Neoliberalismo y elecciones

Foto: Diego Marcel
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por LUIZ MARQUÉS*

La polarización entre Estado y mercado es una ficción. Históricamente, el neoliberalismo depende de las manos del Estado para expandirse

En 2008, la quiebra del banco. Lehman Brothers En Estados Unidos y Europa se considera el amanecer de una nueva era. Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz concede entrevistas sobre “el fin del neoliberalismo”. El presidente francés, Nicolas Sarkozy, proclama una tardía rehabilitación de la intervención gubernamental en la esfera económica. Al año siguiente, Pierre Dardot y Christian Laval publicaron La nueva razón del mundo. El trabajo explora Insights por Michel Foucault, en nacimiento de la biopolítica (1978-1979). Se trata de prácticas racionalizadas por el poder y no de conceptos universales (Estado, sociedad civil). Las motivaciones sociales y subjetivas no se evaporan con los shocks sistémicos.

Interpretar el neoliberalismo como una “ideología” y una “política económica”, basada en la identificación del mercado con la realidad natural, pone de relieve la voracidad caníbal del liberalismo – el ataque a los instrumentos de redistribución de la riqueza y la desregulación de la supervisión medioambiental, por ejemplo. En la ecuación antiplanificación, el Estado sufre autocontrol en nombre del fanatismo del mercado y la austeridad fiscal. La extrema derecha canaliza las consecuencias negativas y el creciente resentimiento aumentando las dosis de narcótico, en el estilo de la civilización. Que haya corazón.

La operación no se limita a un acto de fe en la naturalidad del mercado. Difunde influencia sobre gobiernos, empresas y millones de personas que no son conscientes de ello. El neoliberalismo no sólo destruye reglas, instituciones, derechos y equidad. También produce ciertos tipos de relaciones sociales, modos de vida, subjetivaciones; y cómo somos llevados a comportarnos y relacionarnos con los demás y con nosotros mismos. La cruzada modernizadora totalitaria comenzó hace cuatro décadas, subrayan los profesores de la Universidad de Nanterre, en la introducción a la edición inglesa del citado libro.

La neorazón trasciende el economicismo para irrigar las patologías psíquicas de la temporada: el fracaso depresivo, el elogio maníaco del mérito. El remedio al malestar proviene de fórmulas de autoayuda aderezadas con narrativas conspirativas. La modernización generaliza la competencia y llama a todos al fratricidio. Un oscuro narcisismo envuelve las solidaridades colectivas. En las oficinas de Psi, los pacientes liberan sus ansiedades como empresarios autónomos utilizando un lenguaje comercial: inversión, desempeño, productividad, rentabilidad. El balance hace sonrojar a los monjes de piedra.

El neoliberalismo es una forma de pensar (racionalidad) y sentir (subjetividad) en ámbitos que van del privado al público, del consumo a las elecciones políticas. La gobernanza abarca técnicas y algoritmos para dirigir la conducta individual. Como en Artes marciales mixtas (MMA), todo vale para superar obstáculos y brindar por la gloria (ganadores). El objetivo es eliminar enemigos (perdedores). Es feo y humillante perder y ser expulsado del ring. La vida es un octágono.

La idea de que lo fundamental es competir ha perdido vigencia. Ahora lo decisivo es si se logra mediante fraude contable en una megacorporación (Tiendas americanas) o la distorsión de la justicia (Lavado de chorro). El manual de instrucciones se puede ver en el entretenimiento y el ocio, a través de videojuegos, sketches televisivos dominicales, stand-ups. El terror entra en la agenda con la mentira del gobernador de São Paulo, al meter en la disputa al Primeiro Comando da Capital (PCC).

El Centrão, que eclipsa el Presupuesto de la Unión y corrompe los poderes del régimen presidencial, está indignado por los grandes medios de comunicación por apoyar un proyecto político-moral que protege las jerarquías tradicionales, niega lo social y limita el alcance del poder político democrático, con el perro de guardia del monetarismo en el Banco Central. Es una ilusión atribuir las victorias municipales del centroderecha a la alianza en torno al presidente Lula. La exageración estadística daña la dosimetría republicana. La virtud no puede confundirse con la adhesión a las contradicciones de las huestes progresistas. Al César, pues, lo que es del César.

La Ley de Microempresas (2006); el Microempresario Individual (MEI, 2008); el Ministerio de Emprendimiento, Microempresa y Pequeña Empresa (MEMP, 2023); y también el Programa Jóvenes Emprendedores creado en la campaña electoral intentan compensar la falta de presencia en la periferia y el mano a mano, en el lugar de residencia. Desde una perspectiva administrativa, las políticas públicas reparadoras acortan las distancias sociales y subsumen la lucha de clases, con la creatividad de los gestores. Corresponde a la izquierda explicar su pedagogía de la emancipación y la crítica radical de statu quo, sin enfrentar la resiliencia de los combatientes informales. Cuidado con el cadalso, porque el santo está hecho de barro.

Pocos contra muchos

En declaraciones a la revista latinoamericana nueva sociedad (agosto de 2023) sobre el ensayo Pochi contro molti: El conflicto político en el siglo XXI (Pocos contra muchos: Conflicto político en el siglo XXI), la politóloga italiana Nadia Urbinati responsabiliza a una “democracia minimalista” del devastador desmantelamiento de las estructuras partidistas. la crisis de Estado de bienestar invierte el juego y enfrenta a los “pocos” nababs contra los “muchos” desposeídos. La satisfacción social no está incluida en el frugal menú político de democracia (pueblo+poder) al mismo tiempo.

Los pocos –las oligarquías y los partidos del orden– llevan la ofensiva en la sociedad y controlan el Estado, en su interés. La plutocracia tolera las desigualdades. Los que ganan más aportan menos. En el pleno de la Cámara Federal, sólo el PT, Psol, PSB, PCdoB y PV están a favor de la tributación escalonada de las grandes fortunas. La imagen de multimillonarios divirtiéndose fuera de la gravedad retrata el vacío de empatía con los humanos durante la pandemia. Muchos ven una erosión en las referencias clásicas de su identidad: partidos de masas, sindicatos, movimientos sociales, prensa. “El problema de nuestro tiempo es que el futuro ya no es lo que era”, resume Paul Valéry.

La disminución del trabajo en particular licua el cemento de la sociabilidad y la estabilización: seguro de desempleo, jornada laboral, contratos de trabajo formales, ajustes salariales por encima de la inflación, jubilación. La democracia procesal de las reglas del juego no tiene en cuenta las demandas populares; simplemente hace girar el tiovivo de líderes en cargos electos. Con la institucionalización de los partidos, convertidos en máquinas electorales, declinan sus funciones de vanguardia para educar y organizar la indignación de los ciudadanos. La revolución se archiva en normas procesales, que dan paso al fascismo.

Sin canales de comunicación en la representación política para mediar entre las instituciones y la sociedad, los estallidos sociales se disipan, sin lograr avances negociables. Las rebeliones no se traducen en conflictos políticos. La desideologización de los partidos organizados permite una metamorfosis con el objetivo de construir consensos. Pero imitar el camino desastroso de la socialdemocracia europea en la “tercera vía” desacredita las diferencias ideológicas entre izquierda y derecha. Como en el poema los hombres huecos, de TS Eliot, “Así el mundo expira / No con una explosión, sino con un suspiro”. Qué vergüenza.

As Personas, que no se consideran representantes y no se sienten representados, navegan a la deriva. Con la única brújula de su ombligo privatizan la existencia, agradecen entrenadores y excomulgar a grupos en el Congreso, en total. El campo es fértil para los estafadores en las redes sociales, que actúan como agentes disonantes de noticias falsas. La corriente de los despautérios aprovecha la resaca de la representación para predicar valores de desindustrialización, en plataformas de cibercultura digital. Las olas monetizadas del libre mercado hacen eco de los estruendos del miedo y el temblor. “Quien pueda salvarse”.

El territorio nacional e internacional se comparte entre empresas tecnológicas y departamentos de inteligencia. “Los vínculos sociales y los sentimientos de solidaridad son escasos, Uber, como Walmart en la generación anterior, tiene sentido. Ofrece un servicio más directo, eficiente y económico. ¿Qué más podría querer el típico ciudadano neoliberal? – pregunta Evgeny Morozov, en Big Tech: El auge de los datos y la muerte de la política. El subtítulo sensacionalista destaca la urgente discusión sobre lo que Byung-Chul Han llama “infocracia”. El poder se divide entre la conexión y el palacio.

La polarización entre Estado y mercado es una ficción. Históricamente, el neoliberalismo depende de las manos del Estado para ampliar la financiación de las transacciones, financiarizar la deuda pública en los mercados de bonos y cambiar el papel de los organismos de protección social y ambiental. “Gobernar por la libertad”, el lema del anarcocapitalismo forja el discurso conformista al final de la cola por el trabajo, por el autobús, por la felicidad. El odio y la violencia se disparan contra la fraternidad. Queremos que los líderes del aparato estatal sirvan al bienestar de los ricos o de la población; Ésta es la pregunta crucial.

En Brasil, las elecciones caen dentro de un marco que amenaza la democracia, el pluralismo y las cuestiones sociales y políticas como actividad para el bien común. Tecnológicamente, lo real se abre al poscapitalismo cooperativo. Políticamente, el “príncipe colectivo”, en expresión de Antonio Gramsci, debe aportar contenido transformador con dinamismo interno. La dialéctica de la libertad y la igualdad –nuestra estrella polar– reporta un pacto de compromiso activo con los logros civilizadores entre los demócratas. Los errores tácticos deben afrontarse a la luz de la estrategia organizacional. Quién se va y quién se queda.

* Luis Marqués es profesor de ciencia política en la UFRGS. Fue secretario de Estado de Cultura de Rio Grande do Sul durante el gobierno de Olívio Dutra.

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