por VALERIO ARCARIO*
El “tango” apocalíptico de Javier Milei es una versión argentina de lo que fue el bolsonarismo en Brasil, y los peligros son los mismos
“Mal desesperado, remedio heroico \ El cisma es peor que una enfermedad”
(Refranes populares portugueses).
1.
El crecimiento de la ultraderecha no es un fenómeno nacional, es global. Tienen particularidades en cada país, pero el ascenso del neofascismo es global. El “tango” apocalíptico de Javier Milei es una versión argentina de lo que fue el bolsonarismo en Brasil, y los peligros son los mismos.
Hay al menos cuatro factores estructurales:
(a) la extrema derecha ganó influencia porque hay desesperación social, y el programa de choque ultrarradical tiene una base social que, aun siendo minoritaria, logra atraer a la mayoría; (b) la sociedad está fracturada por un estancamiento económico que divide a la burguesía, aumenta la pobreza, interrumpe la movilidad social, acelera la desigualdad social, radicaliza a las clases medias y desmoraliza a los trabajadores;
(c) “una estrategia de neoliberalismo” con descuentos lleva a la izquierda al abismo, porque las vidas de las grandes masas no pueden mejorar y la paciencia tiene límites, abriendo el camino a una derrota histórica; (d) el péndulo de la disputa ideológico-cultural inclinado hacia la derecha debido al público reaccionario de exaltadas ideas nacionalistas, sexistas atávicas, racistas xenófobas, homofóbicas retrógradas, etc.
2.
El catastrófico desempeño de Sergio Massa sugiere que el peronismo cometió un error fatal de estrategia política al descartar a Cristina Kirchner. Cristina Kirchner, representante del kirchnerismo, era la única candidatura que podía ilusionar y, tal vez, movilizar a la base social popular, precisamente porque se diferenciaba del camino elegido por la presidencia de Alberto Fernández, representado por Sergio Massa. Sin la “pasión” política que pudo despertar Cristina Kirchner, era imposible enfrentar la abrumadora ola de radicalización extremista.
Apuestan a que Patricia Bullrich sería la principal enemiga. Cometieron el error de “groseros”. Subestimaron a Javier Milei hasta que, en las PASO, se confirmó que Patrícia Bullrich, con el apoyo de Mauricio Macri, no era la favorita. La representación de la derecha quedó pulverizada por el ascenso volcánico de la candidatura de extrema derecha, que obtuvo un 30%. En la segunda vuelta, Javier Milei atrajo el voto de Juntos por el cambio al hacer gestiones con Mauricio Macri y Patricia Bullrich.
3.
¿Era imposible derrotar a Javier Milei? No, no hay fatalismos en la lucha política. Quienes piensan lo contrario abrazan una “teorización” que resulta en desmoralización. La conquista del poder por una dirección de extrema derecha era sólo una de las hipótesis en el campo de posibilidades. En cuestiones de balance, los cálculos contrafactuales son inevitables. Son peligrosos, pero posibles, si consideramos con lucidez las variables más importantes.
El gobierno de Alberto Fernández tomó decisiones serias y tuvieron consecuencias. Aceptó las condiciones usurpadoras impuestas por el FMI en las negociaciones de préstamos realizadas durante la administración de Mauricio Macri. No pude haber aceptado y seguir otro camino. Otra estrategia precipitaría rupturas con el centro político de la clase dominante argentina. Sería inevitable buscar la movilización popular para garantizar el apoyo.
Romper relaciones con el FMI, aumentar el salario mínimo, impulsar un plan de emergencia de obras públicas, implementar impuestos a las grandes fortunas, congelar los precios de productos de primera necesidad y otras medidas eran posibles. Sería una respuesta valiente a una creciente fractura social que estaba moviendo a sectores de las clases medias y de las masas populares hacia la derecha. No lo hizo. Fue fatal.
4.
La victoria de Javier Milei representa, en sí misma, un cambio dramáticamente desfavorable en la relación de fuerzas políticas, y sugiere que la relación de fuerzas sociales ya había empeorado mucho antes. No se debe subestimar la fuerza de los movimientos sociales en Argentina. Pero la derrota de Sergio Massa, incluso en regiones urbanas con concentración popular, aún más grave si consideramos que la votación tuvo una alta participación, y el voto de blancos y nulos fue marginal, parece indicar una pérdida de autoridad político-social.
La influencia de los sindicatos, o movimientos populares de trabajadores desempleados, de los derechos humanos, de las feministas, de la educación popular, de la defensa de la salud pública, de la resistencia contra la privatización y la desnacionalización no están intactas. Esto significa que seguramente habrá muchos combates. Pero tendrán lugar en condiciones mucho, mucho peores que antes. Bloquear el ajuste de choque que el gobierno de Javier Milei declarará como una guerra contrarrevolucionaria despiadada será un desafío titánico. La táctica del Frente Único, que sólo es posible en la unidad de acción con el peronismo, será, más que nunca, la clave para abrir el camino a la victoria, como fue posible contra Jair Bolsonaro.
5.
La mayoría de la izquierda socialista argentina está agrupada en el FIT-U. Merecen el respeto de todas las fuerzas anticapitalistas a escala internacional. Los cuatro partidos FIT-U se encuentran entre las organizaciones revolucionarias más grandes de América Latina. El PTS y el Partido Obrero están entre los diez más grandes del mundo. Tienen una larga y heroica historia de luchas. Por tanto, inmensas responsabilidades. Sabrán mucho más que nosotros sobre las condiciones en las que tuvieron que posicionarse. Conocen su país y su gente mejor que cualquiera de nosotros.
Pero eso no debería impedirnos decir que parecen haber subestimado el peligro que representa Milei. Lamentablemente, en este error siguieron el camino de la mayoría de la izquierda brasileña, incluso entre la izquierda radical, frente a Jair Bolsonaro. También en Brasil, todavía en 2018, fue impresionante la polémica necesaria para advertir que un neofascista era el favorito en las elecciones. Peor aún, algunas tendencias defendieron el voto nulo en la segunda vuelta entre Lula y Jair Bolsonaro en 2022.
La decisión de neutralidad en el momento “trágico” de este 19 de noviembre, con excepción de Isquierda Socialista y el MST, fue inexplicable. Declarar una votación no significaba apoyo político. Votar por Sergio Massa contra Javier Milei, explicando que era un gesto táctico, sólo significó unir a los revolucionarios con la elección de la abrumadora mayoría de los mejores luchadores del pueblo. Al votar por Sergio Massa no seguimos al peronismo, simplemente no rompimos con los trabajadores y oprimidos que usaron su voto contra Javier Milei.
* Valerio Arcario es profesor jubilado de historia en el IFSP. Autor, entre otros libros, de Nadie dijo que sería facíl (boitempo). Elhttps://amzn.to/3OWSRAc]
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