Por André Singer*
El paquete de medidas económicas
El gobierno envió tres propuestas de enmiendas a la Constitución al Senado. Uno llamado “pacto federativo”, otro sobre la “emergencia fiscal”, y el tercero referido a lo que el gobierno llama “fondos públicos”.
Cada una de estas propuestas contiene medidas bastante audaces. En el caso del pacto federativo, se prevé la fusión de municipios con menos de cinco mil habitantes cuya recaudación sea inferior al 10% de los ingresos totales de ese municipio. Se estima que esta medida puede llegar hasta a mil municipios, los cuales quedan así sujetos a desaparición.
En caso de emergencia fiscal, se autoriza la reducción de salarios y horas de los servidores públicos. En cuanto a los fondos públicos, el gobierno propone extinguir 248 fondos, incluido el Fundo de Amparo ao Trabalhador (FAT), que destina recursos para seguro de desempleo y bonos salariales.
El contenido sustantivo de estas medidas debe ser objeto de un debate con contornos principalmente económicos. Desde un punto de vista político, cabe destacar el contexto en el que se enviaron estas medidas.
El paquete fue remitido en momentos en que la noticia estaba siendo ocupada por una serie de intensas polémicas, comenzando con la mención del nombre del Presidente de la República en una investigación por el caso del asesinato de la concejala Marielle Franco. Posteriormente, el Ministerio Público de Río de Janeiro atestiguó que la mención de su nombre era impropia.
Posteriormente, sin embargo, hubo una declaración grandilocuente de uno de los hijos del presidente defendiendo la reedición de AI5. Esto provocó un repudio generalizado por parte de las fuerzas políticas, el presidente de la Cámara, el presidente del Senado, miembros del STF, el presidente de la OAB, etc. A raíz de esta secuencia de hechos políticos, surgió este paquete, que parece configurar una suerte de respuesta al desgaste producido por la noticia.
El perfil del gobierno es bastante radical y ha sido objeto de críticas por parte de quienes ven en él una tendencia autoritaria. Al enviar este paquete es como si el gobierno dijera: “estamos proponiendo cambios, como esta reforma del Estado. Cualquiera que esté de acuerdo con los lineamientos de estas medidas debe apoyar al gobierno”.
Considero poco probable que este paquete sea aprobado por el Congreso. Es demasiado radical. Además, no hubo suficiente preparación para obtener apoyo parlamentario para estas medidas, como ocurrió en el caso de la reforma de las pensiones. Allí se trataba de un tema que ya había sido debatido durante mucho tiempo y había sido presentado, de alguna forma, varias veces. Así, el gobierno de Bolsonaro acabó adoptando una propuesta que existía desde hacía tiempo.
En el caso del paquete en cuestión, es algo nuevo. Hay aquí una tendencia, un movimiento hacia el desmantelamiento del Estado. Hablan de reforma, pero en la práctica es un desmantelamiento del Estado. Es importante señalar, sin embargo, desde el punto de vista político, que se trata de una maniobra, de un intento de oponerse a esta ola de erosión.
La crisis en Bolivia
Todo indica que Evo Morales fue derrocado por un golpe de Estado. Muchos argumentan que, un momento antes de las elecciones, el propio Evo Morales no aceptó el resultado de un referéndum, lo que complica la situación. Sin entrar en esa discusión, el hecho es que en el momento en que había un gobierno establecido, había un proceso electoral en marcha. El resultado de la elección fue cuestionado. Mientras se discutía este proceso, el gobierno fue derrocado.
Se hace muy notorio que la democracia corre serios riesgos en todo el mundo y también en América del Sur, como lo demuestran los hechos de Bolivia. Estamos ante una crisis mundial de la democracia. En la literatura de ciencia política esto está bien establecido. Lo que se discute es la intensidad de estos riesgos.
Lo que está pasando en Bolivia no deja de ser preocupante porque, si bien Brasil y Bolivia son países de distinta estatura, es un acontecimiento al que Brasil no es del todo inmune. No estoy profetizando que esto sucederá en el país. Obviamente espero que esto no suceda y, sobre todo, estamos luchando para que nada similar suceda en Brasil.
La principal garantía de que no se produzcan hechos de este tipo, de que se rompan las democracias, es la vigilancia de la opinión pública, de la sociedad. La sociedad necesita permanecer alerta ante los riesgos que corre la democracia. Este es un requisito previo indispensable para cualquiera que quiera evitar que situaciones como esta ocurran en otros lugares, y especialmente en Brasil.
El nuevo partido del presidente Bolsonaro
El anuncio hecho por el presidente de su desafiliación del partido político por el que fue electo y la creación de un nuevo partido constituye una novedad.
El modelo de presidencialismo brasileño, que podemos llamar hiperpresidencialismo, garantiza al Presidente de la República, aunque esté en proceso de desgaste, una fuerte capacidad para construir nuevas o renovar viejas siglas.
En relación a esta sigla que aparece por iniciativa del presidente Bolsonaro, vale la pena señalar dos cosas.
En primer lugar, me atrevería a decir que la similitud de nombres entre el nuevo partido, Aliança pelo Brasil, y el partido que se constituyó como brazo político de la dictadura militar, la Alianza para la Renovación Nacional (Arena), no es casualidad.
Es un hecho público que tanto el presidente como su familia son admiradores del régimen militar. No es difícil suponer que la Arena sirvió de inspiración y que, por tanto, una ideología cercana a la ideología que sustentó el régimen militar en Brasil tiende a ser la seña de identidad de este nuevo partido dentro del espectro político.
Un segundo punto a destacar es que la experiencia de diferentes presidentes con sus partidos de apoyo es diversa. El ingreso del expresidente José Sarney al MDB (fue el último presidente de la ex Arena) alteró significativamente el carácter del MDB. El expresidente Fernando Henrique Cardoso, a pesar de haber obtenido altos índices de aprobación en el momento en que el Plan Real domó la inflación, no pudo trasladar esa popularidad al PSDB. El ex presidente Lula, finalmente, logró que el PT, que ya era un partido fuerte incluso antes de ganar la Presidencia de la República, adquiriera más arraigo en el país.
La respuesta a la pregunta sobre la posibilidad de que el presidente Bolsonaro tenga éxito en esta empresa dependerá de su habilidad política e incluso de su compromiso. La construcción de un partido no se limita a la creación de una nueva sigla, es algo que demanda mucho trabajo.
Por otro lado, este partido está naciendo con un sesgo extremo. Es una escisión del actual partido del presidente, el PSL, y uno tiene la impresión de que es una escisión muy centrada en la familia Bolsonaro, con una orientación más derechista.
En Ciencias Políticas es muy arriesgado hacer predicciones, por lo general nuestras predicciones no se confirman. Pero, desde ese ángulo, observando estos puntos, las posibilidades de que la Alianza por Brasil se convierta en un gran partido parecen restringidas. No es posible decir que esto no sucederá, pero la forma en que lo inicia es una tarea relativamente difícil.
* André Singer Es profesor del Departamento de Ciencias Políticas de la USP. Texto basado en entrevistas concedidas a Rádio USP