por DANILO JORGE VIEIRA*
La tendencia más probable de los cambios actuales es la intensificación de las heterogeneidades estructurales dentro del sistema global y el empeoramiento de las desigualdades económicas y sociales dentro de los países y entre ellos.
El inicio del gobierno de Joe Biden ha llamado mucho la atención a nivel mundial, principalmente por los cambios que ha venido realizando el presidente demócrata en la política económica estadounidense, especialmente en lo que respecta a la política fiscal. En sus primeros 100 días al frente de la Casa Blanca, Biden anunció tres programas de gobierno que, además de movilizar un importante volumen de recursos del orden de los US$ 6 billones, restablecen atribuciones integrales e incisivas del Estado en varios sectores cruciales del realidad socioeconómica de Estados Unidos.
La nueva estrategia nacional que se perfila en Washington rompe claramente con muchas convenciones neoliberales dominantes y retoma postulados de inspiración keynesiana que habían sido rechazados y desacreditados en medio de la construcción del orden global contemporáneo, reconsiderando los multiplicadores fiscales y, por tanto, rehabilitando la política fiscal como un instrumento eficaz de gestión de la demanda.
Precisamente por eso, la nueva política económica propuesta por Joe Biden –basada en gastos presupuestarios masivos, expansión de la deuda pública y aumento de impuestos a empresas y estratos sociales de mayores ingresos– viene despertando entusiasmo en algunos segmentos de la opinión pública y, al mismo tiempo, tiempo, desconfianza (y oposición) en los demás. Mientras los primeros interpretan los movimientos demócratas como una "revolución" capaz de engendrar el fin del neoliberalismo, los otros consideran las medidas exageradas, tendientes a aumentar la inflación y las tasas de interés y, por lo tanto, pueden abortar prematuramente la recuperación económica de EE. alcanzando efectos en la economía mundial.
Como se argumentará en este texto, los planes formulados por la administración Biden, que se suman a iniciativas similares adoptadas por otras economías avanzadas, modifican y subvierten, de hecho, varios elementos de la política fiscal dominante y, en consecuencia, pueden transformar el marco macroeconómico establecido. convenciones Tales cambios, sin embargo, no apuntan al abandono, debilitamiento o colapso del neoliberalismo. Por el contrario, se traducen y se vinculan a ajustes que apuntan a reactualizar el orden global neoliberal, reconfigurando varios de sus fundamentos, cuya disfuncionalidad para las economías capitalistas centrales había sido percibida y criticada abiertamente desde dentro de la misma. establecimiento, pero que se agudizó aún más —y, al parecer, se hizo insostenible— tras el estallido de la actual crisis pandémica.
Además, estos ajustes en el orden global neoliberal serán muy adversos para las naciones subdesarrolladas, ya que tienden a acentuar las heterogeneidades estructurales del sistema económico mundial, profundizando la bipolarización entre el centro y la periferia, lo que redundará en la ampliación de las asimetrías institucionales. y el empeoramiento de las desigualdades económicas y sociales a escala internacional, dentro y entre países. A continuación del texto, se abordarán brevemente los principales aspectos de estas transformaciones, pero de manera intencionalmente restringida, teniendo como referencia únicamente los cambios observados en la política fiscal en el período reciente.
Mercado mundial
Un punto de partida apropiado para el análisis puede ser la discusión del carácter “homogeneizador” de la globalización. En efecto, como es ampliamente reconocido, el proyecto neoliberal de la globalización contemporánea consistió en organizar el Mundo-Mercado a través del doble proceso de unificación y estandarización de las economías capitalistas nacionales que, aunque conectadas entre sí, operaron con cierta introspección y relativa autonomía hasta al menos el último cuarto del siglo pasado.
El mercado mundial funcionó, en gran medida, como una suma de múltiples mercados nacionales relativamente ajustados, formando una articulación fragmentada de economías organizadas sobre diferentes bases institucionales. Esta diversidad aumentó la imprevisibilidad, los riesgos y las incertidumbres, al crear discontinuidades, fricciones e inestabilidades, que dificultaron la asignación de decisiones de la creciente caja neta acumulada por los agentes económicos que participan en el mercado transnacional, obstruyendo así el poder de generación y apropiación de excedentes financieros. del sistema.
Aunque no suprimió la variedad nacional de sistemas de economía política, la globalización avanzó mucho a partir de las últimas décadas del siglo XX y las reformas neoliberales crearon un espacio económico “sin fronteras” más unificado e institucionalmente más uniforme, permitiendo la materialización de flujos densos y libre de capital dinerario y mercancías. Así se formó el Mercado Mundial, que organiza los actuales procesos de reproducción ampliada y apropiación polarizada de excedentes a escala planetaria.
política fiscal financiarizada
Este movimiento hacia la convergencia institucional entre las naciones fue irregular y parcial, pero logró avances notables en áreas cruciales para la globalización del sistema económico, incluido el campo fiscal. Las reformas implementadas, principalmente a partir de la década de 1990, lograron establecer un patrón razonablemente homogéneo de gestión de las finanzas públicas, creando una institucionalidad fiscal relativamente común para un grupo representativo de países.
El seguimiento que hace el FMI de las normas legales establecidas en los países para disciplinar la política fiscal brinda información que permite verificar el alcance de este movimiento de convergencia institucional en el campo de las finanzas públicas. Los datos disponibles indican que, en 1990, sólo cinco países tenían normas tributarias obligatorias para las autoridades gubernamentales. En 2015, dos décadas y media después, este grupo se había expandido significativamente, alcanzando la cifra de 96 países, cuya gestión presupuestaria estaba sujeta a algún tipo de regla empírica. cumplimiento nacional y/o supranacional[i].
Las reglas fiscales consisten en restricciones rígidas y duraderas impuestas con carácter obligatorio al manejo de las finanzas públicas, teniendo en cuenta que están establecidas en el ordenamiento jurídico de cada país. Al establecer límites cuantitativos para algunos parámetros seleccionados, como el gasto, la deuda y el resultado fiscal, conforman un marco institucional comprometido con pautas permanentes de salud presupuestaria y financiera, en línea con el principio prekeynesiano de finanzas sólidas. El principal objetivo es frenar la discrecionalidad de los responsables de la política fiscal y, así, asegurar una senda para la deuda pública que sea considerada predecible y, al mismo tiempo, sostenible en términos intertemporales por los inversores que participan en el mercado financiero global. .
Así, la política fiscal ve vaciadas sus funciones macroeconómicas, en especial la de estabilización, que ahora es designada y ejercida casi exclusivamente por la política monetaria, debido a por lo menos cinco elementos, establecidos como verdaderos dogmas en la perspectiva teórica mayoritaria, que pueden enumerarse brevemente como sigue[ii]:
(1) La creencia de que la expansión del gasto público desplaza el gasto privado y presiona las tasas de interés, incrementando el costo de financiamiento y la deuda pública, por lo que las políticas fiscales expansionistas, además de agravar el desequilibrio presupuestario, pueden resultar en el desfavorable efecto efecto deseado de contracción de la demanda efectiva.
(2) La creencia de inspiración ricardiana de que las consolidaciones fiscales pueden inducir la expansión de la producción y el empleo, en contra de lo que prescribía el modelo keynesiano simple, basado en la premisa de que los agentes económicos son capaces de realizar cálculos prospectivos racionales y, por lo tanto, tienden a aumentar su gasto en consumo e inversión, ya que esperan efectos positivos de la contracción presupuestaria en la trayectoria futura de las tasas de interés, la inflación y la deuda pública.
(3) La creencia de que la implementación y los efectos de los estímulos fiscales no son inmediatos y tardan en hacerse efectivos, volviéndose ineficaces, por su retraso en relación con el ciclo económico.
(4) La creencia de que la suspensión de los estímulos fiscales es difícil de llevar a cabo una vez superada la crisis contra la que fueron creados, haciendo que sus efectos expansivos se mantengan más tiempo del necesario y creando un nuevo vector de desequilibrios macroeconómicos.
(5) La creencia de que los administradores gubernamentales tienden a manejar los presupuestos públicos con reservas fiscales bajas y/o inexistentes, lo que establece un vector crónico de desequilibrios fiscales y desajustes macroeconómicos.
En estos términos, la política fiscal ve rechazada su función estabilizadora, perdiendo sus atributos como instrumento de gestión macroeconómica. Además, la política fiscal ahora se maneja bajo normas restrictivas previamente establecidas y sobredeterminadas por metas ineludibles de equilibrio presupuestario y solvencia de los pasivos del gobierno, con el objetivo principal de infundir confianza en los mercados globalizados y garantizar la liquidez plena y la rentabilidad esperada de los títulos de la deuda pública. , con el fin de calificarlos como activos seguros y rentables para la protección y mejora del patrimonio financiero.
Disfuncionalidades Sistémicas
Este patrón de política fiscal financiarizada ha ido revelando cada vez más disfuncionalidades intrínsecas para la reproducción del propio sistema, por su incapacidad para enfrentar no solo choques adversos, sino también por no proveer los mecanismos adecuados para enfrentar impases macroeconómicos más regulares, ya sean de carácter carácter más rutinario o los de carácter crónico. Las directrices de austeridad presupuestaria y disciplina financiera introducen una dinámica procíclica muy rígida en las finanzas públicas, susceptible de ser atenuada en cierta medida y solo de forma limitada por la activación episódica de estabilizadores automáticos más o menos potentes. Este marcado acortamiento del radio de maniobra de las autoridades fiscales tiene implicaciones de gran alcance, traduciéndose, por ejemplo, en el prolongado y persistente ciclo de bajo dinamismo de las economías de mercado, el debilitamiento de la capacidad del Estado para proveer bienes y servicios colectivos, el deterioro del mercado de trabajo y el consiguiente empeoramiento de las desigualdades sociales.
La trayectoria mediocre y contenida de las economías centrales en las últimas tres décadas, que enmarcan el momento de apogeo de la globalización neoliberal, pone de manifiesto las dificultades a las que se ha hecho referencia. Entre 1990 y 2019, el PIB consolidado de las economías capitalistas más avanzadas del mundo, que integran el G-7, creció a una tasa real promedio anual de 1,8%, por debajo de lo registrado por América Latina y el Caribe (2,7%) y también por la economía mundial (3,2%). EE.UU. tuvo una expansión ligeramente superior, alcanzando un 2,4% de media anual. China, por su parte, alcanzó una tasa media anual del 9,2%. Con ello, el país asiático aumentó su participación en el PIB mundial de 3,2% a 17,3% en el período de referencia, erigiéndose como el taller del mundo.
El patrón de política fiscal financiarizada no fue, obviamente, el factor determinante para la conformación del cuadro duradero de bajo dinamismo que experimentaron las economías de mercado, tanto centrales como periféricas. Pero es innegable que entre los diversos factores que inciden de manera combinada y acumulativa en este fenómeno se encuentra la actual matriz de política fiscal, la cual, al rechazar y buscar neutralizar los multiplicadores fiscales en favor de la defensa de la riqueza financiera, contribuye a la configuración y persistencia de el sesgo estancador dominante en la economía global.
Crisis global y disidencia
Debido a sus límites y debilidades inherentes, el patrón de política fiscal financiarizada ha sido criticado recurrentemente por economistas y hacedores de politicas del propio campo mayoritario. Este disenso, inicialmente puntual y restringido, ha ido acumulando fuerzas y alcanzando mayor densidad y amplitud en la última década, especialmente desde la gran crisis financiera internacional de 2008. Ante el rápido y agudo deterioro de las condiciones del mercado mundial, con las economías avanzadas como epicentro, los gobiernos se vieron obligados a abandonar los paradigmas dominantes y reactivar la política fiscal, mediante la adopción de masivos paquetes de estímulo presupuestario y financiero, destinados a mitigar los efectos depresivos de la que fue la mayor crisis desde el colapso de 1929 y que se configuró como la primera crisis de proporciones verdaderamente globales en la historia del capitalismo.
Los planes de respuesta a la crisis de Estados Unidos y la Unión Europea permiten medir el grado de ruptura que se produjo en relación con los preceptos de austeridad fiscal vigentes hasta entonces. Considerando únicamente los estímulos presupuestarios, el gobierno federal de los EE. UU. movilizó alrededor de US$ 1 billón en el bienio 2008 y 2009 (Ley de Estímulo Económico – US$ 170 mil millones; Ley de Recuperación y Reinversión Estadounidense – US$ 832 mil millones). La Comisión Europea, por su parte, adoptó un programa de recuperación económica de 200 millones de euros, equivalente al 1,5% del PIB de la Unión Europea en 2008.
No menos importantes que este elemento más coyuntural derivado de la crisis financiera mundial, otros dos factores estructurales han determinado igualmente cambios en el curso del debate y en la concepción de la política fiscal. Uno de ellos se refiere al recrudecimiento de las desigualdades y condiciones sociales observado en las economías avanzadas desde finales del siglo pasado y otro es el ascenso de China, que viene alterando profundamente la geografía económica mundial.
Estos dos factores cuestionan y plantean enormes desafíos al orden neoliberal global. Por un lado, el aumento de la concentración del ingreso y el deterioro de las condiciones de vida de una parte importante de la población en los países desarrollados, configurando un proceso que puede denominarse “periférico del centro”, reiteran el carácter de clase de las reformas y instituciones neoliberalismo, que tiende a aumentar las tensiones y socavar las bases de legitimidad social del orden globalizado contemporáneo, cada vez más frágil y estrecho.
La preocupación de las instituciones de gobernanza global con esta delicada e inestable situación de insatisfacción social ha sido recurrente. Emblemático en este sentido es el dossier titulado “La era de la inseguridad: repensando el contrato social”, publicado en la edición de diciembre de 2018 de la revista Finanzas y Desarrollo del FMI, en el que se propone la formalización de un nuevo “contrato social” para frenar el avance del “populismo” y el “nacionalismo”, que sería antagónico a la globalización neoliberal.
Por otra parte, el acelerado progreso industrial, tecnológico, financiero y militar de China amenaza, como nunca antes, la hegemonía estadounidense y, por lo tanto, constituye un vector de contestación del propio orden global organizado por y en torno a ella. En el discurso que pronunció ante el Congreso a fines de abril pasado con motivo de los primeros 100 días de gobierno y defender sus tres planes económicos, el presidente Joe Biden dejó claro el objetivo estratégico de revitalizar la hegemonía estadounidense, con el fin de enfrentar el espectacular ascenso de China, cuando afirmó: “América se mueve, avanza, pero no podemos detenernos ahora. Estamos compitiendo con China y otros países para ganar el siglo 21. Estamos en un gran punto de inflexión en la historia”[iii].
En este contexto complejo y cambiante, el entendimiento que se está estableciendo en el campo mayoritario es que la actual matriz de política fiscal -y, más ampliamente, la actual matriz de política económica- debilita a las economías centrales capitalistas frente a estos grandes desafíos que se les imponen. el orden neoliberal global contemporáneo, determinando cambios en sus fundamentos teóricos y prácticos.
El estallido de la pandemia de COVID-19 a principios de 2020 reforzó la necesidad de cambiar de rumbo, dado que sus efectos sanitarios, humanitarios, sociales y económicos a gran escala acentuaron los tres factores enumerados anteriormente que venían incidiendo en el debate sobre los límites y las disfuncionalidades de la política fiscal, a saber: la fuerte contracción de la actividad económica, que superó la de 2008, convirtiendo la crisis pandémica en la más aguda desde la depresión de los años treinta; el recrudecimiento de las desigualdades y condiciones sociales, y el mayor desorden de las economías avanzadas, frente a la rápida reacción de China ante el adverso contexto global.
Combinados, estos factores coyunturales y estructurales reiterados nuevamente ponen en jaque al arreglo fiscal dominante, requiriendo el abandono de sus postulados y la ejecución de amplios y masivos paquetes de estímulo presupuestario y financiero por parte de los gobiernos nacionales para enfrentar la crisis de la pandemia, cuyo desenlace aún Queda por ver, no está en el horizonte. Tales estancamientos continuos y acumulativos han hecho más clara la delimitación de lo que puede llamarse un Nova Visión de política fiscal, por utilizar el término utilizado por Jason Furman, Economista Jefe de la Casa Blanca durante la administración de Barack Obama (2009-2017), para designar los cambios que se han venido produciendo en las convenciones suscritas en el ámbito teórico y empírico de las finanzas públicas[iv].
Emergente “nueva visión”
Si bien es prematuro decir que se ha establecido un nuevo consenso en torno a la política fiscal, es innegable que se está configurando una visión renovada, diferente a la anterior, los planes masivos de rescate económico adoptados o en elaboración por los gobiernos de los países centrales. los países pueden considerarse evidencia y un presagio de cambios en curso. Pero por encontrarse en una etapa tan preliminar, sujeta a desarrollos teóricos y empíricos que quedan abiertos en el campo hegemónico, así como a la influencia de intercurrencias de carácter político, la reevaluación de la política fiscal se encuentra aún sobre bases muy fluidas, presentando varias versiones parciales e incompletas y centrándose ahora en ciertos aspectos y ahora en otros. Es decir, lo que se está definiendo a partir de Nova Visión aún no tiene un cuerpo teórico coherente establecido.
Una forma pertinente de aprehender los principales cambios en la concepción hegemónica de la política fiscal, buscando verificar algunos de los elementos centrales de esta nueva visión en esbozo, puede tener como referencia las formulaciones analíticas y las recomendaciones de medidas gubernamentales elaboradas por el FMI, cuyas La producción teórica y técnica es reconocidamente representativa de la perspectiva dominante en el campo de la macroeconomía.
Con base en el Monitor Fiscal, una serie de estudios lanzados en 2009 por el FMI para monitorear la trayectoria de las finanzas públicas en los países que participan en el sistema económico global, es posible verificar cambios importantes en la comprensión del papel que pueden desempeñar las la política fiscal. Durante la última década, la concepción dominante catalizada por el cuerpo de economistas de la institución multilateral pasó de una posición ortodoxa convencional a una más flexible, que comienza a considerar los multiplicadores fiscales y, en consecuencia, vuelve a vislumbrar las funciones estabilizadora, asignativa y redistributiva de la política fiscal. , dando cabida a su rehabilitación como instrumento de gestión macroeconómica.
Versiones más desarrolladas de esta nueva visión de la política fiscal se presentaron en las ediciones del Monitor Fiscal posteriores a 2017, recibiendo un tratamiento empírico en el informe publicado en abril pasado. Este nuevo enfoque del FMI sigue siendo muy general, pero se puede resumir en el modelo propuesto de “Ajustes fiscales inclusivos y favorables al crecimiento” (Fiscal Monitor, abril de 2019, p. 6).
El nuevo enfoque del FMI, que incorpora explícitamente objetivos más amplios a la política fiscal, en particular el crecimiento económico y la reducción de las desigualdades sociales, contempla básicamente cuatro iniciativas principales: 1. Aumento de la inversión pública; 2. Aumento de los gastos de consumo del gobierno (financiamiento); 3. transferencias a estratos sociales de bajos ingresos; 4. aumento de la tributación de los estratos sociales de altos ingresos[V].
Esta nueva matriz de política fiscal, según las simulaciones empíricas elaboradas por el equipo de economistas del FMI, generaría tres cadenas virtuosas simultáneas. Al mismo tiempo que estimularía el crecimiento económico, debido al aumento del gasto público (financiamiento e inversión) y un mayor consumo de los grupos de bajos ingresos, la deuda pública asumiría una trayectoria descendente, debido a la expansión del PIB a un ritmo superior al de la deuda . Adicionalmente, la redistribución del ingreso a favor de los estratos de menor poder adquisitivo, debido a una tributación y transferencias más progresivas, además de apoyar el crecimiento económico, favorecería la reducción de las desigualdades.
En los términos brevemente expuestos anteriormente, es evidente que el modelo de ajuste fiscal inclusivo y pro-crecimiento contrasta muy significativamente con la actual matriz de política fiscal dominante. Primero, el nuevo enfoque reconoce los multiplicadores fiscales y busca manejar la política fiscal no solo con el objetivo de suavizar el ciclo económico, sino también para influir en su tendencia, estimulando el crecimiento a mediano y largo plazo. En segundo lugar, y no menos importante, el objetivo de lograr una trayectoria sostenible de la deuda pública –y de la propia política fiscal, en términos más generales– ahora se basa no solo en el control del gasto y la generación de superávit primario, sino también a través del crecimiento del PIB. Estos dos aspectos, en particular, sin duda amplían el margen de acción discrecional de las autoridades presupuestarias.
Un punto de suma importancia para una mejor comprensión del nuevo enfoque fiscal que se está diseñando se refiere a la gama de cambios que puede traer consigo. En el debate teórico y empírico que se viene dando, es más o menos evidente que las transformaciones no serán amplias e irrestrictas, sino que, por el contrario, tendrán implicaciones selectivas y muy específicas. Como viene advirtiendo el propio FMI, el nuevo modelo de ajuste fiscal inclusivo y pro-crecimiento no debe ser considerado como “un apoyo general al estímulo fiscal en todas partes y en todas las circunstancias” (Fiscal Monitor, abril de 2017, p. 15 y 16). Por tanto, cabe preguntarse en qué circunstancias económicas y en qué lugares la nueva visión de la política fiscal tendrá plena vigencia.
Espacio fiscal y deuda pública
La implementación del modelo de ajuste fiscal inclusivo y pro-crecimiento tiene al menos dos grandes premisas básicas que son ineludibles, según el enfoque convencional: la existencia de espacio fiscal y un contexto crónico de tasas de interés bajas y/o negativas, dificultando la estabilización. las funciones de la política monetaria se restringen o incluso pierden efectividad.
Con respecto a la primera condición previa, cabe señalar que el concepto de espacio fiscal no se trata solo de la mera disponibilidad de las condiciones presupuestarias actuales para absorber mayores gastos. El término tiene un significado más amplio y se refiere a una situación de carácter sistémico e intertemporal que permite la ejecución de una política fiscal discrecional, sin, por tanto, afectar la capacidad de financiamiento del gobierno a través de la expansión de la deuda pública. Esta mayor capacidad de financiamiento, como es sabido, está prácticamente restringida a los países que cuentan con monedas convertibles y se ubican en los niveles jerárquicos superiores del sistema monetario internacional.
En cuanto a la tasa de interés, hay dinámicas muy diferentes entre países y grupos de países. En general, las tasas de interés son estructuralmente más altas y más rígidas a la baja en los países subdesarrollados, ya que incorporan una prima de riesgo asociada a sus inherentes debilidades y dependencia financiera. En contraste, las economías avanzadas han experimentado un ciclo prolongado y persistente de tasas de interés bajas, si no negativas.
Es evidente, por tanto, que, a la luz del nuevo enfoque que se está diseñando, prácticamente sólo las economías avanzadas presentarían las condiciones económicas e institucionales necesarias para la adopción del nuevo modelo de política fiscal incluyente y pro-crecimiento. En los países periféricos, en cambio, no existirían las condiciones previas, por lo que un primer procedimiento que propone la receta convencional para construirlas consistiría en fortalecer las reglas fiscales, lo que significa reiterar y reforzar la actual matriz de política fiscal contraria a la discreción de acción de las autoridades presupuestarias.
asimetrías fiscales
La asimetría entre economías centrales y periféricas en el campo fiscal es, en realidad, bastante marcada. La trayectoria de la política fiscal en estos dos grupos de países en las últimas décadas resalta las diferencias y sugiere que las convenciones ortodoxas son menos flexibles y más aceptadas en las naciones subdesarrolladas, donde los principios de salud financiera y disciplina presupuestaria parecen estar más arraigados entre las autoridades. las condiciones macroeconómicas, lo que hace que el debate público en torno a modelos alternativos de política fiscal permanezca prohibido.
Las acciones gubernamentales para enfrentar la crisis de la pandemia hicieron explícitas estas asimetrías, haciéndolas aún más notorias. Para enfrentar los efectos sanitarios, sociales y económicos derivados de la pandemia del COVID-19, los gobiernos nacionales implementaron programas de estímulo fiscal que movilizaron recursos por alrededor de US$ 16 billones entre marzo de 2020 y marzo de este año, según información sistematizada por el FMI.
Los datos disponibles, sin embargo, sugieren que las políticas fiscales adoptadas por los países centrales fueron mucho más expansionistas que las implementadas por los gobiernos de la periferia, las cuales, al parecer, se mantuvieron ligadas a los parámetros de equilibrio presupuestario, a pesar de la situación de emergencia y sin precedentes en historia reciente creada por la crisis de la pandemia. En términos consolidados proporcionales al PIB, mientras las economías centrales aumentaron el gasto público en torno al 23%, los países emergentes de renta media (entre ellos Brasil) registraron un aumento de poco más del 10%.
conclusiones provisionales
El texto buscaba demostrar que la actual matriz dominante de la política fiscal está en revisión. Aún no está clara la profundidad de los cambios esbozados, pero ya es posible prever que muchos de los postulados ortodoxos que organizaron y orientan la gestión de las finanzas públicas en el contexto del orden global neoliberal desde hace al menos tres décadas deben ser reformulado, flexibilizado o, incluso, abandonado.
La revalorización de los paradigmas y convenciones en curso parte del entendimiento que se va estableciendo en el ámbito de la corriente principal sobre las deficiencias de la actual matriz de política fiscal.
Vaciada de sus funciones de estabilización, asignación y redistribución, la política fiscal perdió sus atribuciones como un instrumento eficaz de gestión de la demanda, pasando a ser gestionada con el objetivo principal –y casi único– de asegurar una trayectoria de la deuda pública que se considere sostenible en términos intertemporales. términos por parte de los inversionistas participantes en el mercado financiero global.
Esta matriz de política fiscal, sobredeterminada por el cálculo financiero de los agentes económicos, ha sido considerada cada vez más disfuncional, por ser incapaz de hacer frente a los crecientes riesgos internos (aumento de las desigualdades y pobreza) y externos (ascenso económico de China) al orden social neoliberal. mundo. Los cambios en el diseño deben entenderse, por tanto, como la reorganización del orden global neoliberal sobre bases renovadas, y no su debilitamiento.
Además, y este aspecto es de suma importancia para cualquier análisis prospectivo del sistema económico mundial, la reformulación de la matriz de política fiscal probablemente será bastante restringida, alcanzando únicamente a las economías de mercado avanzadas. En las economías de mercado subdesarrolladas, los actuales postulados convencionales de austeridad fiscal y disciplina financiera tendrán que ser reiterados y revigorizados.
Como consecuencia de esta transformación desigual y combinada aún en gestación, los países subdesarrollados deben ser reorganizados como campo de procesos de acumulación aún más coercitivos, revitalizados para permitir el reciclaje de grandes masas de excedentes financieros.
La tendencia más probable de cambios en el diseño consiste, por tanto, en la intensificación de las heterogeneidades estructurales dentro del sistema global, con un aumento de la divergencia institucional; el recrudecimiento de las desigualdades económicas y sociales dentro y entre países, y una mayor bipolarización entre centro y periferia.
*Danilo Jorge Vieira Doctor en Economía Aplicada por el Instituto de Economía de la Unicamp..
Notas
[i] LLEDÓ, V., YOON, S., FANG, X., MBAYE, S. & KIM, Y. Reglas fiscales de un vistazo. Washington: Fondo Monetario Internacional, 2017.
[ii] TAYLOR, J. Reevaluación de la política fiscal discrecional. Diario de Perspectivas Económicas, v. 1, nº 3, 2000.
[iii] BIDEN, J. Palabras del presidente Biden en un discurso ante una sesión conjunta del Congreso. Disponible en: https://www.whitehouse.gov/briefing-room/
[iv] FURMAN, J. La nueva visión de la política fiscal y su aplicación. Conferencia en Implicaciones Globales del Rediseño de Europa. Nueva York, octubre de 2016. Disponible en: https://obamawhitehouse.archives.gov/
[V] Anexo 1.1 en línea. Simulaciones modelo de medidas de apoyo fiscal, disponibles en: https://www.imf.org/en/Publications/FM/Issues/2021/03/29/fiscal-monitor-april-2021