por FERNANDO NOGUEIRA DE COSTA*
Aquellos que temen las cargas fiscales progresivas vuelven a la narrativa de cuento de hadas de confianza diseñada para frustrar cualquier estímulo fiscal adicional.
El discurso fiscalista-conservador sobre el déficit presupuestario siempre es pronunciado por “observadores de bonos”, creyentes en el “hada de la confianza”. Si el gobierno no recorta su gasto, para evitar el déficit, los guardianes de la deuda pública amenazan con huir al dólar, forzando la suba de las tasas de interés. Pero si recorta todos los gastos (excepto la carga financiera), el “hada de la confianza” lo recompensará estimulando el gasto privado para llenar el vacío del gasto público.
El clásico cuento de hadas de la Bella Durmiente está lleno de significado. La figura del padre, por ejemplo, está ligada a la imagen del protector de la hija de todo mal, aunque esta tarea resulte imposible. Ellos son los "observadores de títulos" que protegen a la Nación...
La hechicera, por otro lado, personifica la venganza y el deseo de devolver el daño que se le ha hecho. Representa a los especuladores que huyen hacia el dólar, a pesar de que este riesgo de tipo de cambio es mucho mayor que el riesgo soberano de los títulos de deuda pública, y pagan menos.
La princesa, es decir, la nación, es la mayor víctima del hechizo, solo se salva gracias a un valiente príncipe, naturalmente, el mercado. Este ser omnipresente, omnisciente y omnipotente nos advierte: debemos ser resilientes y buscar todo lo deseado, individualmente, a pesar de que muchos otros lo han intentado y fracasado en esta codiciosa ambición.
La protagonista, la deuda pública, tiene las características de una mujer pasiva, siempre a la espera de ser liberada por una figura masculina: el mercado. Este cliché se repite en las diversas versiones del cuento de hadas, generando algunas críticas por parte de los partidarios de la agenda identitaria contemporánea.
Sin embargo, los observadores críticos dicen: recortar un déficit público, en una crisis recesiva, nunca puede traer una recuperación. La retórica conservadora-fiscalista puede impedir que se adopte una buena política desarrollista, pero no puede impedir que tenga éxito si se contradice su prédica. Sobre todo, los neoliberales no pueden hacer que la mala política funcione, como se demostró de 2019 a 2022.
Un viejo argumento, utilizado de forma recurrente por los observadores de bonos vigilantes, es que las expectativas adversas afectarían los resultados de una política, no solo las posibilidades de su adopción. Si la gente piensa que la deuda del gobierno es simplemente con impuestos diferidos, ahorraría más para pagar los impuestos futuros previstos.
Esta reinterpretación neoclásica con expectativa racional se conoce como “equivalencia ricardiana”: si el gobierno sube los impuestos, los contribuyentes los pagan inmediatamente; si el gobierno emite bonos del gobierno, los contribuyentes anticipan tener que pagar más impuestos en el futuro para redimir esa deuda. Próximamente, habrá una caída inmediata de la renta disponible, ya que habrá un recorte del gasto privado para aumentar el ahorro y poder pagar impuestos más tarde. Puedes creer…
El error de esta línea de pensamiento es proyectar a todos los agentes económicos a la razón, erróneamente, como los economistas neoclásicos… ¡La confianza en el equilibrio de las finanzas públicas guiaría todas las decisiones económico-financieras!
¿Afecta el factor confianza a todas las decisiones? Entonces, ¿afecta el resultado de las decisiones? Racionalmente, la confianza no puede hacer que una mala política económica tenga buenos resultados, y la falta de ella no puede hacer que una buena política tenga malos resultados...
La economía de la confianza no es una teoría económica, sino un supuesto proceso de vinculación social. Esta noción de Economía es una especie de comunicación obligatoria, que impone colectivamente ciertas formas de producir y consumir bienes y servicios a través del intercambio de expectativas uniformes. Presupone (sin prueba) este cambio en la regulación de los lazos sociales en el modo de vida actual.
Convierte la economía en psicología colectiva. Un buen estado de confianza no incita a los agentes económicos a estar en guardia ante los imprevistos. Cuando se produce un período de desconfianza, los inversores se vuelven inseguros y asustadizos, lo que acentúa las compras y ventas tempranas. Actuarían uniformemente en comportamiento de manada.
El “estado de confianza en la independencia del Banco Central” se refiere a su capacidad para provocar una brutal recesión punitiva a quienes dudan de su credibilidad en el cumplimiento de la meta de inflación. Si el Banco Central retira el apoyo de los prestamistas como último recurso, genera un colapso en la confianza en los bancos y corridas bancarias.
La confianza en los precios de los activos requiere la ausencia de volatilidad en las tasas de interés y las condiciones crediticias generales. Después de todo, el crédito es la confianza para recuperar el dinero prestado. ¡Esta palabra mágica califica al hada de la confianza!
La literatura teórica novoclásica lo resume todo en credibilidad. Sería el grado de confianza del público en que se ha producido un cambio dado en la política cuando, de hecho, tal cambio realmente se ha producido. '¿acaso tú? ¡El idealismo reinaría contra el materialismo!
¡En gran depresión, gobierno, venga tu reino! En cuanto a la flexibilización monetaria, el gobierno, por confianza en su reputación, adopta la austeridad: liquidación acelerada de los déficits presupuestarios mediante recortes en el gasto social, no financiero.
Aquellos que temen aumentar la carga fiscal progresiva vuelven a la narrativa de cuento de hadas de la confianza, diseñada para evitar cualquier estímulo fiscal adicional. La crisis fue creada por la extravagancia fiscal, insisten los temerosos de los dioses del mercado, y por lo tanto solo podía curarse mediante la austeridad fiscal.
No se trata de austeridad, se trata de gastar en los pobres, no de intereses en los ricos. Esos deben ser cortados, porque son la verdadera causa del problema.
El beabá keynesiano reza: recortar el déficit público en una crisis es una mala política. Una mayor recaudación de impuestos con la reanudación del crecimiento de los ingresos es mejor.
Pero los vigilantes de los bonos mantienen su prédica de curación sobre la base de la austeridad fiscal. ¡Solo la creencia de que el hada de la confianza con su varita mágica es capaz de hacer magia garantizará su éxito!
El hada de la confianza promete recompensar la frugalidad fiscal haciendo que la economía sea más productiva. Cuando esta cura no produce una recuperación, hay una excusa generalizada: no se ha aplicado con suficiente convicción para ser "creíble".
La moraleja del cuento de hadas es: si la austeridad en una crisis no funciona, entonces la sanación basada en la sangría nunca funcionó. Debilita al paciente en lugar de fortalecerlo.
Hay una distinción entre políticas. Una política inconsistente en el tiempo puede hacer que el público se sienta confiado en el corto plazo, pero en última instancia no producirá el objetivo de la política a largo plazo. Una política consistente en el tiempo, por el contrario, logra el objetivo de la política a largo plazo, pero no genera confianza en las personas a corto plazo.
Por lo tanto, los temerosos del dios del mercado predican: las reglas producen resultados consistentes a lo largo del tiempo porque hacen que los pronunciamientos de los políticos sean creíbles. Con las reglas, las respuestas de las políticas deben seguir un plan preestablecido.
La regla puede obligar a los responsables políticos a seguir el mismo curso de acción en cualquier circunstancia de las fases del ciclo económico. Más bien, el plan puede ser de naturaleza activista con la regla que ordena a los formuladores de políticas responder a diferentes circunstancias de diferentes maneras predeterminadas.
El denominador común es que las reglas deben restringir las acciones de los responsables de la política económica, en un gobierno elegido democráticamente, de antemano. En las decisiones discrecionales, los formuladores de políticas tienen amplia libertad para diseñar la mejor respuesta política para cada circunstancia que se presente en el futuro.
Esta flexibilidad política discrecional permite a los formuladores de políticas responder a escenarios imprevistos. Las reglas son valiosas, según los temerosos de Dios del mercado, porque el público observa a los políticos y se forma expectativas sobre sus posibles acciones. Los formuladores de políticas con discreción pueden renegar de los pronunciamientos de hoy mañana; por lo tanto, el público puede descartar dichos pronunciamientos como palabras ociosas. El hada de la confianza se desvanece...
Solo una regla obligatoria, capaz de evitar que los políticos renieguen de lo anunciado previamente, convencerá al público desconfiado. ¡Tal regla podría hacerse obligatoria, y por lo tanto creíble, al aprobar una enmienda constitucional! Solo…
Los sospechosos argumentan: los formuladores de políticas tienen información asimétrica y usan herramientas con implementación retrasada. Así, incluso los intentos mejor intencionados de combatir las fluctuaciones cíclicas pueden acabar desestabilizando la economía.
Sin embargo, la discreción permite a los formuladores de políticas responder de manera innovadora a problemas imprevistos. ¿En quién confías: en la inteligencia humana adecuada a las circunstancias o en el hada de la confianza con una regla?
*Fernando Nogueira da Costa Es profesor titular del Instituto de Economía de la Unicamp. Autor, entre otros libros, de Red de apoyo y enriquecimiento. Disponible https://fernandonogueiracosta.wordpress.com/2022/09/20/rede-de-apoio-e-enriquecimento-baixe-o-livro/