Apuntes sobre las guerras y el pacifismo superficial

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por YURI MARTINS-FONTES*

Cuanto mayor sea el balance previo de fuerzas enfrentadas en tiempos de “paz”, menor será la audacia, los arrebatos belicosos de los más poderosos.

“No detengas un ejército que se retira a la casa; el enemigo luchará hasta la muerte. A un enemigo acorralado se le debe dejar una salida... No presiones demasiado a un enemigo desesperado” (Sun Tzu, El arte de la guerra).

Breve decálogo sobre las guerras, en tiempos de recrudecimiento bélico y pacifismo superficial. Una reflexión sobre la categoría marxista de totalidad, que es mucho más que la suma de las partes (ya que en movimiento). Y algunas sugerencias para palabras de moda menos etéreas.

 

Preámbulo sobre el presente bélico

No hay forma de entender un conflicto armado tomado por la emoción, por el sentimiento de tristeza que provocan las desgracias que siempre están presentes en cada una de sus batallas; sin profundizar en los intereses y principales fuerzas ocultas detrás de tantos títeres.

Son tiempos muy extraños en los que, en lugar de escuchar a socialistas, humanistas, “marxistas” decir al unísono “por el fin de la ofensiva de la OTAN, para que cesen los bombardeos rusos (sobre los acorralados)”, o incluso “por el derrocamiento de la Golpe de Estado ucraniano". 'naranja' y una esvástica a la vista", se escuchan purismos frenéticos, como esa despreocupación que viene resonando en ambientes asépticos: "por el fin de los bombardeos rusos y (lo antes posible) de OTAN". En esta consigna “exigente” –o tal vez un mandato divino– sólo habría que incluir algo así como “por el fin inmediato del capitalismo, los dedos en los ojos globales, y también por la extinción de todo mal e iniquidad en el universo”. – ¡y tiene lo que debe ser hoy!”.

Como demostró Karl Marx: después de la observación aislada de los diversos aspectos de los problemas sociales, que son demasiado complejos, siempre es necesario referirse a la realidad mayor, a la totalidad concreta que relaciona tales problemas. Y esta precaución debe ser aún más considerada cuando el debate involucra temas de urgencia humanitaria, ya sea el hambre, las epidemias, la destrucción del metabolismo planetario, ya sea el poder bélico y el control despótico del mundo.

 

Notas sobre las guerras

A nadie en su sano juicio le gusta o aprecia una guerra: el deseo de competitividad es uno de los aspectos patológicos del sistema capitalista;

No siempre el que da la primera bofetada es el que ataca primero -o el villano-; detrás del estallido de la guerra (en realidad), hay conflictos latentes (potenciales) y más amplios;

Si bien es sumamente compleja en sus causas, motivaciones inmediatas, posibilidades de desenlace y consecuencias futuras, ante una guerra abierta, ya iniciada entre dos frentes, sólo quedan dos caminos por recorrer: apoyar a un bando o al otro; y para un socialista, ese lado más débil, más oprimido, incluso tratándose de dos “enemigos” capitalistas [*Y contrariamente a lo que dice el Estadão, en la actualidad no hay una “elección tan difícil”];

Gritar por un empate, por la “paz de los dioses”, exigir de inmediato la humanización inmediata del milenario ser humano deshumanizado es –en el mejor de los casos– susurrar a los pájaros que vuelan;

Optar por la neutralidad, por una supuesta paz (totalmente fuera de la posibilidad de paz), absteniéndose de hacer elecciones en un conflicto expuesto, incluso con conciencia histórica de los intereses que lo componen –incluyendo a terceros directa o indirectamente involucrados en cualquiera de los frentes–, significa siempre y sólo (como bien recuerda Sartre): apoyar al más fuerte;

Fomentar la resistencia de un frágil ejército desde el exterior, sin ofrecerle condiciones reales para la victoria, sin tomar una posición clara en el estallido del enfrentamiento, sólo sirve para prolongar las escaramuzas, para profundizar al final las pérdidas de ambos adversarios, vencedores y vencidos. (incluyendo causar más daño a civiles entre fuegos) – una situación que solo interesa a terceros, otros enemigos no directamente involucrados en el conflicto actual, pero deseosos del próximo;

Cuanto mayor es el balance previo de fuerzas enfrentadas en tiempos de “paz” –la paz inestable y armada a la que se ha llamado guerra fría–, menor es la audacia, los arrebatos bélicos de los más poderosos.

Las armas mortíferas, que amenazan a la especie en su conjunto, son la mayor prueba de la derrota humana que es la actual hegemonía de la razón instrumental moderna-burguesa; mejor nunca existió; pero si existe, y sobre todo, si está en posesión de enemigos, sea que algunos enemigos de esos enemigos también las tengan; o por así decirlo: bombas, mejor no tenerlas, pero si las tienes, mejor en pareja;

Peor que el monopolio de las ideas, la prensa, la economía, las almas, el discurso sobre lo que es o no cultura y civilización, es el monopolio del poder geopolítico (ya que garantiza buena parte del resto);

Para las periferias del mundo, es mejor tener dos jefes -o poderes- temblando, brindando felices.

 

Dicho esto, ¡que se unan los corazones de los pacifistas! Pero sin ser tan superficial…

¡Por el fin de la guerra, de las guerras, de las epidemias y los desastres inducidos por la codicia! ¡Por el fin del hambre, el vil uso de la miseria como arma de guerra!

Por el cese de las atrocidades cotidianas, por una Palestina independiente e integral, sin la ignominia de una segregación racial ¡neofascista adornado con lentejuelas democráticas! ¡Por Afganistán e Irak libres, por Libia reconstruida… y Serbia-Yugoslavia!

También por el fin de las sanciones económicas, esas armas indirectas -pero tan directas- que violan las economías no alineadas en busca de autonomía: ¡por el derecho de Cuba, Venezuela, Irán a ir por caminos separados!

Y así mismo – ya que todo se puede soñar, gritar y, por qué no, poner en papel: por un Brasil libre de este maldito golpe cuyo retraso nos atormenta desde hace casi 6 décadas, y casi sin interrupciones.

Pero claro, para que las divagaciones etéreo-socialistas mantengan sus alas de cera alejadas del sol, volvamos al tema del fuego abierto, porque en la Tierra el plato también está caliente. Entonces: por el fin de los bombardeos generales, en particular, para no olvidar, de las masacres perpetradas –en este mismo momento en que se escriben estas líneas– por la OTAN e Israel ayer en Siria, en Gaza, hoy en Yemen, en ¡Somalia! Por cierto, son atrocidades más sangrientas que la que ahora estalla en Europa en caída libre, subalterna a los EE.UU., fascistizada. Sin embargo, cierta izquierda -incluida la “marxista”-, menos sensible a las civilizaciones “bárbaras” (que se dice que existen más allá del Mediterráneo) no tuvo tiempo en su agenda para observar, mientras hablaba apasionadamente de la urgente paz eurocéntrica. , en el intervalo una copa de vino de Burdeos o dos.

Socialistas de todos los campos, desde anarquistas hasta social reformistas -incluyendo a los llamados izquierdistas, anticapitalistas, humanistas o incluso partidarios de otros adjetivos más puros- ganarían en calidad interpretativa de la realidad si aprehendieran al menos una idea básica con el comunismo marxista. con el pensamiento de la praxis: la noción de totalidad, de imbricación dialéctica entre el todo y sus partes. Esas partes cuyo análisis minucioso, aunque sumamente importante, no puede ser suficiente por sí mismo, sino que debe ser remitido al todo, incluido en la comprensión del todo, para ayudar a recomponer, a partir de nuevas percepciones de los distintos aspectos de lo real. , la concepción de la totalidad concreta –y en movimiento conflictivo–, en la que estamos insertos.

En fin y en fin: por todo lo ético y bello y bueno y armonioso que puedan soñar las imaginaciones crítico-críticas, señoras de los más perfectos juicios y valores. Pero también: por todo lo que es más urgente, más terrenal, más objetivamente terrenal que lo que las colectividades prácticas menos indolentes pueden realizar, aunque con fallas. Y que algún día, con suerte, podamos hacer mejor lo necesario, lo básico, lo inevitable, y de una mejor manera. Las teorías sólo se prueban en la práctica, como dijo Marx, en su famosa y breve frase que sintetiza la filosofía de la praxis y funda efectivamente el pensamiento contemporáneo.

Por el fin de la modernidad, del cientificismo mecánico, del progreso técnico, competitivo, que, a pesar de los seres humanos, se calcula sobre la ganancia.

*Yuri Martins-Fontes Tiene un doctorado en historia de la FFLCH-USP/ Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS). autor de Marx en América: la praxis de Caio Prado y Mariátegui (Avenida).

 

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