por LUIZ RENATO MARTÍN*
Comentarios sobre el libro de Robert Linhart, Le Sucre et la Faim
Cuarenta y tres años después de su primera publicación, que Le Sucre et la Faim nos revela en el momento de su primera edición en inglés?[i]
¿En qué consistía su originalidad crítica en 1980? Con un ritmo intrigante y un contenido sorprendentemente visual, la investigación de Linhart apuntó a la determinación recíproca entre la expansión del monocultivo azucarero y el fenómeno del hambre masiva como producto capitalista; por tanto, como algo moderno, racional y funcional para la lógica reproductiva del capital.
Recordemos: el cultivo de la caña de azúcar en territorio colonial
Los portugueses surgieron como una empresa moderna, el segmento orientado a la exportación de una economía esclavista. Como laboratorio, también se dotó de técnicas y prácticas que no existían en el contexto europeo de comunas y gremios que luchaban celosa y enérgicamente por sus propios derechos y poderes, como lo demuestra el movimiento de ciompi, en junio-agosto de 1378, en Florencia.[ii]
En cambio, la producción de valor alcanzó un nuevo nivel en la nueva y avanzada frontera del capitalismo mercantil, comenzando con los latifundios coloniales que implicaron una asociación orgánica con la trata de esclavos. Pronto surgieron nuevas formas y técnicas, optimizadas en términos productivos: surgidas de la violencia y del bajo coste de las relaciones laborales, disociadas de las relaciones humanas y sociales, se destinaron exclusivamente a la producción de excedentes para la exportación.[iii]
En territorio colonial, el nuevo modo productivo llevó a la desorganización de los variados usos de la economía de recaudación y de subsistencia, entre otros hechos. Así, se generalizó la escasez de alimentos diarios y el hambre, resultado de la desorganización de la producción básica que antes servía a la autoconservación de las poblaciones nativas, alcanzando incluso a grupos vinculados a los colonizadores.
La violencia y el hambre, el expolio y la deshumanización constituyeron los ingredientes básicos de la plantación destinada a producir excedentes destinados al comercio europeo. Sin embargo, el foco de la investigación de Linhart va más allá de la reconstrucción del esquema sintético de las interacciones regulares entre conquistadores y conquistados en el curso del ciclo inicial de saqueo, saqueo y ataques sorpresa. Más bien, el objetivo es señalar que la articulación decisiva y original entre monocultivo y hambre masiva tomó una escala sin precedentes –esta vez planificada– a partir de las nuevas medidas impuestas por la dictadura cívico-militar desde abril de 1964, y, más aún, así, tras el Acto Institucional núm. 5, decretado el 13 de diciembre de 1968, que intensificó el poder represivo de la dictadura cívico-militar contra las organizaciones obreras y la oposición en general.
La conexión lógica y estructural entre el nuevo modo de producción implementado a mediados del siglo XVI y el salto productivo posterior al golpe de 16 permite al lector advertir la persistencia de rasgos básicos del colonialismo y la esclavitud, bajo otro nombre, pero como vínculos esenciales del desarrollo. de la agroindustria azucarera. Las huellas pronto se agravaron en el nuevo horizonte abierto por la producción intensiva de etanol unida a la expansión de la industria del automóvil. Esto fue llevado por el régimen militar a un nivel de producción y rentabilidad que dio a las megasucursales brasileñas de VW y Fiat mayor magnitud que sus sedes europeas.
En este contexto destacan dos aspectos:
1. La atención a la persistencia y el empeoramiento de disparidades esenciales en la esclavitud y el colonialismo para engendrar un nuevo salto productivo coloca el ensayo de Linhart entre el conjunto de estudios (básicamente latinoamericanos, pero no sólo) que introdujeron el concepto de sobreexplotación en el debate internacional;
2. En línea con el análisis de la sobreexplotación como base de un nuevo ciclo productivo, el examen detallado de las medidas y prácticas modernizadoras en la agroindustria de la caña de azúcar, realizado por Robert Linhart y el fotógrafo François Manceaux, sitúa Le Sucre et la Faim como una de las investigaciones precursoras, en 1980, del nuevo salto capitalista que, desplegándose e intensificando a escala sistémica, se implementará globalmente.
Específicamente, ¿cuáles fueron los primeros pasos –monstruosos al principio– de lo que se ha dado en llamar, más recientemente, la “nueva razón del mundo”?[iv] En primer lugar, el expolio del acceso a la tierra, es decir, a los medios de producción de la agricultura familiar, y también al derecho esencial a la vivienda.
Así, antes del golpe de 1964, los trabajadores del latifundio y sus familias vivían en casas austeras y pequeñas, pero rodeadas de una pequeña porción de tierra donde practicaban cultivos familiares de agricultura de subsistencia, sin título de propiedad, pero según costumbres ancestrales permitidas dentro de las tierras. de grandes plantaciones. Después del golpe de 1964, y especialmente a partir de AI-5, los campesinos fueron expulsados de sus hogares por el gran terrateniente, que así amplió su superficie para el monocultivo.
Iniciado en la región donde se habían organizado las llamadas Ligas Campesinas antes de 1964, aplastadas por una feroz represión después del golpe, el proceso de saqueo del acceso a la tierra, revisado a través de los ojos de Linhart y Manceaux, puede verse hoy como un primer paso. laboratorio del extenso proceso de confiscación de bienes y derechos básicos de los trabajadores, llevado a cabo a escala global en las décadas siguientes, para culminar con la extinción del Estado de Bienestar (donde había existido). De una forma u otra, el alcance del proceso abarcó no sólo la realidad de las economías europeas, sino que también liquidó el papel simbólico global del Estado de Bienestar como un aspecto del desarrollo, ahora considerado disfuncional, en la nueva clave del capitalismo sistémico.
Desplazados, los trabajadores no tuvieron otra opción que instalarse con medios temporales y precarios, y por su cuenta, en la periferia urbana. En ellos, camiones de contratistas llegan cada mañana para recoger aleatoriamente la mano de obra disponible, como en un acto de recogida extractiva. Absolutamente precarios, sin ningún tipo de seguridad, garantía o prestación de beneficios y facilidades de trabajo, estos trabajadores sin hogar pasarían a ser denominados comúnmente como “flotadores fríos” por la forma en que ingieren, de manera apresurada y brusca, sin siquiera calentarlas, las precarias y miserables comidas caseras que llevan en las loncheras en las que comen, sentados en el suelo, en medio de intensos y agotadores viajes, más allá toda la descripción.
La forma de trabajar prácticamente forzada sólo empeoró las cosas. Informes recientes muestran a los trabajadores de la zafra, obligados a asumir el estatus ficticio de microempresarios autónomos, que toman drogas para aumentar la producción diaria, en función de cuyo peso y contabilidad les pagan según una forma de producción extremadamente siniestra y actualizada. stalino-estajanovista, al servicio (ahora como antes) de la causa de la modernización tardía y acelerada. Dejo de lado los signos conmovedores, captados con práctica artística y rigor crítico en el libro, para resaltar sólo el juicio del nutricionista Dr. Nelson Chaves, entrevistado por Linhart, de que los trabajadores días fríos Hoy comen menos y peor que los esclavos.
De hecho, el hambre crónica o la desnutrición por alimentos procesados y la falta de higiene se han convertido en condiciones permanentes de la forma en que las familias campesinas migrantes se amontonan en las periferias urbanas, como herramientas dejadas en cobertizos o almacenes. Van acompañadas de una procesión de enfermedades y dolencias crónicas y letales, incluida la diarrea, que es mortal para los niños.
En el modo narrativo del ensayo que articula la producción de excedentes y el hambre masiva, dos constructos son inseparables: alcance histórico, rigor crítico y aptitud perceptual y plástica para captar y generar conciencia. A través de su forma híbrida, tanto en el atractivo sensitivo instantáneo como en el poder de condensar reflexivamente formas de larga duración histórica, ambos operan fácilmente y de manera combinada, como imagen y pensamiento, en el molde de lo que Walter Benjamin llamó Denkbild.
Linhart aprendió estos dos constructos visuales a partir de consultas y diálogos con interlocutores brasileños. Así, ambos derivan directamente del diálogo y la inmersión en la cultura crítica de intelligentsia que conforman el modo investigativo de Linhart. Tales construcciones son las metáforas del “campo de concentración” y de la “bomba nuclear”.
Cabe señalar en este sentido que, si la narrativa en tal operación logró cortocircuitar saltos productivos con cuatro siglos de diferencia, fue resaltando, con tales constructos, la persistencia de huellas de esclavitud y colonialismo, sintetizadas con modernidad avanzada y internacionalizado. De esta manera, las imágenes-pensamiento utilizadas en la narración nos permiten combinar sintéticamente el remoto interior rural de Pernambuco, a primera vista atrasado y provinciano, con dos dispositivos forjados en economías prósperas y tecnológicamente avanzadas: el campo de concentración y la bomba nuclear.
Así obtenida en el flujo narrativo mismo, la condensación crítico-investigativa es única y rara vez se logra en otras obras de arte y reflexión modernas. Abarcando un arco de cuatro siglos en términos de temporalidad, aparece la conexión lógica entre las prácticas de esclavitud y colonialismo y la necroindustria de la muerte, responsable de los “siniestros inventos” de la muerte masiva en las cámaras de gas y, poco después, de la bomba nuclear. En efecto, los dos inventos, aunque producidos por países en el momento de la guerra, fueron combinados recíprocamente por ambos, dependiendo de propósitos genocidas, prácticas de producción avanzadas, desarrollos de laboratorio, tecnología y formas de organización industrial. En este sentido, constituyeron una y otra manifestación del progreso entendido unilateralmente, como es común en el capitalismo, un proceso de pura sofisticación tecnológica, desprovisto de cualquier dimensión democrática y ética.
Desde un punto de vista histórico y crítico-reflexivo, Linhart tiene cuidado de arraigarlas como formas originadas en el debate brasileño, al mismo tiempo que articula las dos metáforas maximalistas, una con la otra. El primero de ellos, el campo de concentracion, proviene de un libro de Francisco Julião (1915-1999), abogado y fundador de las Ligas Campesinas,[V] y también un diputado acusado y encarcelado por el régimen cívico-militar. Julião utiliza la metáfora del campo de concentración en su libro Cambão: La cara oculta de Brasil,[VI] para evocar el círculo de hierro en el que los habitantes del noreste se encuentran encerrados e inexorablemente condenados a una muerte lenta y programada por hambre crónica.
La segunda figura mencionada es la de bomba sucia, para descubrir el efecto del hambre masiva. La metáfora, tomada de un poema de Ferreira Gullar (1930-2016) con el mismo título, alude al flagelo patológico de la diarrea desencadenada en el cuerpo corroído por la forma crónica. En el debate brasileño, ambas metáforas fueron utilizadas por los autores para referirse a situaciones del Nordeste brasileño. El Nordeste: para el oyente europeo o para aquellos que no están familiarizados con las disparidades de Brasil, una especie de Mediodía Brasil – es la región de síntesis que encarna y expone en sus dramáticos contrastes el carácter estructuralmente excluyente y desigual del proceso de modernización tardía implementado en Brasil. Linhart, con su propia experiencia como alguien que tuvo abuelos que fueron víctimas de campos de exterminio, pudo distinguir características en el impacto de la enfermedad en los habitantes del noreste que eran equivalentes a las observadas en las víctimas de los campos nazis (o, cabe señalar, hoy en el gueto de Gaza).
De manera similar, la figura de la bomba nuclear, tal como se utiliza en la poesía de Gullar,[Vii] evoca un holocausto, desde el punto de vista de alguien que es el objetivo de una operación genocida, lanzada indiscriminada e irrevocablemente, como un flagelo, contra una masa de gente (como es el caso hoy contra los palestinos). Sin embargo, el diseño y la ejecución del genocidio son, en Le Sucre et la Faim, léase como planificación de clases. En otras palabras, como medidas previstas a favor de los grandes latifundios, no sólo para suprimir y borrar la experiencia política y organizativa de las Ligas Campesinas en el período anterior a 1964, sino para aumentar y perpetuar la explotación, eliminando toda resistencia mediante la difusión previa. de extrema inseguridad en relación con las necesidades básicas y los derechos a la alimentación, la vivienda, la salud, la higiene y la dignidad.
En resumen, al actuar como recursos críticos de inteligencia, tales construcciones inducen una reflexión histórica y dialéctica a través de la condensación de formas históricas con distintas temporalidades y orígenes geográficos: lo avanzado y lo atrasado, lo moderno y lo arcaico, etc. Sin embargo, quedarían esquemas meramente formales y vacíos si no estuvieran al mismo tiempo avivados, en términos materialistas, por descripciones visuales, obtenidas mediante procedimientos narrativos verdaderamente cinematográficos. De esta manera, la medición de escenas y aspectos de los procesos reales de explotación y opresión de clases adquiere un vigor raro y sin precedentes debido a la síntesis de dos modos narrativos: el sensitivo y el crítico-reflexivo.
Por tanto, insistiré aquí en el papel constitutivo de sus prácticas estéticas, es decir, en el contenido eminentemente visual y crítico de su narrativa. Un agudo sentido del montaje organiza el conjunto, alternando la visión cercana y lejana y disciplinando cadenas de secuencias, a veces desplegándose en largos planos continuos, a veces dando lugar a cortes diegéticos abruptos, que transportan el hilo de la trama a otro contexto temporal o espacial. . Pero esto no significa que se pierda el hilo conductor, ya que en tales cortes se acentúa la intensidad reflectante.
Esto ocurre, por ejemplo, en el capítulo “Volta ao Recife” (Regreso a Recife), cuando uno de viaje centrándose en el paisaje – desde las ventanillas de un automóvil en marcha en dirección a Recife – describe la secuencia de las hojas onduladas de la plantación, vistas como tallos de caña de azúcar que se suceden en serie. Mientras tanto, el mar de cañaverales se ve interrumpido visualmente, aquí y allá, por dos o tres tipos de manchas (zonas marrones, huellas de incendios, pero también, con menor frecuencia, por restos aislados de bosques tropicales) y, también, por un tercero y lineal: surcos rojos que muestran la tierra desnuda, exponiendo los caminos del flujo de producción (en menos de media docena de líneas, esta secuencia alterna de imágenes resume visualmente una historia de varios siglos de propiedad de la tierra, en forma de grandes propiedades destinadas para el monocultivo, el uso nocivo y precario de los incendios como medio para preparar la próxima cosecha, la apertura de territorios productivos mediante la devastación ambiental).
En resumen, la investigación de Linhart y Manceaux es muy valiosa como documento de época, que marca un giro histórico en el capitalismo, comprobado incluso antes del sangriento experimento en Chile, produciendo un prototipo del modelo económico neoliberal. Al mismo tiempo, por su construcción estética e histórica, Le Sucre et la Faim se muestra capaz de resaltar las contradicciones presentadas en estado de instantaneidad, por tanto, vivas y ardientes en la medida en que se condensan como cuestión de reflexión histórica, cuando aparecen sintetizadas con otras temporalidades y nexos.
Entonces, ¿cómo no notarlo en el germen, en las muestras de la nueva barbarie recogidas y examinadas en Le Sucre et la Faim, que las imágenes de las trágicas migraciones de poblaciones desesperadas –desesperadas por abandonar su Campos de concentración en que se han transformado sus regiones de origen- ¿contribuyen decisivamente a la restricción de las demandas salariales, dondequiera que se encuentren? En efecto, mientras el capitalismo tenga el gas y el poder para promover globalmente, en lugares estratégicos, su Campos de concentración – por la exhibición global del aterrador poder del hambre masiva y el espectro de las pandemias crónicas – la compresión de los salarios y la concentración del capital continuarán; tanto como, como advierte Linhart, “la inmensa podredumbre” (el inmenso derramamiento) de todo y de todos.
¿Qué más tenemos que perder?
* Luis Renato Martín Es profesor-orientador del PPG en Artes Visuales (ECA-USP). Autor, entre otros libros, de La conspiración del arte moderno (Haymamercado/HMBS). [https://amzn.to/46E7tud]
texto de la obra “Primeras notas sobre el infierno contemporáneo”, presentado el 10.11.2023/20/XNUMX en el panel “Despojo, migración y hambre moderna” (Ana Paula Pacheco, Bruna Della Torre, Luiz Renato Martins), XX Congreso Anual de Materialismo Histórico, El costo de la vida: opresión, explotación y lucha en tiempos de monstruos (09-12.11.2023), SOAS, Univ. de Londres, Londres.
referencia
Robert LINHART, Le Sucre et la Faim: Enquête dans les Régions Sucrières du Nord-Est Brésilien, Les ediciones de Minuit, París, 1980; ed. hermano: Azúcar y Hambre – Investigación en las Regiones Azucareras del Nordeste de Brasil, trad. J. Silveira, Río de Janeiro, Paz e Terra, 1981.
Notas
[i] Ver El azúcar y el hambre: una investigación sobre las regiones azucareras del noreste de Brasil, que incluye “Tercer Mundo, Investigaciones, Análisis Social: Una entrevista con Robert Linhart por Jean Copans, 2 de junio de 1980”, fotografías de François Manceaux y el epílogo: “43 años después: La relevancia de El azúcar y el hambre”de Luiz Renato Martins, trad. por John M. Floyd (Linhart y Copans) y Emilio Sauri (Martins), Helsinki, Rab-Rab Press, 2023.
[ii] Véase Lincoln SECCO, “A Proletarian Revolt”, en La tierra es redonda, 31.08.2020.
[iii] “Si vamos a la esencia de nuestra formación, veremos que en realidad fuimos formados para suministrar azúcar, tabaco, algunos otros rubros; más tarde oro y diamantes; luego algodón y luego café, para el comercio europeo. Nada más que esto”. Ver Caio PRADO Jr., Formación del Brasil contemporáneo: colonia, São Paulo, Brasiliense/ Publifolha, 2000, p. 20
[iv] Véase Pierre DARDOT y Christian LAVAL, La nueva razón del mundo: ensayo sobre la sociedad neoliberal, París, Éditions La Découverte, 2010.
[V] Ver, sobre las Ligas, Francisco JULIÃO, ¿Qué son las Ligas Campesinas?, Río de Janeiro, Cadernos do Povo Brasileiro/ Editora Civilização Brasileira, 1962.
[VI] Ver Francisco JULIÃO, Cambão (Le Joug): El rostro Cachée du Brésil, trad. Anny Meyer, París, ediciones François Maspero, 1968, p. 88.
[Vii] Ver Ferreira GULLAR, “La bomba sucia” [ 1975 ], en Hacia la noche rápida [1975], pref. Armando Freitas Filho, São Paulo, Companhia das Letras, 2018.
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