Neoliberalismo, gerencialismo y kakistocracia

Imagen: Silvia Faustino Saes
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por JOELMA LV PIRES*

Khakistocracy es el sistema de gobierno que reúne a los peores, los menos calificados y absolutamente sin escrúpulos.

El neoliberalismo expresa la hegemonía de los capitalistas financieros a nivel transnacional y, por tanto, una nueva configuración de la acumulación de capital con la intensificación de la especulación financiera. La cultura del neoliberalismo se basa en los excesos de los capitalistas en cuanto a impulsar la acumulación ampliando el funcionamiento de la lógica de mercado para que el Estado y todas las instituciones públicas operen como empresas del sector privado. En consecuencia, se agrava la ocupación de la esfera pública por la esfera privada. En consecuencia, la tendencia es a incrementar la manifestación de prácticas privadas de los individuos dentro de la esfera pública basadas en favorecer al grupo de iguales para la reproducción de sus intereses. Por lo tanto, inmersos en esta situación, conscientemente o no, los individuos tienden a aceptar la apropiación de las instituciones públicas por parte de los capitalistas financieros, con la expectativa de adquirir ventajas, pero estas siempre son postergadas como un disimulo de la inviabilidad de su concesión. Lo que en realidad se materializa es el desmantelamiento de las instituciones públicas y el grado máximo de deconstrucción de los derechos de quienes trabajan en ellas.

El compromiso de los individuos en la operatividad de la lógica de la esfera privada culmina en la transferencia de la gestión empresarial a las instituciones públicas en la forma de gerencialismo inherente al neoliberalismo. El gerencialismo está relativamente problematizado en instituciones con predominio de cultura organizacional democrática y totalmente asimilado en aquellas con una cultura organizacional predominantemente autoritaria. En las instituciones autoritarias, que están integradas por un número significativo de individuos autoritarios, la expresión colectiva de resistencia basada en la garantía de la esfera pública es casi inexistente, se descalifica y rechaza cualquier manifestación de cooperación que reafirme la esfera pública, y individuo que expresa resistencia contra el dominio de la esfera privada es coartado, intimidado y excluido. La tendencia es borrar cualquier rastro de democracia que permita problematizar la reproducción del poder de los individuos que favorecen prácticas que sustentan sus intereses particulares, prácticas que corroboran la dominación del capitalismo neoliberal, en nombre de la razón económica. Las instituciones autoritarias son laboratorios de este capitalismo, sirven para fortalecerlo y reproducirlo. Dejours (2000, p. 17) observa con lucidez que la “maquinaria de guerra económica no es, sin embargo, un dios ex machina. Funciona porque hombres y mujeres consienten en participar masivamente”.

En vista de lo anterior, las instituciones autoritarias cuyo funcionamiento es congruente con el gerencialismo tienen como centralidad el productivismo desordenado y ningún compromiso ético colectivo con la sociedad. La cultura del gerencialismo se constituye para vincular las instituciones públicas a los intereses capitalistas de ampliar el mercado y maximizar las ganancias de forma desorbitada. Como resultado, la cultura del gerencialismo en las instituciones establece costumbres, como la regularización de la persecución de los que no están de acuerdo, el uso de la evaluación del desempeño basada en supuestos ideológicos con el objetivo de establecer la conformación de los individuos a la lógica de los intereses privados, la búsqueda de búsqueda compulsiva de resultados que coincidan con criterios de inclusión y movilidad ascendente en ranking que miden la eficiencia y la excelencia según el ajuste de los engranajes de la máquina del capitalismo financiero transnacional. El motivo de la satisfacción enajenada de los individuos con la condición de servidumbre voluntaria, en este contexto, indica un estado de enfermedad física y psíquica, justificado por el objetivo de inserción en la competitividad internacional y la modernización que no los favorece en nada.

Esta situación de inadecuación que lleva a la barbarie se combina con la expresión de la kakistocracia dentro de las instituciones. Khakistocracy es el sistema de gobierno que reúne a los peores, los menos calificados y absolutamente sin escrúpulos. En las instituciones, el gerencialismo se implementa y sustenta con la dedicación de los individuos que conforman la kakistocracia. Están dispuestos a realizar “trabajos sucios” (dimensión del trabajo consustancial al mal), según el análisis de Dejours (2000). Al realizar el “trabajo sucio”, infligen sufrimiento a los demás y los manipulan, sin culpa, con orgullo y ostentación de la condición de cómplices del imperio del terror, pero tal conducta revela que están habitados por la esclavitud. La mayoría de los individuos dedicados a participar en el sistema consienten en sufrir el sufrimiento impuesto por miembros de la kakistocracia dentro de las instituciones. El sufrimiento alimenta la maquinaria de guerra económica y acelera los engranajes de la máquina del capitalismo financiero transnacional en cada institución.

Existe la posibilidad de que un grupo minoritario de individuos que manifiesta la valentía como virtud política, a través de su lucidez, provoque la exposición de los propagadores del sufrimiento, miembros de la kakistocracia, dentro de las instituciones. Es con el ejercicio del coraje que tal grupo mejora su lucidez que contribuye a la revelación de injusticias, persecuciones y posibles artimañas que resultan en golpes contra quienes pretenden garantizar la democracia que reafirma la esfera pública. Por otro lado, el grupo de iguales que reafirma la esfera privada utiliza todas las articulaciones astutas para la recurrencia en el poder, lo que asegura la reproducción de sus intereses privados. El autoritarismo de las instituciones es el retrato de la dominación del grupo de iguales en la esfera privada. Ante ello, la pregunta es indispensable: ¿cuál es la participación de instituciones que funcionan como laboratorios del autoritarismo en la constitución de la situación de barbarie que azota al país?

Cuando la mayoría de los individuos apoya y se convierte en celoso colaborador de un sistema que funciona mediante la organización reglamentada, consensuada y deliberada de la mentira y la injusticia, prevalece la banalidad del mal. El mal es la tolerancia a la mentira, su no denuncia y la cooperación en su producción y difusión. El mal es la participación en la injusticia y el sufrimiento infligido a los demás. El sufrimiento puede dar lugar a un movimiento de solidaridad y de protesta sólo cuando se establece una asociación entre la percepción del sufrimiento de los demás y la convicción de que este sufrimiento resulta de la injusticia. Sin embargo, en la contemporaneidad, la actitud de los individuos es de resignación ante la adversidad, no hay movilización colectiva contra la injusticia y, por tanto, no hay llamado a la acción colectiva que llame a la acción política (DEJOURS, 2000). Indudablemente, todo movimiento de protesta contra la injusticia será pospuesto mientras la necesidad de identificación narcisista con el mito (tirano), de inserción en la máquina económica de guerra, haga inviable la resistencia como vía de emancipación que constituya liberación frente a la kakistocracia impulsora del capitalismo neoliberal.

*Joelma LV Pires es profesor de la Facultad de Educación de la Universidad Federal de Uberlândia.

Publicado originalmente en el blog. viomundo.

referencia


DEJOURS, Christophe. La banalización de la injusticia social. Traducido por Luiz Alberto Monjardim. 3ra ed. Río de Janeiro: Editora FGV, 2000.

 

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