por WALNICE NOGUEIRA GALVÃO*
Balance histórico de la presencia de negros en el cine de Hollywood y un apéndice que indica bibliografía y películas brasileñas.
Pasaron cien años, es decir, la misma edad que el cine, pero finalmente una mujer negra -Halle Berry, en 2002- ganó el Oscar a la mejor actriz principal. En los últimos años ha aumentado este premio a los actores negros: Jamie Foxx y Morgan Freeman en 2005; además de Halle Berry, a Denzel Washington (ambos de impecables facciones caucásicas) en 2002; otro honorario a Sidney Poitier en el mismo año.
Y ya nos estamos olvidando que el negro debutó como violador de mujeres blancas en una película fundacional del arte, la epopeya patriótica del cine mudo nacimiento de una nación (David W. Griffith, 1915). Para responder a las acusaciones de racismo, Griffith luego Intolerancia (1916). Considerándose víctima del feo sentimiento expresado en ese título, Griffith anticipó las epopeyas kitsch de Cecil B. de Mille, abordando el tema de lo que él consideraba intolerancia en diversas sociedades, tanto en la antigüedad como en la época moderna. Todo esto para justificarte.
Entre eso y lo que sucede hoy –cuando cualquier película o serie de televisión muestra a jueces negros en escenas de juicios, situación tan común que ni siquiera prestamos atención al fenómeno extraordinario– hay todo un recorrido, cuyas etapas son dignas de mención.
películas de amigos Las relaciones interétnicas también se convirtieron en lugares comunes, aunque muchas de ellas se divertían con los roces raciales entre los socios, una fuente aparentemente inagotable de humor inteligente, como se ve en los cuatro Maquina mortal, quienes, por cierto, toman una posición declarada contra el racismo, que es otro fenómeno a tener en cuenta. Y las escenas de amor café con leche se hicieron frecuentes, aunque aquí también con matices: el blanco con el negro se hizo habitual antes, tardando más en invertir la ecuación y mostrar el negro con el blanco (desafiando las tradicionales fantasías de violación). Las series de televisión que muestran problemas familiares comunes, una fórmula antigua y sólidamente exitosa para los blancos, ahora se montan con negros. Pero, según Spike Lee en niña 6 (1996), con bailes exóticos, gritos y escándalos.
La incorporación de la perspectiva femenina no debe subestimarse: Toni Morrison y Alice Walker hicieron adaptar libros; Halle Berry protagonizó y produjo, con la dirección de Martha Coolidge, la película biográfica de Dorothy Dandridge. El Oscar de reparto sin precedentes para Hattie McDonald en Y el viento se lo llevó (1939) todavía santificaba el estereotipo, con triunfos, granizados y ojos en blanco exorbitantes.
Entre estos extremos, hubo momentos memorables, dibujando una escalada de conquistas, paralela al movimiento por los derechos civiles, haciendo impensable una película racista.
Y, finalmente, surgieron los directores negros, garantizando el tamaño de la inversión y el control sobre el resultado. Desde el primero de ellos, el mítico Melvin Van Peebles, con La historia de un pase de tres días (1968), ya hay un puñado ilustres: Robert Townsend, el talentoso clan de Wayans y Hughes, Mario Van Peebles, John Singleton, F. Gary Gray, Forest Whitaker, y los recientes debuts de Morgan Freeman y Denzel Washington. Sin olvidar al que convirtió la película en un arma de combate, Spike Lee.
Un experimento avanzado fue Carmen Jones (Otto Preminger, 1954), adaptación de la ópera de Bizet con todos los negros, en la que Dorothy Dandridge enfrenta al apuesto Harry Belafonte. La actriz estaría a la altura de la primera nominación al Oscar para un protagonista negro, pero quien se la llevó fue la rubia de ojos azules Grace Kelly. De los primeros antirracistas son oscuridad (1957), de John Cassavetes, pionero en tantas cosas, que sitúa el conflicto étnico en el centro de la intriga; Es El sol es para todos. (Robert Mulligan, 1962), con Gregory Peck interpretando al abogado que defiende a un hombre negro acusado de violación en un pueblo del sur.
La fuerza de la personalidad de Sidney Poitier estaría asociada a varios hitos en este camino: sería el primer hombre negro en ganar un Oscar como protagonista, por Una voz en las sombras (1964), de Ralph Nelson, con un papel romántico y besando a una mujer blanca en la pantalla; su distinción natural daría crédito a muchas películas.
Em en el calor de la noche (1967), Norman Jewison interpretó al primer oficial de policía negro del FBI en acción en los bosques del sur. Un compinche blanco se burla del nombre elegante, Virgil, que no es un nombre "negro", a diferencia de Rastus, Rufus, Remus, Cletus, Cassius, comúnmente dado a los esclavos en las plantaciones (razón por la cual el campeón de boxeo Muhammad Ali repudió su nombre de bautismo, Cassius Clay). Insinuando que en el Sur, de donde los negros emigraron en masa al Norte, huyendo del cultivo del algodón y de los prejuicios, las cosas eran diferentes, le pregunta sarcásticamente: “¿Así te llaman en Chicago, Virgil?”. y este último responde, con severidad: “En Chicago me llaman misterio Tibbs”, en una respuesta que haría historia. Cuando un hombre blanco lo abofetea, Tibbs le devuelve la bofetada, y era la primera vez que un hombre negro le hacía eso a un hombre blanco en una película.
En el mismo año, Adivina de quién viene a cenar Stanley Kramer, muestra el predicamento de la pareja liberal y progresista, cuando fueron saqueados por su propia hija, quien ni siquiera le advirtió que el novio era negro. Es cierto que es guapo, guapo, culto, elegante, viste trajes impecables, con la credibilidad de tener un título universitario; y no avergonzar a nadie.
Es de 1969 una extraordinaria película de vanguardia –atrevimiento que su director, Brian de Palma, nunca repetiría–, ¡Hola mamá!, sobre la puesta en escena de una obra inspirada en les negres, de Jean Genet, en el que los actores involucran a espectadores blancos bien pensados utilizando una estrategia fascista de intimidación, pintándolos de negro y ellos mismos de blanco. El grupo de actores también utiliza tácticas de guerrilla urbana, ocupando y volando edificios.
Entre los intentos de revivir las sagas de militancia de esa época se encuentra Panteras Negras (1995), dirigida por Mario Van Peebles (no olvidemos que en 1968, año en que el fenómeno estaba en su apogeo, Jules Dassin rodó poder negro). La película de Peebles narra la formación, desarrollo y liquidación del poder negro en los Estados Unidos. Se pueden ver personajes que representan a las principales figuras del movimiento, como Huey Newton, Bobby Seale y Eldridge Cleaver, genial autor del libro sobre la negritud. alma en hielo, editor de la prestigiosa revista Murallas y Ministro de Información del Partido Pantera Negra. Está ubicado entre Oakland, su sede, y San Francisco, en 1967. Es en ese año que el partido se une al movimiento estudiantil blanco contra la Guerra de Vietnam, bajo la consigna común de “Poder para el pueblo”, ampliando su amenaza y firmando su destrucción.
Con una trama aún magra –la policía recluta, mediante chantajes, a un denunciante interno del partido–, da un buen ejemplo de los “métodos” de la represión que lo liquidó. El FBI, con Edgar J. Hoover a la cabeza, tomó el control de la represión y el aparato estatal comenzó a movilizar canales ilegales: asesinatos de líderes, acusaciones falsas con pruebas sembradas, ataques y bombas colocadas en oficinas del partido en todo el país. Entre los que escaparon de la ejecución estaba Eldridge Cleaver, que huyó a Argelia y vivió allí durante muchos años.
Así fue como se extinguió el movimiento. Por entonces Martin Luther King, creador del movimiento por la no violencia y ganador del Premio Nobel de la Paz, sería asesinado por un hombre blanco, en 1968, tras encabezar la Marcha a Washington para reclamar la votación del Congreso, que finalmente fue logrado, por la Ley de Derechos Civiles y la Ley de Derecho al Voto.
De todas formas, Eje (1971), de Gordon Parks, desató la ola de blaxplotación de la década de 1970, elevando el número total de películas de bajo nivel realizadas en la década a doscientas, con música negra, violencia y jerga del gueto. El detective privado John Shaft consigue una oficina con su nombre en la puerta, es el primero de su color en recibir el honor de tal profesión de héroe. Tendría muchas secuelas y se convertiría en una serie de televisión. Con cierta mala voluntad y dada la coincidencia en el tiempo, la creación de Shaft puede considerarse como un resarcimiento de la liquidación del poder negro: un héroe despolitizado aceptado por los blancos, en tareas que ya no son sociales, sino estrictamente privadas.
La visión original y comprometida de Martin Ritt estaría presente en conrack (1974), en la que, al margen de las misiones de la década de 1960, un maestro de escuela primaria va a enseñar a leer a niños negros en una isla de Carolina del Sur, hasta que es despedido por las autoridades. Pero había otros como Misisipi en llamas (1988), de Alan Parker, em que dois agentes do FBI, organismo que combateu com ferocidade o movimento, acabam sendo os heróis justiceiros que vingam a morte de três ativistas, dois negros e um judeu, trabalhando no alistamento eleitoral da população de cor Del sur; por esto, Pauline Kael llamó a la película “perversa”.
Se presionaría la tecla Asesinato en Misisipi (1990), de Roger Young. Pero Hollywood se redimiría produciendo fantasmas pasados (1996), de Rob Reiner, sobre la investigación, el enjuiciamiento y la condena, treinta años después, del asesino del activista de derechos civiles Medgar Evers en Memphis, a fines de la década de 1960. Whoopi Goldberg contradice su experiencia en papeles de dibujos animados al interpretar a una viuda Evers notable por la moderación y la altivez; recibiría un Oscar por apoyar FantasmaEn 1990.
Anunciado por el éxito de el color morado (1985), de Spielberg, basada en el libro de Alice Walker, la década de 1990 traería una ola de películas inusuales por su calidad, que iban desde los hechos de las luchas por la emancipación y sus íconos: Malcolm X, Martin Luther King, The Black Panthers, Muhammad Ali, incluso ciencia ficción sobre la supremacía negra y el sometimiento de los blancos.
En ese momento, Denzel Washington pudo interpretar al noble blanco de Tanto ruido para nada (1993), dirigida por Kenneth Branagh de Shakespeare, así como Peter Brook interpretando a un hombre negro en el papel de Hamlet en el escenario, como se vio en Brasil hace unos años. Era habitual que un hombre blanco de rostro bronceado interpretara a Otelo, al que ni siquiera Orson Welles se le escapó. Después de vestir de negro al archivillano Darth Vader en Guerra en las estrellas (1977), George Lucas incluiría héroes afrodescendientes en secuelas. Contribuyendo, el agraviado Políticamente incorrecto (1998), de Warren Beatty, daría una clase de argucia electoral, en la que un senador demócrata en plena campaña se sincera sobre cómo engañar a los negros.
La culminación se alcanzaría cuando Morgan Freeman prestara su intrínseca autoridad y gravedad a los roles de presidente de los Estados Unidos (en Impacto profundo, 1998, dirigida por Mimi Leder) y, por supuesto, DEUS (El todo poderoso, 2002, dirigida por Tom Shadyac), ambas hasta ahora indiscutiblemente blancas. Y se anuncia que encarnará a Nelson Mandela. Pero pocos recordarían que un visionario Monteiro Lobato, ya en 1928, había escrito una novela llamada el presidente negro en el que pronosticó resultados como este para las elecciones en Estados Unidos.
El cine de guerrilla de Spike Lee aborda cuestiones étnicas sustantivas. Entre muchos otros, así fue Malcolm x, basado en una autobiografía sin igual, que relata la conversión de un gángster en un líder espiritual. cuatro niñas (1997) es un documental sobre el bombardeo de una iglesia en Birmingham en 1963, en pleno culto dominical, cuando mueren las cuatro chicas del título. Dos de los cuatro implicados, aún vivos, también fueron incriminados treinta años después. Ambas películas están basadas en hechos históricos.
Al igual que Hitchcock, Spike Lee aparece a menudo en sus películas; pero, a diferencia de aquél, no en apariciones relámpago que hacen sentir al espectador como un juego del escondite. Por si fuera poco, simbólicamente tortura al espectador y lucha con él, tratando de despertarlo. Hace que el espectador se pregunte cuáles serían las condiciones de maduración del contexto que permitirían el surgimiento de un director negro con una visión propia, tan radical y tan sin concesiones. Y solo tiene temas negros como tema. En su colección ya hay varias películas, incluida la que significó su descubrimiento, Hacer lo correcto (1989). Allí, bajo una manera socarrona de quien no quiere nada, el propio Spike Lee, flaco y caminando con los pies adentro, hacía el papel de un repartidor de pizzas, apacible, que casi sin querer, pero por la indignación de ver a su amigo muerto accidentalmente por la policía, desencadena uno de los peores disturbios en el gueto.
ejemplar es la hora del espectáculo (2000), que satiriza un programa de televisión cuyo guionista se inspira en espectáculos de juglares de antaño, burlándose sistemáticamente de los negros, que son tontos, roban pollos y les gusta la sandía. A pesar de esto, el programa se vuelve culto y desencadena una tendencia de adherencias erróneas a la negrura. La película termina con una antología histórica del cine, con los intérpretes más queridos camuflados con las marcas del corcho quemado en la tez, la enorme boca escarlata y los guantes blancos -frecuentes en el apogeo del musical.
Los dibujos incluyen a un caníbal africano cocinando a un misionero en un caldero, pequeñas calunguinhas con un hueso en la parte superior del cabello y, para colmo, una parodia de La cabaña del tío Tom en el que Eliza se escapa con el bebé en brazos mientras cruza el río, saltando de un cubo de hielo a otro. Dejan al espectador con la cara en llamas por haberlas mirado sin indignarse. A Spike Lee se le atribuye esta enciclopedia de mala fe racista en las artes escénicas y su potencial para manipular la conciencia. Es así como este director planta hitos en la saga de los viajes políticos del movimiento negro y sus momentos cruciales hacia la emancipación y la ciudadanía.
El documental encuentra en William Greaves, quien los produce y dirige desde hace más de treinta años, un apóstol. Se dedica a hacer películas que rescaten la memoria de los negros en Estados Unidos. Descubrió personajes olvidados y encontró imágenes de eventos que nadie recordaba. Produce principalmente material educativo y gana un premio tras otro. Sus películas están narradas, según los casos, por Sidney Poitier, Harry Belafonte o Toni Morrison.
Y en este panorama no podían faltar las muchas buenas películas que se hicieron sobre el apartheid, colaborando con la campaña encaminada a su cierre, aclarando al espectador sobre sus implicaciones. Jugaron un papel destacado, junto con el boicot generalizado que, con el objetivo de ganarse al electorado negro en Estados Unidos, contribuyó a la victoria. Entre ellos, el debut como director de Morgan Freeman en ¡Bofa! - A flor de piel (1993), con Danny Glover y Malcolm McDowell, que expone el conflicto entre un jefe de policía sudafricano negro y su hijo activista contra el apartheid. Aquí, por cierto, llega el recuerdo del concierto del más militante de los rockeros, realizado para reivindicar la liberación de Nelson Mandela, con tema musical de Jerry Dammers, con un estribillo inolvidable, cantado al unísono por el público: “ ¡Gratis! ¡Gratis! ¡Gratis! ¡Nelson Mandela!". Televisado en vivo, llegó a 67 países y 600 millones de espectadores; y, aunque prohibido en Sudáfrica, creó un escándalo público, de alcance y repercusiones sin precedentes, del que no estaría ajena la salida de prisión del futuro presidente, dos años después.
Bibliografía Indicada
En cuanto a los estudios sobre la negritud en el cine, entre los norteamericanos destacan los siempre reeditados libros de Gary Null. El primero, que va desde la creación del Séptimo Arte hasta la fecha de su publicación, se completaría más tarde con otro que avanzaría más allá de 1970. Además, están profusamente ilustrados con fotografías de películas y actores, lo que lo convierte en una valiosa referencia, de inestimable utilidad.
Y entre nosotros, ¿cómo ha sido? Las obras dedicadas al tema son muy recientes. Este es el campo elegido por João Carlos Rodrigues, quien escribió El negro brasileño y el cine (Editora Globo), publicado por primera vez en 1988. Bastante refinado, proporciona una perspectiva panorámica, pero al mismo tiempo busca definir los contornos de los principales estereotipos actuales en las pantallas, como Mulata Boazuda, Mãe Preta, Preto Velho , Malandro , el Favelado, la Doncella Animosa. Y muestra cómo una perspectiva militante puede agudizar el análisis.
Recordamos aquí los diversos trabajos de Joel Zito Araújo, quien además de defender su tesis y publicar el libro La negación de Brasil: El negro en la telenovela brasileña (Editora Senac), también realizó un documental para TV con este material. Su investigación es insustituible y si por el momento, entre tesis, libro y película, sólo se ha centrado en las telenovelas –de fundamental importancia como creadores de imágenes en América Latina, por su alcance en cuanto a número de espectadores–, anunció nuestro cine como meta de la próxima tarea.
El programa del actor Lázaro Ramos en Canal Brasil, Espejo, ha traído mucho material sobre el tema, incluyendo entrevistas con actores negros (que son la memoria viva de este proceso, como Ruth de Souza, Milton Gonçalves, Antonio Pitanga, Zózimo Bulbul, Toni Tornado, Zezé Motta), investigaciones y extractos de películas o telenovelas. Desde esta perspectiva, no hay que olvidar la importancia de Grande Otelo, que durante medio siglo calentó con su genialidad las pantallas grandes y pequeñas. Encarnó a la perfección el estereotipo del negro boçal, que ponía los ojos muy abiertos y hacía unos labios carnosos que realzaban el volumen de sus labios, pero, al mismo tiempo, el extraordinario actor que era, demostró ser capaz de desplegar muchos otros trucos. , llegando incluso a criticar a ese mismo estereotipo.
Entre nosotros, con el objetivo de seleccionar una muestra representativa de las distintas fases y perspectivas en el tratamiento de la negritud, merecen consideración las siguientes películas:
Señorita chica, 1953, dirigida por Tom Payne – En una trama romántica, la heroína, interpretada por Eliane Lage y junto a Anselmo Duarte, es una abolicionista, aunque hija de un rico terrateniente y lucha por el fin del cautiverio. En esta película, el negro sigue siendo un esclavo, apareciendo encadenado y azotado. Era raro que se crearan roles para negros, incluso en una posición de apoyo, como aquí. Ruth de Souza, quien tendría una larga y distinguida carrera como actriz, llamó la atención de Ruth. La película es un ejemplo de la gran etapa del cine industrial de São Paulo y de la empresa Vera Cruz, que en pocos años de existencia produjo películas de alto nivel técnico.
orfeo negro, 1959 – Adaptación del mito griego de Orfeo a las favelas de Río de Janeiro, con un elenco negro y un bello uso del Carnaval. Película francesa dirigida por Marcel Camus, con producción local y actores brasileños (excepto la norteamericana Marpessa Dawn en el papel de Eurídice) perteneciente al Teatro Experimental do Negro, de Abdias do Nascimento. Basada en la obra original de Vinicius de Moraes, con música de Tom Jobim, previamente puesta en escena en el Teatro Municipal do Rio con escenografía de Niemeyer. Palma de Oro en el Festival de Cine de Cannes y Oscar a la mejor película extranjera. Rehecho en 1999.
Abolición, 1988 – Formado en el Centro Popular de Cultura (CPC) de la UNE en la década de 1960, Zózimo Bulbul, quien se convertiría en uno de los actores más identificados con el Cinema Novo, dirigió este documental centrado en los cien años de la firma del Lei Áurea. Preciosas entrevistas a figuras estratégicas para la valorización de la cultura negra, como Abdias do Nascimento, Grande Otelo, Joel Rufino y Gilberto Freyre. Recorre las calles y las prisiones investigando qué piensan los que están al margen de la sociedad sobre la situación de los negros tras la emancipación del cautiverio. Acumula premios en los festivales en los que actúa.
Ôrí – Cabeza, conciencia negra, 1989 – Documental de Raquel Gerber, filmado en Brasil y África. Amplía el concepto de quilombo, que ahora se considera como todo núcleo de resistencia negra, detectado en el candomblé, la capoeira, la música, la danza, el gesto, el ritual, la cocina, etc. Examina varios casos, dentro de Brasil y en los países de África occidental, de donde provienen los pueblos yoruba de habla bantú. Música de Naná Vasconcelos. Durante los once años de producción, acompañó la formación y crecimiento de los movimientos negros en nuestro país, escuchando a sus representantes. Premiado con el 1er lugar en el Festival Panafricano de Burkina Faso.
La negación de Brasil, 2000, dirigida por Joel Zito Araújo – Trayectoria más que completa por la historia de la telenovela en Brasil, centrada en personajes negros. Analiza las telenovelas con énfasis en los actores y los roles que les dan, siempre estereotipados, siempre negativos. El director argumenta que la constitución de la imagen es fundamental para sustentar una identidad étnica positiva.
Ciudad de Dios, 2002, dirigida por Fernando Meirelles – El día a día de los narcotraficantes (los “dueños del cerro”) que controlan la vida de los habitantes de las favelas. Guerras internas entre bandas rivales, guerras con la policía, guerras con los trabajadores que viven en las favelas y son sus víctimas. De una violencia pocas veces vista. Muy competente como película de acción, en la que el suspenso, las correrías y los tiroteos superan a la reflexión. Por el enfoque narrativo identificado con los favelados, se ubica en el lado opuesto de Tropa de Elite con su enfoque narrativo identificado con la policía: pero ambos son similares en la criminalización de la gente de la favela.
las hijas del viento, 2003 – Por Joel Zito Araújo, activista responsable de otros logros notables, como el mencionado La negación de Brasil. A contracorriente de retratar siempre a los negros como marginales y delincuentes, pone en juego a una familia bien integrada, a lo largo de su recorrido y de su propia crónica interna. Ganó ocho premios en el Festival de Gramado: uno para el director y siete para los actores, algunos de ellos los más importantes del cine negro, de ilustre trayectoria, como Milton Gonçalves, Ruth de Souza y Léa Garcia, que habían trabajado en la primera Orfeo Negro.
Antonia, 2006 – El director Tata Amaral privilegia a cuatro cantantes y compositores de danza canguelo, sus problemas y sus reivindicaciones específicamente femeninas. La protagonista Antonia es interpretada por Negra Li. Interesante por mostrar originalidad femenina en medio de los timbres machistas de la pelota. canguelo, con sus canciones despectivas de la mujer. La ardua vida que llevan en las favelas, donde las mujeres son discriminadas, su lucha por un lugar al sol y por superar su posición subordinada.
*Walnice Nogueira Galvão es profesor emérito de la FFLCH de la USP. Autor, entre otros libros, de Al son de la samba – Una lectura del carnaval carioca (Fundación Perseu Abramo).