En el corazón de la barbarie

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por GÉNERO TARSO*

¿Cuántos muertos faltan aún por amontonar, para que los Poderes reaccionen junto con el pueblo?

“Antes del Congo yo era sólo un animal”, exclama aterrorizado Joseph Conrad, autor del magnífico Corazón en la oscuridad (1902), cuyo tema central en el concepto de Vargas Llosa es la dialéctica entre “civilización” y “barbarie”. La obra gira en torno a Kurz -el pequeño dios fugaz cobijado en los confines de la jungla africana- y Marlow, que “llega a la desembocadura del gran río” y siente su cabeza hundirse en la cruda soledad de la violencia. En la selva se filtran y trituran los protocolos de guerra, en cuyo camino brillan cuerpos sin domicilio.

El Congo era un territorio controlado por la Cia. belga de Leopoldo II, emperador cuya barbarie colonialista ya estaba al mismo nivel que los “campos” nazis, aparecidos décadas después. la película poderosa Revelación ahora, de Francis Ford Coppola (1979), se inspiró en esta obra de Conrad, con la historia en las selvas vietnamitas, donde la barbarie era la propuesta “civilizadora”, enfrentada al Vietnam guerrillero de liberación nacional. En esta película, como podría ser en un cuento satánico, el diablo y el buen Dios se intercambian los lugares: el infierno no es la selva sobria y los dioses, que bajaron del cielo, trajeron los mensajes del infierno escupiendo fuego y muerte.

Vargas Llosa decía que “Leopoldo II era una indecencia humana, pero culta, inteligente y creativa”, pero durante los 21 años que su compañía dominó el Congo “belga”, la población de la Colonia se redujo a la mitad, tal era la intensidad de explotación a que fue sometida. La confesión de Conrad, por tanto, de que antes de enterarse de esta empresa era “solo un animal”, estaba relacionada con el hecho de que su acomodación en la civilidad –creadora de monstruos como Leopoldo II– compartía la felicidad de las élites colonialistas, con quienes convivía sin remordimiento.

Me acuerdo de un poema de Paulo Mendes Campos que sin darse cuenta proclama el ideal inverso de Conrad con su conciencia culpable mientras expia su ignorancia de la barbarie colonial. El poeta separa el verso de amor de la historia concreta, como saben hacer los grandes poetas sin hacer daño a nadie, cuando dice: “tu alma, amigo mío, es como Bélgica ablandada con canales, pero la mía es como el Congo violado de una libertad”. mal nacido”.

Creo que hay una analogía, fuera del poema y dentro de la historia: ¿qué podemos considerarnos antes de Bolsonaro? Rechazada por el Ejército Nacional, fue coordinada por altos mandos militares para llegar a la Presidencia, defensora de torturas y asesinatos de opositores políticos, fue apoyada por muchos de ellos –tanto del “centro” como de la derecha–; fue elegido por los cánones de la democracia formal, pero nunca negó despreciar todas las instituciones de la democracia política, posicionándose incluso como “apolítico”.

Bolsonaro es quien cegó a gran parte del pueblo (por el odio) y usó todos los trucos de la “vieja política” para tomar el poder, con el objetivo de promover un golpe de Estado de extrema derecha. Al designar al Ejército Nacional como “mi Ejército”, lo trata como si no fuera una institución del Estado, sino una milicia privada dependiente de los estados de ánimo de su dueño.

El telón de fondo de esta tragedia de la democracia política, que no logró neutralizar a lo largo de su vida pública a un político inútil (y que se dio el derecho de celebrar la muerte y la tortura) está compuesto por dos actitudes crueles, ilegales y mortíferas: la burla permanente de la sociedad aislamiento, lo que permitiría reducir sustancialmente el número de muertes y el desprecio por la ciencia, los científicos y los epidemiólogos, saboteando la vacunación, retrasando intencionalmente la compra, producción y reserva de vacunas, lo que permitiría reducir el contagio y la propagación descontrolada de la enfermedad.

Producir un conflicto entre ciencia y religión fue la elección de los mentores de Bolsonaro, quienes lo pusieron a la ofensiva en el brutal vacío que siguió al inicio de su gobierno: sin un programa político que no fuera una sucesión de declaraciones prejuiciosas, sin un programa económico que si no fuera por “acabar con la corrupción” para que la economía se “recupere”, Bolsonaro se convirtió en un vacío solitario, ocupado por los esquemas mentales del fascismo, que siempre utilizó la religión para levantar su cresta necrófila.

Sin conocer Brasil, que veía sólo como un paisaje desde la perspectiva alienada de la extrema derecha militar, sin cuadros políticos que no fueran unos cuantos desprevenidos, sin experiencia en el Estado y en la gestión, sin capacidad de persuasión estratégica más que que provisto por los “mediáticos” cómplices de la “difícil elección”, Bolsonaro tuvo un solo mérito como estratega: supo venderse a las clases empresariales como reformista de derecha, para arrancar el Estado y diluir los derechos sociales, y así atraerse el apoyo de las élites villanas, que no supieron componer una candidatura que las unificara.

En una de las ediciones de “Fronteras del pensamiento” Marcelo Gleiser, en una conferencia sobre “Ciencia, humanidad y supervivencia” decía, a mi modo de ver correctamente, que la diferencia entre ciencia y fe es la siguiente: “en la ciencia hay que ver creer. Miras la naturaleza, miras el mundo, obtienes datos sobre cómo funciona el mundo, analizas esos datos y entiendes. Por fe, crees para ver. La creencia viene antes que la visión. Crees en ello, ni siquiera tienes que ver nada…”

El uso instrumental de la religión y la fe para el dominio político camina con la historia de la humanidad. En el caso de la estrategia bolsonarista, va en contra de la Humanidad. Al no ver “nada” y despreciar deliberadamente la ciencia, el Gobierno de Bolsonaro amontona cadáveres como estrategia de dominación y para incubar el huevo de la serpiente. Conrad dijo que “antes del Congo era solo un animal”, tal vez deberíamos desentrañar más rápido quiénes fueron estas personas que llevaron a Bolsonaro al poder, a pesar de todas estas evidencias de su locura, y que todavía contemplan insensiblemente la destrucción de la nación y su gente

No somos animales. ¿Cuántos muertos faltan por amontonar, para que los Poderes reaccionen junto con el pueblo, para ver y creer en la ciencia y la democracia, sacando a Bolsonaro del Poder, que ya ejerce ilegítimamente?

* Tarso en ley fue Gobernador del Estado de Rio Grande do Sul, Alcalde de Porto Alegre, Ministro de Justicia, Ministro de Educación y Ministro de Relaciones Institucionales de Brasil.

 

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