por IVO DE SILVA JUNIOR*
Comentario al libro “Nietzsche: el aristócrata rebelde”, de Domenico Losurdo
Nietzsche es un filósofo enteramente político. Así entiende Domenico Losurdo –como muchos, por cierto– la filosofía nietzscheana. De estirpe marxista, el autor de Nietzsche: el rebelde aristocrático no está de acuerdo, sin embargo, con quienes también sitúan al filósofo en clave política. Y el punto de discrepancia radica, sobre todo, en una cuestión metodológica.
Losurdo realiza su trabajo en filosofía sin priorizar el análisis inmanente del discurso. no haciendo stricto sensu historia de la filosofía, aborda su objeto de estudio a través del método histórico-dialéctico. Hace uso del análisis conceptual al mismo tiempo que indaga en las relaciones políticas y sociales de las que provienen o declinan los conceptos. Establece así una relación dialéctica entre estas dos dimensiones, la conceptual y la materialmente dada, la filosófica y la histórica.
Siguiendo este camino de trabajo, Losurdo fue capaz de entender a Nietzsche como un pensador político en el sentido pleno del término. Se distancia así de aquellas lecturas políticas que, por un lado, con Lukács y Nolte, consideraban al filósofo un pensador irracionalista y precursor del nazismo y, por otro lado, con los comentaristas franceses (particularmente los marcados por Foucault) y Ottmann que consideraba a Nietzsche, en un simple intercambio de señas, un pensador apolítico.
Las lecturas que apuntan a la peligrosidad de Nietzsche, ya sea por la presencia del elemento irracional en su obra, o porque contiene una semilla protonazi, pecan, según Losurdo, de no recurrir correctamente a la historia. Al establecer una continuidad intelectual entre el pensamiento nietzscheano y los movimientos nazis sin reconstruir el convulso final del siglo XIX y principios del XX, ignoran la enorme distancia entre las afirmaciones del filósofo y la formación de movimientos de extrema derecha tras la Primera Guerra Mundial. . Si tuvieran que reconstruir, no encontrarían la tan cacareada continuidad; no acercaría la filosofía de Nietzsche a hechos estrictamente limitados al siglo XX.
Así, cuando Nietzsche alaba la esclavitud, por ejemplo, estas interpretaciones no tienen en cuenta la repercusión e impacto en Alemania de hechos como el fin de la esclavitud en Estados Unidos, la abolición de la servidumbre en Rusia, etc.; estos hechos circunscriben la carta de Nietzsche a un espacio y tiempo bien determinados.
Las lecturas que rechazan esta peligrosidad consideran a Nietzsche un inocente hermeneuta. Al transformar muchas de las declaraciones controvertidas en metáforas, contribuyen a construir la imagen posmoderna del filósofo. Así, en relación con este elogio de la esclavitud, estas interpretaciones transforman inmediata y definitivamente una cuestión sociopolítica en una metáfora que se referiría a la moral oa la psicología de individuos particulares. Algo que los estudiosos franceses, principalmente, hicieron y siguen haciendo con maestría.
Así, tanto quienes consideran a Nietzsche como un profeta del Tercer Reich, como quienes, con “buenas intenciones”, pretenden combatir la imagen nazi del filósofo, suprimiendo así el elemento fáctico de sus afirmaciones, abstraen del momento histórico de el siglo XNUMX. Para no cometer el mismo error, Losurdo opta por una metodología que lo exime de tener que criticar/demonizar o salvaguardar/divinizar a Nietzsche.
En el fondo de esta disputa, ¿hay sólo una cuestión metodológica? Ciertamente no. Hay algo más en juego, como insinúa Losurdo. Si Nietzsche no es un pensador peligroso, ni es un hermenéutico inocente, ¿quién es? Nietzsche es, como bien indica el título del libro, un aristócrata rebelde, o si se quiere, a la vez peligroso e inocente, pero en otro sentido. Losurdo hace coexistir dialécticamente, por un lado, la crítica radical que hace Nietzsche a la nueva Alemania surgida entonces tras la victoria en la guerra franco-prusiana de 1871, que abrió definitivamente la “vía prusiana” al desarrollo alemán, y, por por otro lado, las posiciones aristocráticas del filósofo cuyo fundamento, más que anacrónico, se encuentra en la antigua Grecia.
Muestra así la tensión existente entre el Nietzsche burgués y el Nietzsche aristocrático del espíritu: con sólo ser muy rebelde, el filósofo podría volverse contra su extracto social (burgués); sólo convirtiéndose en un aristócrata del espíritu podría mantener un segmento social actual que estaba al borde de la extinción (la aristocracia). En definitiva, Losurdo nos muestra claramente que Nietzsche está lejos no sólo del Tercer Reich, sino también del posmodernismo que relativiza e interpreta constantemente.
En un trabajo sistemático, que incluso discute el establecimiento crítico de la obra, Losurdo nos presenta a un filósofo que sería aún más radicalmente político que Marx. Al trabajar a contrapelo de los demás especialistas, el autor lamentablemente no encontrará -creo- el lugar que le corresponde dentro de las sociedades nietzscheanas. Basta ver la repercusión que este libro de 2002 tuvo inicialmente entre los especialistas extranjeros. un nietzsche fuera de su tiempo o una verdadera hermenéutica de la inocencia parece estar más en sintonía con la nuestro tiempo; parecen ser mucho más apetecibles para nuestra falta de gusto ideológico. Este es, de hecho, el punto que sólo se vislumbra en esta obra tan sugerente como importante que, por cierto, no dejará de ser celebrada por muchas otras.
*Ivo da Silva Júnior es profesor de filosofía en la Unifesp. Autor, entre otros libros, de En busca de un lugar en el sol: Nietzsche y la cultura alemana (Discurso Editorial, Editora Unijuí).
Publicado originalmente en Revista de reseñas no. 10 de noviembre de 2010
referencia
Doménico Losurdo. Nietzsche: el rebelde aristocrático. Traducción: Jaime A. Clasen. Río de Janeiro, Revan, 1.108 páginas.