por SANDRA BITENCORT*
Entender y dominar el campo simbólico donde todo se disputa
La secuencia de extraños sucesos de la última semana provocó este intento de reflexión sobre la ardua (pero ineludible) tarea de comprender y dominar el campo simbólico donde todo se disputa –y no pocas veces se decide–, el campo de la comunicación. Se trata de la comunicación pública y su entramado de actores, voces, espacios, sistemas, estructuras, estrategias e intereses. Todo se hizo más complejo por la velocidad y el alcance de las hiperconexiones. en ese territorio en línea e ininterrumpidamente se coloca el escaparate de un ámbito de producción y circulación de opinión e imagen, mucho más complejo y extenso.
Antes el dueño de la vitrina era el periodismo -o los medios-, pero hoy hay otros con la llave, innumerables promotores de contenidos y, vamos, narrativas, con capacidad de competir por los focos (o los clics). Sí. Mucho ha cambiado y requiere adaptación, respuestas rápidas y mucho más control y centralidad de las voces públicas que comunican un gobierno. Esta urgencia que muchos reclaman, sobre todo porque nos enfrentamos a grupos extremistas expertos en lidiar con los entresijos digitales, está justificada y genera angustia a quienes piensan que tiene demasiado tiempo para que la comunicación del nuevo gobierno ajuste su acción o al menos pueda para evitar crisis innecesarias a la altura del capital político del nuevo gobernante.
Muchos ya han interpretado la secuencia de errores que catapultó a un senador con poca expresión, una especie de estafador del sistema judicial, pasado por alto en sus pretensiones de postularse para presidente, desaprobado como juez parcial y finalmente convertido en figura de segunda línea en la política. juego, la condición de opositor del mayor líder político del país.
Artículo de Wilson Gomes en la revista Culto bajo el título "¿Vas a dejar que el Presidente de la República pelee en el barro?" traer Insights muy interesante el conjunto de hechos y discursos que resultaron en un desgaste de Lula y una cierta restauración de la figura de Sérgio Moro, quien ya parecía definitivamente deshidratado de esa mística del justiciero contra la corrupción. Hubo un Sérgio Moro sin toga y sin prestigio y luego fue rehabilitado por pura incapacidad estratégica para comunicar. Dice el autor: “La condición de Lula como principal enemigo es un bien muy disputado entre bolsonaristas y moristas, por lo que Moro y su eterno Sancho Panza, Deltan Dallagnol, se apresuraron a recoger los laureles derivados de este embrollo comunicativo”.
La revista Carta Capital mostró que tras unos meses de poca expresión como senadora, en los últimos dos días el interés por el nombre del exjuez en Google llegó al 3200%.
Es una especie de construcción enemiga inversa. El senador casi folclórico en su modelo de abanderado de la moral vio la oportunidad de convertirse en enemigo del PTismo y con ello movilizar la base indefensa de un líder que huye, llora y esconde joyas robadas. No podría constituirse solo en enemigo, sacando de la carrera al bolsonarismo. Sólo otro actor podría otorgar este papel: el principal líder del PT. Eso fue lo que ofreció Lula en dos actos. Es claro que la repercusión de los medios de comunicación que pretenden no ser los responsables del mayor engaño de la República al promover Lava Jato, ayudó al desenlace.
En la disputa electoral, la estrategia de establecer diferencias entre los candidatos muchas veces hace que el debate calificado sobre el proyecto político con el oponente esté en conflicto, en el que el proceso de construcción del enemigo se vuelve vital (Weber et al, 2018).
Pero si esta disputa desborda la campaña electoral, es fundamental estar preparados para una comunicación de carácter público que necesita analizar permanentemente la relevancia de imágenes, relatos y juegos de lenguaje en el espacio informacional de Internet, una novedad histórica que opera en ambas dimensiones de las políticas de comunicación: la agonista de la democracia y el lazo social.
Estamos ante una agencia permanente en la construcción de creencias sociales, narrativas del pasado y orientaciones emocionales colectivas sobre el enemigo que agudizan la polarización política.
La polarización se manifiesta como fragmentación social entre extremos antagónicos, que son rígidos en sus posiciones y exigen la afiliación a uno solo de ellos. Hoy podemos pensar que será un logro conseguir un lugar en el otro polo que se opone a Lula y su camino extraordinario en la defensa de los intereses colectivos y en la unidad para salvar la República. Para los autores Martín-Baró (1989), las condiciones de polarización desarrollan un proceso psicosocial donde las posiciones se reducen a dos esquemas opuestos y mutuamente excluyentes; refiriéndose como negativa la posición contraria al grupo de pertenencia.
Por tanto, acercarse e identificarse con un polo implica desapego y rechazo total a la posición opuesta y a las personas que la defienden en términos conceptuales, afectivos y conductuales. Hay un constante contraste y exclusión del otro según las divergencias políticas e ideológicas, estableciéndose la distancia social, la discriminación y la descalificación del oponente. Es lo que sucede en la lucha moderna entre los dos polos “extremos”, en el curso actual de la Historia: fascismo y democracia se excluyen mutuamente y sus oposiciones se inscriben en el humanismo y el antihumanismo que representan.
La construcción del enemigo absoluto, que encarna la causa de todo mal, favorece la representación de la imagen del otro como “objeto” desprendido de su humanidad. Es la principal estrategia de la extrema derecha. Y ha funcionado. Así, se justifica su eliminación o maltrato a partir de la protección del “nosotros” (Martín-Baró, 2003), sin sentimiento de culpa y sin establecer límites morales en relación a este trato. Es esta lógica la que usa la derecha y ahora se queja cínicamente como si fuera su víctima. Lo hace porque, a pesar de los hechos, encontró discursos que ayudaron en la farsa.
El hecho concreto es que una investigación bien conducida por la PF preservó, con rigor técnico y discreción, la vida del opositor que persiguió al Presidente. La comunicación del gobierno debe tener lugar en este campo. Informar los pormenores de todo el operativo, reiterar su confianza en la institución y abstenerse de hacer mayores consideraciones sobre la presunta víctima. No es razonable embarcarse en esta dinámica de polarización discursiva. El gobierno ni siquiera tiene tiempo para eso. Hay demasiado que restaurar tras el desmantelamiento provocado por esos mismos personajes.
El proceso de polarización no se restringe a una simple división de la opinión pública, sino que también estrecha el campo perceptivo para descalificar a quien representa al “ellos”, acompañado de una carga emocional que conduce al rechazo. No puedes permitirte construir una interpretación paranoica de la realidad. El sentido común se quiebra, las posiciones se vuelven inflexibles y el diálogo se vuelve imposible, creando un clima emocional donde las instituciones y los espacios sociales son cooptados por uno de los polos en tensión.
La polarización y el proceso subyacente de construcción del enemigo ha sido un fenómeno sociopolítico identificado en escenarios de coyuntura electoral, en divisiones políticas y partidistas, como entre izquierda y derecha, liberales y conservadores, así como en momentos de tensión nacional generados por procesos de socialización. movilización. Las coyunturas políticas, económicas y sociales se erigen como un espacio fértil para el surgimiento de la polarización. Esto no interesa al campo progresista que logró cerrar la puerta antes de que la barbarie entrara definitivamente.
La tarea es realmente ardua, el tiempo aún es corto, pero la decisión debe tomarse pronto. No creo que sea un problema de comunicación del gobierno. Mucho más, es un problema del gobierno en la elaboración de sus lineamientos estratégicos que debe reflejarse en la comunicación, no sólo como un mero aparato operativo, sino como un centro estratégico. En este sentido, y siguiendo a Butler (2017), es importante reconocer que los medios construyen marcos dominantes de significado, “campos de inteligibilidad que ayudan a enmarcar nuestra capacidad de respuesta al mundo.
Es necesario disputarles y darles marcos compatibles con el proyecto político victorioso que tenemos, no pretender que entiendan los contextos del discurso o palien los desatinos. Y, sobre todo, no deis momentos de gloria a los títeres vencidos por su cinismo analfabeto.
*Sandra Bitencourt es periodista, doctora en comunicación e información por la UFRGS, directora de comunicación del Instituto Novos Paradigmas (INP).
Referencias
Mayordomo, J. (2017). Marcos de Guerra: Las Vidas No Lloradas. Barcelona: Paidós Básico.
Martín-Baró, I. (2003). Poder, ideología y violencia. Madrid: Trota.
Monroy Rodríguez, AA (2015) Construcción del enemigo. Desde el derecho penal desde los medios de comunicación. Abogado, 12, 24, 31-45
Weber, María Helena, LUZ, Ana Javes; BITENCOURT, Sandra- Ecuación de la política provisional: Comunicación en la disputa por afectos y votos – Revista compolítica. Salvador, BA: Asociación Brasileña de Investigadores en Comunicación y Política. vol. 8, núm. 2, (2018), pág. 41-68.
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