por FLAVIO AGUIAR*
La afirmación de la “democracia” como “valor universal” desató polémicas y más polémicas en el seno de la izquierda brasileña
Las celebraciones en torno a la feliz resistencia al intento de golpe de Estado llevado a cabo el 8 de enero de 2023 ponen en primer plano algunas reflexiones sobre su éxito, la resistencia, y su fracaso, el golpe.
1.
A pesar de su aparente velocidad, intentada una semana después de que el presidente electo asumiera el cargo, el golpe fue un intento tardío. Antes de eso, hubo una serie de juicios fallidos, a partir del 07 de septiembre de 2021, con la iniciativa de rodear y, si fuera posible, invadir el Tribunal Supremo Federal y el Congreso Nacional por una turba de bolsonaristas frenéticos impulsados por las continuas protestas antidemocráticas. predicación de su ex capitán transformado en capo de la milicia disfrazado de presidente.[ 1 ]
Entre este intento y el 8 de enero hay un hilo conductor: aparentemente una clave estratégica de la táctica elegida fue provocar el llamado de la acción GLO – Garantía de Ley y Orden – lo que, en la práctica, significaría, en esos momentos, una acción militar de intervención en la Capital Federal, eventualmente apoyada por acciones militares en otras ciudades realizadas por las Fuerzas Armadas y/o la Policía Militar estatal. De hecho, este fue el punto débil de la táctica elegida: depender de una acción legal –la GLO– para “deslegalizarla”, transformándola en un golpe de Estado.
En ambos casos, GLO acabó no viniendo; Ni el presidente del Tribunal Supremo, que podría hacerlo en 2021, ni el presidente Lula lo convocó en 2023. El paradigma de este intento que termina en fracaso es la famosa “Operación Valquiria”, que debería seguir a la muerte del Líder en el ataque del 20 de julio de 1944. La Operación Valquiria fue una acción planificada por el ejército alemán que se lanzaría en caso de un ataque grave contra el orden vigente en ese momento, una especie de GLO en ese momento. Debería consistir en una ocupación de lugares estratégicos iniciada desde el cuartel general de Berlín. Los conspiradores de 1944 contaban con hacerse cargo del mando y dar así un golpe de Estado.
Por lo tanto, al pensar que el Líder de hecho había muerto en el ataque, los líderes de la conspiración se apresuraron a acudir al cuartel general de Berlín. Como el Líder de hecho no murió, al contrario, escapó ileso, la Operación Valquiria no llegó y los conspiradores se encontraron en la jaula del enemigo, sin plan B ni escapatoria. Cabe señalar también que el ataque se produjo tarde, debido a su larga y minuciosa planificación. Debido a este retraso, ocurrió de manera apresurada e improvisada, siendo el encargado de llevar las bombas a la casa donde se hospedaba Hitler –definida a último momento- fue el Conde de Stauffenberg.
Con las manos lisiadas por heridas previas, de las dos bombas que debían activarse sólo logró armar una. Otro conspirador, también presente en la reunión con el Líder, No sabía que el intento se llevaría a cabo allí en ese momento. Terminó empujando con el pie la bomba que Stauffenberg colocó cerca de Hitler, dentro de un maletín. Resultado: escapó y el otro conspirador murió en la explosión.[ 2 ]
También en el episodio del 8 de enero de 23 hubo planificación, vacilación y ejecución tardía y apresurada, tras numerosos ensayos armados entre el 30, 22 de octubre y el día de la toma de posesión. Digo “tarde y apresurado” porque el intento se produjo sin garantizar la imprescindible adhesión de otras unidades de las Fuerzas Armadas distintas a las de algunas unidades en Brasilia –importantes, pero insuficientes para garantizar el éxito del golpe que, al final, fue reprimido por el primer ministro local tras la acción valiente, concertada y decisiva del Ministerio de Justicia.
2.
Junto a las dificultades que enfrentan los estafadores, una de ellas es la proverbial y obtusa cobardía de sus pequeños “Führer”, que huyó de la línea en el momento adecuado, hay que sumar como factor clave del éxito la motivación de resistir el golpe. Y aquí es necesario un recorrido histórico, rápido pero de gran alcance. En las décadas de 1960 y 1070, la palabra “democracia” tenía un valor ambiguo, por decir lo mínimo, entre la izquierda. Se lamentó su colapso en 1964; pero al mismo tiempo había un cierto “desprecio” por lo que se consideraba “democracia burguesa”.
Recuerdo una de las frases que nos pidieron –a mí, a otros y a otros simpatizantes de cierta organización clandestina de izquierda– que rociáramos con pintura las paredes de Porto Alegre, en caso de una próxima elección: “El 15 de noviembre cancelaremos las elecciones”. votar: la elección es una farsa burguesa”. El graffiti no salió. La frase, de hecho, muy significativa por su contenido genérico, era inmensa. Logramos convencer a los responsables de que antes de llegar a los dos puntos intermedios, el atacante ya estaría detenido. La eventual defensa de la “democracia” que hicimos fue una táctica para intentar desequilibrar al enemigo; pero en el fondo lo que realmente queríamos era instaurar la “dictadura del proletariado”.
Cuando llegáramos al poder, la “democracia” vería con cuántos palos se puede hacer una canoa. Después de la conmovedora y dolorosa derrota de los impulsos revolucionarios, en los años 1970 el dudoso juego con la “democracia” se intensificó gracias a las noticias que nos llegaban desde Europa, con la adopción del “eurocomunismo” por los partidos comunistas de Italia, Francia y España. así como otros. Una de las claves de esta nueva tendencia fue la frase que el líder italiano Enrico Berlinguer pronunció en Moscú en 1977, distanciándose del comunismo soviético. En él Berlinguer, tras subrayar que luchar por la “democracia” era más que establecer un “terreno sobre el cual la clase adversaria se ve obligada a retirarse”, afirmó que se trataba de “un valor históricamente universal sobre el cual fundar una sociedad socialista original”.
La afirmación de la “democracia” como un “valor universal” desencadenó cada vez más controversias dentro de la izquierda brasileña. A menudo escuché el comentario de que tal declaración consagraba la “democracia burguesa” como un “valor universal”, volviendo al relativo desprecio de la década de 1960. Bueno, mucha agua ha corrido bajo estos puentes. Es cierto que muchos seguidores del “eurocomunismo” y otros socialdemócratas y socialistas tomaron un tercer camino que, especialmente después de la caída del Muro de Berlín y el fin de la Unión Soviética, los llevó a rendirse ante principios y planes plenamente capitalistas. austeridad de clara inspiración neoliberal.
En Alemania, Inglaterra y otros países, partidos que se autodenominaban centroizquierda aplicaron reformas neoliberales que los alejaron de sus bases tradicionales y les hicieron perder contacto con la juventud. Por otro lado, las luchas en América Latina tomaron un camino de “restauración democrática” que las llevó a situaciones sorprendentes pero comprensibles. Hoy quienes en nuestros países fueron socialistas, comunistas y revolucionarios son reverenciados -y con razón, cabe señalar de paso- como héroes de la democracia, sin comillas ni titubeos y mucho menos con adjetivos que empañan el sustantivo.
Se puede decir que si añadir el adjetivo “universal” al sustantivo democracia puede parecer algo abstracto, es muy concreto que para la mayoría de nuestros izquierdistas la democracia se ha convertido en un valor permanente –afortunadamente, dicho sea de paso, y esto es más que una rima, es una resonancia. Esto es lo que impidió a un gobierno elegido por la izquierda liderar la resistencia contra el golpe del 8 de enero de 2023, repitiendo hazañas como las de 1955 (contragolpe del mariscal Lott para garantizar la toma de posesión de Juscelino) y 1961 (Campaña de la Legalidad para garantizar la posesión). de Jango, liderado por Brizola).
Porque, en nuestro país, la legalidad, la fidelidad a las Constituciones y a las Leyes es una utopía que sobrevuela a diferentes sectores de la sociedad. Ciertamente esta utopía no alienta a capitalistas ansiosos que saquean las arcas públicas, a periodistas y propietarios de medios de comunicación que se disfrazan de liberales para realizar estafas y más estafas, y mucho menos a milicianos, vendedores de una religiosidad en templos alimentados con diezmos extorsionados de creencias ajenas, asesinos. mineros ilegales de la gente del bosque, racistas ocasionales, “hombres buenos” que aprecian el mal y aquellos similares al bandidaje de la escoria nacional.
3.
Para concluir, me refiero a una metáfora de atractivo popular. No es de extrañar que en nuestro país, a pesar de su lamentable estado actual, el fútbol despierte tanta pasión. Es una metáfora de la utopía aquí esbozada. Todo el mundo conoce los engaños detrás de escena, el complicado y sucio juego que se desarrolla en sus sótanos y trampas. Pero todo el mundo sabe que dentro de esas cuatro líneas, a pesar de posibles desviaciones, la ley es la misma para todos los que entran en ellas, enmascarados o no, una estrella millonaria, así como el chico cualquiera del equipo de la llanura aluvial cercana.
Flavio Aguiar, periodista y escritor, es profesor jubilado de literatura brasileña en la USP. Autor, entre otros libros, de Crónicas del mundo al revés (boitempo). Elhttps://amzn.to/48UDikx]
Notas
[1] Ver artículo de Luís Costa Pinto en el sitio web Brasil 247, “Historia: cómo la acción silenciosa del STF y la PGR derrotaron un intento de golpe de Estado el 7 de septiembre de 2021”.
[2] Ver el libro sobre la Operación Valquiria y su fracaso. Diarios de Berlín: 1940 – 1945: detrás de escena de la operación que intentó matar a Hitler, de Marie Vassiltchikov, publicado por Boitempo Editorial.
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