Notas totales de partículas

Juan Dávila, Amor, 1988
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por CLAUDIO DANIEL*

Comentario al libro de Sílvia Saes

Ezra Pound escribió que la poesía está más cerca de la música y las artes visuales que de la literatura. Paulo Prado, más enfáticamente, afirmó que la literatura y la filosofía son enemigas de la poesía. La distinción entre poesía y literatura es siempre un tema controvertido, pero podemos estar de acuerdo con los autores norteamericanos y brasileños en el sentido de que, en la poesía, cuyo origen más remoto es el canto, la narrativa, la presencia de los personajes, no son tan importantes. .o incluso de carácter político, filosófico, religioso, existencial o de cualquier otra índole; Lo que importa en poesía es la poesía, es decir, los sonidos, las imágenes, las formas, la materialidad del poema como cuerpo semántico (lo que nos hace pensar en una erografía o erótica poética, basada en la inserción de palabras en la piel del papel). .

Estas son sólo las referencias inmediatas que me vienen a la mente después de leer el libro de poemas. Notas totales de partículas, escrita por Sílvia Saes, obra dividida en tres partes: la primera, del mismo título, compuesta por cinco piezas numeradas con números romanos; el segundo, titulado Mientras la memoria arde; y el tercero, que tiene la rúbrica de Afecta.

Ya desde las piezas iniciales del volumen tomamos conciencia de esta materialidad semántica, no sólo a través del lenguaje sustantivo y el uso exclusivo de letras minúsculas, sin puntuación, sino también a través de la dicción concisa y la visualidad, obtenida por la espacialización de las líneas, como sucede en la pieza inicial: “dentro de una piedra / tiene otra piedra / y dentro de esta / hay otra / que también / tiene una piedra / dentro / de ella”, células verbales que fracturan el discurso sintáctico-discursivo del verso y remiten nos lleva, de manera intertextual, a la conocida piedra en medio del camino de Drummond.

El autor también utiliza, en alguna parte, el signo de paréntesis, llaves o elipsis mezclados y repetidos varias veces, sin tener ya una función gramatical, sino gráfica, a la manera de un icono, para hablar según los términos de la semiótica de Charles Peirce. En este poema también vemos algo misterioso, indefinido, enigmático, como si fuera un vacío -o varios vacíos- que debe ser llenado por la imaginación del lector, lo que nos retrotrae a la “obra abierta” de Umberto Eco.

Este poema inicial se divide en nueve secciones; el último, chocando con el conjunto, en forma de inesperado anticlímax, es un texto en prosa que de alguna manera da una clave de lectura para todo el libro: “La idea pensada como un enfoque imaginario de la razón, que proporciona una dirección, una posible unidad o significado (Kant), sigue siendo una tintura que echamos sobre las cosas. Así también inunda abismos y permite una amplia navegación”. En otros poemas de esta primera parte del volumen, el autor también inserta, al final de los poemas, pequeños textos en prosa, incluidas pequeñas narraciones, algunas con trasfondo histórico, como sucede en el texto que hace referencia al Convento de São Francisco de Paraguaçu, donde se castigaba a los africanos esclavizados, hace poco más de un siglo.

En la segunda sección del libro, Mientras el recuerdo arde, encontramos poemas con versos más extensos y determinadas fábulas, que pueden hacer referencia al recuerdo de escenas vividas por la autora o simplemente imaginadas por ella (en este caso, habríamos inventado recuerdos). Así, por ejemplo, en esta pieza: “30 de enero de 1965, alrededor de las 17 de la tarde, una mujer con rulos encuentra una foto suya con rulos y luego mira su figura, con la cabeza llena de círculos vacíos”. El tono prosaico y la temática cotidiana fácilmente podrían llevar al autor a caer en la trampa de cierta poesía reciente, en la que se lleva el desenfado al extremo, quitando a la poesía cualquier valor artístico; No es así –afortunadamente– porque Sílvia Saes sabe incorporar y transformar los más diversos elementos técnicos y temáticos que mezcla en su creativa feijoada, en la que no faltan condimentos y sabores.

Todo lo asimilado se convierte en otra cosa, por una vocación de metamorfosis, que nos liga a la lectura del libro, a medida que se nos presentan sucesivas transfiguraciones verbales. En brumadinho, por ejemplo, lo que podría ser una circunstancia trivial adquiere contornos casi expresionistas, como sucede en las líneas: “buscan a sus desaparecidos / en una patrulla loca a ciegas”, “marrón con materia muerta / el mundo en olas de limo / la boca cuenta un cuerpo más / fosa aritmética hueca”.

Finalmente, en AfectaEn la tercera y última parte del libro, el yo lírico aparece de forma más enfática, sin por ello ser narcisista; es un discurso todavía vago, enigmático y misterioso: “y cómo esto anticipó el siniestro / estertor de la montaña / (rasgando el aire) / clavado en el tronco / y yo solo fui todo materia / y sucumbí / al duración de la montaña / que no sentí el árbol / que no sentí el dolor / (sentí por ella)”. Sílvia Saes es una poeta consistente, inventiva, que domina su instrumento y fue la primera lectura poética relevante que hice en el año que comenzó.

*Claudio Daniel Es poeta, posdoctorado en Teoría de la Literatura por la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG). Autor, entre otros libros, de Cuadernos bestiales: breviario de la tragedia brasileña (Luz).

Publicado originalmente en Periódico de banquetes.

referencia


Sílvia Saes, Notas totales de partículas. Río de Janeiro, 7 Letras, 2023, 92 páginas. [https://amzn.to/48AqK1l]


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