En Carrefour

Dora Longo Bahía. 13. Escalpo Paulista, 2005 Acrílico sobre fibrocemento 210 x 240 cm
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por PRISCILA FIGUEIREDO*

Acerca de la subcontratación y las notas de arrepentimiento

En diciembre de 1888, pasada la Abolición, Machado de Assis cavilaba sobre la forma en que se relata la muerte de un verdugo de Minas Gerais, que habría ejercido el “despreciable oficio de 1835 a 1858”: ¿debe crearse un cargo por ley? ¿despreciable? Fue la ley que decretó la pena de muerte, y desde Caín hasta hoy, para matar a alguien, alguien necesita matar. La bella sociedad estableció la pena de muerte para el asesino, en lugar de una razonable compensación pecuniaria a los familiares del difunto, como quería Mahoma. Para llevar a cabo la sentencia no es necesario acudir al escribano, cuyos dedos sólo deben teñirse con la sangre del tintero. Empleábamos a otro criminal” (Bons dias!, 27/12/1888).

Confieso que también luché con la primera nota emitida por el supermercado Ricoy sobre una sesión de tortura en las instalaciones de una de sus sucursales, registrada por los propios torturadores:

1 - nos quedamos impactados con el contenido de un tortura gratuita y sin sentido encima do adolescente víctima.

2 – Desde su fundación en la década de 1970, Ricoy ha ejercido los más estrictos principios de valoración del ser humano, ya sea en nuestras tiendas o en nuestra comunidad. estábamos muy conmocionados con la noticia lo que nos causó repugnancia inmediata.

3 - Los dos guardias de seguridad acusados ​​de cometer los hechos son de un tercero contratista y ya no dan servicio a nuestros supermercados.

4 – Mantener nuestra coherencia en contribuir a las investigaciones, este martes (3), un empleado de la tienda Yervant Kissajikian, 3384, testificó en el Distrito 80 de Policía.

5 – Ricoy ya Hecho disponible un trabajador social para hablar con la víctima y la familia. nosotros daremos todo el apoyo lo que sea necesario

Las cursivas son mías para resaltar algunas de las convenciones propias de este tipo de género, practicado de tal manera en Brasil que no sería mala idea que la teoría del discurso lo abordara, sobre todo porque tendría un corpus que no se detiene. en expansión. O tal vez podemos proponer un proyecto temático e interdisciplinario, respaldado por una buena investigación empírica, con antropólogos, sociólogos, lingüistas, juristas y todo lo que sea necesario, todos dedicados a estudiar una producción cada vez más intensa, aunque siempre monótona, que parece llevar la marca de agua del país y la hora. La estructura básica consiste en 1- expresar asombro e indignación, 2- manifestar que la propia empresa defiende principios contrarios a los que fundamentan el acto que la indignó mucho, 3- aclarar que los vigilantes de seguridad son subcontratados (que no es sólo un cliché lingüístico o retórico, por supuesto, aunque eso también), 4-hazles saber que ya los has despedido, 5-muestra interés en las investigaciones, en las que pretendes colaborar, 6-manifiesta que harás todo posible para dar soporte a la víctima (la palabra soporte se convierte en un manitas emocional, material, espiritual, social y lo que allí cabe). No escatime en el uso de pronombres indefinidos (todo, todo, todo, nada), adverbios de intensidad (extremadamente, fuertemente, mucho, mucho), y también en el uso de un repertorio ya clásico de verbos y sustantivos (repudiar, repudiar, ultraje, indignación, aborrecer, repeler, sacudir), todos los cuales son variaciones de la tendencia superlativista que muestran en la forma. Superlativismo que es, por así decirlo, un activismo tardío o recrudecimiento, que el comercio toma prestado de las “mociones de rechazo”, propias también de esta época, en que la leche derramada se derrama muchas veces más que la última vez. Pero, como es un rosario de lugares comunes, con pequeños matices entre una nota y otra, además de la fecha, que por suerte no siempre es la misma, el espíritu que allí se manifiesta como tocado por una enormidad es un poco empañado por la letra, aunque sea superlativa. No hay hipérbole que no se marchite un poco con tanta repetición.

En cuanto al primer ítem, “Nos impactó el contenido de tortura gratuita y sin sentido encima de la víctima adolescente”, cabe preguntarse que la tortura no es gratuita ni puede tener sentido. Por ese lapso se escapa un poco de humo. Imaginemos que la oficina de prensa no sabe escribir bien, o no tiene cierta noción de conducción, lo que se percibe por la "tortura de arriba" - aun así, es necesario convenir que la exigencia moral o el asombro más franco siempre encuentra la manera de expresarse, aunque ese camino sea algo torcido o depredado. Pero, si no se trata de una indigencia lingüística, hubiera sido mucho más agradable leer algo así: “Nos escandalizó el contenido de la tortura, como tal, siempre gratuita, sin sentido, además de abominable o espantosa”. , por no decir diabólico.—practicado con un adolescente, etc.” La tortura es un nombre absoluto, intransitivo, cuyo significado, siempre macabro, está encerrado en sí mismo, no susceptible de ser calificado en su esencia por ningún adjetivo o adverbio. La oración original, sin embargo, indica que el mundo de quienes escribieron esta nota parece reservar algún lugar para su práctica. Por no hablar del cliché del “nos escandalizamos”, uno de los más importantes porque es de él que esta gente importante tira del hilo de la empultación. Volveremos a ello más tarde.

Respecto al segundo punto: “Desde su fundación en la década de 1970, Ricoy ha ejercido los más estrictos principios de valoración del ser humano, ya sea en nuestras tiendas o en nuestra comunidad. Estábamos muy conmocionados por la noticia que nos causó repugnancia inmediata”. Como dije, el uso del verbo repudiar ya es un clásico, pero ¿cuáles serían “los principios más rígidos de valoración del ser humano” que ha practicado el establishment desde su fundación? ¿Dónde encuentro estos principios tan inquebrantables? ¿Serían lo mismo que la Declaración de los Derechos del Hombre? Sin duda, allí se proclama una universalidad de conducta, con reglas válidas para todos, y me imagino que independientemente de la raza, la clase y el género, pero me gustaría verlas descritas, y no solo ellas, sino también los momentos particulares en los que Ricoy estaría. tener la oportunidad de “blandir esa bandera”. Porque, seamos sinceros, aquí ya no es un supermercado, sino que desde su fundación, durante la dictadura militar, sería más como una especie de organización que milita a favor de los derechos humanos, y el comercio sería más una pantalla o fachada para la valoración no de su dinero, pero el espíritu - el espíritu de la clientela o el empleado? ¿O el ser humano subcontratado?

El tercer punto trae otra convención típica de esta forma, además de la siempre presente insistencia en reiterar (son infatigables) que no aceptan cualquier acto de violencia y no se eximirán! (la tónica en i casi les permite gritar, inconformistas, a los asesinos del otro lado de la acera). El tema del caso es el anuncio de que ya despidieron a los guardias de seguridad, que siempre serán tercerizados, un cliché nauseabundo también de esta época. Son, en suma, como el verdugo de Minas Gerais, despreciable. No lo voy a decir, al ver el video del niño azotado con cables eléctricos entre cajas de tomates y otras cajas, además de que se le impidió gritar, ya que lo amordazaron, y se le prohibió severamente protegerse de cualquier forma de los sucesivos golpes, no voy a decir que estos hombres no son un poco sádicos (y también hay que notarlo como un elemento vendimia, el látigo, se ha actualizado un poco, lo que no quiere decir que haya perdido viejas resonancias). Sin embargo, afirmar que estos hombres no tienen relación laboral con el lugar donde cometieron las violaciones permite un subterfugio que el Estado no había tenido en relación con ese verdugo, contratado por él directamente y buscado entre sicarios para ejercer el oficio de matar, haciendo pasa de la marginalidad al centro del orden o del mantenimiento del orden social. Recordemos también que una profesión común hasta el fin de la esclavitud, como la de capitán de monte o cazador de esclavos urbanos, era a menudo, contrariamente al cargo de verdugo, trabajo autónomo, no menos solicitado e indispensable, aunque también considerado abyecto por la sociedad del siglo 19. 1850, especialmente después de XNUMX, e incluso por quienes lo remuneraron después de tomar la presa. Incluso entonces apestaba como el trabajo de un traficante de esclavos, pero por apestar no estaba menos solicitado.

Cierto es que el oficio de Ouro Preto, que había relatado el hecho que interesó al cronista, menciona que el hombre había ejercido el oficio entre 1835 y 1858, por lo tanto algunas décadas antes de su muerte; sea ​​como fuere, la pena de muerte aún existía en aquella época, y con ella la tarea del verdugo. “Dios mío, no digo que el oficio sea el más honorable: es muy inferior al de mi limpiabotas (…); pero si el verdugo sale a matar a un hombre, es porque se le ha mandado hacerlo”. Y el verdugo sigue siendo un pobre diablo, al que el Estado debe agradecer los servicios prestados.

No es menos ingratitud señalar con el dedo a los demás contra los que te sirvieron, como hacen desde supermercados más modestos que Ricoy hasta grandes cadenas, a veces también con accionistas poderosos más lejanos y abstractos, como Carrefour. También es injusto despedir a los guardias de seguridad y, más aún, convertirse en “colaborador” de quienes los investigarán. Convengamos que el comercio no hace más que lavarse las manos, por el artificio de buscar en otras empresas a los que hacen el servicio más sucio, o incluso está infringiendo una especie de ética, lealtad debida al fin y al cabo a aquellos en quienes se apoya para proteger su santo patrimonio. Al final, colaboran con el enemigo, es decir, la justicia, supuestamente equitativa, que juzgará el crimen cometido contra un niño, en este caso un vagabundo. De objeto Ricoy y tantas otras “entidades” pasan a ser objeto de la acusación, pero en realidad se están degradando a una suerte de colaboracionismo –de tanto ver el verbo colaborar recorrer estas notificaciones hace que sea más fácil agregar el "ismo". Sería como si los generales de la dictadura militar mencionaran la muerte de un fiel torturador no sin calificar de repulsivo su tipo de trabajo. Provocaría la misma disonancia cognitiva –en ese sentido, hay que decir que el actual Presidente de la República no brinda colaboraciones de este tipo, es decir, que van en contra de su propia noción de justicia, y si puede honrar personal y públicamente los verdugos que puede utilizar. Nunca los llamaría "despreciables", nunca sería desleal dentro de su propia orden, eso es evidente.

En la información de la cadena Extra redactada recientemente por su asesor sobre la muerte de Pedro Henrique de Oliveira Gonzaga, producto de un estrangulamiento trasero desnudo aplicado por uno de sus guardias de seguridad, también afirmaba que el indigno elemento había sido “inmediata y definitivamente”, retirado, y la empresa entonces mostró interés en ayudar, había puesto en marcha “una investigación interna” y supervisado “el avance de las investigaciones junto con la empresa de seguridad y los órganos competentes”. Al repetirse hechos de este tipo, concluimos que los trabajadores subcontratados son constantemente expulsados, lo que, dicho sea de paso, ya caracteriza su condición, como si la empresa los estuviera cambiando constantemente para mejorar sus “más estrictos principios de valoración del ser humano”. Al estar empeñados en esto, nos dan el consuelo de advertir que siempre se librarán de todos los obstáculos que les impiden cumplir con su propósito, aunque se conviertan en sus empleados, aunque por suerte rara vez lo son, advierten. En todo caso, "nada justifica la pérdida de una vida”, y “la red Extra no eximir responsabilidad por lo sucedido”.

eximirte de... en contra… He aquí otra disonancia o incongruencia. Una preposición lo cambiaría todo: “La cadena Extra no se eximirá de responsabilidad por lo ocurrido”. Pero sus asesores en realidad no escriben tan mal y se dieron cuenta de que haría el milagro de metamorfosear a un narrador en primera persona y peligrosamente malicioso en la persona de un observador o incluso ausente de la escena, mucho menos malicioso, pero muy apenado por lo que escuchó o vio en cámara. Es decir, si no se aplica aquí la “teoría del dominio del hecho”, la que imputa a los que saben y permiten, aunque no lo hagan. Pero ciertamente no funcionará en este caso.

*Priscila Figueiredo es profesor de literatura brasileña en la USP y colaborador del sitio web Otras palabras.

Este texto es una versión ligeramente modificada y se publicó originalmente en el sitio web Otras palabras.

 

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