el conjunto de la clase trabajadora, el nivel de informalidad es del 40,4% de la población ocupada, como se muestra en el Gráfico 4. Al respecto, es interesante considerar que el mercado laboral se ha caracterizado cada vez más por la precariedad, la flexibilidad y la desregulación, signos que también se han presentado en el mundo del trabajo en las sociedades capitalistas avanzadas, donde se han producido profundas transformaciones en las relaciones sociales de producción, pues los capitalistas han apostado por la expansión de la tercerización y la subcontratación como “una nueva forma de articular la explotación”. de los trabajadores” más calificados con la de los menos calificados, dotando al capitalismo de una enorme plasticidad” (Antunes, 2006; Mézáros, 2006; Bernardo, 2009).

En términos generales, es en este contexto que se ha expandido el capitalismo, con un aumento de nuevos patrones de explotación y gestión de la fuerza de trabajo a través de la flexibilización de sus procesos, ampliando el tipo de trabajo precario (subempleo, trabajo a tiempo parcial, trabajo temporal , tercerizados), incluso en países donde se concentra la mano de obra calificada, es decir, en sociedades capitalistas avanzadas, donde el tejido económico tiene mayor capacidad innovadora, organizativa y tecnológica (Gala, 2020). Y es en este contexto, por tanto, que el capitalismo no ha escatimado esfuerzos para superar cualquier barrera que impida el aumento de la productividad (Bernardo, 2009). Por cierto, vale un paréntesis sobre esta expansión del capitalismo, que estimula el aumento de la productividad y, en consecuencia, impulsa el desarrollo económico. En estas condiciones, se produce un movimiento guiado por lo que siempre ha ocurrido en la historia del capitalismo: la operación combinada del desarrollo desigual, aplicado tanto dentro de una misma “región geográfica” como dentro de un mismo “sector de actividad”, donde la expansión económica y la la modernización coexiste con rastros de “atraso y debilidad”, como, por ejemplo, en el caso de Brasil. Como consecuencia de ello, y contradiciendo tesis catastróficas sobre el fin del empleo, tienden a incorporarse nuevas clases trabajadoras, porque se crean nuevos puestos de trabajo, en mucho mayor número que “los destruidos” (Antunes, 2003; Bernardo, 2000, 2009 , 2011; Plata, 2005).

Y finalmente, como se señaló, una parte importante de la clase trabajadora brasileña vive condiciones de inestabilidad económica, dada por el trabajo precario y acentuada por la pandemia. En este contexto, cabe pensar que, en lugar de preservar la fuerza de trabajo, para avanzar hacia un capitalismo desarrollado, desde el golpe parlamentario de 2016 se ha fomentado la destrucción social del trabajo, lo que implica una mayor degradación del estándar de los trabajadores. de vivir Desde 2016, por lo tanto, y actualmente, con una mezcla de engaño, incompetencia y deliberación, los empresarios al frente del Estado brasileño han rechazado, al menos para los trabajadores, la opción por el capitalismo de la abundancia, sugiriendo condenar a los demás participantes del mismo. la población económicamente activa (PEA) a la miseria.En el horizonte capitalista estos empresarios producen y gestionan la precariedad de la vida de los trabajadores han sido suficientemente rentables. Para ellos, por tanto, esto ha sido suficiente.

*Marcelo Phintener, ssociólogo, tiene una maestría en filosofía de la PUC-SP.

Artículo originado a partir de una presentación realizada en el Instituto de Investigación Económica Aplicada (Ipea), en Brasilia - DF, en agosto de 2017.

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Notas


[i] Para una consulta detallada sobre el programa Bolsa Família, ver Campello y Neri (2013).

[ii] Tal indiferencia, sumada a los efectos de la pandemia y la forma en que el gobierno federal la enfrentó, revirtieron varios avances previos en la reducción de la pobreza, agravando la inseguridad alimentaria. Al llevar a Brasil de regreso al mapa del hambre, también quedaron expuestas las debilidades del estado de bienestar. “Ya hay 2018 millones de brasileños”, prosigue la revista, “en situación de inseguridad alimentaria moderada o grave”

[iii] Según el Ministerio de la Ciudadanía, las personas con renta per cápita igual o inferior a R$ 89,00 son consideradas extremadamente pobres; y son consideradas pobres las personas con renta per cápita igual o inferior a R$ 178,00, o igual o inferior a la mitad del salario mínimo.

[iv] Adoptamos el ingreso como criterio de pobreza, aunque la pobreza no solo refleja “privación de dinero y recursos materiales”, ya que es multidisciplinaria y, por lo tanto, también atañe a la privación de oportunidades sociales, acceso a servicios básicos (como educación, salud, nutrición). A su vez, no poder contar con una base económica que garantice el mínimo de bienestar en cuanto a las condiciones de vida, hace que la ausencia o insuficiencia de ingresos sea una de las principales fuentes de pobreza.

[V]Según el Ministerio de la Ciudadanía, referencia julio 2021, 14 millones de familias (o 44 millones de personas) reciben el PBF.

[VI] En el caso del trabajador mejor pagado, se refiere al 10º decil de renta, cuyo salario medio supera los R$ 10.000, como se verá más adelante.

[Vii] Según Bloomberg del 07/07/2021, con base en un informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos – OCDE, “cerca de 22 millones de empleos desaparecieron a fines de 2020 en las naciones industrializadas”. https://www.bloomberg.com/news/articles/2021-07-07/oecd-says-jobs-market-has-only-recovered-half-of-pandemic-damage

[Viii]El daño económico solo no fue mayor gracias a la Ayuda de Emergencia - AE”, instituida en abril de 2020, con el objetivo de, en medio de la pandemia, cuyo impacto fue más fuerte en el mercado laboral informal, restablecer los ingresos de las familias afectadas. por la crisis económica desencadenada por ella” (IBRE Blog, 2020). También según el Blog IBRE (2020), en agosto de 2020, “el programa alcanzó alrededor de 66 millones de beneficiarios en agosto, con la mitad de la población viviendo con al menos un afiliado que recibió la transferencia, según PNAD Covid-19. El programa es actualmente la mayor experiencia de gasto social en Brasil, con un monto mensual de R$ 50 mil millones por mes, o sea, al menos R$ 200 mil millones en su totalidad - frente a R$ 30 mil millones por año para Bolsa Família, R$ 56 mil millones por año para BPC y R$ 17 mil millones para Abono Salarial”. En cuanto al apoyo a las empresas, con el objetivo de reducir los impactos provocados por la pandemia, para tratar de garantizar la supervivencia de la unidad productiva, el Programa de Apoyo de Emergencia para

Empresa (PESE), cuyo objetivo era financiar la nómina de las pequeñas y medianas empresas. Según el diario Valor Econômico, el 08/07/2021, 113 mil empresas accedieron a esta línea de crédito, llegando a casi 2 millones de trabajadores. También de acuerdo con Valor Econômico, edición del 14/06/2021, fueron creadas otras líneas de crédito de emergencia para mantener la salud financiera de las empresas, como el Programa de Acceso a Crédito de Emergencia (Peac), del BNDES. y el Programa Nacional de Apoyo a la Micro y Pequeña Empresa (Pronampe).

Investigación de Correia et al (2020), que evaluó los costos y beneficios, especialmente económicos, de los bloqueos para frenar la propagación de la gripe española de 1918, que infectó a 500 millones de personas, afectando principalmente a muchos trabajadores en edad laboral, y mató 50 millones, muestra que las medidas de salud pública, como el aislamiento social, el uso obligatorio de mascarillas, no necesariamente han perjudicado la economía y traen mayores beneficios a mediano plazo. Al analizar las ciudades estadounidenses, donde se registró el mayor número de muertes por la pandemia, debido a que no impusieron medidas para contener la propagación de la gripe española, el estudio observó un peor desempeño económico, medido en términos de producción y empleo industrial local, en comparación con los que intervinieron de manera temprana e incisiva, con medidas no farmacéuticas, para frenar la propagación del virus y así preservar más vidas. En otras palabras, el estudio revela que, como las pandemias son muy dañinas para la salud y la sociedad, es necesaria una interrupción temporal de la economía para preservar la mano de obra y los futuros trabajadores, sin los cuales la actividad económica no se mueve. En el caso de Brasil, al boicotear las medidas que protegerían a la población en general y a los trabajadores en particular de la propagación del virus Covi-19, al dudar en presentar medidas de ayuda material para los trabajadores y la salud financiera de las empresas, así como al dudar en comprar vacunas para combatir el virus, ¿no estaría el gobierno de Bolsonaro promoviendo un tipo de eugenesia?

[Ex] Según datos de la PNAD-Covid-19, desde noviembre de 2020, última edición de esta encuesta, en números absolutos, casi 12 millones de trabajadores dejaron de buscar trabajo a causa de la pandemia. Cuando la PNAD -Covid-19 comenzó a recopilar datos, en mayo de 2020, había 20 millones de trabajadores en esta situación.

[X] Según información capturada en los microdatos de la base de datos del Registro Único de Programas Sociales (Cad Único) y gestión del PBF, 2018, último disponible, y que da cuenta de más de 70 millones de personas registradas, el contingente de personas de 14 años o más que estaban integrados en alguna relación laboral, es decir, que trabajaban el último día del mes y año de referencia del registro, era de 15,1 millones de personas, de las cuales el 58,3% eran trabajadores por cuenta propia (a tiempo parcial o por cuenta propia), cuyo ingreso medio por este trabajo fue de BRL 354,62. Así, dicha información muestra cuán calibrada está la PNADC 1er trimestre de 2021, cuando capturamos en la encuesta a los trabajadores cuyas características en términos de trabajo e ingresos se observan en el perfil del público del PBF.

[Xi] En términos marxistas, el concepto de proletariado se utiliza aquí como sinónimo de clase obrera y viceversa. Porque es en este marco que entendemos a la clase obrera o al proletariado, como seres sociales que viven de la venta de su fuerza de trabajo (Antunes, 1999).

[Xii]También es la región que más ha sufrido la recesión económica, registrando la tasa de desempleo más alta (18,6%). En números absolutos, hay más de 4 millones de trabajadores o el 29,7% de la población económicamente activa (PEA) desempleada en Brasil, que actualmente representa 14,8 millones de personas.

[Xiii] Desde otra perspectiva, podemos considerar que, cuando los jóvenes ingresan tempranamente al mundo del trabajo, se crean las condiciones para anticipar la competencia entre los trabajadores activos, intensificando la lucha por la supervivencia material dentro de la clase trabajadora. Sobre este conflicto ver Bernardo (1991) p. 215-216.

[Xiv] Salvo en las grandes empresas transnacionales, donde los ambientes de trabajo tienden a ser más democráticos, se ha incorporado la agenda identitaria, y temas como el racismo y el sexismo están presentes en la gestión de la fuerza laboral como estrategia para armonizar la relación entre empleado y empleador, de modo que la identidad y el diversidad se han aplicado para reforzar el aumento de la productividad de las empresas. Un informe de la revista Fortune Global es esclarecedor al respecto. En su edición 2021, de las 500 empresas más grandes del mundo, 23 están dirigidas por mujeres. En 2020, hubo 14. Y la revista señala: “La lista de directoras ejecutivas también se ha vuelto mucho más diversa este año; en 2020, solo una mujer negra dirigió una empresa Global 500. En 2021, hay seis mujeres negras que se desempeñan como directoras ejecutivas de Global 500. Estos números representan un máximo histórico. Desde el Fortune comenzó a rastrear la cantidad de directoras ejecutivas en Global 500 en 2014, la estadística fluctuó entre 12 y 17. Si bien estos números representan una gran recuperación desde 2020, el liderazgo de Global 500, y por lo tanto la economía global, sigue siendo predominantemente masculino. . Veintitrés mujeres directoras generales suman apenas el 4,6% del total”. Y más adelante, la revista argumenta: “Este año, ese número ha crecido gracias a algunos cambios de liderazgo. Karen Lynch en 2021 asumió el cargo de directora ejecutiva de CVS Health, ocupando el puesto No. 7 en Global 500. CVS es la empresa mejor clasificada tanto en Fortune 500 como en Global 500 dirigida por una directora ejecutiva. Ha habido más cambios de liderazgo en empresas estatales que ya han aumentado la cantidad de mujeres que dirigen negocios de Fortune 500; ahora estos cambios están haciendo lo mismo para Global 500”.https://fortune.com/2021/08/02/female-ceos-global-500-fortune-500-cvs-karen-lynch-ping-an-jessica-tan/. Al respecto ver Pablo Polese (2020)

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