Newton de Costa

Imagen: Leonora de Barros
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por GUSTAVO CAPONÍ*

El filósofo que Cambió y amplió el mapa de lo trascendental, desarrollando lógicas paraconsistentes en las que trabajan hoy tantos lógicos de todo el mundo.

“Me desperté, fui a Balvanera, \ una noche, \ que alguien dejó el nombre \ de un tal Jacinto Chiclana” (Jorge Luís Borges).

No fue en el barrio porteño de Balvanera. Fue a trescientos kilómetros de distancia, en un bar del centro de Rosario. En cualquier caso, fue hace mucho tiempo y ya pasó la medianoche; en el invierno de 1980 o 1981. Estaba en una mesa rodeada de una espesa niebla de tabaco negro; y sobre la mesa había una botella vacía de tinto barato acompañada de unos vasos de 'gin': el whisky de los oprimidos.

Luego, en este clima propicio a declaraciones contundentes, y en el transcurso de una larga conversación sobre la a priori Kantianos, alguien anunció que habían expirado; y para justificar esta afirmación se mencionaron cuatro cosas que el análisis de Kant no había previsto: geometrías no euclidianas; el principio de incertidumbre de Werner Heisenberg; teorema de Gödel; y la lógica paraconsistente de un brasileño llamado Newton da Costa.

No recuerdo cómo terminó esa conversación, ni esa noche. Está claro, sin embargo, que sobreviví; y, siete o siete años después, fui a hacer estudios de posgrado en Lógica y Filosofía de la Ciencia en la Unicamp. Se habló mucho de Newton da Costa; pero curiosamente nunca llegué a conocerlo en persona.

Para ello, tuve que esperar a que viniera a vivir a Florianópolis y se incorporara al posgrado en filosofía de la Universidad Federal de Santa Catarina. Terminé siendo colega, entonces, de aquel personaje casi mítico cuyo nombre alguien dejó caer en aquel “tarde en la noche”: cosas buenas que a veces nos regala la vida; pero lamentablemente también despega.

Este abril, en el otoño de Florianópolis, falleció Newton da Costa: el nombre más importante, más reconocido y más relevante de la filosofía brasileña. Ahora es posible hablar de él, con total veracidad y sin exageración alguna, que vivirá por siempre en sus obras, que no dejarán de ser un referente en el campo de la lógica matemática; y también se puede decir que vivirá en la obra de quienes continúan y continúan reflexionando e investigando por los caminos que abrió en su larga y fructífera carrera.

Newton da Costa fue uno de los últimos supervivientes del “Brasil Bossa Nova”: ese Brasil ambicioso e intrépido que, un día, sin arrogancia y siempre con mucha delicadeza, tomó la palabra y habló como un igual al mundo. Y no estoy pensando aquí en arrogancia geopolítica o posiciones diplomáticas solemnes. Pienso en el arte, la ciencia y la filosofía.

Pienso, por ejemplo, en Oscar Niemayer que, desde la inesperada Brasilia, marcó la arquitectura de todo el planeta. Este Brasil cuyo “apartamento samba” entró en la historia del jazz por la puerta principal y sin presentar pasaporte. Un Brasil en el que un grupo de genetistas de poblaciones podría romper con Theodosius Dobzhansky, el Papa de los 'drosofilistas' que los patrocinó, y decir: “las moscas son una cosa pequeña para nosotros, hablemos de poblaciones humanas”. Un Brasil en el que Nelson Papávero participó en la consolidación de la sistemática filogenética, formando escuela, sin esperar a que otros, en otras latitudes, garantizaran la hegemonía de este programa al que apostaban.

Y fue en ese mismo país donde Newton da Costa, sin las maravillas de los fondos germánicos ni las rupturas parisinas, pero con la ligereza de las canciones de João Gilberto, se atrevió a volar sobre aquella mesa lo que justificaba su nombre. rosarina a principios de los años ochenta: cambió y amplió el mapa de lo trascendental, desarrollando estas lógicas paraconsistentes en las que trabajan hoy tantos lógicos de todo el mundo.

Éste fue el Brasil al que la dictadura “daño, pero no mató”; y tal vez fue a través de esta herida que Brasil perdió parte de su ingenio y cordial audacia. En honor a Newton da Costa deberíamos decir '¡no más nostalgia!'; y recuperar el ritmo y el swing que sabía que tenía.

*Gustavo Caponi es profesor del Departamento de Filosofía de la Universidad Federal de Santa Catarina (UFSC).


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