Nueva dinámica adaptativa

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por LEONARDO GRANATE*

América Latina ante un orden mundial capitalista en crisis

1.

Una interpretación común a varios analistas se refiere a la existencia, actualmente, de una policrisis global (es decir, varias crisis superpuestas y retroalimentadas) que viene cuestionando muchas de las narrativas de la globalización neoliberal y el protagonismo de Occidente en su conjunto.

Esta crisis sistémica se ha expresado, entre otros aspectos: (i) en términos de crisis económico-financiera y del avance de la austeridad y el autoritarismo político; (ii) en términos de la crisis climática y la considerada inevitable transición energética; y (iii) en términos de la crisis del multilateralismo occidental y el fortalecimiento de la cultura de guerra.

En otras palabras, el hecho de que a cada crisis corresponda un tipo de respuesta, muestra que, si bien el momento actual es una crisis aguda del orden mundial capitalista, esta crisis, lejos de ser de naturaleza terminal, va acompañada de nuevas dinámicas adaptativas. del sistema. Y como estas dinámicas plantean desafíos para América Latina, pretendemos resaltarlas para reflexionar en este breve texto.

Tras la crisis no sólo de la economía real, sino también de la crisis fiscal y bancaria de 2008, las soluciones buscadas por Estados Unidos y Europa, resultado, fundamentalmente, de la presión del capital financiero, revelaron un compromiso con la llamada austeridad. sistema de gobierno. No hay duda de que, en medio de una lenta acumulación, el neoliberalismo se ha ido reforzando a través de su radicalización, con evidentes retrocesos a nivel socioeconómico y político.

En términos socioeconómicos, la nueva etapa se caracteriza por medidas cada vez más excluyentes, ancladas en el ajuste fiscal, que cuestionan las políticas de bienestar posibles bajo el neoliberalismo tradicional. Y este ajuste se practica con el objetivo de aumentar la capacidad competitiva del capital a expensas de las condiciones de vida y de trabajo de las personas y de la degradación ambiental.

En términos políticos, se observa la difusión de formas autoritarias de dominación política y, en particular, el ascenso de la extrema derecha como alternativa para resolver la crisis. Esta última fuerza es elegida a través de un discurso antisistema que, al combatir el neoliberalismo tradicional, busca canalizar el inconformismo popular y fortalecerse ante el descrédito de los gobiernos.

Sin embargo, una vez en el poder, el movimiento de esta extrema derecha es de radicalización neoliberal combinada con represión social. El hecho es que la política neoliberal ha demostrado ser aún más reaccionaria y regresiva que en el pasado, especialmente en términos del aumento, en el campo social, de la desigualdad, el conservadurismo, la militarización y la desmovilización.

2.

En medio del contexto global de fortalecimiento del neoliberalismo extremo y de respuestas autoritarias a la crisis, también vimos en América Latina el regreso de ciertas formas de autoritarismo político frente a la implementación, en la periferia, del gobierno de austeridad. A pesar de la diversidad de escenarios nacionales, el uso de rupturas institucionales y violencia física y simbólica es, de hecho, una regularidad en la región.

Esto se hace con el objetivo de disciplinar a las fuerzas y líderes progresistas o populares, o para reprimir protestas y manifestaciones sociales, sacando a las clases populares y a las fuerzas de izquierda de la vida política. Basta mirar, por ejemplo, situaciones recientes en países como Argentina, Ecuador, El Salvador y Perú, que ponen de relieve, de una forma u otra, el actual desafío latinoamericano de fortalecer la democracia con justicia social frente al avance del neoliberalismo. autoritario o neofascista.

A su vez, la crisis climática y la respuesta de transición energética se suman a la situación anterior. En relación con la crisis climática, así como con la prescripción neoliberal de austeridad, América Latina enfrenta una vez más una formulación arbitraria de la supuesta “solución” a la crisis.

Aunque no hay dudas sobre el cambio climático por el calentamiento global, la solución que han defendido los gobiernos y las grandes multinacionales del Norte geopolítico se limita a una transición energética que, basada en el discurso de la neutralidad de carbono, haya atendido fundamentalmente a los desafíos geopolíticos y reorganización económica de los países capitalistas avanzados, con el objetivo de garantizar la seguridad energética, industrial y tecnológica de estos países.

Y es precisamente sobre los países periféricos, especialmente los de América Latina, donde se ejerce la presión extractiva de materias primas críticas y la sobreexplotación de la mano de obra, reforzando aún más la especialización productiva, la deforestación y la devastación socioambiental.

De esta manera, lo que tenemos detrás de la lógica neoliberal de la descarbonización productiva es una transición tecnológica de carácter tecnocrático que contribuye al mantenimiento de la subordinación de la periferia capitalista. En la nueva lógica, los territorios latinoamericanos siguen siendo vistos por las potencias imperialistas y extrarregionales como una suerte de “espacios privatizables” aptos para realizar inversiones destinadas a la exploración y exportación de bienes naturales como el litio, o de energías limpias como el hidrógeno verde, por poner algunos ejemplos actuales. De hecho, este financiamiento externo garantiza a sus países un acceso privilegiado a materias primas críticas, la mayoría de las veces sin la contrapartida de ningún tipo de rendición de cuentas sobre los impactos sociales y ambientales de los proyectos implementados.

3.

En medio de la llamada Industria 4.0 y la profundización de las asimetrías comerciales y tecnológicas entre el Norte y el Sur geopolíticos, es evidente el vigor del mandato extractivo-exportador, que continúa permeando a la región en su conjunto. Y este mandato está refrendado por la falta de acción integrada de los países latinoamericanos en defensa de sus activos naturales estratégicos, diluyendo las posibilidades de la región de negociar recursos para un desarrollo socioeconómico soberano de cara al nuevo esquema de transición energética.

Y lo que actualmente está en marcha no es sólo una reestructuración de la economía y la infraestructura globales, sino también de la geopolítica global. Y, llegados a este punto, llegamos al tercer eje de nuestro texto referido a la crisis del multilateralismo occidental en medio del agravamiento de las tensiones globales y la polarización acelerada.

La intensificación de la competencia entre viejas y nuevas potencias es evidente, expresada, por ejemplo, en las crecientes tensiones entre China y Estados Unidos, en los conflictos en Ucrania y Gaza, y en una especie de sistema de vetos mutuos en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Concejo. Y esta competencia, que se ha venido produciendo mediante el recurso recurrente a la violencia y el uso de diversas tecnologías cuyo impacto es difícil de predecir, desenmascara, al mismo tiempo, una economía capitalista cuyo crecimiento está cada vez más guiado por lógicas militares y de seguridad.

Este panorama conflictivo ha estado sacudiendo no sólo las narrativas de estabilidad y gobernanza mundial establecidas a lo largo de la globalización neoliberal apoyada por el poder unipolar de Estados Unidos, sino que también, y de manera más amplia, ha estado cuestionando el dominio de las potencias occidentales en el sistema interestatal. sistema. ¿Y cómo enfrenta América Latina el complejo escenario que nos ocupa? Al igual que en relación con el tema de los bienes naturales estratégicos, América Latina enfrenta el contexto actual de manera fragmentada, desintegrada y subordinada a intereses imperialistas y extrarregionales.

4.

Sin embargo, debemos contrastar esta inserción subalterna de la región hoy con el carácter excepcional de la política exterior brasileña. En medio de la gran demanda de esfuerzos para resolver los problemas internos, la política exterior del gobierno Lula actúa actualmente en dos frentes. En lo que respecta al frente global, Brasil viene reclamando un orden mundial menos asimétrico y más pacífico, sin divisiones en bloques antagónicos, pues se entiende que sólo con más multipolaridad se podrán buscar nuevos márgenes de maniobra a favor de la construcción de prosperidad compartida.

En este frente, BRICS+, a pesar de la diversidad de propuestas y contradicciones, se viene presentando como el espacio privilegiado del gobierno brasileño para luchar por la multipolaridad desde la perspectiva del Sur, es decir, no tomar partido en conflictos con terceros, buscando defender propios intereses. Sin embargo, nuestra región está lejos de unificarse en torno a este grupo.

En el frente regional, pese a la apatía de algunos y el rechazo de otros a cualquier iniciativa que pueda contradecir a Estados Unidos, el gobierno de Lula viene dedicando esfuerzos a reconstruir una agenda compartida de intereses en América del Sur, así como al fortalecimiento del Mercosur. Sin embargo, el escenario regional de difícil diálogo pone de relieve el vigor de la Doctrina Monroe, que cumplió 200 años el año pasado. Continúa reuniendo a quienes buscan obstaculizar los procesos de integración y cooperación regionales que, apuntando a la autonomía, podrían desafiar la hegemonía norteamericana en su propio “patio trasero”.

En definitiva, cuestiones como la respuesta autoritaria a la austeridad y el aumento de las desigualdades sociales; el fortalecimiento de la matriz extractiva en medio de la competencia intercapitalista por materias primas críticas; y el orden mundial altamente polarizado, militarizado, inestable e impredecible en transición corroboran que pensar y pensar su proyecto económico, político y social son tareas esenciales y urgentes para América Latina.

*Leonardo Granate Es profesor de ciencias políticas en la UFRGS. Autor, entre otros libros, de El Estado latinoamericano: teoría e historia (expresión popular). Elhttps://amzn.to/4cJVjmC]


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